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5.4: Las virtudes (Aristóteles)

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    28 Las Virtudes
    Aristóteles 90

    Virtudes de Aristóteles

    Libro I

    vii

    Presumiblemente, sin embargo, decir que la felicidad es el principal bien parece un lugar común, y un relato más claro de lo que todavía se desea. Esto tal vez se podría dar, si pudiéramos determinar primero la función del hombre. Porque así como para un flautista, un escultor, o un artista, y, en general, para todas las cosas que tienen una función o actividad, se piensa que lo bueno y el 'pozo' residen en la función, así parecería ser para el hombre, si tiene una función. ¿Tienen el carpintero, entonces, y el curtidor ciertas funciones o actividades, y el hombre no tiene ninguna? ¿Nace sin una función? O como ojo, mano, pie, y en general cada una de las partes evidentemente tiene una función, ¿podría uno dejar que el hombre de manera similar tenga una función aparte de todas estas? Entonces, ¿qué puede ser esto? La vida parece ser común incluso a las plantas, pero estamos buscando lo que es peculiar del hombre. Excluyamos, por tanto, la vida de la nutrición y el crecimiento. A continuación habría una vida de percepción, pero también parece ser común incluso al caballo, al buey, y a cada animal. Queda, entonces, una vida activa del elemento que tiene un principio racional; de esto, una parte tiene tal principio en el sentido de ser obediente a una, la otra en el sentido de poseer una y ejercer el pensamiento. Y, como 'vida del elemento racional' también tiene dos significados, debemos afirmar que la vida en el sentido de la actividad es lo que queremos decir; pues este parece ser el sentido más propio del término. Ahora bien, si la función del hombre es una actividad del alma que sigue o implica un principio racional, y si decimos 'fulano y tal y 'un buen tal y tal' tenemos una función que es la misma en especie, por ejemplo, una lira, y un buen jugador de lira, y así sin calificación en todos los casos, la eminencia con respecto a la bondad está impuesta a el nombre de la función (para la función de un jugador de lira es tocar la lira, y la de un buen jugador de lira es hacerlo bien): si este es el caso, y declaramos la función del hombre como un cierto tipo de vida, y esta es una actividad o acciones del alma que implica un principio racional, y la función de un buen hombre para ser el buen y noble desempeño de estos, y si alguna acción se realiza bien cuando se realiza de acuerdo con la excelencia apropiada: si este es el caso, el bien humano resulta ser actividad del alma conforme a la virtud, y si hay más de una virtud, de acuerdo con el mejor y más completo.

    Pero debemos agregar 'en una vida completa'. Porque una golondrina no hace verano, ni un día; y así también un día, o poco tiempo, no hace bendecido y feliz a un hombre...

    viii

    Debemos considerarlo, sin embargo, a la luz no sólo de nuestra conclusión y nuestras premisas, sino también de lo que comúnmente se dice al respecto; pues con una visión verdadera todos los datos armonizan, pero con una falsa los hechos chocan pronto. Ahora bien, los bienes se han dividido en tres clases, y algunos se describen como externos, otros como relacionados con el alma o con el cuerpo; llamamos a aquellos que se relacionan con el alma más adecuada y verdaderamente bienes, y las acciones y actividades psíquicas que clasificamos como relacionadas con el alma. Por lo tanto, nuestro relato debe ser sólido, al menos de acuerdo con este punto de vista, que es antiguo y consensuado por los filósofos. Es correcto también en que identificamos el fin con ciertas acciones y actividades; pues así cae entre bienes del alma y no entre bienes externos. Otra creencia que armoniza con nuestro relato es que el hombre feliz vive bien y le va bien; porque prácticamente hemos definido la felicidad como una especie de buena vida y buena acción. Las características que se buscan en la felicidad parecen también, todas ellas, pertenecer a lo que hemos definido como ser la felicidad. Para algunos identifican la felicidad con la virtud, algunos con sabiduría práctica, otros con una especie de sabiduría filosófica, otros con estos, o uno de estos, acompañados de placer o no sin placer; mientras que otros incluyen también prosperidad externa. Ahora bien, algunos de estos puntos de vista han sido sostenidos por muchos hombres y hombres de antaño, otros por algunas personas eminentes; y no es probable que ninguno de estos se equivoque del todo, sino que deben tener razón en al menos algún aspecto o incluso en la mayoría de los aspectos.

