Existe otro tipo de menor no acompañado que incluye tanto a hombres como a mujeres: aquellos que están involucrados en pandillas que a veces son apuntados como sospechosos de terrorismo, así como aquellos que no son miembros de pandillas pero que encajan en el perfil. Estos menores pueden ser “jóvenes de pandillas de refugiados”, que pueden estar escapando de la violencia de las pandillas, o menores que pueden muy bien estar involucrados en la economía sumergida, pero que son menores de edad (ver Narváez Gutiérrez, 2007, para un relato detallado de las experiencias de Pandillas juveniles centroamericanas). Aunque no es una práctica común, existen casos de menores que laboran en la industria migratoria y que están involucrados en la trata de personas (Gallo Campos, 2004) y que por su edad se perciben como capaces de burlar la ley con mayor facilidad. Además, hay casos de niños que huyen de participar en la violencia de las pandillas o cuyas vidas han sido amenazadas por la violencia de las pandillas. Los niños migrantes no acompañados y los jóvenes de pandillas de migrantes (o aquellos percibidos como tales) son quizás la población más vulnerable porque “viajan y son interpolados por múltiples regímenes legales (leyes penales, de inmigración, de refugiados y de derechos humanos) dentro y entre los estados-nación “(Zilberg, 2007: 61).
En la sección en la que discutimos las razones de la migración, mencionamos brevemente algunos grupos de niños en Tijuana y Sonora que residen en la frontera de México-Estados Unidos, que participan en el tráfico de drogas o de personas. En un estudio reciente, Cordero Lamas (2009) analizó una encuesta realizada por el DIF que examina a los niños y la repatriación de menores circulares en Ciudad Juárez, Chihuahua. Este grupo incluye a los menores de 12 a 17 años que viven en la frontera y la cruzan activamente, y que participan directa o indirectamente en el tráfico de personas (Cordero Lamas, 2009). El autor señala que esta población está siendo ignorada en gran medida porque la migración a menudo se conceptualiza como un proceso lineal y no circular, particularmente entre los niños. Hernández Sánchez (2008) afirma que estos niños son partícipes activos de su propia repatriación y, como tales, están involucrados en complejas redes sociales que comprenden tanto la industria migratoria como las instituciones bilaterales (Cordero Lamas, 2009; Hernández Sánchez, 2008). La industria de la migración comprende varios servicios que se compran y venden para facilitar las actividades involucradas en las diferentes etapas de la migración; estos servicios pueden ser formales / informales o legales / ilegales (Cordero Lamas, 2009).
Estos niños residen en la frontera y a menudo son víctimas de desigualdades estructurales; por lo tanto, se les deja participar en la industria de la migración como forma de supervivencia. Cordero Lamas (2009) utiliza varios casos para ilustrar la manera en que estos niños inician su migración con intenciones de buscar empleo, pero luego de varios intentos de cruzar la frontera, se conforman con el tráfico de personas. Los ejemplos no son específicos al género; el primer caso retrata a un joven de 16 años que fue repatriado 10 veces en un año, y aunque en sus dos primeros intentos se propuso encontrar empleo, posteriormente se incorporó a la industria del tráfico. Otro caso es el de una mujer que también es repatriada 10 veces, pero que comienza a participar en la trata en su séptimo intento de cruzar la frontera. Estos niños son los más vulnerables porque ponen en riesgo su vida, truncan su desarrollo y deben ignorar su propio bienestar. También son etiquetados y estigmatizados como criminales, lo que los coloca en el peldaño más bajo de la estratificación social (Cordero Lamas, 2009). Además, la mayoría de los niños que participan en esta repatriación circular tienen familias que sustentar y vivir en los sectores más desfavorecidos de las ciudades fronterizas.
¿Cómo Migran las personas?
