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12.5: Conclusión

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    Los problemas desafiantes a menudo se resuelven cuando un grupo diverso de personas de diferentes orígenes y puntos de vista se unen para beneficio mutuo. Resolver los delitos ambientales no es diferente: la historia demuestra que construir confianza y respeto hacia los seres humanos y las generaciones futuras es más poderoso que la amenaza de la fuerza. Los esfuerzos efectivos de aplicación de la ley, que requieren una cooperación multinivel desde estructuras internacionales hasta personas individuales (recuadro 12.3), a menudo se caracterizan por asociaciones entre agencias de vida silvestre y población local (Biggs et al., 2016). Estas asociaciones pueden tomar la forma de campañas educativas ambientales para incentivar la acción de conservación y el uso sustentable de los recursos (Abensperg-Traun, 2009). La cooperación entre diferentes individuos a nivel de base es otro medio muy efectivo para asegurar el uso sustentable de los recursos. Estos esfuerzos pueden tomar muchas formas, pero comienzan con decisiones individuales y grupales para evitar la destrucción de hábitats y especies para preservar algo de valor económico, cultural, biológico, científico o recreativo percibido. A través de la colaboración y la cooperación, tanto desde el nivel de base hacia arriba como desde los gobiernos hacia abajo, los biólogos de la conservación pueden lograr sus objetivos, asegurando un trato libre y justo a todos los ciudadanos independientemente de sus diversos y a veces opuestos puntos de vista sobre el manejo de los recursos naturales.

    Cuadro 12.3 Reflexiones sobre la caza furtiva y el tráfico ilegal de vida silvestre en África subsahariana

    Tamar Ron

    Consultora en Conservación de Biodi

    tamarron@bezeqint.net

    Las dos causas principales de la alarmantemente rápida pérdida de vida silvestre en África hoy en día son: (1) el uso insostenible de la tierra y los recursos naturales, principalmente relacionados con la toma de decisiones que no priorizan consideraciones de conservación; y (2) la sobreexplotación de animales y plantas silvestres mediante la caza furtiva y la tala ilegal.

    La caza furtiva y la tala ilegal pueden ser impulsadas localmente para su uso de subsistencia, como resultado de la pobreza; por la falta de otras fuentes de proteínas, energía e ingresos; y, en ocasiones, por el impacto intensificador de conflictos armados o situaciones posteriores a conflictos. En un país como Angola, por ejemplo, donde la guerra ha disminuido significativamente las poblaciones de vida silvestre, el impacto continuo de la caza furtiva intensiva de carne bovina bien puede llevar a la extinción de las poblaciones centrales remanentes de especies que inicialmente han sobrevivido al conflicto armado. Está impactando severamente hasta el icónico y endémico sable negro gigante (Hippotragus niger variani, CR). La caza furtiva de carne bovina es típicamente no selectiva; se dirige principalmente a mamíferos grandes y medianos, pero también a mamíferos más pequeños, aves, reptiles y peces de agua dulce. Del mismo modo, la tala ilegal de madera, carbón vegetal o cultivo basado en tala y quema, resulta en una degradación y pérdida rápida e irreversible de la biodiversidad.

    En contraste, la caza furtiva comercial suele estar impulsada por el tráfico internacional, ya sea de animales vivos (Figura 12.D) o de productos animales y vegetales, desde los países de origen hasta los mercados de destino. Los traficantes ilegales suelen estar bien financiados, sofisticados e involucrados en otras formas de delitos graves, a veces incluso en el terrorismo (por ejemplo, Nellemann et al., 2014). El comercio ilegal de vida silvestre es selectivo y constituye una amenaza inminente para especies icónicas con valor comercial, como elefantes, rinocerontes, grandes felinos, grandes simios, pangolines, tortugas marinas, loros y palo de rosa, por nombrar algunos.

    Figura 12.D En 2004, autoridades angoleñas confiscaron Massamba, un chimpancé huérfano (Pan troglodytes, EN), a cazadores furtivos, como parte de una represión contra el comercio ilegal de vida silvestre. Fotografía de Tamar Ron, CC BY 4.0.

    Si bien las causas centrales, la naturaleza y los impactos de la caza furtiva comercial y de subsistencia son diferentes, los miembros de la comunidad local son una pieza central de ambas. Su conocimiento íntimo con la vida silvestre local y sus hábitats es vital; por lo tanto, la protección efectiva de la vida silvestre se basa en su compromiso activo. Después de muchas generaciones de alienación, los miembros de la comunidad local deben ser incluidos en el proceso de toma de decisiones para el manejo sustentable de los recursos naturales. Las conservancias namibianas (Sección 14.3) ofrecen un modelo de éxito al involucrar a las comunidades en la conservación, protegiendo sus derechos, asegurando sus beneficios justos como propietarios de recursos y no simplemente como trabajadores, y proporcionándoles una capacitación adecuada.

    Los delitos contra la vida silvestre son una grave amenaza para la biodiversidad y, si bien deben reconocerse y abordarse las influencias locales, estos delitos deben tratarse como una prioridad de aplicación global. Los esfuerzos nacionales continuos y coordinados de todos los sectores relevantes, y con la cooperación global, son esenciales para el éxito. Dichos esfuerzos deben incluir: (1) mejorar la conciencia a todos los niveles; (2) legislación y políticas adecuadas; (3) disuadir de manera realista los castigos y la confiscación de los ingresos por delitos contra la vida silvestre; (4) fortalecer las capacidades de aplicación e inteligencia en todos los países de origen, destino y tránsito; (5) abordar desafíos de gobernanza; y 6) tratar de erradicar los mercados, o al menos reducir la demanda de productos ilícitos de vida silvestre. Los conductores de la caza furtiva, los sindicatos internacionales del crimen y los intermediarios, deben ser atacados. La aplicación enfocada principalmente al nivel de los cazadores furtivos nunca puede lograr los resultados deseados. A menudo, no son menos víctimas que sus especies objetivo. Además, si el mundo quiere proteger especies icónicas, no se puede esperar que la carga de su conservación, y los daños causados por los conflictos entre humanos y vida silvestre, recaiga únicamente en aquellas comunidades que por casualidad comparten su hábitat. El esfuerzo global y el apoyo sustantivo requeridos no deben ser vistos como una contribución, sino como responsabilidad mutua para lograr un objetivo global.

    Por último, tal vez tengamos que aceptar que la erradicación total de los delitos contra la vida silvestre puede no ser alcanzable. No hay remedio mágico, ni un solo perpetrador. Sin embargo, los esfuerzos integrados para reducir estos delitos deben fortalecerse en todos los niveles. Simplemente no podemos renunciar a nuestras especies semejantes.


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