    Con quienes identifican la felicidad con la virtud o alguna virtud nuestra cuenta está en armonía; porque a la virtud le pertenece la actividad virtuosa. Pero hace, tal vez, no poca diferencia si colocamos el bien principal en posesión o en uso, en estado mental o en actividad. Porque el estado mental puede existir sin producir ningún buen resultado, como en un hombre que está dormido o de alguna otra manera bastante inactivo, pero la actividad no puede; para quien tiene la actividad necesariamente estará actuando, y actuando bien. Y como en los Juegos Olímpicos no son los más bellos y los más fuertes los que se coronan sino los que compiten (porque son algunos de estos los que salen victoriosos), así que los que actúan ganan, y con razón ganan, las cosas nobles y buenas de la vida.

    Su vida también es en sí misma placentera. Porque el placer es un estado de alma, y para cada hombre lo que se dice que es amante es agradable; por ejemplo, no sólo es agradable un caballo al amante de los caballos, y un espectáculo para el amante de las vistas, sino también de la misma manera solo los actos son agradables para el amante de la justicia y en general actos virtuosos para el amante de virtud. Ahora para la mayoría de los hombres sus placeres están en conflicto entre sí porque estos no son por naturaleza agradables, sino que los amantes de lo noble encuentran agradables las cosas que por naturaleza son agradables; y las acciones virtuosas son tales, para que éstas sean agradables para tales hombres así como en su propia naturaleza. Su vida, por lo tanto, ya no tiene necesidad de placer como una especie de encanto adventicio, sino que tiene su placer en sí mismo. Porque, además de lo que hemos dicho, el hombre que no se regocija en acciones nobles ni siquiera es bueno; ya que nadie llamaría a un hombre justo al que no le gustaba actuar con justicia, ni a ningún hombre liberal que no disfrutara de las acciones liberales; y de manera similar en todos los demás casos. Si esto es así, las acciones virtuosas deben ser en sí mismas agradables. Pero también son buenos y nobles, y tienen cada uno de estos atributos en el más alto grado, ya que el buen hombre juzga bien sobre estos atributos; su juicio es tal como hemos descrito. La felicidad entonces es lo mejor, más noble, y lo más placentero del mundo, y estos atributos no se separan como en la inscripción en Delos- Lo

    más noble es lo que es más justo, y lo mejor es la salud;
    pero lo más agradable es ganar lo que amamos.

    Por todas estas propiedades pertenecen a las mejores actividades; y estas, o una- la mejor- de estas, nos identificamos con la felicidad.

    Sin embargo, evidentemente, como decíamos, necesita también los bienes externos; porque es imposible, o no fácil, hacer actos nobles sin el equipo adecuado. En muchas acciones usamos amigos y riquezas y poder político como instrumentos; y hay algunas cosas cuya falta toma el lustre de la felicidad, como el buen nacimiento, buenos hijos, la belleza; para el hombre que es muy feo en apariencia o mal nacido o solitario y sin hijos no es muy probable que sea feliz, y tal vez un hombre sería aún menos probable si tuviera hijos o amigos completamente malos o hubiera perdido buenos hijos o amigos por la muerte. Como decíamos, entonces, la felicidad parece necesitar este tipo de prosperidad además; por lo que algunos identifican la felicidad con la buena fortuna, aunque otros la identifican con la virtud...

    x

    ... ¿Cuándo entonces no deberíamos decir que es feliz quien está activo de acuerdo con la virtud completa y que está suficientemente equipado con bienes externos, no por algún periodo casual sino a lo largo de una vida completa? ¿O hay que añadir 'y quién está destinado a vivir así y morir como corresponde a su vida'? Ciertamente el futuro es oscuro para nosotros, mientras que la felicidad, reclamamos, es un fin y algo en todos los sentidos final. Si es así, llamaremos felices a aquellos entre los hombres vivos en los que estas condiciones están, y van a ser, cumplidas- pero hombres felices. Tanto por estas preguntas...

