Era para sentarse, en el espeso anochecer de diciembre, junto a una chimenea de capucha tan ancha, bajo apenas esas vigas de roble negro, con el sentido de que más allá de los paneles mullioned las ba...Era para sentarse, en el espeso anochecer de diciembre, junto a una chimenea de capucha tan ancha, bajo apenas esas vigas de roble negro, con el sentido de que más allá de los paneles mullioned las bajadas se oscurecían hasta una soledad más profunda: era para la indulgencia definitiva en tales sensaciones que Mary Boyne había soportado durante casi catorce años años la fealdad que amortigua el alma del Medio Oeste, y que Boyne tenía tierra tenazmente en su ingeniería hasta que, con una repenti…