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2: Capítulo uno- El yogui de la escritura- Lecciones para el cambio encarnado

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    [Es] no que siempre escriba sobre el cuerpo, aunque a menudo
    lo hago, sino que siempre escribo, conscientemente, como cuerpo. (Esta
    cualidad más que ninguna otra, creo, exilia mi trabajo del discurso académico
    convencional. Los chicos pueden estar escribiendo
    con la pluma/pene, pero fingen guardarlo en sus pantalones.
    —Nancy Mairs, Cintura Alta en el Mundo


    Mairs es útil a la hora de pensar en lo que significa escribir “como un cuerpo”. En la cita de mi epígrafe, Mairs reconoce tres grandes consecuencias de negociar conscientemente el proceso de escritura como un esfuerzo material: primero, cuando reconocemos que la escritura siempre brota de nuestra colocación material, agregamos autoridad y transparencia a nuestras composiciones, sin importar cuán explícitamente sea nuestro contenido hace referencia a nuestro cuerpo; segundo, en este proceso, necesariamente nos movemos más allá de las reglas y estructuras del “discurso académico convencional”; y tercero, este movimiento nos involucra en un esfuerzo feminista que perturba las formas en que el poder patriarcal es impuesto por una tendencia malestream a borrar el materialidad para crear una ilusión de objetividad. Escribir como cuerpo en las formas en que Mairs describe significa interrumpir la objetivación y marginación —es decir, feminización— de los cuerpos en la academia. Ya no es la distancia del cuerpo un requisito previo para la verdad; en cambio, la proximidad le da persuasión.

    Para entender la encarnación como una faceta central de la pedagogía de composición feminista, debemos seguir el ejemplo de escritores como Mairs y aceptar nuestros cuerpos como carne y texto. En este capítulo, sostengo que la pedagogía de la escritura contemplativa es el mejor medio para lograr este objetivo sin dejar de ser consciente de las consecuencias de atender a los cuerpos de escritura. Mairs es un ejemplo de una escritora que tiene una conciencia mayor de lo habitual de su cuerpo de escritura. La cita que utilizo para abrir este capítulo es desde su Cintura Alta en el Mundo, que en título y contenido frenta la perspectiva literal de esta autora sobre el mundo, su encarnada y parcial “visión perpetua, desde la altura de la cintura de un adulto erecto” (1996, p. 16). Mairs promulga un método de escritura encarnada en su texto tal que la situatividad y la perspectiva siempre se entienden como materiales y se conectan con su cuerpo de escritura; notablemente, no son simplemente metáforas convenientes para teorizar.

    La perspectiva de Mairs es literalmente una desde los márgenes porque su voz resuena desde el asiento de su silla de ruedas. Ella explica las consecuencias de este posicionamiento “hasta la cintura”:

    “[m] arginalidad” significa así algo completamente diferente para mí de lo que significa para los teóricos sociales. No es metáfora de las relaciones de poder entre un grupo de seres humanos y otro sino una descripción literal de dónde me encuentro (figurativamente hablando): aquí, al borde, fuera de límites, debajo de tu aviso. Yo encarno las metáforas (1996, p. 59)

    Sentarse a la altura de la cintura en el mundo no es un requisito previo para la escritura encarnada, pero hace que Mair sea consciente de cómo la escritura proviene tanto de la colocación de su cuerpo carnoso, a veces en una silla de ruedas, a veces colocado en el baño por su esposo, como de su orientación cultural e histórica. El nuestro también, aunque podemos “pararnos” para ignorar este hecho por nuestra capacidad de bodiness.

    Debido a que los cuerpos y el lenguaje se despliegan para revelarse unos a otros, la realidad material de Mair influye en sus comprensiones y elecciones semióticas. El reconocimiento de Mairs de su subjetividad encarnada cambia la forma en que elige reconstruir su mundo discursivamente a medida que encuentra menos valor en las construcciones normativas. Mairs manifiesta una preferencia por llamarse “lisiada” contra los deseos de individuos retóricamente sensibles y políticamente correctos que entienden el poder del lenguaje para construir el mundo. Ella argumenta que su reconstrucción de su mundo a través de términos tan “PC” como individuos con “habilidades diferentes” no representan su realidad encarnada:

    “Movilidad con discapacidad”, me llamarían los eufemizadores, ya que a través de un exceso de sílabas podría suavizar mi realidad. No hay tanta suerte. Todavía no puedo sentarme en la cama, no puedo dar un paso sin ayuda, no puedo vestirme, no puedo abrir puertas (y me canso de esperar en el baño hasta que alguna otra mujer necesite orinar y me abra la puerta). (1996, p. 13)

    Negar la realidad física de Maires es negar su identidad y su cuerpo de escritura. Señalando la construcción social de la discapacidad poco hace para cambiar su realidad de sentarse impacientemente en el baño esperando que alguien abra la puerta.