    Libro II

    i

    La virtud, entonces, al ser de dos clases, intelectual y moral, la virtud intelectual en lo principal debe tanto su nacimiento como su crecimiento a la enseñanza (por lo que requiere experiencia y tiempo), mientras que la virtud moral surge como consecuencia del hábito, de donde también su nombre (ethike) es uno que es formado por una ligera variación de la palabra ethos (hábito). De esto también es evidente que ninguna de las virtudes morales surge en nosotros por naturaleza; porque nada de lo que existe por naturaleza puede formar un hábito contrario a su naturaleza. Por ejemplo, la piedra que por naturaleza se mueve hacia abajo no puede habituarse para moverse hacia arriba, ni siquiera si se trata de entrenarla arrojándola diez mil veces; ni se puede habituar el fuego para moverse hacia abajo, ni puede cualquier otra cosa que por naturaleza se comporte en de una manera ser entrenado para comportarse en otra. Ni por naturaleza, entonces, ni contrariamente a la naturaleza surgen en nosotros las virtudes; más bien estamos adaptados por la naturaleza para recibirlas, y somos perfeccionados por el hábito.

    Nuevamente, de todas las cosas que nos llegan por naturaleza primero adquirimos
    la potencialidad y luego exhibimos la actividad (esto es claro en el caso de los sentidos; porque no fue por ver a menudo o a menudo escuchar que conseguimos estos sentidos , pero por el contrario las teníamos antes de utilizarlas, y no llegamos a tenerlas usándolas); sino las virtudes que obtenemos al ejercerlas primero, como también sucede en el caso de las artes también. Por las cosas que tenemos que aprender antes de poder hacerlas, aprendemos haciéndolas, por ejemplo, los hombres se convierten en constructores construyendo y jugadores de lira tocando la lira; así también nos volvemos simplemente haciendo actos justos, templados haciendo actos templados, valientes haciendo valientes actos.

    Esto lo confirma lo que sucede en los estados; porque los legisladores hacen
    buenos a los ciudadanos formando hábitos en ellos, y este es el deseo de todo legislador, y quienes no lo efectúan pierden su marca, y es en esto que un buen constitución difiere de una mala.

    Nuevamente, es por las mismas causas y por los mismos medios que se produce y destruye cada
    virtud, y de manera similar cada arte; porque es a partir de tocar la lira que se producen tanto buenos como malos jugadores de lira. Y la afirmación correspondiente es cierta de los constructores y de todo lo demás; los hombres serán buenos o malos constructores a consecuencia de construir bien o mal. Porque si esto no fuera así, no habría habido necesidad de un maestro, pero todos los hombres habrían nacido buenos o malos en su oficio. Esto, entonces, es el caso de las virtudes también; al hacer los actos que hacemos en nuestras transacciones con otros hombres nos volvemos justos o injustos, y al hacer los actos que hacemos en presencia de peligro, y siendo habituados a sentir miedo o confianza, nosotros volverse valientes o cobardes. Lo mismo ocurre con los apetitos y sentimientos de ira; algunos hombres se vuelven templados y de buen genio, otros autoindulgentes e irascibles, al comportarse de una forma u otra en las circunstancias apropiadas. Así, en una palabra, los estados de carácter surgen de actividades similares. Es por ello que las actividades que expongamos deben ser de cierto tipo; es porque los estados de carácter corresponden a las diferencias entre estos. No hace poca diferencia, entonces, si formamos hábitos de un tipo o de otro desde nuestra misma juventud; hace una gran diferencia, o más bien toda la diferencia...

    ii

    ... Primero, entonces, consideremos esto, que es la naturaleza de tales cosas ser destruidas por defecto y exceso, como vemos en el caso de la fuerza y de la salud (pues para obtener luz sobre las cosas imperceptibles debemos usar la evidencia de cosas sensatas); tanto excesivas como defectuosas el ejercicio destruye la fuerza, y de manera similar la bebida o alimento que esté por encima o por debajo de una cierta cantidad destruye la salud, mientras que lo que es proporcionado tanto la produce como la aumenta y la preserva. Así también lo es, entonces, en el caso de la templanza y el coraje y las demás virtudes. Porque el hombre que vuela y teme a todo y no se sostiene contra nada se convierte en un cobarde, y el hombre que no teme nada sino que va a enfrentar todos los peligros se vuelve temerario; y de igual manera el hombre que se entrega a cada placer y se abstiene de ninguno se vuelve autoindulgente, mientras que el hombre que rehuye todo placer, como hacen los boors, se vuelve insensible de alguna manera; la templanza y el coraje, entonces, son destruidos por el exceso y el defecto, y preservados por la media...