Ahora cambiamos de rumbo para identificar ciertas áreas sustantivas relacionadas con el tema de los menores no acompañados, que pueden ayudarnos a configurar una agenda de investigación para el futuro. Los académicos han propuesto diversas teorías para comprender la cultura de la migración (Cerrutti y Massey, 2001; Díaz Gómez, 2002). El conocimiento que se obtiene de otros que ya han migrado se considera con frecuencia una forma de capital social que sostiene los procesos de migración en sí. El estudio de López Castro (2007) en Zamora, Michoacán, señala que los niños, que son principalmente estudiantes de primaria y secundaria, son socializados sobre la migración a una edad muy temprana (ver también Mahler, 1999, para hallazgos similares de El Salvador). López Castro (2007) encuentra que los niños a menudo aprenden sobre la migración no sólo a través de sus familiares, sino también de compañeros de clase en la escuela, amigos de la calle y de aquellos que han sido deportados y que tienen historias para compartir. Estos individuos son actores importantes en la formación de ideas sobre la migración y el imaginario de cómo es la vida en el Norte. Los niños suelen compartir historias sobre los que han hecho el viaje y los que no, creando un espacio para el saber hacer de la migración, que luego se convierte en un punto de referencia al que se puede acceder en cualquier momento (López Castro, 2007: 557). La migración se convierte en parte de la identidad de muchos, sea o no el niño el actor involucrado (López Castro, 2007). Como observa López Castro (2007), existe un habitus migratorio que se forma y reproduce en lugares donde la migración puede no ser una opción, pero donde es parte de la formación de la identidad de muchos.
El conocimiento adquirido se convierte en una segunda naturaleza para la mayoría y afecta a quienes no necesariamente participan directamente en la migración. En efecto, la migración de menores no acompañados prevalece hasta tal punto en la comunidad en la que López Castro (2007) realizó su estudio que se espera el retorno de estos actores, y hasta cierto punto, la transnacionalización de estos jóvenes contribuye al desarrollo cultural, y a la identidad social, material e ideológica de muchos (López Castro, 2007). Es decir, hay una transnacionalización de ideas, conceptos y cultura que se encuentra en un estado de cambio constante (ver también Levitt y Jaworsky, 2007). En algunas de las áreas rurales de Zamora, la migración de niños no acompañados ha impactado a sus comunidades al disminuir el número de estudiantes matriculados en sus escuelas de un promedio de 35 a siete; por tanto, estas comunidades experimentan un excedente de profesores. Este puede muy bien ser un caso aislado de cómo la migración infantil afecta a una comunidad en particular, pero es importante señalar que estos menores están tomando decisiones que tienen impactos tanto macro como micro.
El Viaje de un/una Menor Inmigrante No Acompañado/a
Villaseñor y Moreno Mena (2006) informan que la forma más rentable de migrar es por avión porque hay demasiados obstáculos durante un viaje terrestre que terminan por dejar a los migrantes sin fondos antes de llegar a la frontera. El viaje de muchos niños varía; algunos pueden tomar un avión desde sus comunidades de origen y llegar así a la frontera. Otros toman transporte terrestre, como autobús o tren. Sin embargo, la parte ardua del viaje consiste en cruzar fronteras internacionales. Los traficantes a menudo dejan a los niños en el camino cuando los niños no pueden continuar físicamente. El viaje es aún más difícil y complicado para los niños que deben cruzar varias fronteras internacionales, particularmente centroamericanos, entre los cuales se multiplican los peligros que enfrentan (Casillas, 2006, 2009). En el lado mexicano de la frontera entre Guatemala y México, así como en el lado mexicano de la frontera entre México y E. U., existen varias instituciones y refugios que ayudan a los migrantes, incluidos los niños. En la frontera sur de México, varios de estos se concentran en Tapachula, Chiapas, y en la frontera norte de México, estos se ubican en los principales puertos de entrada, incluidos Mexicali, Tijuana, Ciudad Juárez, Agua Prieta, Nogales, Nuevo Laredo y Matamoros. Algunos niños llegan inicialmente a estos refugios; una vez allí, deciden cómo cruzarán la frontera.
