3.4: Preocupación por el consumo insuficiente y excesivo
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En Estados Unidos, algunos componentes de la dieta son motivo de preocupación para la salud pública de los bebés y de los niños pequeños. El hierro es un componente dietético preocupante entre los bebés de 6 a 11 meses que se alimentan principalmente de leche materna y consumen una cantidad insuficiente de hierro en los alimentos complementarios. Los bebés de más edad que se alimentan principalmente de leche materna también consumen poco zinc y proteínas de los alimentos complementarios; y es evidente que los bebés de más edad también consumen poca cantidad de vitamina D, colina y potasio. Durante el segundo año de vida, los componentes de la dieta que preocupan en materia de salud pública por su consumo insuficiente son vitamina D, fibra y potasio; y la preocupación por el consumo excesivo incluye azúcares añadidos y sodio. [1]
Introducir alimentos ricos en hierro a partir de los seis meses
Los alimentos ricos en hierro son componentes importantes de la dieta del bebé desde los 6 hasta los 11 meses para mantener un nivel de hierro adecuado, que favorece el desarrollo del cerebro y la función inmunitaria. Los bebés suelen nacer con reservas corporales de hierro adecuadas para los primeros 6 meses de vida, según la edad gestacional, el nivel de hierro de la madre y el momento del pinzamiento del cordón umbilical. Sin embargo, a los 6 meses, los bebés necesitan una fuente externa de hierro aparte de la leche materna. [1]
Una fuente de alimentación complementaria de hierro que comience cerca de los 6 meses es especialmente importante para los bebés alimentados con leche materna, ya que el contenido de hierro de la leche materna es bajo y la ingesta de hierro de la madre durante la lactancia no aumenta su concentración de hierro. En Estados Unidos, se estima que el 77 % de los bebés alimentados con leche materna tienen una ingesta inadecuada de hierro durante la segunda mitad de la primera infancia, lo que pone de manifiesto la importancia de introducir alimentos ricos en hierro a partir de los 6 meses. [1]
Es probable que los bebés que reciben la mayor parte de su alimentación láctea en forma de fórmulas infantiles enriquecidas con hierro necesiten menos hierro de los alimentos complementarios a partir de los 6 meses. Después de los 12 meses, los niños tienen una menor necesidad de hierro, pero siguen siendo necesarias buenas fuentes alimentarias de hierro para mantener una concentración adecuada y evitar su deficiencia. [1]
El hierro que se encuentra en los alimentos se presenta en dos formas: hierro hemo y no hemo. El hierro hemo se encuentra habitualmente en los productos animales, y el organismo lo absorbe más fácil. Las fuentes de hierro hemo incluyen las siguientes: [2]
- carnes rojas (por ejemplo, ternera, cerdo, cordero, cabra o venado);
- mariscos (por ejemplo, pescados grasos);
- aves de corral (por ejemplo, pollo o pavo);
- huevos.
El hierro no hemo puede encontrarse en las plantas y en los productos enriquecidos con hierro. Este tipo de hierro es menos fácil de absorber por el organismo, y se necesitará una planificación cuidadosa para que el bebé obtenga suficiente hierro. Las fuentes de hierro no hemo incluyen las siguientes: [2]
- cereales infantiles enriquecidos con hierro;
- tofu;
- frijoles y lentejas;
- verduras de hoja verde oscura.
Combinar fuentes de hierro no hemo con alimentos ricos en vitamina C puede ayudar a la absorción del hierro. Las frutas y las verduras ricas en vitamina C incluyen las siguientes: [2]
- cítricos, como la naranja,
- bayas,
- papaya,
- tomates,
- batatas,
- brócoli,
- col,
- verduras de hoja verde oscura.