    vi

    ... Si es así, entonces, que cada arte hace bien su obra- mirando al intermedio y juzgando sus obras por esta norma (de manera que a menudo decimos de buenas obras de arte que no es posible ni quitar ni agregar nada, implicando que el exceso y el defecto destruyen la bondad de las obras de arte, mientras que la media la conserva; y los buenos artistas, como decimos, miran esto en su obra), y si, además, la virtud es más exacta y mejor que cualquier arte, como también lo es la naturaleza, entonces la virtud debe tener la cualidad de apuntar al intermedio. Me refiero a la virtud moral; porque es ésta la que se ocupa de las pasiones y de las acciones, y en éstas hay exceso, defecto, y lo intermedio. Por ejemplo, tanto el miedo como la confianza y el apetito y la ira y la compasión y en general el placer y el dolor pueden sentirse tanto demasiado como muy poco, y en ambos casos no bien; pero sentirlos en los momentos adecuados, con referencia a los objetos correctos, hacia la derecha la gente, con el motivo correcto, y de la manera correcta, es lo que es a la vez intermedio y mejor, y esto es característico de la virtud. De igual manera con respecto a las acciones también hay exceso, defecto, y el intermedio. Ahora la virtud se ocupa de las pasiones y las acciones, en las que el exceso es una forma de fracaso, y también lo es defecto, mientras que el intermedio es elogiado y es una forma de éxito; y ser elogiado y ser exitoso son ambas características de la virtud. Por lo tanto, la virtud es una especie de medio, ya que, como hemos visto, apunta a lo que es intermedio.

    Nuevamente, es posible fallar de muchas maneras (porque el mal pertenece a
    la clase de lo ilimitado, como conjeturaron los pitagóricos, y bueno a la de lo limitado), mientras que triunfar solo es posible de una manera (por lo que también uno es fácil y el otro difícil- perder la marca fácil, golpearla difícil); por estas razones también, entonces, el exceso y el defecto son característicos del vicio, y la media de la virtud;

    Para los hombres son buenos de una sola manera, pero malos en
    muchos.

    La virtud, entonces, es un estado de carácter preocupado por la elección, que se encuentra en una media, es decir, la media relativa a nosotros, estando ésta determinada por un principio racional, y por ese principio por el cual el hombre de sabiduría práctica lo determinaría. Ahora es una media entre dos vicios, el que depende del exceso y el que depende del defecto; y nuevamente es un medio porque los vicios respectivamente quedan cortos o superan lo que es correcto tanto en pasiones como en acciones, mientras que la virtud encuentra y elige lo que es intermedio. De ahí que en cuanto a su fondo y a la definición que afirma su esencia la virtud es un medio, con respecto a lo que es mejor y justo un extremo.

    Pero no toda acción ni toda pasión admite una media; para algunos tienen nombres que ya implican maldad, por ejemplo, rencor, desvergüenza, envidia, y en el caso de las acciones adulterio, robo, asesinato; porque todas estas y cosas semejantes implican por sus nombres que ellos mismos son malos, y no los excesos o deficiencias de los mismos. No es posible, entonces, tener razón alguna vez con respecto a ellos; siempre hay que equivocarnos. Tampoco la bondad o la maldad con respecto a tales cosas dependen de cometer adulterio con la mujer adecuada, en el momento adecuado, y de la manera correcta, sino simplemente hacer alguna de ellas es equivocarse. Sería igualmente absurdo, entonces, esperar que en una acción injusta, cobarde y voluptuosa haya una media, un exceso, y una deficiencia; pues a ese ritmo habría una media de exceso y de deficiencia, un exceso de exceso, y una deficiencia de deficiencia. Pero como no hay exceso y deficiencia de templanza y coraje porque lo que es intermedio es en cierto sentido un extremo, así también de las acciones que hemos mencionado no hay media ni ningún exceso y deficiencia, pero como se hagan están equivocadas; porque en general no hay ni una media de exceso y deficiencia, ni exceso y deficiencia de una media.

    Para revisión y discusión

    1. ¿Cuál es el “medio dorado” y por qué es importante para la ética de Aristóteles?

    2. ¿Cuáles son algunas virtudes que crees que son importantes y por qué?

    3. ¿Alguien puede ser demasiado racional? ¿Por qué o por qué no? ¿Qué diría Aristóteles?


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