Eschbach et al. (1999) describen en detalle las duras experiencias que sufren los migrantes al intentar cruzar la frontera entre México y Estados Unidos., incluso el perderse en el desierto, morir por deshidratación, ser mordido por serpientes, ahogarse al cruzar el río y ser asaltado, golpeado o violado por delincuentes (Eschbach et al., 1999). Pero tales peligros no se encuentran solo en la frontera norte mexicana. Existen peligros severos y potencialmente mortales que los migrantes, particularmente los centroamericanos, experimentan al cruzar por México, similares a los que experimentan los mexicanos al intentar cruzar la frontera entre México-E. U. (Eschbach et al. 1999; Gaucin, 2005; Hagan y Ebaugh, 2003; Liu, 2002; Menjívar, 2000; Singer y Massey, 1998). Los centroamericanos que migran a través de México se enfrentan con frecuencia a la extorsión al cruzar la frontera entre México y Guatemala y en todo el territorio mexicano, y a menudo se les deja usar el tren como medio de transporte (Casillas, 2006, 2007; Gaucín, 2005). De hecho, en un estudio de los hondureños, Sládková (2007) encontró que son los hondureños más empobrecidos, los que comienzan su migración con poco dinero o lo pierden a lo largo del camino, los que dependen de la bestia, el tren que se denomina así por los migrantes centroamericanos, como el principal medio de transporte para cruzar México. Las experiencias en el tren son trágicas, ya que muchos se suben al tren y viajan por los rieles debajo de los vagones de los trenes, prácticas que a menudo resultan en la muerte o en la pérdida de una extremidad de los migrantes (Gaucín, 2005; Sládková, 2007).
Menjívar (2000) analiza tanto las brutales experiencias que enfrentan las mujeres centroamericanas durante el viaje por México, como las formas de asistencia que estas migrantes reciben a lo largo de su recorrido. Cerrutti y Massey (2001) señalan que es menos probable que las mujeres migren solas; las mujeres que migran solas a menudo están más expuestas a peligros y vulnerabilidades que los hombres. Massey y col. (1993) y Menjívar (2000) informan que los migrantes, tanto mujeres como hombres, a menudo evitan tales peligros confiando en las redes sociales informales, pero con frecuencia esto no es suficiente (Menjívar, 2000). Los niños migrantes no acompañados, por otro lado, son más vulnerables que los adultos porque carecen de la protección de un cuidador (Bhabha, 2000; Seugling, 2004; Workman, 2004), no suelen tener acceso a redes de información bien desarrolladas, y son vistos como dependientes e impotentes.
Instituciones Bilaterales
Existen al menos cinco instituciones bilaterales a través de las cuales deben pasar los menores migrantes no acompañados tanto en México como en Estados Unidos durante el transcurso de su aprehensión y repatriación (Gallo Campos, 2004). Además, la detención y aprehensión de un niño no acompañado puede involucrar hasta 15 agencias federales diferentes (Thompson, 2008). En esta sección, describimos algunas de estas instituciones en los E. U. Y luego en México, para brindar una imagen de los engorrosos pasos burocráticos por los que atraviesan estos niños. Los niños no acompañados pueden ser detenidos por la Patrulla Fronteriza y de Aduanas de los E. U. (CBP), la Guardia Costera de los E. U., o por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) durante sus intentos de cruzar la frontera, al estar en tránsito o en el interior del país (Byrne, 2008; Dalrymple, 2006). Después de ser detenidos, los niños son colocados en un centro de detención bajo la custodia del DHS, que determina si un niño es menor de 18 años y no está acompañado. Si un niño cumple con estos criterios, es transferido a la Oficina de Refugiados y Reasentamiento (ORR); de lo contrario, permanecen bajo la custodia del DHS. La edad a menudo se verifica mediante certificados de nacimiento, testimonios o pruebas forenses como radiografías dentales, de muñeca o de huesos (Byrne, 2008; Nugent, 2005-2006; Smythe, 2004). Este tipo de verificación de edad ha sido criticado por expertos médicos, y se cree que la información obtenida mediante estas pruebas da como resultado la clasificación errónea de los niños como adultos en los centros de detención (Byrne, 2008: 18; Nugent, 2005-2006; Smythe, 2004).
