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10.4: Estudios de sustentabilidad- Un enfoque de alfabetización de sistemas

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    Introducción

    La transición a una economía de recursos sustentable es un proyecto tremendamente grande y complejo, e impulsará cada vez más las agendas de investigación y políticas en la academia, el gobierno y la industria a lo largo del siglo XXI. Teorizar la sustentabilidad, en un ámbito académico, no es disminuirla ni marginarla. Por el contrario, las apuestas para la educación de sustentabilidad no podrían ser mayores. El relativo éxito o fracaso de la educación para la sustentabilidad en las próximas décadas, y su influencia en las prácticas gubernamentales y de la industria a nivel mundial, se sentirán en la vida cotidiana de miles de millones de personas que viven y aún no han nacido.

    El núcleo de los estudios de sustentabilidad, en el sentido académico, es la alfabetización de sistemas, una definición simple, pero con implicaciones complejas. Múltiples indicadores nos dicen que el auge global de los recursos ahora está llegando a un punto de ruptura. El simple ethos del crecimiento económico —“ más es mejor” —no es sustentable en un mundo de complejos sistemas alimentarios, hídricos y energéticos que sufren declive. El gran desafío de la sustentabilidad es integrar nuestros patrones de toma de decisiones y consumo, junto con la necesidad de viabilidad económica, dentro de una cosmovisión sustentable. Esto no va a pasar por suerte tonta. Se requerirá, ante todo y ante todo, una educación adecuada. En los siglos XIX y XX, la alfabetización universal —lectura y escritura— era el grito de captura de los reformadores de la educación. En el siglo XXI se necesita una nueva campaña global de alfabetización, esta vez alfabetización de sistemas, para promover una comprensión básica de la compleja interdependencia de los sistemas humanos y naturales.

    Aquí expondré las bases históricas de esta definición de sustentabilidad en términos de alfabetización de sistemas, y ofreceré ejemplos específicos de cómo abordar temas de sustentabilidad desde un punto de vista basado en sistemas. La alfabetización en sistemas, como meta fundamental de la educación superior, representa la evolución natural de la interdisciplinariedad, que alienta a los estudiantes a explorar conexiones entre disciplinas tradicionalmente aisladas y ha sido una prioridad educativa reformista durante varias décadas en Estados Unidos. La alfabetización de sistemas es una forma evolucionada de práctica interdisciplinaria, que exige competencia intelectual (no necesariamente de mando) en una variedad de campos para abordar mejor los problemas ambientales específicos del mundo real.

    Por ejemplo, la investigación de un estudiante sobre la deforestación de la Amazonía bajo un paradigma de estudios de sustentabilidad requeriría una investigación en una variedad de campos que normalmente no se reúnen bajo el régimen disciplinario tradicional. Estos campos podrían incluir la biología vegetal, la hidrología y la climatología, junto con la economía, la sociología y la historia y literatura del Brasil poscolonial. La alfabetización de sistemas, en pocas palabras, combina el estudio de la historia social y los discursos culturales con una comprensión técnica de los procesos ecosistémicos. Solo esta combinación ofrece una visión integral de los desafíos ambientales del mundo real a medida que se desarrollan en el siglo XXI.

    Desde el punto de vista de la alfabetización de sistemas, los estudios de sustentabilidad se trabaja en dos planos a Los estudiantes de la sustentabilidad reconocen la interdependencia absoluta de los sistemas humanos y naturales —de hecho que el ser humano y todas sus obras no son sino naturales— mientras que al mismo tiempo reconocen que para resolver nuestros problemas ambientales debemos hablar a menudo del mundo natural y las sociedades humanas como si se trataran de entidades separadas regidas por reglas distintas. Por ejemplo, es muy útil examinar aspectos de nuestro sistema humano como diacrónico, como evolucionar progresivamente a lo largo del tiempo histórico, mientras vemos los sistemas naturales más de acuerdo con patrones sincrónicos de repetición y equilibrio. Los rasgos diacrónicos de la evolución social humana desde 1500 incluirían la historia del comercio y las finanzas, la colonización y el desarrollo fronterizo, y la tecnología y la urbanización, mientras que los ejemplos de sincronicidad de la naturaleza se ejemplificarían en los patrones migratorios de aves, reproducción vegetal y animal, o la ecología microbiana de un lago o río. Una visión diacrónica analiza los cambios en un sistema a lo largo del tiempo, mientras que la vista sincrónica examina las partes interrelacionadas del sistema en un momento dado, asumiendo un estado estable.

