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Introducción

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    Esta introducción fue modificada desde el principio de la publicación Family Partnerships and Culture (Asociaciones familiares y culturales en español), por el Departamento de Educación de California y utilizando la declaración de posición de Avanzando en equidad en la educación en la primera infancia, de la Asociación Nacional para la Educación de Niños Pequeños. Estas sabias palabras enmarcan el propósito de este libro y el curso para el que se está utilizando, los cuales solo son el comienzo del viaje.

    Aunque la mayoría de las familias utilizan algún tipo de cuidado fuera del hogar, los niños menores de cinco años continúan pasando la mayor parte de su primera infancia en el entorno familiar. En consecuencia, las familias continúan desempeñando un papel especialmente importante en la formación del curso del desarrollo temprano de los niños. Por esta razón, las familias son miembros invaluables en los programas para la primera infancia.

    Guiadas por creencias y principios culturales, las familias seleccionan experiencias, transmiten actitudes e imparten conocimiento a sus hijos para prepararlos para la edad adulta. Por esto, es importante que el personal del programa aprenda a colaborar eficazmente con las familias. Para desarrollar una colaboración y aprovechar la familia como recurso principal, los educadores de la primera infancia deben acercarse, aprender y desarrollar colaboraciones sólidas con las familias. Este proceso requiere tener una actitud receptiva al aprendizaje y hacer un esfuerzo por comprender la individualidad de cada familia y la diversidad de las familias de donde provienen los niños.

    Las prácticas culturalmente competentes son esenciales en el ambiente o entorno del aprendizaje temprano para formar colaboraciones auténticas con las familias para que promuevan el desarrollo de los niños. El conocimiento específico de los antecedentes culturales o multiculturales del niño y la vida en el hogar puede ser la clave para una enseñanza y aprendizaje efectivos. Este conocimiento es una herramienta valiosa para conectar lo que el niño ya sabe y valora con las nuevas competencias que los programas buscan fomentar. En la medida en que las políticas y enfoques de un programa estén informados, reflejen y sean congruentes con las experiencias del niño en el hogar, a los niños les resultará más fácil adaptarse a los requisitos del programa y cumplir con las expectativas de logro del programa. Un conocimiento más profundo de la vida familiar de los niños aumentará la probabilidad de que los programas de educación de la primera infancia satisfagan efectivamente las necesidades de los niños y se cumpla con éxito.

    Esta es una tarea compleja, pero vale la pena. Comprender las condiciones sociales que los niños experimentan en el hogar se complica por la amplia diversidad de los niños que asisten a programas preescolares. Es posible que muchos educadores de la primera infancia, en virtud de sus antecedentes personales y capacitación, no hayan tenido la oportunidad de obtener el conocimiento y las experiencias que los prepararían para trabajar con niños cultural y lingüísticamente diversos. A la luz de esta posible falta de conocimiento y exposición, trabajar en estrecha colaboración con las familias puede ofrecer la oportunidad de explorar nuevas ideas y enfoques que mejoren el funcionamiento general del programa. A su vez, esto fortalecerá la capacidad de los miembros del personal para trabajar bien con los niños que encontrarán en las aulas en el siglo XXI.

    Esto es especialmente importante porque algunos niños no se están progresando en los programas de la primera infancia tanto como se esperaba. Para esos niños, las dificultades tempranas para adaptarse a la escuela los ponen en un camino de bajo rendimiento académico, lo que puede tener graves consecuencias en sus vidas como adultos. Colaborar con las familias es un importante primer paso para mejorar dichos resultados. La atención a la cultura y el contexto de la familia aumenta la probabilidad de una colaboración efectiva con las familias la cual puede marcar una gran diferencia para el niño.

    El conocimiento profundo de la familia y su contexto cultural puede proporcionar a los educadores de la primera infancia información sobre el pensamiento y el comportamiento del niño que son útiles en la planificación y las interacciones cotidianas. Además, honrar y celebrar públicamente a la familia refuerza la identidad positiva para el niño y promueve en los niños la idea de que el personal los valora.

    El logro de estos objetivos requiere tanto una conciencia de la diversidad de las personas que nos rodean como la comprensión de uno mismo como un ser cultural. La doble finalidad es aumentar la conciencia de las diversas culturas del estado y reconocer cómo la propia cultura da forma a los comportamientos, actitudes y respuestas a aquellos que son diferentes. Específicamente, la competencia cultural incluye aprender sobre la vida familiar de los niños y desarrollar una comprensión profunda de la cultura de la familia. Esto, a su vez, requiere una comprensión de la influencia de la cultura de uno en relación con las personas que pertenecen a un grupo cultural diferente.

    Se necesita un esfuerzo continuo para volverse sensible a las diferencias que son parte del mundo que nos rodea. Para los educadores de la primera infancia, esto significa tomar conciencia de que los niños a su cargo provienen de una variedad de culturas. Esta conciencia debe ir más allá de los estereotipos superficiales. Los educadores deben ser conscientes de la etnia y el legado nacional de los niños con los que trabajan. Obtener información sobre su historial y antecedentes de las familias puede arrojar luz sobre su contexto, actitudes y valores. Esta información también puede arrojar luz sobre similitudes y conflictos históricos entre grupos que es importante conocer. Cuando se enfrentan a esta diversidad, los educadores de la primera infancia deben contrarrestar la tendencia humana de favorecer a aquellos que comparten las mismas actitudes culturales y cuyo comportamiento se alinea con los estándares culturales de uno y, por el contrario, ver con desaprobación la conducta de los grupos con creencias, valores y estándares de comportamiento que difieren de los de uno.