Las agencias de inmigración de E. U. han sufrido varios cambios estructurales y organizativos en los últimos 20 años que han afectado directamente a los menores no acompañados. Desde 1987 hasta mediados de la década de 1990, el antiguo Servicio de Inmigración y Naturalización (INS) y el Servicio de Relaciones Comunitarias (CRS) compartieron la responsabilidad del cuidado de los menores no acompañados (Byrne, 2008). Sin embargo, debido a los recortes presupuestarios, el INS/ICE se quedó solo para manejar tanto la aplicación de la ley (y el enjuiciamiento de la misma) como el cuidado de los niños al mismo tiempo (Workman, 2004), una función dual que ha eliminado toda confidencialidad que pudiera tener el niño (Ehrenreich, Tucker y Proyecto de Derechos del Niño de Human Rights Watch, 1997). Además, se constató que los niños no tenían acceso a asistencia letrada y la mayoría no conocía sus derechos; tenían aún menos conocimiento del sistema legal de los Estados Unidos o del idioma inglés (Dalrymple, 2006).
Una encuesta de estudios actuales sobre menores no acompañados en los Estados Unidos muestra que en los últimos 10 años, se encontraron muchos problemas con respecto a la forma en que el personal de los centros de detención y los agentes de inmigración trataron a los menores no acompañados (Bhabha y Schmidt, 2006; Byrne, 2008; Ehrenreich, Tucker y Human Rights Watch Children’s Rights Project, 1997; Oficina del Inspector General, 2005; Smythe, 2004). Un importante estudio realizado por Ehrenreich, Tucker y Human Rights Watch Children’s Rights Project (1997) reveló que incluso antes del endurecimiento de las leyes después de 2001, los niños eran mantenidos en “condiciones inhumanas” y “parecidas a las de una prisión” durante períodos prolongados. Los ejemplos de trato degradante que experimentaron los menores no acompañados van desde ser retenidos con delincuentes juveniles, no ser informados de sus derechos, la falta de acceso a un abogado, usar uniformes de prisión y ser sometidos a grilletes o esposas, mientras que a otros no se les permitió tener contacto con sus familias (Bhabha y Schmidt, 2006; Ehrenreich, Tucker y el Proyecto de Derechos del Niño de Human Rights Watch, 1997; Comisión de Mujeres para Mujeres y Niños refugiados, 2007). Las condiciones bajo el antiguo INS “eran inhumanas e inapropiadas para los niños” (Byrne, 2008: 19), y estudios similares de Amnistía Internacional (2003), de la Comisión de Mujeres para los Refugiados y Niños (2007), y un estudio encargado por el Departamento de Seguridad Nacional (Oficina del Inspector General, 2005) llegaron a conclusiones similares (Bhabha y Schmidt, 2006).
Dado que el antiguo INS fue acusado de arrestar, deportar, encarcelar, pero también cuidar y proteger los derechos legales de los menores no acompañados, “organizaciones de derechos humanos, grupos religiosos y líderes políticos” presionaron para que una organización ajena al INS asumiera e investigara el “interés superior del niño” (Byrne, 2008: 22), que también abordaría las funciones contradictorias del antiguo INS. Después del 11 de septiembre del 2001, el Congreso aprobó la Ley de Seguridad Nacional (HSA) de 2002 y creó el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), cambios que llevaron a la reorganización del INS en tres divisiones: Servicios de Ciudadanía e Inmigración (CIS); Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y Aduanas y Protección Fronteriza (CBP). Estas divisiones desempeñan actualmente el papel de arrestar, deportar y encarcelar, pero ya no son las “cuidadoras” de los niños migrantes no acompañados. Por lo tanto, en el 2003, la HSA transfirió la custodia de los niños extranjeros no acompañados a la Oficina de Refugiados y Reasentamiento (ORR) de la Administración para Niños y Familias (ACF), una división dentro del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) (Levinson, 2008; Comisión de Mujeres Refugiadas y Herrington Orrik & Sutcliffe LLP, 2009: 7). Luego, la ORR creó la División de Servicios para Niños No Acompañados (DUCS), cuyo objetivo es alejarse de la cultura anterior de justicia penal del INS hacia un enfoque de servicios sociales más amplio (Women’s Refugee Commission y Herrington Orrik & Sutcliffe LLP, 2009). En mayo de 2009, había más de 41 instalaciones de ORR en 10 estados diferentes de E. U.