    Si bien la distinción entre sistemas diacrónicos y sincrónicos es en cierto sentido artificial, sí destaca la inevitabilidad estructural de la disfunción cuando los dos sistemas entrelazados operan en diferentes líneas de tiempo y principios. El apetito de principios del siglo XX por el caucho para servir a la emergente industria automotriz, por ejemplo, marca un capítulo importante en la historia “heroica” de la tecnología humana, al tiempo que significa una transición muy diferente en la historia de los ecosistemas forestales en Asia y América Latina. La historia humana desde la transición agrícola hace 10,000 años, y en una escala mucho más dramática en los últimos doscientos años, está llena de tales ejemplos de nuevas tecnologías humanas que crean una demanda repentina y abrumadora de un recurso natural previamente ignorado, y remodelando ecosistemas enteros en grandes áreas en para extraer, transportar e industrializar el material recién mercantilado.

    Biocomplejidad

    Para los estudiantes de humanidades y ciencias sociales, los estudios de sustentabilidad requieren la adopción de un nuevo vocabulario conceptual extraído de las ciencias ecológicas. Entre los más importantes de estos conceptos se encuentra la complejidad. La biocomplejidad, la interacción caóticamente variable de elementos orgánicos en múltiples escalas, es la característica definitoria de todos los ecosistemas, incluidos los humanos. La ciencia de la biocomplejidad busca comprender este funcionamiento no lineal de los elementos a través de múltiples escalas de tiempo y espacio, desde lo molecular hasta lo intercontinental, desde el microsegundo hasta los milenios y el tiempo profundo. Tal enfoque no ha sido posible hasta hace muy poco. Por ejemplo, solo desde el desarrollo de la secuenciación genómica (asequible) en la última década los biólogos han comenzado a investigar cómo los ambientes regulan las funciones génicas, y cómo los cambios en las condiciones biofísicas ejercen presión sobre la selección de especies e impulsan la evolución.

    Imagen de Biocomplexity Spiral
    Figura\(\PageIndex{1}\) La Espiral de Biocomplejidad. La espiral de biocomplejidad ilustra el concepto de biocomplejidad, la interacción caóticamente variable de elementos orgánicos en múltiples escalas. Fuente: Fundación Nacional de Ciencia de los Estados Unidos

    ¿Cómo es importante el concepto de complejidad para los estudios de sustentabilidad? Para ofrecer un ejemplo, un paradigma de biocomplejidad ofrece la oportunidad de comprender y defender mejor la biodiversidad, una preocupación ambiental central. Incluso con el rápido aumento del conocimiento en las ciencias biofísicas en las últimas décadas, existen grandes brechas en nuestra comprensión de los procesos naturales y los impactos humanos sobre ellos. Sorprendentemente poco se sabe, por ejemplo, sobre las susceptibilidades de las poblaciones de especies al cambio ambiental o, por el contrario, cómo preservar la biodiversidad podría mejorar la resiliencia de un ecosistema. En contraste con las prácticas ampliamente reduccionistas de la ciencia del siglo XX, que han oscurecido estas interrelaciones, la nueva ciencia de la biocomplejidad comienza con presunciones de ignorancia, y a partir de ahí pasa a mapear la complejidad, medir los impactos ambientales, cuantificar el riesgo y la resiliencia, y ofrecer argumentos cuantitativos a favor de la importancia de la biodiversidad. Tales argumentos, como complemento científico de llamamientos más convencionales y emotivos para la protección de la vida silvestre, podrían entonces formar la base de una política progresiva de sustentabilidad.

    Pero tales proyectos de recopilación de datos también son impresionantes en las demandas que imponen al análisis. La información acumulada es constante y abrumadora en volumen, y los métodos por los cuales procesar y operacionalizar los datos hacia prácticas sustentables aún no se han ideado o están integrados de manera imperfecta dentro de las estructuras de investigación académica y los motores de formulación de políticas de gobierno y industria. Elaborar esos métodos requiere una visión humanista y científica, una necesidad de comprender interacciones complejas desde el nivel molecular hasta el nivel institucional y social.

