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1.6: Donde la luz respira aliento- Ángel Verde

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    Figura 1. Elliot R. Wolfson, Ángel Verde, 2006. © Elliot R. Wolfson.

    El delicado tema de la encarnación angelical se presta bien a la pintura abstracta de Wolfson Green Angel (2006), y a las estructuras líricas del poema “encarnado desnudo”. Situadas en un momento exquisitamente paradójico, estas frágiles relaciones apofáticas se despliegan en un intervalo temporal que se encuentra suspendido entre una sensación acelerada de anticipación y un vacío desbordante de tiempo:

    “encarnado desnudo” a través de puerta regreso aún por nacer, floreciendo luz en silencio más allá, la pradera de abajo, bajo la cual habita signo vacío, risa de amante, acechando en contacto, acercándose a la retirada, fragmento intacto, eco de palabra nunca hablada, anhelo de sostener lo que debe ser esparcido, desnudo de cuerpo, totalmente ataviado

    El flujo morfológico equilibrado del poema de Wolfson genera una constelación de paradojas, de opuestos parpadeando y fusionándose en un estado de unión complementaria. Encargarse de las presencias angelicales encarnadas simbólicamente en el poema y la pintura —estar “encarnado desnudo” pero “completamente vestida ”— implica así regresar a una existencia que aún no ha comenzado, aun cuando ya se está desplegando. Esta experiencia gira en torno al conocimiento simultáneo de sonido y silencio, vacío y plenitud, eros y alienación, arriba y abajo, avance y retroceso, integridad y rotura. Dentro de las estructuras estéticas resonantes de esta coincidencia oppositorum, los reinos numinales y fenomenales se mantienen en tensión, así como convergen en un juego recíproco de “luz floreciente”.

    La crítica literaria Elaine Serry ha observado que la excepcional viveza de las flores las hace particularmente fáciles de visualizar. En consecuencia, las flores “a menudo llegan a ser tomadas como el objeto representativo de imaginar”, así como frecuentemente se sitúan, tanto perceptiva como imaginativamente, “en el arco entre la presencia material e inmaterial”. 1 Wolfson presenta una discusión temáticamente relacionada de la imaginación creativa en un comentario sobre el filósofo Martin Heidegger, en el que caracteriza la expresión poética (e implícitamente, pictórica) como el ensamblaje de múltiples elementos en un solo espacio-tiempo. Como escribe Wolfson del lenguaje poético, “el don del don da cuenta de la reunión de los elementos en el único espacio-tiempo que proporciona el marco (Gestell) de lo que se mantiene unido (Verhältnis) en la dispersión unificadora de lo que experimentamos visiblemente como mundo”. 2 Al igual que las estructuras estéticas de Ángel Verde, el lenguaje poético de “encarnado desnudo” representa precisamente una expresión tan simbólica del impulso humano de captar lo inagarrable. El resultado es una coreografía visual de deseos emergentes y uniones disueltas, de “anhelo de sostener/ lo que hay que dispersar”, en pinturas y poemas que brillan y florecen en semilleros sembrados de luz y anhelo.

    Las obras de Wolfson evocan así otro término altamente sugerente, aunque en gran parte desconocido: antesis. Antesis significa tanto la acción como el periodo en el que una flor se abre hacia la luz. Así como la antesis marca el tiempo y el espacio de la apertura de los pétalos de flores, el término proporciona una metáfora apta para caracterizar el intervalo de tiempo dedicado a involucrarse intensamente con una obra de arte cuyas formas florecen y se despliegan ante los ojos de uno. A su vez, las pinturas y poemas pueden verse como arreglos creativos del pensamiento, como ramos de luz floreciente que engendran el tipo de imaginaciones contemplativas que dan origen a las flores. El filósofo Gastón Bachelard lo expresó bien cuando identificó “uno de los axiomas de la poética del mundo vegetal: las flores, todas las flores, son llamas—llamas que quieren ser ligeras”. Tejiendo juntos esta guirnalda de asociaciones, Bachelard observó que la conciencia misma puede convertirse en una obra de arte, ya que “esta volviéndose luz es lo que siente todo soñador de flores; se le da vida yendo más allá de lo que uno ve, yendo más allá de la realidad. El poeta-soñador vive en el resplandor de toda belleza, la realidad de la irrealidad”. 3