El DHS actúa como un “guardián” para determinar quién es enviado a una instalación de ORR o quién permanece en un centro de detención de adultos (Nugent, 2005-2006). En su mayor parte, la ORR ha intentado cumplir con la recomendación del Acuerdo de Flores. Byrne (2008) señala que ha habido una mejora desde que la ORR asumió el control en 2003; En general, los niños están alojados en instalaciones seguras, tienen acceso a tratamiento educativo y de salud, y la cantidad de tiempo que pasan detenidos se ha reducido sustancialmente. Una irregularidad que se mantiene es la violación de la confidencialidad (Women’s Refugee Commission y Herrington Orrik & Sutcliffe LLP, 2009). Byrne (2008) encuentra que los fiscales de inmigración a veces pueden tener acceso a algunos de los archivos bajo la ORR que contienen información sensible. Además de los hallazgos de Byrne, un informe reciente de la Women’s Refugee Commission y Herrington Orrik & Sutcliffe LLP (2009) agrega que los niños a menudo son retenidos de manera inapropiada en custodia, los niños no acompañados no son transferidos dentro de las 72 horas, y DUCS coloca cada vez más a los niños en entornos similares a las cárceles. donde permanecen sin acceso a representación legal. Un esfuerzo reciente para abordar estas irregularidades se encuentra en la aprobación de la Ley de Reautorización de Protección de Víctimas de Tráfico de William Wilberforce de 2008 (TVPRA), que fue firmada por el presidente Bush el 23 de diciembre de 2008. Esta ley requiere la mejora de servicios adicionales, protección, y cuidado (Dunn, 2009). Los estudios realizados en México llenan algunas de las lagunas identificadas en los estudios estadounidenses. El proceso de repatriación incluye la colaboración de cuatro instituciones: autoridades de inmigración de Estados Unidos; el Consulado de México; la agencia mexicana que controla la inmigración – el Instituto Nacional de Migración (Instituto Nacional de Migración, INM) -, y el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, SNDIF) (Gallo Campos, 2004). En 1996, el Fondo Internacional de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el INM y el DIF colaboraron para establecer un programa denominado Atención a Menores Fronterizos o Repatriados, cuyo propósito era reducir los riesgos que enfrentan los niños en situación de vulnerabilidad, ya sea encontrado en la frontera norte o sur. Uno de sus objetivos es establecer un acuerdo bilateral con E. U. Que asegure que el proceso de repatriación de menores respete los derechos humanos de la niñez y proporcione un retorno seguro y protegido al país de origen e integración familiar del menor (Gallo Campos, 2004). Otra de las funciones del INM es recopilar datos sobre todos los niños involucrados, incluidos los niños no acompañados, separados o en la frontera local. Los niños que no están acompañados suelen ser canalizados a uno de los albergues locales, parte de la red de Albergues, o el DIF.
Parte del proceso de repatriación incluye la notificación por parte de las autoridades de inmigración de los E. U. (DHS) a la Instituto Nacional de Migración (INM) sobre la cantidad de niños que repatriará, la información demográfica general de cada niño e informes sobre la hora y el lugar de repatriación. A continuación, los niños son puestos en manos del Consulado mexicano; sin embargo, ha habido casos de niños que son repatriados sin que se haya contactado con ninguna agencia del gobierno mexicano. El Consulado mexicano luego canaliza a los niños a las instalaciones del INM, donde son entrevistados e inspeccionados para asegurarse de que no presenten maltrato físico o problemas de salud. Cuando el INM finaliza el trámite, el niño es enviado a uno de los albergues si no está acompañado; de lo contrario, se notifica a los padres. Los niños locales que tienen 14 años o más tienen la opción de irse voluntariamente. En el caso de un menor no acompañado, se intenta localizar a los miembros de la familia una vez que el niño está al cuidado de un refugio. Aquí nos gustaría subrayar la escasez de fuentes de datos pertenecientes a menores no acompañados. Estos se limitan a datos que son recolectados por el INM y la red de Albergues para México; para los E. U., estos datos provienen de las estadísticas de la Patrulla Fronteriza sobre detenciones e incluyen información sobre detenidos de la ORR también.