    Un ejemplo práctico de biocomplejidad como marco para los estudios de sustentabilidad ambiental son los sutiles vínculos entre la hipóxica “zona muerta” en el Golfo de México y las prácticas agrícolas en la cuenca del río Mississippi. Comprender el impacto del riego por ingeniería hidráulica, el fertilizante nitrogenado, el drenaje y la deforestación en el Medio Oeste en las pesquerías del Golfo es un problema clásico de biocomplejidad, que requiere la fusión de datos entre una gran cantidad de especialistas científicos, desde hidrólogos hasta químicos, botánicos, geólogos, zoólogos e ingenieros. Sin embargo, aún al concluir dicho estudio, queda por explorar la dimensión humana, específicamente, cómo la industria, la política, la cultura y la ley han interactuado, en escalas de tiempo decenales, para degradar el sistema ríooceánico estrechamente acoplado del Golfo de Misisipi. Un enfoque cuantitativo sólo va hasta el momento. En un momento clave del proceso, la acumulación de hechos debe dar paso a la obra narrativa, a la descripción humanista de deseos, historias y discursos tal como han gobernado, en este caso, el uso de la tierra y el agua en la región del Golfo de Mississippi.

    A la complejidad se deben agregar los términos resiliencia y vulnerabilidad, como conceptos centrales de los estudios de sustentabilidad. La resiliencia de un sistema —tomemos por ejemplo, la vida silvestre del círculo ártico— se refiere a la estabilidad autorrenovadora de ese sistema, a su capacidad para recuperarse de choques y amenazas dentro del rango de variabilidad natural. La vulnerabilidad de la vida silvestre ártica, por el contrario, se refiere al punto en el que la resiliencia se erosiona hasta el punto de ruptura. El calentamiento de las temperaturas en el Ártico, muchas veces el promedio mundial, amenaza ahora los hábitats del oso polar y las morsas, y están alterando los hábitos reproductivos y migratorios de casi todas las poblaciones de vida silvestre del norte. Las comunidades humanas del Ártico también están experimentando el umbral de su resiliencia a través del aumento del nivel del mar y la erosión costera. Pueblos enteros enfrentan la evacuación y la perspectiva traumática de la vida como refugiados ambientales.

    Como se mencionó anteriormente, nos hemos acostumbrado a hablar de “naturaleza” o “el medio ambiente” como si de alguna manera estuvieran separados de nosotros, algo que podría dictar nuestra elección de destino vacacional o calendario de pared, pero nada más. Una contra-metáfora útil para los estudios de sustentabilidad, para compensar esta visión habitual, es pensar en los sistemas humanos y naturales en términos metabólicos. Al igual que el cuerpo humano, una ciudad moderna, por ejemplo, es un sistema dependiente de la energía que involucra entradas y salidas. Todos los días se bombean millones de toneladas de recursos naturales (materias primas, bienes de consumo, alimentos, agua, energía) a las ciudades del mundo, lo que los convierte en residuos (relleno sanitario, efluente, emisiones de carbono, etc.).

