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2.5: Las ciudades y la economía romana

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    La ciudad consumidora es un modelo que ha sido usado para caracterizar a la ciudad antigua. Fue originalmente desarrollado por Max Weber, expandiendo el trabajo de Sombart, como uno de una serie de tipos ideales de ciudad, y subsecuentemente ampliado por Moses Finley (Cité, 1989; Finley, 1977; Jongman, 1988, 2002; Whittaker, 1990, 1993). Una “ciudad consumidora” es aquella en la cual el mayor ingreso de los consumidores urbanos proviene de las rentas rurales, donde los productos del trabajo rural local suministran a las necesidades de la población urbana y donde la producción y el comercio interregional son “esencialmente insignificantes”. Muchos historiadores de la antigüedad han encontrado el modelo muy atractivo ya que parece encajar bien con el testimonio literario de las perspectivas económicas de las clases dominantes y su estilo de vida centrado en la ciudad. Finley, en particular, sostuvo que la relación parasitaria entre la ciudad consumidora y sus hinterland rurales funcionaba a favor de economías muy localizadas y de pequeña escala y contra el desarrollo económico, la manufactura urbana y el comercio interregional (1977). En tiempos recientes, la oposición al modelo ha aumentado, en parte porque los tipos ideales de Weber fueron esencialmente diseñados para modelar las características económicas de las ciudades preindustriales (Weber, 1958), mientras que la “ciudad consumidora” se ha convertido en el tema principal de la ciudad antigua como un centro político y social (Erdkamp, 2001; Parkins, 1997b). Además, el crecimiento de la evidencia arqueológica ha demostrado que la economía urbana era mucho menos uniforme de lo que a veces se asume y que algunas ciudades, notablemente puertos, tenían un compromiso más grande con la manufactura y el comercio (A. Wilson, 2002b).

    La escala de la manufactura urbana en el mundo antiguo ha sido muy debatida. Había un nivel de producción significativo que era poco más que doméstico. En el otro extremo, está generalmente admitido que el término “fábrica” es inapropiado y que el nivel más grande de producción puede ser caracterizado como una factoría, que tal vez ocupaba hasta 30 personas y con alguna especialización del trabajo (Peacock, 1982, p. esp. 1-11, 90-128; cf. Fulle, 1997). Sin embargo, el trabajo reciente en Pompeya ha enfatizado la relevancia conjunta de numerosos talleres pequeños (Laurence, 1994; D. J. Mattingly, 1990; Parkins, 1997b), y estudios similares de producción textil/ batán en Timgad en Argelia o de productos pesqueros en Sabratha en Libia muestran el potencial para esta clase de análisis en otros sitios (A. Wilson, 1999a; 2001; 2002b). En la ciudad portuaria tunecina de Leptimino, un estudio amplio de la superficie de la ciudad y sus suburbios ha revelado que estos últimos, fuertemente desarrollados, cubrieron un área tan grande como el centro urbano. La producción de ánforas para el transporte marítimo de aceite de oliva y salsas de pescado era allí el principal componente (Mattingl y et al., 2001; Stirling et al., 2001, p. 215-19). Esta clase de evidencia es compatible con los largamente conocidos dosier de artesanos de Roma, Pompeya y otros centros epigráficamente ricos (Brewster, 1917; Burford, 1972; Loane, 1938). Aunque ahora hay más evidencia de actividad manufacturera en grandes centros urbanos, no toda industria estaba localizada en las ciudades. Algunas actividades artesanales importantes tienen mucha mayor distribución rural. La manufactura de cerámica es dependiente de la ubicación de las materias primas (arcilla, arena, agua) y de combustible para cocción. Los mercados para alfareros también variaron e incluyeron a los militares y propietarios inmobiliarios con productos líquidos para desplazar al mercado. Muchos terratenientes con acceso a materias primas evidentemente trataban de desarrollarlos in situ.

    Los principales recursos naturales terrestres eran vistos por el Estado romano como uno de los primordiales botines de victoria (pretium victoriae). El mundo romano era un enorme consumidor de metales de casi todo tipo; la acuñación sola era dependiente del oro, plata, cobre y estaño (K. Greene, 2000a, p.747-52). Debido a la salida de monedas más allá de las fronteras del imperio y la recurrente remoción del material en circulación por atesoramiento, el reciclaje de la oferta de moneda existente no era suficiente para satisfacer la demanda, y la actividad minera era un elemento vital de la economía bajo regulación estatal. La explotación era a veces llevada a cabo bajo el control directo del Estado, aunque más comúnmente el Estado operaba en asociación con empresarios privados que hacían una oferta para los contratos. Los procuradores romanos a cargo de los distritos mineros tenían una gran diversidad de concesiones para arrendar, desde todos los trabajos mineros (ejecutados sobre una parte de la producción) a la producción de zapatos o la administración de las casas de baño en los pueblos mineros (Ørsted, 1985, p. 203).