Como nota final, no se cumplen todos los acuerdos bilaterales en ninguno de los países. Estados Unidos no cumple con el programa de repatriación (el horario de repatriación debe ser entre las 8:00 a.m. y las 3:00 p.m.); sólo dos de las 11 ciudades siguen este calendario (Gallo Campos, 2004). De manera similar a lo que ocurre en Estados Unidos, también existen violaciones de confidencialidad dentro del INM de México y la red de Albergues, donde fuentes externas pueden acceder a la información sobre los niños.
Separación y Trauma
Imagen 15.5: En el 2018, Estados Unidos se retiró del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Esta imagen muestra a niños migrantes esperando ser reunificados con sus familias.[7]
Gallo Campos (2004) realizó una evaluación de las agencias mexicanas inter-institucionales que atienden a menores no acompañados en 11 ciudades fronterizas. Encontró que, en ocasiones, los niños que migran acompañados son separados de sus padres o familiares en el momento de la aprehensión; luego son repatriados a diferentes localidades, dejando a los jóvenes sin saber el paradero de sus padres. Durante su tiempo bajo cuidado del DIF, muchos de estos niños no logran ubicar a sus familiares y no saben cómo comenzar a encontrarlos, lo que los pone ansiosos y preocupados. En consecuencia, el estrés de estar separados lleva a muchos de estos niños a migrar nuevamente, con la esperanza de localizar a sus padres.
El estudio de Gallo Campos (2004) también encontró que en ese momento, los niños también estaban alojados en centros de detención con adultos. Esto puede ocurrir si en el momento de la aprehensión, todos los detenidos están bajo la custodia del DHS; los niños son trasladados a las instalaciones de la ORR o repatriados solo cuando se determina la edad. Como ocurre en Estados Unidos, en ocasiones los centros de detención en México no tienen la capacidad suficiente para albergar a todos los detenidos, y en ocasiones el INM también carece de espacio para los jóvenes repatriados. Además, Gallo Campos (2004) encontró que no todas las agencias estaban trabajando hacia la integración familiar; de hecho, solo cinco de las 11 ciudades encuestadas participaron en programas para ayudar a los niños migrantes no acompañados a localizar a sus padres, y ningún refugio verificó la llegada segura de estos niños una vez que fueron devueltos a sus comunidades. Además, se informó que dos refugios habían requerido que los jóvenes trabajaran para ahorrar fondos para su regreso a casa. A la fecha, existen varios estudios que documentan estas y otras irregularidades similares en los centros de detención, durante el proceso de repatriación, y la forma en que los agentes de inmigración trabajan con los jóvenes (Bhabha y Schmidt, 2006; Brane, Comisión de Mujeres para Mujeres y Niños Refugiados y Butera , 2007; Dunn, 2009; Levinson, 2008; Thompson, 2008; Comisión de Mujeres Refugiadas y Herrington Orrik & Sutcliffe LLP, 2009).
Al igual que en E. U. y otros países receptores de inmigrantes, México no reconoce el abuso familiar como motivo de migración. Por lo tanto, en los esfuerzos por cumplir con el mandato de reunificación familiar, muchos niños son devueltos a las comunidades y familias de las que en ocasiones huyeron inicialmente, lo que puede poner a los niños en riesgo de sufrir más daños o abusos. Otro dilema al que se enfrentan varias instituciones encargadas de atender a los niños migrantes no acompañados es el aumento de la migración de poblaciones indígenas. Muchos trabajadores sociales de ambos lados de la frontera están mal equipados para comunicarse con estos niños en sus idiomas nativos; La situación de este subgrupo de niños no siempre se comprende y sus familiares suelen ser más difíciles de localizar (Villaseñor y Moreno Mena, 2006). Pero a principios de 2009, diplomáticos mexicanos de alto rango firmaron un acuerdo con el gobierno de Estados Unidos para garantizar “medidas de seguridad para el traslado de mujeres, niños y personas migrantes con discapacidad” (Solís, 2009).