    Como pétalos de luz floreciente, las pinturas abstractas de Wolfson son delgadas, pero lo suficientemente gruesas como para sostenerlo todo, ya que acunan formas cambiantes que parecen brotar de profundidades invisibles. Sus delicadas superficies a veces parecen vibrar ligeramente, como si marcaran el lugar donde la luz respira. Las formas abstractas de Ángel Verde se asemejan a un sitio tan suavemente palpitante. La superficie de esta pintura evoca la luz solar radiante a través de un exuberante follaje, un sitio donde las texturas sólidas de hojas y flores se vuelven diáfanas cuando se bañan en un pozo de luz. En esta imagen, dos pasajes intensamente saturados de verde malaquita están suspendidos a cada lado de un eje vertical pálido, verde menta, que funciona como una bisagra central que une y diferencia las dos alas flanqueantes de la composición. Discernir la presencia sutil y floreciente del Ángel Verde dentro del campo abstracto de la pintura implica nuevamente la posibilidad de encontrar revelación dentro de la no representación. Rodeando el diáfano “cuerpo” del ángel se encuentran radiantes campos de color verde dorado que se complementan con toques dispersos de mechones anaranjados parecidos a llamas; juntos forman velos tonales sueltos que oscilan entre un paisaje de fondo verde y un paisaje de cielo abierto, un aura angelical y un campo de color abstracto.

    Si bien se presenta como una abstracción pictórica, Ángel Verde, al igual que Ángel Púrpura, se asocia con un particular prototipo celeste. Wolfson ha señalado que “el motivo del ángel verde se inspiró en la figura de Khidr, también vocalizada como Khādir, literalmente, el 'verde '(al-khidir, la figura humana/angélica en el esoterismo islámico que corresponde a Elías en el folclore y misticismo judíos)”. 4 En su estudio La imaginación creativa en el sūfismo de Ibn 'Arabī (1958), Henry Corbin ofrece un extenso comentario sobre el Ángel Verde conocido como Khidr. Como ha observado Corbin, Khidr es un “maestro espiritual invisible, reservado para aquellos que están llamados a una relación directa sin mediación con el mundo divino”. Aún más específicamente, Khidr “es descrito como aquel que ha alcanzado la fuente de la vida, ha bebido de las aguas de la inmortalidad, y en consecuencia no conoce ni la vejez ni la muerte. Él es la 'Eterna Juventud'. Y por ello, sin duda, debemos descartar las vocalizaciones habituales de su nombre (persa Khezr, árabe Khidr) a favor de Khādir y seguir a Louis Massignon al traducirlo como 'el Verdeante'. De hecho, está asociado con todos los aspectos del verdor de la naturaleza”. Respecto a esta figura, Corbin también cita 5 de la autobiografía espiritual del místico sufí Suhrawardī, quien

    se inicia en el secreto que le permite ascender al monte Qāf, es decir, la montaña cósmica, y alcanzar la Primavera de la Vida. Se asusta al pensar en las dificultades de la Búsqueda. Pero el Ángel le dice: “Ponte las sandalias de Khidr”. Y sus palabras finales: “El que se baña en esa primavera será preservado para siempre de toda mancha. Si alguien ha descubierto el significado de la Verdad mística, significa que ha alcanzado hasta la Primavera. Al emerger, ha ganado la aptitud que le hace parecerse a ese bálsamo, una gota del cual destilada en la palma de la mano, si la sostienes al sol, pasa hasta el dorso de la mano. Si eres Khidr, tú también puedes ascender al monte Qāf sin dificultad”.

