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35.4: ¿Cuáles son algunos de los factores implicados en el desarrollo y curso de los trastornos del estado de ánimo?

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    Los trastornos del estado de ánimo son trastornos complejos resultantes de múltiples factores. Las explicaciones causales se pueden intentar en varios niveles, incluyendo los niveles biológico y psicosocial. A continuación, se destacan varios de los factores clave que contribuyen al inicio y curso de los trastornos del estado de ánimo.

    Trastornos Depresivos

    La investigación a través de estudios familiares y gemelos ha brindado apoyo a que los factores genéticos están implicados en el desarrollo de TDM. Los estudios de gemelos sugieren que la influencia familiar en el TDM se debe principalmente a los efectos genéticos y que los efectos ambientales específicos del individuo (por ejemplo, las relaciones románticas) también juegan un papel importante. Por el contrario, la contribución del efecto ambiental compartido por los hermanos es insignificante (Sullivan et al., 2000). No se entiende completamente el modo de herencia, aunque no se ha encontrado ninguna variación genética que incremente significativamente el riesgo de TDM. En cambio, varias variantes genéticas y factores ambientales probablemente contribuyan al riesgo de TDM (Lohoff, 2010).

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    Figura\(\PageIndex{1}\): Las relaciones románticas pueden afectar el estado de ánimo, como en el caso del divorcio o la muerte de un cónyuge. [“grave-710699” de Siggy Nowak/Pixabay es de dominio público.]

    Un factor estresante ambiental que ha recibido mucho apoyo en relación con el MDD son los eventos estresantes de la vida. En particular, los eventos severos estresantes de la vida, aquellos que tienen consecuencias a largo plazo e implican la pérdida de una relación significativa (por ejemplo, divorcio) o estabilidad económica (por ejemplo, desempleo) están fuertemente relacionados con la depresión (Brown & Harris, 1989; Monroe et al., 2009). Los eventos estresantes de la vida tienen más probabilidades de predecir el primer MDE que los episodios posteriores (Lewinsohn et al., 1999). En contraste, los eventos menores pueden jugar un papel más importante en episodios posteriores que en los episodios iniciales (Monroe & Harkness, 2005).

    La investigación sobre depresión no se ha limitado a examinar la reactividad a eventos estresantes de la vida. Gran parte de la investigación, particularmente la investigación de imágenes cerebrales utilizando imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI), se ha centrado en examinar el circuito neural, las interconexiones que permiten que múltiples regiones cerebrales perciban, generen y codifican información en concierto. Un metaanálisis de estudios de neuroimagen mostró que al ver estímulos negativos (por ejemplo, imagen de una cara enojada, imagen de un accidente automovilístico), en comparación con los participantes de control sanos, los participantes con TDM tienen una mayor activación en regiones cerebrales involucradas en la respuesta al estrés y una activación reducida del cerebro regiones involucradas en comportamientos motivados positivamente (Hamilton et al., 2012).

    Otros factores ambientales relacionados con el aumento del riesgo de TDM incluyen experimentar adversidad temprana (por ejemplo, abuso o negligencia infantil) (Spatz Widom et al., 2007), estrés crónico (por ejemplo, pobreza) y factores interpersonales. Por ejemplo, la insatisfacción conyugal predice aumentos en los síntomas depresivos tanto en hombres como en mujeres. Por otro lado, los síntomas depresivos también predicen aumentos en la insatisfacción conyugal (Whisman & Uebelacker, 2009). La investigación ha encontrado que las personas con TDM generan parte de su estrés interpersonal (Hammen, 2005). Las personas con TDM cuyos familiares o cónyuges pueden describirse como críticos y emocionalmente sobreinvolucrados tienen tasas de recaída más altas que las que viven con personas menos críticas y emocionalmente sobreinvolucradas (Butzlaff & Hooley, 1998).

    Los estilos atribucionales de las personas o sus formas generales de pensar, interpretar y recordar información también han sido examinados en la etiología del MDD (Gotlib & Joorman, 2010). Las personas con un estilo atribucional pesimista tienden a hacer atribuciones internas (versus externas), globales (versus específicas) y estables (versus inestables) a eventos negativos, sirviendo como una vulnerabilidad al desarrollo de MDD. Por ejemplo, alguien que, cuando repasa un examen, piensa que fue su culpa (interna), que es estúpido (global), y que siempre le va a hacer mal (estable) tiene un estilo atribucional pesimista. Varias teorías influyentes de la depresión incorporan estilos atribucionales (Abramson et al., 1978, 1989).