Parece prudente explorar la perspectiva de los niños para que el sistema atienda sus necesidades reales e implemente de manera efectiva políticas que puedan ayudarlos, en lugar de continuar alienándolos o descartando sus derechos. Sin embargo, pocos estudios han hecho de este objetivo un objetivo central, y solo algunos mencionan el estrés emocional que experimentan los niños cuando son detenidos. Estos estudios, aunque encomiables en otros aspectos, carecen de ejemplos concretos y de la investigación empírica necesaria para desentrañar las complejidades encontradas en las múltiples dimensiones de la experiencia de los menores (Piwowarczyk, 2005-2006).
La revisión de la literatura de Piwowarczyk (2005-2006) sobre el impacto en la salud mental de los centros de detención de inmigrantes en los niños en base a lo que se ha escrito tanto sobre los adultos detenidos como sobre los niños proporciona un vistazo a este importante aspecto de las experiencias de los niños migrantes no acompañados. Piwowarczyk señala que cualquier persona detenida experimenta algún tipo de estrés o trastorno psicológico. Aboga por el bienestar del niño y analiza cinco factores que requieren consideración al trabajar con niños: su etapa de desarrollo; la cantidad de exposición al trauma; la falta de apoyo de los padres o tutores (específicamente, los niños no deben ser separados de sus padres); la necesidad de evaluaciones físicas, médicas y psiquiátricas y, finalmente, los niños deben recibir la misma atención que se ofrece a los refugiados no acompañados. El trauma psicológico de muchos niños es visible a través de su ansiedad y miedo. Por lo tanto, muestran signos de “apatía, depresión y sentimientos de desesperanza e inutilidad” (Bhabha y Schmidt, 2006: 87) que a menudo lleva a los niños a abandonar sus casos de asilo, y la falta de orientación obliga a muchos a renunciar a su caso potencial (Bhabha y Schmidt, 2006). La edad en el momento de la separación de los padres también es fundamental. Ressler, Boothby y Steinbock (1988) distinguen los efectos que la separación puede tener en los niños pequeños, los niños menores de cinco años, los niños en edad escolar y los adolescentes. Los niños y adolescentes en edad escolar pueden experimentar depresión, pueden volverse de mal humor, pueden alejarse del cuidador o de sus compañeros, pueden volverse más agresivos y / o pueden desarrollar problemas psicosomáticos frecuentes como dolores de cabeza o dolores de estómago. Aún no se ha realizado un estudio empírico que evalúe los efectos psicológicos de los menores no acompañados mientras maniobran la detención, deportación, repatriación y separación de los padres o familiares, o después de salir de los refugios.
Ejercicio 15.1: Apoyando a Niños que Han Tenido Experiencias Traumáticas
Ninguna persona llega de un país extranjero a los Estados Unidos sin tener una poderosa razón. Una vez que los niños llegan a E. U. y que han sido referidos a agencias para colocarlos en el hogar de un miembro de su familia o en un hogar de acogida, estos niños llegan a las escuelas. Sus necesidades varían mucho, desde apoyo para aprender inglés como segundo lenguaje, hasta necesidades de intervención médica y psicológica entre muchas otras.
Busque información proveniente de fuentes confiables acerca de temas de inmigración de niños menores (sitios en la red electrónica cuyas páginas terminan en ".gov, .org, o .edu").
Comparta la información que usted encontró en grupos pequeños, y en base a lo aprendido en su grupo pequeño, en la segunda fase, comparta un resumen de la información compartida para toda la clase.