Introducir alimentos ricos en zinc a partir de los seis meses
Los alimentos complementarios ricos en zinc son importantes a partir de los 6 meses para conseguir un nivel adecuado de zinc, lo que favorece el crecimiento y la función inmunitaria. Aunque el contenido de zinc de la leche materna es inicialmente elevado y se absorbe de manera eficaz, la concentración disminuye durante los primeros 6 meses de lactancia y no se ve afectada por la ingesta de zinc de la madre. Durante la segunda mitad de la primera infancia, aproximadamente la mitad (54 %) de los bebés estadounidenses que se alimentan con leche materna tienen una ingesta inadecuada de zinc. Dar prioridad a los alimentos ricos en zinc a partir de los 6 meses para complementar la alimentación con leche materna puede ayudar a los bebés a cubrir sus necesidades de zinc. [1]
Fomentar la variedad de alimentos
Para apoyar el consumo adecuado de nutrientes, fomentar la aceptación de los alimentos saludables y encaminar la ingesta hacia un patrón saludable, es importante incentivar los alimentos de todos los grupos alimentarios. Dado que los niños muy pequeños están expuestos a nuevas texturas y sabores por primera vez, pueden ser necesarias
hasta 8 o 10 exposiciones para que un bebé acepte un nuevo tipo de alimento. Ofrecer repetidamente alimentos, como frutas y verduras aumenta la probabilidad de que el bebé los acepte (Nicklaus, 2016). Varios estudios han demostrado que un alimento se consume más y el bebé lo considera más agradable después de varios ofrecimientos. Por ejemplo, se observó un aumento de la aceptación de una nueva verdura verde después de 10 exposiciones (Sullivan & Birch, 1994), y se demostró un aumento de la ingesta de una nueva fruta o verdura después de 8 exposiciones (Birch, Gunder, Grimm-Thomas & Laing, 1998). El efecto de la exposición repetida es bien significativo para aumentar la aceptación de alimentos que la madre había identificado anteriormente que el bebé los rechazaba, los cuales eran con mayor frecuencia las verduras verdes y la calabaza (Maier et al., 2007). Sin embargo, a pesar del éxito documentado tras múltiples ofrecimientos, la mayoría de las veces los alimentos solo se presentan una cantidad limitada de veces (muchas veces menos de cinco) antes de que los padres decidan que al bebé no le gusta ese alimento (Carruth, Ziegler, Gordon & Barr, 2004). [1] [3]
Una dieta diversa y rica en nutrientes desde los 6 meses hasta la infancia incluye una variedad de alimentos de cada grupo. Los alimentos proteicos, como las carnes, las aves, los huevos, los mariscos, los frutos secos, las semillas y los productos de soja son fuentes importantes de hierro, zinc, proteínas, colina y ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga. Los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga, en concreto los ácidos grasos esenciales omega-3 y omega-6 que se suministran con los mariscos, los frutos secos, las semillas y los aceites, influyen en la concentración de ácidos grasos del bebé y se encuentran entre los nutrientes clave necesarios para el rápido desarrollo del cerebro que se produce durante los primeros dos años de vida del bebé. Algunos tipos de pescado, como el salmón y la trucha, también son fuentes naturales de vitamina D. [4]
Las verduras y las frutas, en especial las ricas en potasio, vitamina A y vitamina C, deben ofrecerse a los bebés y a los niños pequeños a partir de los 6 meses y hasta la primera infancia. El subgrupo de legumbres, guisantes y lentejas también es una buena fuente de proteínas y fibra alimentaria. [1]
En cuanto a los lácteos, las familias pueden introducir el yogur y el queso, incluido el yogur de soja, antes de los 12 meses. Sin embargo, los bebés no deben consumir leche de vaca, como una bebida, ni bebida de soja fortificada, antes de los 12 meses en sustitución de la leche materna o de las fórmulas infantiles. En el segundo año de vida, cuando aumentan las necesidades de calcio, los productos lácteos (como la leche, el yogur, el queso, las bebidas y el yogur de soja fortificados) constituyen una buena fuente de calcio. La leche enriquecida con vitamina D y las bebidas de soja también son una buena fuente de vitamina D. A los menores de dos años, ofrézcales productos lácteos sin azúcares añadidos. [1]