    Al igual que el profeta Elías, quien se dice que ascendió al cielo en un carro ardiente y fue transformado en el Arcángel Sandalphon, Khidr proporciona una visión prototípica de una presencia compuesta humana y angelical. Según estas narrativas místicas, el proceso de “convertirse en Khidr” es similar a realizar una conexión profunda con la fuente interior, con la consecución de un poder espiritual tan grande que tiene la capacidad de hacer que la carne sea translúcida, ya que la luz misma se vuelve “encarnada desnuda”. Ángel Verde puede verse como una expresión simbólica de este estado transformador del ser, en el que la solidez física de la materia se disuelve en velos luminosos de color fluctuante por lo que la luz aparecen diáfanas, pero lo suficientemente sustanciales como para marcar el lugar visible donde la luz respira aliento.

    Inspirada en la visión mística de Khidr, la superficie opaca de Ángel Verde también puede verse como una especie de espejo espiritual que refleja una visión imaginativa de la primavera de la vida interior. En este juego recíproco de velo y espejado, Green Angel recuerda el enigmático poema autorreflexivo de Wolfson “eclíptica”: 6

    ante el espejo detrás del velo el velo detrás del espejo antes del velo

    Al igual que Ángel Verde, “eclíptica” evoca un estado reversible de ser, un sentido dinámico de movimiento en el que ir antes es ir atrás, ir dentro es ir más allá. La trayectoria de la búsqueda se expresa acertadamente por el título, que sugiere la visión oscurecida de un eclipse, un evento celeste en el que un cuerpo celestial está contenido dentro de las luces y sombras de otro. 7 El término “eclíptica” también evoca las nimbuses que rodean los cuerpos planetarios que delimitan las trayectorias de sus órbitas, marcando así sus presencias y ausencias a medida que los rastros de sus movimientos giratorios se disuelven en caminos de luz. La formulación poética “eclíptica” refleja adecuadamente la brevedad y circularidad del poema, ya que esta enigmática palabra también recuerda la forma geométrica ovalada de la elipse, y las palabras ausentes designadas por la elipsis. La elipsis puede verse como un elemento apofático en el lenguaje, un signo textual que demarca un lugar de omisión, el espacio en blanco que contiene la presencia de ausencia. No repitiendo nada mientras se sostiene la posibilidad de decir todo, los puntos suspensivos son el sitio visible donde el texto respira.

    Notas al pie

    • 1 Elaine Scare, Soñando por el libro (Princeton: Princeton University Press, 2001), pp. 34-44, 62.
    • 2 Wolfson, Idioma, Eros, Ser, p. 21.
    • 3 Gaston Bachelard, La llama de una vela, trans. Joni Caldwell (1961; Dallas: The Dallas Institute Publications, 1988), p. 55. Agradezco a Roger Conover por mencionar este estudio.
    • 4 Elliot R. Wolfson, en correspondencia con el autor, 18 de diciembre de 2006. Peter Dawkins ha señalado además que “En la tradición islámica el profeta Idris, 'el Verde' o 'Evergreen, 'se asocia comúnmente con Elías o Enoc”. Consulte la entrada de Peter Dawkins sobre “Enoch” para el Francis Bacon Research Trust, http://www.fbrt.org.uk/pages/essays/essay-enoch.html.
    • 5 Corbin, Imaginación Creativa, pp. 55, 56, 59-60.
    • 6 “eclíptica” aparece en Footdreams y Treetales, p. 83.
    • 7 El término “eclíptica” significa literalmente “el gran círculo de la esfera celeste que es el camino aparente del sol entre las estrellas o de la tierra vista desde el sol: el plano de la órbita terrestre extendido para encontrarse con la esfera celeste”. Véase el Séptimo Diccionario Colegiado Nuevo de Webster, p. 262.

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