    En algunas provincias, notablemente en España, hay indicios de que la actividad minera llegó a una escala sin precedentes para una sociedad preindustrial (D. G. Bird, 1972; Domergue, 1990; Woods, 1987). El sitio más extraordinario que hoy se conoce como Las Médulas después del pueblo moderno,se encuentra en el centro de una vasta área a cielo abierto (más de dos km de diámetro y varios cientos de metros de profundidad). Este cráter extraordinario fue hecho por el hombre mediante el uso de sofisticadas técnicas de minería hidráulica, utilizando la energía del agua para socavar los cantos del cielo abierto en crecimiento y para lavar cerca de 17 millones de metros cúbicos de escombros más abajo en la montaña. El área total de cielo abierto de la mina ocupa cerca de 5.4 kilómetros cuadrados y el lavado fuera de ella enterraba profundamente más de 5.7 kilómetros cuadrados de tierra (Sánchez-Palencia, 2000, p. 225). Las Médulas es la más grande de cerca de 230 minas de oro en el noroeste de España, con una producción pico de 20.000 libras de oro por año en el siglo I d.C. (Plin. Nat. 33.4.78). ¡La cifra parece menos improbable una vez que se han asomado por encima del borde del cielo abierto en Las Médulas!

    Otra manera de aproximarse a la cuestión de la escala de la actividad minera romana es mirar en el cuadro que surge de la contaminación global registrada en los núcleos de hielo de Groenlandia. El análisis de los núcleos de hielo ha revelado que nuevas capas de hielo se forman cada año y que contando hacia atrás, el hielo puede ser datado correctamente, algo así como los anillos de los árboles. El análisis químico del hielo a través del tiempo demuestra ahora que el principal pico de la contaminación pre-Revolución Industrial en el hemisferio ocurrió en el período romano, con picos notables de cobre y plomo (Hong et al., 1994, 1996a, b; Rosman et al. 1997). Lo que esto refleja en el nivel local se ilustra mejor con el trabajo reciente en Wadi Faynan, Jordania, donde el proceso de fundición de una importante mina de cobre era evidentemente responsable de una enorme contaminación ambiental, con niveles peligrosos de una combinación de venenos rastreable incluso hoy en la vegetación y los animales que pastan en ella (Barkeret al., 2000, p. 44-6).

    El uso del mármol en las construcciones romanas se incrementó en escala y extensión desde el reinado de Augusto, y Tiberio parece haber hecho de las piedras decorativas un monopolio imperial junto con los metales (Dodge, 1988; 1991; Dodge y Ward-Perkins, 1992; Fant, 1988; 1989; 1993). Los romanos estaban particularmente interesados en la explotación de piedras coloreadas y un trabajo reciente en el desierto egipcio oriental ha revelado mucho acerca de la naturaleza de las operaciones imperiales allí. Dos importantes canteras han sido estudiadas: Mons Claudianus, que producía granito gris, y Mons Porphyrites, que producía el muy valorado pórfido púrpura (Maxfield y Peacock, 2001; Peacock y Maxfield, 1997). Es claro, por la riqueza de los documentos epigráficos de estos sitios, que la fuerza de trabajo era predominantemente libre y asalariada, más que esclava. Lo mismo parece ser una verdad generalizada de las antiguas empresas mineras –aunque es igualmente cierto que algún trabajo penitenciario estaba involucrado– y la implicación es que estas industrias extractivas atraían a trabajadores especializados con salarios por encima del promedio. Estudios detallados de la dieta en estos sitios extractivos ha revelado una gama sorprendentemente suntuosa de productos alimenticios en los períodos pico de actividad, mucha de ella importada desde el valle del Nilo (van der Veen, 1998). Las implicaciones logísticas son considerables (Adams, 2001; Maxfield, 2001).


    2.5: Las ciudades y la economía romana is shared under a CC BY-NC-SA 4.0 license and was authored, remixed, and/or curated by David Mattingly, Traducción: Dr. Diego Santos, Revisión: Dr. Sergio González Sánchez.