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8.9: Andamiando la Imagen Mental

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    En el capítulo 3 presentamos el debate imaginario, que se refiere a dos relatos diferentes de las propiedades arquitectónicas de las imágenes mentales. Un relato, conocido como la teoría representativa (Kosslyn, 1980, 1994; Kosslyn, Thompson, & Ganis, 2006), sostiene que experimentamos las propiedades visuales de las imágenes mentales porque el formato de estas imágenes es cuasi-pictórico, y que literalmente representan información visual.

    El otro relato, la teoría proposicional, propone que las imágenes no son representativas, sino que describen propiedades visuales utilizando una representación lógica o proposicional (Pylyshyn, 1973, 1979b, 1981a, 2003b). Argumenta que las propiedades privilegiadas de las imágenes mentales propuestas por Kosslyn y sus colegas son en realidad el resultado de la falacia intencional: las propiedades espaciales que Kosslyn asigna al formato de las imágenes deberían asignarse más adecuadamente a sus contenidos.

    El soporte principal para la teoría representativa proviene de la evidencia de complejidad relativa recopilada de experimentos sobre escaneo de imágenes (Kosslyn, 1980) y rotación mental (Shepard & Cooper, 1982). Esta evidencia generalmente muestra una relación lineal entre el tiempo requerido para completar una tarea y una propiedad espacial de una transformación de imagen. Por ejemplo, a medida que aumenta la distancia entre dos ubicaciones en una imagen, también lo hace el tiempo requerido para escanear la atención de una ubicación a otra. De igual manera, a medida que aumenta la cantidad de rotación que se debe aplicar a una imagen, también lo hace el tiempo requerido para juzgar que la imagen es la misma o diferente de otra. Los defensores de la teoría proposicional han criticado estos resultados demostrando que son cognitivamente penetrables (Pylyshyn, 2003c): un cambio en la información tácita elimina la relación lineal entre el tiempo y la transformación de la imagen, lo que no sería posible si las propiedades representativas de las imágenes mentales eran primitivos.

    Si un proceso como el escaneo de imágenes es cognitivamente penetrable, entonces esto significa que los sujetos tienen la opción de no tomarse el tiempo para escanear la atención a través de la imagen. Pero esto plantea una pregunta más: “¿Por qué la gente debería persistir en usar este método al escanear enteramente en su imaginación donde no se aplican las leyes de la física y los principios del escaneo espacial (ya que no hay espacio real)?” (Pylyshyn, 2003b, p. 309). La teoría de la cognición visual de Pylyshyn proporciona una posible respuesta a esta pregunta que resulta intrigante, porque apela a una propuesta clave del enfoque encarnado: el andamiaje cognitivo.

    El enfoque de andamios de Pylyshyn para las imágenes mentales se inspiró en un paradigma de investigación general que investigó si el procesamiento visual y las imágenes mentales compartían mecanismos. En tales estudios, los sujetos superponen una imagen mental sobre otra información que se presenta visualmente, para ver si las diferentes fuentes de información pueden interactuar, por ejemplo produciendo una ilusión visual (Bernbaum &Chung, 1981; Finke&Schmidt, 1977; Goryo, Robinson, &Wilson, 1984; Ohkuma, 1986). Esto inspiró lo que Pylyshyn (2007) llamó la hipótesis de proyección del índice. Esta hipótesis pone en contacto la teoría de la cognición visual de Pylyshyn con la ciencia cognitiva encarnada, porque invoca andamios cognitivos a través del mundo visual.

    De acuerdo con la hipótesis de proyección del índice, las imágenes mentales son andamiadas por índices visuales que se asignan a entidades del mundo real (es decir, a presentar visualmente). Por ejemplo, considere la aplicación de Pylyshyn (2003b) de la hipótesis de proyección de índice al paradigma del mapa mental utilizado para estudiar el escaneo de imágenes:

    Si, por ejemplo, te imaginas el mapa utilizado para estudiar el escaneo mental superpuesto sobre una de las paredes de la habitación en la que te encuentras, puedes usar las características visuales de la pared para anclar diversos objetos en el mapa imaginado. En este caso, el aumento en el tiempo que lleva acceder a la información de loci que están más separados se explica fácilmente ya que las 'imágenes, 'o, de manera más neutra,' pensamientos 'de estos objetos, en realidad se encuentran más alejadas. (Pylyshyn, 2003b, p. 376, p. 374)

    En otras palabras, las propiedades espaciales reveladas en los estudios de exploración mental no se deben a las imágenes mentales per se, sino que surgen de “la naturaleza espacial real del mundo sensorial sobre el que se 'proyectan'” (p. 374).