    Mairs sirve como un poderoso recordatorio de que si bien el trazado retórico de los cuerpos puede ayudarnos a reconocer nuestra construcción cultural y el poder moldeador del lenguaje, no podemos perder de vista nuestra corporalidad muy real. Dentro del campo de los estudios de composición, existen pocos enfoques pedagógicos que podamos seguir fácilmente para reintroducir la tensión del cuerpo vivo y orgánico como lo hace Mairs dentro de los estudios de discapacidad, y menos aún que respeten el tipo de autorreflexividad encarnada que demuestra Mairs. Podemos, sin embargo, encontrar formas de llevar la tensión productiva del cuerpo de escritura a incidir en la praxis de la composición al acercarse a este cuerpo a través de la lente de la pedagogía contemplativa y prácticas como el yoga. Los estudios de discapacidad y la pedagogía contemplativa pueden parecer extraños compañeros de cama a primera vista, pero comparten un enfoque común en respetar el cuerpo donde y como es. Y, así como los estudios de discapacidad se vieron fortalecidos por la atención abierta a las intersecciones de la discapacidad con el género (premisa sobre la que gira la obra de Rosemarie Garland-Thomson: véase, por ejemplo, Extraordinary Bodies (1996)), así también pueden fortalecerse las pedagogías contemplativas para su aceptación explícita de feminismos.

    Las pedagogías contemplativas enfatizan la autorreflexividad encarnada, o las formas en que el cuerpo es un ancla de nuestra autoconciencia y puede ser utilizado como una herramienta para ejecutar y monitorear esta atención reflexivo-reflexiva. Las formas en que la pedagogía contemplativa adelanta un enfoque integrador de la educación que aborda a los estudiantes como seres enteros, cuerpos, corazones y mentes, lleva al educador contemplativo Zajonc a afirmar que los educadores contemplativos están “comprometidos en una empresa revolucionaria” que tiene el poder de transformar radicalmente lo superior educación (2010, p. 91). El cuerpo es el eje de conexión: debido a que el yo encarnado es parcial, puede unirse a los demás sin pretender ser ellos ni borrar su diferencia. Si bien tendemos a abordar la discapacidad/raza/clase/género como barreras encarnadas dentro de las pedagogías retóricas occidentales, las pedagogías contemplativas las ven como puentes de conexión. Incluso cuando se combina con una mayor conciencia de las dimensiones sociales del aprendizaje y el saber, las pedagogías contemplativas que aún necesitan es una conciencia más profunda de la naturaleza feminista de tal atención. Hasta el momento, las pedagogías contemplativas a menudo desconocen las formas en que recuperar el cuerpo en nuestras aulas es un acto abiertamente feminista ya que las mujeres generalmente han sido objetivadas como cuerpos y vaciadas como mentes en la cultura y educación occidentales. En consecuencia, mis esfuerzos en este capítulo estarán dirigidos a desarrollar una base teórica para una pedagogía de escritura contemplativa feminista que construya al escritor como imaginador encarnado en las formas que esbozo en mi introducción y hasta los fines de respetar el cuerpo de escritura que Mairs señala.

    Encontrar formas sustentables de entender este cuerpo, o lo que queda fuera del texto, es un trabajo que queda por hacer tanto a nivel teórico como práctico, según Sánchez en su reciente artículo sobre empirismo e identidad (2012, p. 236). Sánchez ofrece una lectura del momento contemporáneo dentro de los estudios de composición como uno que “necesita [es] más, y diferente, teoría” porque “los legados modernistas y posmodernistas de la composición juntos no ofrecen suficiente equipo con el que teorizar, examinar y enseñar escritura en contextos contemporáneos”, contextos que nos hacen reexaminar el papel de la “materialidad de sentido común” del escritor (2012, pp. 235-236). Respondo al llamado de Sánchez a la “teoría diferente” siguiendo a Haraway para explorar lo que los estudios de ciencia feminista pueden ofrecer pedagogía de escritura contemplativa en la forma de nuevos modelos feministas-contemplativos de subjetividad para ayudar a los composicionistas a pasar de las teorías de escribir temas a “escribir yoguis”, un necesario primer paso para abordar la imaginación encarnada y acercarse a la escritora y su cuerpo con mindfulness en el aula de composición. Pero primero, explico por qué es necesario un movimiento tan teórico.


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