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3.10: Swift, Jonathan. “Una propuesta modesta”. (1729)

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    Portada de Jonathan Swift's Works, del artista George Faulkner en 1735. Esta imagen es de dominio público

    Una propuesta modesta

    Por evitar que los hijos de personas pobres en Irlanda,
    sean una carga para sus padres o país,
    y por hacerlos beneficiosos para el público.

    por Dr. Jonathan Swift

    1729


    Es un objeto melancólico para quienes caminan por este gran pueblo, o viajan por el campo, cuando ven las calles, los caminos y las puertas de la col abarrotadas de mendigos del sexo femenino, seguidos de tres, cuatro, o seis hijos, todos en trapos, e importunando a cada pasajero por una limosna. Estas madres, en lugar de poder trabajar para su sustento honesto, se ven obligadas a emplear todo su tiempo en acariciar para suplicar sustento a sus infantes indefensos que, a medida que crecen, o convierten a los ladrones por falta de trabajo, o dejan su querido país natal, para luchar por el Pretendiente en España, o vender ellos mismos a los Barbadoes.

    Creo que está de acuerdo entre todas las partes, que este prodigioso número de niños en brazos, o en la espalda, o en los talones de sus madres, y frecuentemente de sus padres, se encuentra en el actual deplorable estado del reino, un agravio adicional muy grande; y por lo tanto quien pudiera encontrar un justo, barato y método fácil de hacer a estos niños sanos y útiles miembros de la Commonwealth, merecería tan bien del publick, como tener su estatua instalada para un conservador de la nación.

    Pero mi intención está muy lejos de estar confinada a proveer sólo a los hijos de mendigos profesos: es de una extensión mucho mayor, y aceptará a toda la cantidad de infantes a cierta edad, que nacen de padres en efecto tan poco capaces de sostenerlos, como los que exigen nuestra caridad en las calles.

    Por mi parte, habiendo volcado mis pensamientos durante muchos años sobre este importante tema, y sopesando con madurez los diversos esquemas de nuestros proyectores, siempre los he encontrado groseramente equivocados en su cómputo. Es cierto, un niño acaba de caer de su presa, puede ser sostenido por su leche, por un año solar, con poco otro alimento: a lo sumo no por encima del valor de dos chelines, que la madre ciertamente puede obtener, o el valor en sobras, por su ocupación lícita de mendicidad; y es exactamente a los un año que yo proponer proveerlos de tal manera, ya que, en lugar de ser un cargo a sus padres, o a la parroquia, o querer comida y vestimenta para el resto de sus vidas, ellos, por el contrario, contribuirán a la alimentación, y en parte a la vestimenta de muchos miles.

    También hay otra gran ventaja en mi esquema, que evitará esos abortos voluntarios, y esa horrenda práctica de mujeres asesinando a sus hijos bastardos, ¡ay! demasiado frecuente entre nosotros, sacrificando a los pobres nenas inocentes, dudo, más para evitar el gasto que la vergüenza, lo que movería lágrimas y lástima en el pecho más salvaje e inhumano.

    El número de almas en este reino se suele contar un millón y medio, de estas calculo puede haber alrededor de doscientas mil pareja, cuyas esposas son criadoras; de cuyo número me resta treinta mil pareja, que son capaces de mantener a sus propios hijos, (aunque aprehendo no puede haber tantos bajo las actuales angustias del reino) pero esto siendo concedido, quedarán ciento setenta mil criadores. Vuelvo a restar cincuenta mil, para aquellas mujeres que abortan espontáneamente, o cuyos hijos mueren por accidente o enfermedad dentro del año. Sólo quedan ciento veinte mil hijos de padres pobres que nacen anualmente. Por lo tanto, la pregunta es, ¿Cómo se criará y proveerá este número? lo cual, como ya he dicho, bajo la situación actual de los asuntos, es totalmente imposible por todos los métodos propuestos hasta ahora. Porque no podemos emplearlos en la artesanía ni en la agricultura; ni construyen casas, (quiero decir en el campo) ni cultivar tierras: muy pocas veces pueden ganarse la vida robando hasta que llegan a los seis años; salvo donde son de partes tobardes, aunque confieso que aprenden mucho los rudimentos antes; tiempo durante el cual, sin embargo, pueden considerarse adecuadamente sólo como probatorios; como me ha informado un caballero principal en el condado de Cavan, quien me protestó, que nunca supo por encima de una o dos instancias menores de seis años, incluso en una parte del reino tan reconocida por la más rápida competencia en ese art.