    Si la hipótesis de proyección del índice es válida, entonces ¿cómo da cuenta de los resultados del escaneo mental cuando no hay mundo externo visible? Pylyshyn argumentó que en tales condiciones, la relación lineal entre la distancia en una imagen y el tiempo para escanearla puede no existir. Por ejemplo, la evidencia indica que cuando no hay información externa visible, es posible que no sea posible un escaneo atencional suave (Pylyshyn & Cohen, 1999). Además, la exploración de imágenes mentales va acompañada de movimientos oculares similares a los que ocurren cuando se explora una escena real (Brandt & Stark, 1997). Pylyshyn (2007) señaló que este resultado es exactamente lo que sería predicho por la hipótesis de proyección del índice, porque los movimientos oculares estarían dirigidos a entidades del mundo real a las que se les han asignado índices visuales.

    El andamiaje cognitivo de las imágenes mentales no solo puede referirse a su manipulación, sino que también puede estar involucrado cuando se crean las imágenes. Existe una larga historia del uso de las imágenes mentales en el arte de la memoria (Yates, 1966). Una técnica importante es el antiguo método de loci, en el que las imágenes mentales se utilizan para recordar una secuencia de ideas (por ejemplo, ideas a presentar en un discurso).

    La porción de memoria de la Rhetorica ad Herrenium, un texto anónimo que se originó en Roma alrededor del 86 a.C y llegó a Europa en la Edad Media, enseña el método de los loci de la siguiente manera. Un edificio conocido se utiliza como una “tableta de cera” en la que se van a “escribir” recuerdos. A medida que uno se mueve mentalmente, en orden, a través de las habitaciones del edificio, se coloca una imagen que representa alguna idea o contenido en cada locutor, es decir, en cada habitación imaginada. Durante el recuerdo, uno vuelve a caminar mentalmente por el edificio y “ve” la imagen almacenada en cada habitación. “El resultado será que, recordado por las imágenes, podamos repetir oralmente lo que hemos comprometido con los loci, procediendo en cualquier dirección desde cualquier locus que queramos” (Yates, 1966, p. 7).

    Para que el método de loci sea efectivo, se debe emplear un gran esfuerzo para crear inicialmente los loci que se utilizarán para almacenar recuerdos (Yates, 1966). Las antiguas reglas de la memoria enseñaban a los estudiantes la forma más efectiva de hacerlo. De acuerdo con la Rhetorica ad Herrenium, a cada quinto locus se le debe dar una marca distintiva. Un locus no debe ser demasiado similar a los demás, para evitar confusiones a través del parecido. Cada locus debe ser de tamaño moderado y no debe estar iluminado intensamente, y los intervalos entre loci también deben ser moderados (unos treinta pies). Yates (1966, p. 8) quedó impresionado por “la asombrosa precisión visual que [las reglas clásicas de la memoria] implican. En una memoria entrenada clásicamente se puede medir el espacio entre los loci, se permite la iluminación de los loci”.

    ¿Cómo iba a ser recordado un conjunto tan detallado de loci de memoria? Al estudiante de la memoria se le enseñó a usar lo que ahora llamaríamos andamios cognitivos. Deberían establecer un conjunto de loci yendo a un edificio real, y moviéndose literalmente a través de él de locus en locus, comprometiendo cuidadosamente cada lugar a la memoria mientras trabajaban (Yates, 1966). Se aconsejó a los estudiantes que visitaran edificios apartados para evitar que su memorización se distraiga por las multitudes que pasaban. El Fénix, un manual de memoria publicado por Pedro de Rávena en 1491, recomendó visitar iglesias poco frecuentadas por esta razón. Estas reglas clásicas para el arte de la memoria “convocan una visión de un hábito social olvidado. ¿Quién es ese hombre que se mueve lentamente en el edificio solitario, deteniéndose a intervalos con cara de intención? Es un estudiante de retórica formando un conjunto de loci de memoria” (Yates, 1966, p. 8).

    Según la hipótesis de la proyección del índice, “al anclar un pequeño número de objetos imaginados a objetos reales del mundo, el mundo imaginario hereda gran parte de la geometría del mundo real” (Pylyshyn, 2003b, p. 378). El arte clásico de la memoria, el método de los loci, invoca una noción similar de andamiaje, intentando no sólo heredar la geometría del mundo real, sino también heredar su permanencia.


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