    A diferencia del cuerpo humano, sin embargo, el metabolismo de las ciudades modernas no es un sistema cerrado y autosostenible. Las ciudades están consumiendo recursos a un ritmo que requeriría un planeta una vez y media el tamaño de la Tierra para sostenerlo, y están expulsando desechos a la tierra, el agua y el aire que están degradando aún más la capacidad del planeta para renovar sus reservas vitales. Aquí, otra metáfora corporal —la “huella” ambiental— se ha convertido en un medio popular para imaginar la suficiencia y el exceso en nuestro consumo de recursos. La metáfora de huella es útil porque nos proporciona una medición de imagen tanto de nuestro propio volumen de consumo como del impacto ambiental de los bienes y servicios que utilizamos. Al asegurarnos de consumir menos, y de utilizar solo aquellos bienes y servicios con una huella responsablemente baja, a su vez reducimos nuestra propia huella en el planeta. De manera importante, el problema de la insustentabilidad es un problema de residuos. Desde un punto de vista puramente instrumentista o consumista, el desperdicio es incidental o irrelevante para el valor de un producto. Una visión metabólica de los sistemas, por el contrario, promueve conceptos de sustentabilidad como los bucles cerrados y la neutralidad de carbono para las cosas que fabricamos y consumimos, por lo que no hay restos tóxicos a lo largo de todo el ciclo de vida de un producto. En este sentido, la alfabetización de sistemas es tanto un hábito o estilo de observar el mundo cotidiano como un principio académico para el aula. Porque al final, el destino de los ecosistemas del mundo dependerá no de lo que aprendamos en el aula sino de la medida en que integremos ese aprendizaje en nuestras vidas más allá de él: en nuestra práctica profesional y carreras, y las elecciones de estilo de vida y consumo que tomemos en los próximos años y décadas. Si la alfabetización de sistemas se traduce en una cosmovisión y una forma de vida, entonces la sustentabilidad es posible.

    Preguntas de revisión

    1. ¿Qué son las visiones sincrónicas y diacrónicas del tiempo, y cómo la distinción nos ayuda a comprender la relación entre los sistemas humanos y naturales, y a reescribir potencialmente la historia desde un punto de vista ambiental?
    2. ¿Cómo es fundamental una visión bio-compleja de las relaciones entre los sistemas humanos y naturales para la sustentabilidad, tanto en la teoría como en la práctica?

    Glosario

    Biocomplejidad

    Una característica definitoria de los seres vivos y sus relaciones entre ellos. El concepto de biocomplejidad enfatiza las múltiples conexiones dependientes dentro de los ecosistemas, y entre los ecosistemas y las sociedades humanas.

    Neutralidad de Carbono

    Para ser neutros en carbono, las emisiones de carbono de un producto consumible o actividad humana no deben implicar el consumo de energía basada en carbono (algo difícil de lograr bajo nuestro régimen actual), o compensar ese consumo mediante la reducción de una cantidad equivalente de carbono atmosférico durante su ciclo de vida.

    Bucles Cerrados

    La reforma sustentable de la producción industrial y la gestión de residuos enfatiza el reciclaje de materiales de regreso al medio ambiente o al ciclo industrial, es decir, eliminar por completo el concepto de residuos.

    Diacrónico/Sincrónico

    Una visión diacrónica de un sistema examina su evolución a lo largo del tiempo, mientras que una visión sincrónica se ocupa de sus características en un solo punto en el tiempo.

    Interdisciplinariedad

    Una tendencia en la investigación y enseñanza en educación superior de los últimos treinta años que enfatiza el puente de disciplinas tradicionales, y que es un marco esencial para los estudios de sustentabilidad.

    Ciclo de vida

    En términos de sustentabilidad, todo el ciclo de vida de un producto debe medirse por su impacto ambiental, no simplemente por su punto de producción, consumo o eliminación. Un aspecto clave de la educación general sobre sustentabilidad es la comprensión de dónde se originan los bienes, los procesos industriales requeridos para su fabricación y transporte, y su destino después de su uso.

    Metabolismo y Huella

    Dos metáforas, relacionadas con el cuerpo humano, para conceptualizar la relación entre consumo y desperdicio a nivel social. El metabolismo enfatiza un sistema de insumos y salidas dependientes de la “energía” y medidos de acuerdo con la “salud” del conjunto, mientras que la huella es una métrica popular para cuantificar los impactos ambientales de bienes, servicios y estilos de vida.

    Resiliencia y vulnerabilidad

    Términos importantes de medición para el impacto del cambio ambiental, particularmente en las comunidades humanas. El objetivo del análisis y la política de sustentabilidad, en todos los niveles, es potenciar la resiliencia de las comunidades al cambio, es decir, para mitigar su vulnerabilidad.

    Alfabetización en Sistemas

    Una filosofía educativa que enfatiza la competencia del estudiante en una amplia variedad de disciplinas, para que pueda comprender mejor las operaciones de esos sistemas complejos, tanto humanos como naturales, que sustentan la sustentabilidad.


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