Los cereales, incluidos los cereales infantiles fortificados con hierro, desempeñan un papel importante a la hora de satisfacer las necesidades nutritivas durante esta etapa de la vida. Los cereales infantiles enriquecidos con hierro son, entre otros, avena, cebada, multicereales y arroz. El cereal de arroz enriquecido con hierro es una buena fuente de nutrientes para los bebés, pero no debería ser el único tipo de cereal que se les dé. Ofrecer a los niños pequeños granos integrales con más frecuencia que granos refinados aumentará la ingesta de fibra alimentaria y de potasio durante el segundo año de vida, y ayudará a los niños pequeños a establecer prácticas alimentarias saludables. [1]
Componentes dietéticos que deben limitarse
Aunque se fomenta la ingesta de cada grupo de alimentos, algunos componentes de la dieta deben limitarse. Los bebés y los niños pequeños prácticamente no tienen espacio en su dieta para los azúcares añadidos. Esto se debe a que las necesidades nutritivas de los bebés y niños pequeños son bastante elevadas en relación con su tamaño, pero la cantidad de alimentos complementarios que consumen es pequeña. Los alimentos complementarios deben ser ricos en nutrientes y no contener calorías adicionales procedentes de azúcares añadidos. Además, los edulcorantes bajos en calorías o sin calorías no se recomiendan para niños menores de dos años. Las preferencias gustativas se están formando durante este período, y los bebés y los niños pequeños pueden desarrollar preferencias por alimentos demasiado dulces si se les presentan durante este período. [1]
El sodio se encuentra en una serie de alimentos, como algunos aperitivos salados, alimentos comerciales para niños pequeños y carnes procesadas. Además de mantener la ingesta de sodio limitada para los niños pequeños, otro motivo para evitar los alimentos con un contenido elevado de sodio es que las preferencias gustativas por los alimentos salados pueden establecerse a una edad temprana. Elija alimentos frescos o congelados bajos en sodio cuando estén disponibles, y alimentos enlatados bajos en sodio para minimizar el contenido de sodio. [1]
Los bebés no deben recibir ningún alimento que contenga miel cruda o cocida. La miel puede contener la bacteria Clostridium botulinum, que podría causar una enfermedad grave o la muerte del bebé. Los bebés y los niños pequeños tampoco deberían recibir alimentos o bebidas sin pasteurizar, como jugos, leche, yogur o quesos sin pasteurizar, ya que podrían contener bacterias dañinas. [1]
Debido a las necesidades de nutrientes relativamente altas de los niños pequeños, un patrón dietético saludable no tiene prácticamente espacio para los azúcares añadidos. Los niños pequeños consumen una media de más de 100 calorías de azúcares añadidos al día, entre 40 y 250 calorías diarias (entre 2.5 y 16 cucharaditas). Las bebidas azucaradas, sobre todo las de frutas, contribuyen en más de un 25 % a la ingesta total de azúcares añadidos, y los productos de panadería dulces, en un 15 %. Otras categorías de fuentes de alimentos contribuyen por sí solas a una proporción menor del total de los azúcares añadidos, pero la amplia variedad de fuentes, que incluye yogures, cereales listos para el consumo, caramelos, frutas, leche saborizada, sustitutos lácteos, productos alimenticios para bebés, y panes, indica la necesidad de elegir con cuidado todos los alimentos. [1]
Fuentes de imágenes
[1] “Dietary Guidelines for Americans, 2020-2025” del Departamento de Agricultura y del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos es de dominio público.
[2] “Iron” del CDC es de dominio público.
[3] Imagen de Stewardesign en Pixabay.
[4] Nicklaus (2016) Complementary feeding strategies to facilitate acceptance of fruits and vegetables: A narrative review of the literature. International Journal of Environmental Research and Public Health, 13(11), 1160. CC by 4.0.
[5] Imagen de Marisol Benitez en Unsplash.
[6] Imagen de Henley Design Studio en Unsplash.