    Estoy asegurado por nuestros comerciantes, que un niño o una niña, antes de los doce años, no es mercancía vendible, y aun cuando lleguen a esta edad, no cederán por encima de tres libras, o tres libras y media corona a lo sumo, en el intercambio; que no pueden dar cuenta ni a los padres ni al reino, la carga de nutrimentos y trapos que hayan sido al menos cuatro veces ese valor.

    Por lo tanto, ahora voy a proponer humildemente mis propios pensamientos, que espero no sean susceptibles de la menor objeción.

    Me ha asegurado un americano muy conocedor de mi conocido en Londres, que un niño pequeño y sano bien amamantado, es, a un año de edad, un alimento nutritivo y saludable de lo más delicioso, ya sea guisado, asado, horneado o hervido; y no dudo que servirá igualmente en un fricasé, o en un ragú.

    Por lo tanto, humildemente lo ofrezco a consideración pública, el de los ciento veinte mil hijos, ya calculados, veinte mil pueden reservarse para la raza, de lo cual sólo una cuarta parte para ser machos; que es más de lo que permitimos a ovejas, ganado negro, o porcino, y mi razón es, que estos niños son raramente los frutos del matrimonio, circunstancia no muy apreciada por nuestros salvajes, por lo tanto, un macho será suficiente para servir a cuatro hembras. Que los cien mil restantes puedan, a la edad de un año, ser ofrecidos en venta a las personas de calidad y fortuna, a través del reino, aconsejando siempre a la madre que las deje chupar abundantemente en el último mes, para hacerlas regordetas, y gordas para una buena mesa. Un niño hará dos platillos en un entretenimiento para amigos, y cuando la familia cena sola, el cuarto delantero o trasero hará un platillo razonable, y sazonado con un poco de pimienta o sal, estará muy bien hervido al cuarto día, sobre todo en invierno.

    He calculado sobre un medio, que un niño recién nacido pesará 12 libras, y en un año solar, si es tolerablemente amamantado, aumenta a 28 libras.

    Concedo esta comida será algo querida, y por lo tanto muy propia para los propietarios, quienes, como ya han devorado a la mayoría de los padres, parecen tener el mejor título para los niños.

    La carne infantil estará en temporada durante todo el año, pero más abundante en marzo, y un poco antes y después; porque nos cuenta un autor grave, un eminente médico francés, que el pez siendo un dyet prolifick, hay más niños nacidos en los países católicos romanos unos nueve meses después de la Cuaresma, que en cualquier otro otra temporada; por lo tanto, calculando un año después de la Cuaresma, los mercados estarán más glaseados de lo habitual, porque el número de infantes Popos, es de al menos tres a uno en este reino, y por lo tanto tendrá otra ventaja colateral, al disminuir el número de papistas entre nosotros.

    Ya computo el cargo de amamantar al hijo de un mendigo (en qué lista estimo que todos los aldeanos, jornaleros y cuatro quintos de los granjeros) son alrededor de dos chelines anuales, trapos incluidos; y creo que ningún caballero se repinaría para dar diez chelines por la canal de un niño bueno y gordo, que, como he hecho dijo, hará cuatro platillos de excelente carne nutritiva, cuando sólo tiene algún amigo en particular, o su propia familia para cenar con él. Así el escudero aprenderá a ser un buen casero, y a hacerse popular entre sus locatarios, la madre tendrá ocho chelines de ganancia ordenada, y estará en condiciones de trabajar hasta que produzca otro hijo.

    Aquellos que son más ahorrativos (como debo confesar los tiempos lo requieren) pueden desollar el cadáver; cuya piel, vestida artificialmente, hará admirables guantes para damas, y botas de verano para finos caballeros.

