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19.2: ¿Cuáles son algunas cuestiones clave en las que se diferencian estas metateorías?

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    Un primer lugar obvio para comenzar a identificar similitudes y diferencias entre las cuatro metateorías es su énfasis relativo en la naturaleza versus la crianza, o en la importancia relativa de la persona y del entorno. Antes de embarcarnos en este tema, es importante señalar que ninguna de las metateorías asume que sólo uno de estos ingredientes (es decir, persona o ambiente) es necesario y suficiente para generar desarrollo. Incluso la más maduradora de las metateorías reconoce que el ambiente debe proporcionar nutrientes esenciales para que se desarrolle el programa de maduración. Ninguna semilla germinará sin tierra, agua y sol. Sin embargo, es la semilla la que contiene el modelo de desarrollo la que determina el diseño maduro del organismo. En una línea similar, ni siquiera la metateoría más mecanicista pierde la pista del hecho de que sin ciertas capacidades organizativas —como la capacidad de detectar y responder a contingencias ambientales— no es posible ningún condicionamiento social. No obstante, es el entorno el que trae la agenda de desarrollo el que dará forma a la trayectoria del comportamiento.

    Es el peso relativo que se le da a cada factor lo que distingue a las metateorías. La Figura 8.1 representa las cuatro metateorías a lo largo de dos ejes importantes: el eje horizontal representa la importancia relativa que la metateoría asigna a la persona, y el eje vertical representa la importancia relativa del entorno. Como puede verse por la colocación de las metateorías, las metateorías maduracionales asignan gran peso a la persona y muy poco peso al entorno; estas metateorías asumen que cualquier ambiente promedio esperable sería suficiente para apoyar el programa maduracional. Por esa razón, a veces nos referimos a ellos como meta-teorías de la “O grande” (por su énfasis primordial en el rganismo “O”). En contraste, las metateorías mecanicistas asignan gran peso al ambiente y muy poco peso a la persona; asumen que los humanos normales vienen con el equipo necesario para detectar y responder al condicionamiento social. Por esa razón, a veces nos referimos a ellas como metateorías de la “E grande” (por su énfasis primordial en el entorno “E”).

    Las metateorías organizativas asignan gran peso al organismo (como podría inferirse del nombre de la metateoría) pero, dado que el objetivo del organismo es adaptarse al entorno, estas metateorías asignan un papel más importante al ambiente. Por esa razón, a veces nos referimos a ellas como meta-teorías de “grandes O-little e” (por su énfasis en el rganismo “O” sin olvidar el entorno “e”). Las metateorías contextuales, como su nombre lo indica, asignan gran peso al contexto pero, dado que se considera que el individuo es un agente activo que selecciona, inicia y responde al entorno, estas metateteorías ven a la persona como también jugando un papel importante. Por esa razón, a veces nos referimos a ellas como meta-teorías de “grandes E-little o” (por su énfasis en el entorno “E” sin olvidar el “o” rganismo).