A las diez treinta y cuatro aterrizaron en el techo de la oficina de correos de Santa Fe; a las diez treinta y siete Bernard había llegado a la Oficina del Contralor Mundial en Whitehall; a las diez t...A las diez treinta y cuatro aterrizaron en el techo de la oficina de correos de Santa Fe; a las diez treinta y siete Bernard había llegado a la Oficina del Contralor Mundial en Whitehall; a las diez treinta y siete estaba hablando con el cuarto secretario personal de su forfaship; a las diez cuarenta y cuatro le estaba repitiendo su historia al primer secretario, y a las diez cuarenta y siete y medio era la voz profunda y resonante del propio Mustapha Mond la que sonó en sus oídos.