    Trastornos Bipolares

    Si bien se han registrado importantes avances en la investigación sobre la etiología, el curso y el tratamiento de la EB, sigue siendo necesario comprender los mecanismos que contribuyen a la aparición de episodios y recaídas. Existe evidencia convincente de causas biológicas de BD, que se sabe que es altamente heredable (McGuffin et al., 2003). Se puede argumentar que una alta tasa de heredabilidad demuestra que la BD es fundamentalmente un fenómeno biológico. Sin embargo, hay mucha variabilidad en el curso de la BD tanto dentro de una persona a través del tiempo como entre las personas (Johnson, 2005). Los desencadenantes que determinan cómo y cuándo se expresa esta vulnerabilidad genética aún no se entienden; sin embargo, hay evidencia que sugiere que los desencadenantes psicosociales pueden jugar un papel importante en el riesgo de BD (e.g., Johnson et al., 2008; Malkoff-Schwartz et al., 1998).

    Además de la contribución genética, las explicaciones biológicas de la BD también se han centrado en la función cerebral. Muchos de los estudios que utilizan técnicas de fMRI para caracterizar la BD se han centrado en el procesamiento de estímulos emocionales a partir de la idea de que la BD es fundamentalmente un trastorno de la emoción (APA, 2000). Los hallazgos muestran que las regiones del cerebro que se cree que están involucradas en el procesamiento y regulación emocional se activan de manera diferente en personas con BD en relación con los controles sanos (por ejemplo, Altshuler et al., 2008; Hassel et al., 2008; Lennox et al., 2004).

    Sin embargo, hay poco consenso sobre si una región cerebral en particular se vuelve más o menos activa en respuesta a un estímulo emocional entre las personas con BD en comparación con los controles sanos. Los hallazgos mixtos se deben en parte a muestras consistentes en participantes que se encuentran en diversas fases de la enfermedad al momento de la prueba (maníaco, deprimido, inter-episodio). Los tamaños de muestra tienden a ser relativamente pequeños, lo que dificulta las comparaciones entre subgrupos. Además, el uso de un estímulo estandarizado (por ejemplo, expresión facial de ira) puede no provocar una respuesta suficientemente fuerte. Los estímulos personalmente atractivos, como recordar una memoria, pueden ser más efectivos para inducir emociones fuertes (Isaacowitz et al., 2013).

    Dentro del nivel psicosocial, la investigación se ha centrado en los contribuyentes ambientales a la BD. Una serie de estudios muestran que los estresores ambientales, particularmente los estresores severos (por ejemplo, la pérdida de una relación significativa), pueden afectar negativamente el curso de la BD. Las personas con BD tienen un riesgo sustancialmente mayor de recaída (Ellicott et al., 1990) y sufren más síntomas depresivos (Johnson et al., 1999) después de un factor estresante grave de vida. Curiosamente, los eventos positivos de la vida también pueden afectar negativamente el curso de la BD. Las personas con BD sufren más síntomas maníacos después de eventos de la vida que implican el logro de una meta deseada (Johnson et al., 2008). Dichos hallazgos sugieren que las personas con BD pueden tener hipersensibilidad a las recompensas.

    La evidencia de la literatura sobre estrés vital también ha sugerido que las personas con trastornos del estado de ánimo pueden tener una vulnerabilidad circadiana que las vuelve sensibles a factores estresantes que interrumpen su sueño o ritmos. Según la teoría social del zeitgeber (Ehlers et al., 1988; Frank et al., 1994), los estresores que interrumpen el sueño o que interrumpen las rutinas diarias que arrastran el reloj biológico (por ejemplo, las horas de comida) pueden desencadenar una recaída del episodio. Consistente con esta teoría, los estudios han demostrado que los eventos de la vida que implican una interrupción en el sueño y las rutinas diarias, como los viajes durante la noche, pueden aumentar los síntomas bipolares en personas con BD (Malkoff-Schwartz et al., 1998).