    El proceso de autorreflexión cultural implica conocer la identidad y la comunidad cultural donde uno se desarrolló y aprendió de niño. También implica la conciencia de los antecedentes culturales propios, incluyendo el análisis de cómo los principios y creencias personales pueden influir en el enfoque de uno para trabajar con los niños y sus familias. Por ejemplo, los miembros del personal deben identificar y reflexionar profundamente en relación a sus propias suposiciones basadas en la cultura sobre aspectos importantes de la vida, como: la moral, la nutrición, los roles de género, el cuidado infantil, las relaciones entre padres e hijos, las muestras apropiadas de cariño, intimidad, lealtad familiar, y disciplina. Las creencias y valores individuales provienen de muchas fuentes, la más influyente es la familia. Las suposiciones formadas a lo largo de la vida y transmitidas de generación en generación moldean las opiniones individuales sobre mundo y los juicios que hacen los miembros del personal sobre lo que está bien o mal, lo apropiado o lo inapropiado, y lo deseable o indeseable. Estos puntos de vista están tan profundamente arraigados que se dan por sentado y se pueden percibir fácilmente como universales y absolutamente ciertos.

    La meta del aprendizaje cultural es contrarrestar la tendencia humana a hacer suposiciones sobre personas que son diferentes a uno mismo. También debería abrirnos a la posibilidad de que creencias diferentes de las propias puedan ofrecer formas legítimas de ver y lidiar con la vida. Cuando las personas identifican sus propias premisas culturales o conceptos erróneos, es menos probable que critiquen o devalúen las prácticas de los demás. Cuando los educadores de la primera infancia examinen las bases subjetivas y personales de sus puntos de vista sobre la vida y sus prácticas, probablemente encontrarán la manera de ampliar su visión del mundo al acercarse a los demás con una mente abierta.

    Finalmente, pasar de la reflexión a la acción es importante. El dominio de la información no es suficiente. La reflexión personal sobre la propia cultura y el aprendizaje sobre otras culturas son los primeros pasos en el camino hacia un compromiso efectivo con niños y familias diversas. Para ser efectivos, los educadores deben avanzar continuamente, de la teoría a la práctica, desde la comprensión intelectual hasta los cambios de actitud y el cambio de comportamiento.

    La comprensión de la familia y la cultura no llega rápidamente, ni puede extraerse de una sola fuente. Involucra un doble proceso: prestar atención a la diversidad de las personas que lo rodean y a la autorreflexión sobre la propia cultura y las experiencias familiares. Aplicar el conocimiento a la práctica es difícil y desafía fórmulas simples, recetas o guiones. Aumentar la conciencia cultural equivale a poco sin los esfuerzos para aplicar el conocimiento adquirido para hacer que las políticas y prácticas del programa sean culturalmente más receptivas. De hecho, este es el paso más importante y, a menudo, el más desafiante. Implica pasar de una apreciación teórica de las diferencias culturales y familiares a construir relaciones e implementar prácticas concretas que hagan que el programa sea más compatible y receptivo para las familias. Esto significa que los programas deben acercarse a las familias y establecer relaciones significativas con ellas. Para hacerlo bien, los educadores deben desarrollar una perspectiva inclusiva, diseñar estrategias reflexivas y mantener la implementación de esas estrategias a lo largo del tiempo.

    Dominar este proceso implica construir sobre la competencia cultural que incluye comprensión y aceptación auténticas. También debe incluir la capacidad de respuesta cultural caracterizada por la acción y la aplicación de la teoría a las prácticas y políticas del programa y a las interacciones con las familias. Tal postura proactiva es consistente con el enfoque de diseño universal para seguir diferentes caminos para hacer que el aprendizaje sea relevante para la población diversa de los niños de California (CDE 2011, 5). Este proceso requiere paciencia y persistencia.[1]

    Recomendaciones para avanzar en la equidad de la educación en la primera infancia

    La Asociación Nacional para la Educación de Niños Pequeños tiene una declaración de 24 páginas sobre la posición del avance de la equidad en la educación de la primera infancia. Estos son algunos extractos y resúmenes de sus recomendaciones.

    Es importante para todos aquellos en la educación de la primera infancia:

    “Reconocer que tanto los sistemas institucionales como los interpersonales deben cambiar [sus] recomendaciones que comienzan con… autorreflexión, una disposición a escuchar respetuosamente las perspectivas de los demás sin interrupción o actitud defensiva, y un compromiso de aprendizaje continuo para mejorar la práctica. Los miembros de grupos que históricamente han disfrutado de ventajas deben estar dispuestos a reconocer las consecuencias a menudo involuntarias de la ignorancia, la acción y la inacción y cómo pueden contribuir a perpetuar los sistemas de privilegios existentes.[2]


    [1] Family Partnerships and Culture por California Department of Education usado bajo licencia.

    [2] Asociación Nacional para la Educación de Niños Pequeños. (2019). “Avance de la equidad en la educación de la primera infancia. Disponible en https://www.naeyc.org/sites/default/files/globally-shared/downloads/PDFs/resources/position-statements/naeycadvancingequitypositionstatement.pdf