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13.3.6: Estrategias que apoyan el desarrollo del lenguaje-atención conjunta

  • Page ID
    150064
    • Todd LaMarr
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    Atención Conjunta

    La atención conjunta se refiere a un enfoque compartido entre un cuidador y un niño (incluyendo la mirada, el señalar y la atención visual). La atención conjunta es una característica importante del desarrollo del lenguaje porque una vez que se comparte la atención conjunta, el cuidador y el niño tienen un contexto comunicativo en el que la información sobre objetos o eventos en el entorno se puede comunicar de manera efectiva. [1]

    Cuidador sosteniendo a un niño pequeño en brazos apuntando a un globo de aire caliente mientras el niño mira.
    Figura\(\PageIndex{1}\): Cuidador y niño pequeño dedicados a la atención conjunta ([2])

    Durante los dos primeros años de vida del niño, se piensa que la atención conjunta emerge gradualmente en interacción con el desarrollo emocional y social del niño, así como resultado del desarrollo cognitivo que involucra habilidades como procesamiento, atención y autorregulación (Morales et al., 2000). Ya en los primeros cuatro meses de vida, los infantes comienzan a relacionarse con sus cuidadores en períodos sostenidos de mirada cara a cara o mutua (Johnson & de Haan, 2011). Entre las edades de 9 a 12 meses, los niños empiezan a explorar más su entorno. En este punto, la atención diádica se desplaza hacia la atención triádica en la que cuidador y niño comienzan a coordinar y dividir sistemáticamente su atención entre objetos o eventos en el ambiente y entre sí (Carpenter et al., 1998; Wille, Van Lierde & Van Herreweghe, 2019). Cabe señalar, sin embargo, que estos episodios de atención conjunta triádica no ocurren con frecuencia hasta que los niños tienen alrededor de 15 a 18 meses de edad (Carpenter et al., 1998). [1]

    La atención conjunta está relacionada con el desarrollo del lenguaje. La capacidad de los niños para responder a las ofertas de atención conjunta por parte de su cuidador a los 6, 8, 10 y 18 meses de edad se ha reportado para predecir el tamaño del vocabulario a los 30 meses de edad (Morales et al., 2000). Curiosamente, también hay alguna evidencia que sugiere que responder a la atención conjunta puede ser predictivo del tamaño del vocabulario receptivo y que iniciar la atención conjunta puede ser predictivo del tamaño del vocabulario expresivo (Markus et al., 2001; Mundy, Fox & Card, 2003; Mundy & Gomes, 1998). El comportamiento de seguimiento de la mirada a los 10 a 11 meses predijo el vocabulario receptivo tanto a los 14 como a los 18 meses (Brooks y Meltzoff, 2005). Además, la respuesta de los bebés a término a las alternancias de mirada en interacciones triádicas a los 9 meses e iniciando interacciones triádicas a los 14 meses se correlacionaron positivamente con el lenguaje posterior, de tal manera que los bebés con más capacidad de respuesta a los cambios de mirada tuvieron mejores puntuaciones de lenguaje receptivo y expresivo a los 30 meses (De Schuymer et al., 2011). Las diferencias individuales en responder a la atención conjunta a los 9 y 12 meses e iniciar la atención conjunta a los 18 meses predijeron lenguaje expresivo de 24 meses (Mundy et al., 2007). [4] [3]

    Cuidador que sostiene al niño pequeño en brazos mientras ambos miran a lo lejos.
    Figura\(\PageIndex{1}\): Cuidador y niño pequeño dedicados a la atención conjunta. ([4])

    Una razón por la que la atención conjunta se relaciona con el desarrollo del lenguaje es porque la atención compartida hacia un objeto permite que el lenguaje se mapee más fácilmente a los objetos. Por ejemplo, si un cuidador y un bebé están atendiendo conjuntamente al mismo objeto, como un dinosaurio, cuando el cuidador usa la palabra “dinosaurio” crea un vínculo claro entre el objeto (dinosaurio) y su etiqueta lingüística.

    Aunque la atención conjunta es una actividad natural para los cuidadores, sí requiere una inversión de tiempo ininterrumpido para involucrarse verdaderamente con bebés y niños pequeños. Tanto tiempo de los cuidadores se puede dedicar a las rutinas de cuidado, preparación y limpieza, puede ser un desafío reservar tiempo para que se lleve a cabo la atención conjunta. Para que se produzca una atención conjunta, los cuidadores deben estar plenamente presentes en sus interacciones con los niños ya que comparten la atención conjunta a través de la mirada ocular, la atención visual y el señalar, a menudo acompañados de tacto físico y lenguaje. Un estudio encontró que en 200 niños pequeños registrados durante veinte minutos mientras asistían a programas de atención grupal, un tercio de los niños no se involucró en ninguna atención conjunta con los cuidadores (Smith, 1999). Cuando los cuidadores practican la lectura de las señales comunicativas y practican la atención conjunta con bebés y niños pequeños, mejoran su capacidad de compartir la atención conjunta con los niños (Cain, Rudd & Saxon, 2007; Gouri-Guberman, 2015; Rudd, Cain & Saxon, 2008). Una razón por la que la atención conjunta puede ser beneficiosa es que aumenta la cantidad de tiempo que los bebés prestan atención a algo, como un objeto. Durante los momentos de atención conjunta, los cuidadores pueden aumentar la atención de un bebé hablando y manipulando manualmente el objeto que le interesa a un bebé (Suarez-Rivera, Smith & Yu, 2019).


    [1] Lammertink et al., (2022). Atención conjunta en el contexto de la pérdida auditiva: metaanálisis y síntesis narrativa. Revista de Estudios para Sordos y Educación para Sordos, 27 (1), 1-15. CC por 4.0

    [2] Imagen de Kenny Krosky en Unsplash.

    [3] Çetinçelik et al., (2021). ¿Lo tienen los ojos? Una revisión sistemática sobre el papel de la mirada ocular en el desarrollo del lenguaje infantil. Fronteras en Psicología, 11, 3627. CC por 4.0

    [4] Imagen de Praveen kumar Mathivanan en Unsplash.


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