3.1: Introducción
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Para comenzar, intentaré definir la naturaleza de la crisis (“¿crisis to- tal?”). En la actualidad es cada vez más difícil sostener la visión, alguna vez compartida universalmente, de “crisis total” –demográfica, económica, so- cial, financiera– de la cual las usurpaciones y derrotas habrían sido solo sínto- mas. Sostendré que la crisis provino de causas deestricta naturaleza política y militar. Intentaré demostrar que su principal elemento –el desmoronamiento de la legitimidad del emperador– fue causado, en primer lugar, por una au- toevaluación de los militares romanos sobre su posición y responsabilidades en el Imperio, laquelosllevó a rechazar el sistema, vigente desde hacía siglos, de poder imperial, el cual hasta entonces habían apoyado fervientemente, y tomar el poder en sus propias manos; y todo esto para poder defender eficaz- mente el Imperio contra las amenazas externas, una tarea que, según ellos, se veía obstaculizada por el sistema en vigencia.
En la segunda parte de este capítulo (“Los bárbaros: ¿una molestia o una amenaza?”) analizaré la amenaza que, si mi reconstrucción es correcta, im- pulsó al ejército a competir por el poder imperial y, en general, a involucrarse en el juego del poder: los bárbaros europeos. Intentaré determinar el momen- to en que los bárbaros comenzaron a ser vistos como un peligro realmente serio para el Imperio; investigar el desarrollo que, dentro del barbaricum, los llevó a convertirse en una fuente de extrema preocupación por parte del ejér- cito romano; y finalmente, pero no menos importante, buscar en este último las señales que indicarían que tenían conciencia de estos acontecimientos.
La tercera parte (“De la exasperación al temor: el humor de los militares romanos entre 235–250”) es en algún punto una verificación de las propuestas expuestas anteriormente, un estudio del surgimiento del segundo componente principal de la crisis: la repentina debilidad de la maquinaria militar del Im- perio para enfrentar a los bárbaros en Europa y a los persas en Asia. Intentaré demostrar cómo es que esto sucedió, y que la élite del ejército romano estaba ya al tanto de ello mucho antes de que fuera dramáticamente demostrado en los campos de batalla en la quinta y sexta década del siglo III. El argumento se sostiene, esencialmente, a través del análisis de dos hechos extraordinarios y sin precedentes: un golpe de Estado en 235, y una ceremonia religiosa en 249-250: por un lado, la señal de la repentina preocupación del ejército por la seguridad del Imperio; y por el otro, quince años después, su sorprendente confesión de impotencia para desbaratar a quienes lo hacían peligrar.
La cuarta y última parte (“¿Qué salió mal?”) es un intento de explicar por qué el Imperio, bien informado y –desde hacía tiempo– literalmente todopo- deroso, permitió que la situación en la Europa continental evolucionara de una manera que habría de ser tan nociva para su seguridad. Intentaré demos- trar que este fue el resultado de quitarles a los gobernadores de las provincias militares la iniciativa en sus relaciones con los vecinos de Roma. Esto fue, a su vez, una consecuencia lógica de la ideología y práctica de la monarquía romana que hizo que las grandes victorias –y, en especial, las guerras de conquista– se convirtieran enmonopolio exclusivo de los emperadores-impe- ratores, comandantes victoriosos en virtud de su posición.
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1 Para una selección de la vasta literatura sobre el tema, véanse Loriot y Nony (1997), Carrié y Rousselle (1999), Potter (2004), y varias contribuciones en Carandiniet al. (1993). También la importante colección de capítulos en Johne (2008), y, para saber más detalles, Bursche (2013), Martin y Gusková (2014a), Martin y Gusková, (2014b).