    En cuanto a nuestra Ciudad de Dublín, para ello se pueden designar chambos, en las partes más convenientes de la misma, y los carniceros que podemos estar seguros no van a querer; aunque más bien recomiendo comprar a los niños vivos, y vestirlos calientes del cuchillo, como hacemos asando cerdos.

    Una persona muy digna, un verdadero amante de su país, y cuyas virtudes aprecio mucho, últimamente se complació en desalentar sobre este asunto, de ofrecer un refinamiento a mi esquema. Dijo, que muchos señores de este reino, habiendo destruido últimamente a sus venados, concibió que la falta de carne de venado podría ser bien abastecida por los cuerpos de jóvenes muchachos y doncellas, no mayores de catorce años de edad, ni menores de doce; tan grande número de ambos sexos en cada condado estando ahora listos para morir de hambre por falta de trabajo y servicio: y que éstos sean enajenados por sus padres si están vivos, o de otra manera por sus parientes más cercanos. Pero con la debida deferencia a un amigo tan excelente, y tan merecedor de un patriota, no puedo estar del todo en sus sentimientos; porque en cuanto a los varones, mi conocido estadounidense me aseguró por experiencia frecuente, que su carne era generalmente dura y delgada, como la de nuestros colegiales, por ejercicio continuo, y su sabor desagradable, y engordarlos no respondería al cargo. Entonces, en cuanto a las hembras, creo, con humilde sumisión, sería una pérdida para el público, porque pronto se convertirían en ellas mismas criadoras: y además, no es improbable que algunas personas escrupulosas puedan ser aptas para censurar tal práctica, (aunque de hecho muy injustamente) como un poco bordeando la crueldad , que, confieso, siempre ha sido conmigo la objeción más fuerte contra cualquier proyecto, qué tan bien quienquiera que se pretendiera.

    Pero para justificar a mi amigo, confesó, que este recurso fue puesto en su cabeza por el famoso Salmanaazor, oriundo de la isla Formosa, quien vino de allí a Londres, hace más de veinte años, y en conversación le dijo a mi amigo, que en su país, cuando algún joven pasaba a ser ejecutado, el verdugo vendió el cadáver a personas de calidad, como delicadeza primordial; y que, en su tiempo, el cuerpo de una niña regordeta de quince años, que fue crucificada por intento de envenenar al Emperador, fue vendido al primer ministro de Estado de su majestad imperial, y a otras grandes mandarinas de la corte en porros de la Gibbet, a cuatrocientas coronas. Ni en efecto puedo negar, que si se hiciera el mismo uso de varias jovencitas regordetas de este pueblo, que sin un solo groat a sus fortunas, no pueden revolverse al extranjero sin una silla, y aparecer en una casa de juegos y asambleas en finerías extranjeras que nunca pagarán, el reino no sería lo peor.

    Algunas personas de un espíritu abatido están muy preocupadas por ese vasto número de pobres, que están envejecidos, enfermos o mutilados; y se me ha deseado emplear mis pensamientos qué curso se pueda tomar, para aliviar a la nación de una incumbrencia tan grave. Pero no estoy en lo más mínimo dolor en ese asunto, porque es muy conocido, que todos los días están muriendo, y pudriéndose, por el frío y el hambre, y la inmundicia, y los bichos, tan rápido como se puede esperar razonablemente. Y en cuanto a los jóvenes trabajadores, ahora se encuentran en una condición casi tan esperanzadora. No pueden conseguir trabajo, y consecuentemente se alejan de la falta de alimento, hasta cierto punto, que si en algún momento son contratados accidentalmente para el trabajo común, no tienen fuerzas para realizarlo, y así el país y ellos mismos son felizmente librados de los males por venir.

    Llevo demasiado tiempo divagando, y por lo tanto volveré a mi tema. Creo que las ventajas por la propuesta que he hecho son obvias y muchas, así como de la mayor importancia.

