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1.3: El valor de los métodos científicos

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    El campo de la biología de la conservación aplica métodos científicos para lograr sus objetivos. Al igual que las ciencias médicas, que aplican principios desde la fisiología, la anatomía y la genética a problemas de salud humana, los biólogos de conservación resuelven problemas de biodiversidad utilizando principios de campos como las matemáticas, la medicina veterinaria, las ciencias sociales y varias ciencias naturales (Figura 1.3). La biología de la conservación difiere de estas y otras disciplinas componentes en que su objetivo principal es la preservación a largo plazo de la biodiversidad. A diferencia de muchos otros campos científicos, la biología de la conservación también puede describirse como una disciplina de crisis (Soulé, 1985; Kareiva y Marvier, 2012). Es decir, a menudo se requiere que los biólogos de la conservación den pasos creativos para responder a amenazas inminentes, generalmente sin un conocimiento completo de los sistemas que requieren atención. Los científicos de conservación también deben articular visiones a largo plazo para la conservación más allá de resolver problemas inmediatos.

    Figura 1.3 La biología de la conservación se basa en muchas otras ciencias para proteger la biodiversidad. Está estrechamente relacionado con el manejo de los recursos naturales, que tiene como objetivo gestionar la biodiversidad principalmente en beneficio de los humanos. Los proyectos integrados de conservación y desarrollo (ICDP) son proyectos que manejan la naturaleza en beneficio tanto de los humanos como de la biodiversidad. Después de Kareiva y Marvier, 2012; Temple, 1991, CC BY 4.0.

    Para ser efectivos, los biólogos de la conservación deben demostrar la relevancia de sus hallazgos para una variedad de actores. Para tener éxito en esta tarea, no se puede sobreenfatizar la importancia de principios científicos sólidos. La naturaleza es una red compleja de muchas conexiones interdependientes y bucles de retroalimentación. La ciencia se sustenta en principios que proporcionan a los conservacionistas las herramientas cuantitativas y cualitativas necesarias para medir y controlar mejor todos estos diferentes aspectos de la biodiversidad. Tales mediciones nos permiten comprender mejor los sistemas naturales complejos y las consecuencias de las actividades humanas. Los datos confiables e imparciales obtenidos a partir de métodos científicos sólidos y transparentes también facilitan la formulación de políticas que con demasiada frecuencia se basan en juicios de valor de no expertos que deben equilibrar muchas necesidades y diferentes fuentes de información (Ntshotsho et al., 2015).

    Una de las piedras angulares de la ciencia moderna es identificar una hipótesis (una explicación propuesta para una observación específica) a evaluar. Las mejores hipótesis, a menudo expresadas como metas u objetivos, suelen ser las que son SMART:

    Establecer metas y objetivos específicos, medibles, realistas y con plazos determinados es esencial para una conservación efectiva.

    Específico: no excesivamente general;

    Medible: tiene ambas unidades y un método de medición;

    Alcanzable: realista de lograr;

    Relevantes: relacionados con lo que hay que lograr;

    Plazo: alcanzable dentro de un período de tiempo específico.

    Identificar metas y objetivos SMART es un aspecto esencial de la biología de la conservación. Sin tales puntos de referencia, los practicantes no pueden saber si sus tareas fueron exitosas, o cuándo deben ajustarse las acciones de gestión para lograr el éxito. Si bien esto puede parecer obvio, muchos proyectos de conservación anteriores han fracasado porque los biólogos descuidaron establecer metas y objetivos SMART (Tear et al., 2005). Si bien elevado, “Vamos a salvar a todas las especies” no es un objetivo de conservación SMART porque es demasiado general, difícil de medir, poco realista y no está limitado por el tiempo. En contraste, “Queremos proteger el 25% de los humedales de nuestro país en los próximos 10 años” es una meta SMART porque establece un objetivo muy claro y medible. En general, es prudente establecer metas más pequeñas a corto plazo (por ejemplo, trimestrales) y a mediano plazo (por ejemplo, anuales) a medida que se trabaja hacia objetivos a largo plazo (por ejemplo, de 5 a 10 años); esto permite evaluar constantemente el progreso, lo que a su vez brinda oportunidades para celebraciones y ajustes estratégicos cuando sea necesario.

    Demasiadas decisiones de conservación se basan en anécdotas sesgadas, intuición personal y mitos.

    Otro estándar científico que los profesionales de la conservación deben adoptar a mayor escala es la transferencia de conocimientos adquiridos a partir de experiencias únicas y especializadas. Con demasiada frecuencia, las actividades de conservación se ven obstaculizadas por la falta de orientación de fuentes creíbles y disponibles. Esto obliga a los gerentes conservacionistas a basar decisiones importantes en anécdotas sesgadas, intuición personal e incluso mitos (Sutherland et al., 2004). Las acciones de conservación exitosas, por otro lado, a menudo se basan en resultados y pautas que fueron difundidas a la comunidad en general por profesionales que enfrentaron desafíos similares anteriormente. Para maximizar este aprendizaje de los éxitos y errores de los demás, es crucial que los científicos y gerentes de la conservación hagan todo lo posible para garantizar la transferencia de conocimiento, rastreando cuidadosamente sus actividades y publicando sus resultados y experiencias en revistas e informes científicos.

    La divulgación pública se basa en la conexión existente del público con la naturaleza y le ayuda a comprender mejor el valor de la biodiversidad local.

    Sin embargo, la conservación de la biodiversidad no se logra simplemente estableciendo metas SMART, midiendo los resultados y publicando resultados en revistas e informes científicos. También es importante que los biólogos de la conservación participen en actividades de divulgación pública, durante las cuales puedan construir sobre la conexión existente del público con la naturaleza, ayudarlos a comprender mejor el valor de la biodiversidad en su área local y permitirles contribuir activamente en proyectos de conservación. Al interactuar con el público, los practicantes de la conservación deben ser sensibles a las emociones complicadas e intereses divergentes de diferentes grupos de personas (Milfont et al., 2017), especialmente los pueblos vulnerables que pueden verse afectados negativamente, ojalá solo a corto plazo, por acciones de conservación. Esto requiere un sentido de conciencia emocional, porque las palabras que elegimos importan cuando animamos a otros a cuidar y reducir su impacto en la naturaleza. Igualmente importante, los biólogos de la conservación, como con cualquier campo de la ciencia, deben ser escépticos de sus resultados. El proceso de generación de datos no es igual a generar hechos, porque los datos pueden estar plagados de sesgos, imprecisión e incertidumbre. Esto es quizás aún más importante a la hora de compartir hallazgos con laicos, ya que los científicos tienen una formación rigurosa para comprender la incertidumbre y conectar causa y efecto. Poner en contexto los hallazgos científicos con una explicación adecuada y clara es un desafío para todos los científicos, pero es necesario, especialmente cuando se asocia con conservacionistas no capacitados específicamente como científicos.


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