Tenía que guardarme perpetuamente contra la maravilla de la contemplación en la que me traicionaba mi visión iniciada; para comprobar la mirada irrelevante y el suspiro desanimado en el que constantem...Tenía que guardarme perpetuamente contra la maravilla de la contemplación en la que me traicionaba mi visión iniciada; para comprobar la mirada irrelevante y el suspiro desanimado en el que constantemente tanto atacaba como renunciaba al enigma de lo que un caballero tan pequeño podría haber hecho que merecía un penalti.