    Por primera vez, como ya he observado, disminuiría en gran medida el número de papistas, con los que estamos invadidos anualmente, siendo los principales criadores de la nación, así como nuestros enemigos más peligrosos, y que se quedan en casa a propósito con un diseño para entregar el reino al Pretendiente, esperando llevarse su ventaja por la ausencia de tantos buenos protestantes, que han optado más bien por abandonar su país, que quedarse en casa y pagar diezmos contra su conciencia a un cura episcopal.

    En segundo lugar, Los locatarios más pobres tendrán algo valioso propio, que por ley puede hacerse responsable de una angustia, y ayudar a pagar la renta de su arrendador, su maíz y ganado ya siendo incautados, y el dinero algo desconocido.

    En tercer lugar, mientras que el mantenimiento de cien mil niños, a partir de los dos años, y hacia arriba, no puede calcularse en menos de diez chelines por pieza anual, el stock de la nación se incrementará con ello cincuenta mil libras anuales, además de la ganancia de un nuevo platillo, introducido a las mesas de todos señores de la fortuna en el reino, que tienen algún refinamiento en el gusto. Y el dinero circulará entre nosotros mismos, siendo los bienes enteramente de nuestro propio crecimiento y fabricación.

    En cuarto lugar, Los criadores constantes, además de la ganancia de ocho chelines esterlinas anuales por la venta de sus hijos, se librarán del cargo de mantenerlos después del primer año.

    Quinto, Esta comida también traería gran costumbre a las tabernas, donde sin duda los viticultores serán tan prudentes como para obtener los mejores recibos para vestirlo a la perfección; y en consecuencia tener sus casas frecuentadas por todos los finos señores, que justamente se valoran sobre sus conocimientos en el buen comer; y un hábil cocinero, que entienda cómo obligar a sus invitados, se ingeniará para que sea lo más caro que les plazca.

    Sexto, Esto sería un gran aliciente al matrimonio, que todas las naciones sabias han alentado con recompensas, o bien impuesto por leyes y sanciones. Se aumentaría el cuidado y la ternura de las madres hacia sus hijos, cuando estaban seguras de un acuerdo de por vida a las pobres chicas, proporcionadas en algún tipo por el publick, a su ganancia anual en lugar de gasto. Pronto deberíamos ver una emulación honesta entre las mujeres casadas, cuál de ellas podría traer al mercado al niño más gordo. Los hombres se volverían tan aficionados a sus esposas, durante el tiempo de su embarazo, como ahora son de sus yeguas en potro, sus vacas en ternero, o cerdas cuando están listas para parir; ni ofrecen golpearlos o patearlos (como es una práctica demasiado frecuente) por temor a un aborto espontáneo.

    Se podrían enumerar muchas otras ventajas. Por ejemplo, la adición de unos mil cadáveres en nuestra exportación de carne de res barrica: la propagación de la carne de cerdo, y la mejora en el arte de hacer un buen tocino, tan buscado entre nosotros por la gran destrucción de cerdos, demasiado frecuentes en nuestras mesas; que de ninguna manera son comparables en sabor o magnificencia a un niño de año gordo y bien crecido, que asado entero hará una cifra considerable en una fiesta de Lord Mayor, o cualquier otro entretenimiento público. Pero esto, y muchos otros, omito, siendo estudioso de brevedad.

    Suponiendo que mil familias en esta ciudad, serían clientes constantes para bebés carne, además de otras que podrían tenerla en reuniones alegres, particularmente en bodas y bautizos, calculo que Dublín despegaría anualmente cerca de veinte mil cadáveres; y el resto del reino (donde probablemente se venderán algo más baratos) los ochenta mil restantes.