Conclusiones Finales
Hemos identificado elementos comunes presentes en la literatura sobre menores no acompañados que son únicos a su situación, es decir, un incumplimiento generalizado de las “mejores prácticas en interés del menor” e irregularidades reportadas en el trato de los (principalmente) mexicanos no acompañados, y niños migrantes centroamericanos tanto en México como en E. U. Aunque hay esfuerzos bilaterales por parte de E. U. y México para atender a esta población de manera más efectiva, se necesitan esfuerzos adicionales para implementar los tratados internacionales que protegen los derechos de estos niños. Deseamos señalar una limitación importante en nuestro esfuerzo en este artículo. Dado que nuestro objetivo era mapear la literatura y el conocimiento que existe sobre este tema, y que esta literatura se basa en las experiencias de niños (principalmente) mexicanos en los Estados Unidos y de niños tanto mexicanos como centroamericanos en México, nos limitamos a estos recomendaciones. Sin embargo, existen tendencias (en el número de deportados) que indican un aumento en el número de menores, así como de menores de otras nacionalidades, que están migrando solos. Sus experiencias merecen una mayor investigación; No solo se requiere que los niños de otras nacionalidades atraviesen múltiples fronteras nacionales para llegar a los E. U., sino que las condiciones de su migración pueden diferir sustancialmente. Como tales, sus experiencias pueden generar resultados que abran nuevas vías para la investigación y las sugerencias de políticas. Si bien no pudimos ampliar las comparaciones con la situación de los niños migrantes no acompañados con otros países receptores de inmigrantes, cabe señalar que estos esfuerzos comparativos son clave para arrojar luz sobre algunos de los componentes más importantes de las experiencias de los menores de edad al migrar solos. Los esfuerzos para llegar a una definición consensual de la población en estudio en los diferentes contextos donde los niños migrantes llegan solos son indicativos del inmenso beneficio que ofrece una lente comparativa.
Por lo tanto, lejos de agotar la discusión, esperamos que nuestros esfuerzos aquí estimulen más investigaciones sobre este tema. Como hemos mostrado, los niños migrantes no acompañados provienen de poblaciones diversas y tienen diferentes proyectos y objetivos para llegar a los E. U. Ya sea la reunificación familiar o la promesa de empleo, como los migrantes adultos, los niños recurren a la migración como una opción para salir de su situación. Examinar sus experiencias desde una perspectiva que cruza fronteras proporciona importantes conocimientos sobre las complejidades de su migración. En este mapeo, apenas hemos tocado la superficie al brindar un panorama general, aunque incompleto, de las experiencias institucionales de los niños a medida que inician su migración, emprenden el viaje y llegan a su destino. Este panorama ha señalado algunos de los componentes de los que poco o nada sabemos, como la necesidad de comprender el bienestar psicológico de los niños, que no es independiente de su situación social y económica a lo largo del proceso migratorio. Existe un gran vacío de fuentes de datos confiables y consistentes en cuanto a la cantidad de niños que llegan a su destino, quién los está esperando, y programas de integración familiar que verifican si los niños llegan a su destino de manera segura. Es importante destacar que debe haber una comunicación bilateral sobre los sistemas institucionales que rastrean las experiencias de estos niños, de modo que las políticas y los programas puedan realmente abordar el interés superior del niño de una manera digna y respetuosa.
Libros y Recursos para apoyar a los Niños, las Niñas y sus Familias
- Libro: Dolores Huerta: A Hero to Migrant Workers.
- Libro: Refugees and Migrants (Children in Our World).
- Libro: Voices from the Fields : Children of Migrant Farmworkers Tell Their Stories.
- Libro: Side by Side/Lado a lado: The Story of Dolores Huerta and Cesar Chavez/La historia de Dolores Huerta y Cesar Chavez.
- Libro: Dolores Huerta: Advocate for Women and Workers.
- Libro: Amelia’s Road.
Libros y Recursos para apoyar a los Maestros y Maestras
- Libro: Teaching and Supporting Migrant Children in Our Schools: A Culturally Proficient Approach.
- Libro: Barefoot Heart: Stories of a Migrant Child.
- Libro: Shelter: Notes from a Detained Migrant Children’s Facility.
- Libro: Separated by the Border: A Birth Mother, a Foster Mother, and a Migrant Child’s 3,000-Mile Journey.
- Filme: Bajo la Misma Luna.
- YouTube Video: “Hay niños migrantes que ya no van a ser reunidos con sus padres, se van a quedar en EEUU sin ellos.”