    No se me ocurre ninguna objeción, que posiblemente se plantee en contra de esta propuesta, a menos que se inste, que el número de personas será con ello mucho menor en el reino. Esto lo poseo libremente, y de hecho fue uno de los principales diseños al ofrecerlo al mundo. Deseo que el lector observe, que calcule mi remedio para este único Reino individual de Irlanda, y para ningún otro que alguna vez haya sido, sea, o, creo, jamás pueda estar sobre la Tierra. Por lo tanto, que nadie me hable de otros expedientes: De gravar a nuestros ausentes a cinco chelines la libra: De no usar ni ropa, ni muebles de casa, excepto lo que es de nuestro propio crecimiento y fabricación: De rechazar completamente los materiales e instrumentos que promueven el lujo extranjero: De curar lo caro de orgullo, vanidad, ociosidad y juego en nuestras mujeres: De introducir una vena de parsimonia, prudencia y templanza: De aprender a amar a nuestro país, en donde nos diferenciamos incluso de Laplanders, y los habitantes de Topinamboo: De dejar nuestras animosidades y facciones, ni actuar más como los judíos, que eran asesinándose unos a otros en el mismo momento en que su ciudad fue tomada: De ser un poco cautelosos para no vender nuestro país y conciencias por nada: De enseñar a los propietarios a tener al menos un grado de misericordia hacia sus inquilinos. Por último, de poner un espíritu de honestidad, industria y habilidad en nuestros tenderos, quienes, si ahora se pudiera tomar una resolución para comprar solo nuestros productos nativos, se unirían inmediatamente para engañarnos y precisarnos en el precio, la medida y la bondad, ni jamás podría traerse para hacer una propuesta justa de justa tratando, aunque a menudo y con seriedad invitada a ello.

    Por lo tanto, repito, que ningún hombre me hable de estos y otros recursos similares, hasta que tenga al menos algún glimpse de esperanza, de que alguna vez habrá algún intento cordial y sincero de ponerlos en práctica.

    Pero, en cuanto a mí mismo, habiendo estado cansado durante muchos años de ofrecer pensamientos vanos, ociosos, visionarios, y al final completamente desesperado por el éxito, afortunadamente caí en esta propuesta que, como es completamente nueva, así que tiene algo sólido y real, sin costo y poco problema, lleno en nuestro propio poder, y por lo que no podemos incurrir en peligro en desligar a Inglaterra. Porque este tipo de mercancía no soportará la exportación, y siendo la carne de consistencia demasiado tierna, admitir una larga continuidad en la sal, aunque quizá podría nombrar un país, que estaría contento de comerse a toda nuestra nación sin él.

    Después de todo, no estoy tan violentamente empeñado en mi propia opinión, como para rechazar cualquier oferta, propuesta por sabios, que se encontrará igualmente inocente, barata, fácil y eficaz. Pero antes de que algo de ese tipo se vaya a adelantar en contradicción con mi esquema, y ofreciendo una mejor, deseo que el autor o autores tengan el placer de considerar con madurez dos puntos. Primero, Como están las cosas ahora, cómo van a poder encontrar comida y vestiduras para cien mil bocas y espaldas inútiles. Y en segundo lugar, habiendo un millón redondo de criaturas en figura humana en todo este reino, cuya subsistencia entera puesta en un patrimonio común, los dejaría en deuda dos millones de libras esterlinas, sumando a los mendigos de profesión, al grueso de los agricultores, aldeanos y obreros, con sus esposas e hijos, que en efecto son mendigos; deseo a esos políticos a los que no les gusta mi obertura, y tal vez sean tan audaces en intentar una respuesta, que primero pregunten a los padres de estos mortales, si en este día no pensarían que es una gran felicidad haber sido vendidos por comida a los años de edad, a la manera Yo prescribo, y con ello he evitado una escena tan perpetua de desgracias, como han atravesado desde entonces, por la opresión de los propietarios, la imposibilidad de pagar renta sin dinero ni comercio, la falta de sustento común, sin casa ni ropa para cubrirlos de las inclemencias del tiempo, y la perspectiva más inevitable de intailing lo similar, o mayores miserias, sobre su raza para siempre.

    Profeso con la sinceridad de mi corazón, que no tengo el menor interés personal en esforzarme por promover esta labor necesaria, sin tener otro motivo que el bien público de mi país, avanzando en nuestro oficio, proveyendo a los infantes, aliviando a los pobres, y dando algo de placer a los ricos. No tengo hijos, por lo que puedo proponer conseguir un solo centavo; el menor tiene nueve años, y mi esposa pasó a tener hijos.


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