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3.1: Desde el cristianismo

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    El cristianismo es una consecuencia directa del judaísmo, y como tal, tendrá valores, enseñanzas y creencias muy similares. La diferencia, que creció hasta que cambió la pequeña consecuencia del judaísmo en una importante religión mundial, fue la creencia en la divinidad de Jesús de Nazaret. Dos enseñanzas parecen resumir las enseñanzas que provienen de los Evangelios.

    Los Evangelios que se incluyeron en la Biblia son cuatro libros sobre Jesús, escritos por diferentes autores, que tratan de dar cuenta de la época en que Jesús de Nazaret estaba enseñando, y un relato de su muerte. Forman el núcleo de las escrituras cristianas. Hay enseñanzas y escritos de otros escritores cristianos en las escrituras cristianas, pero están escritos como letras e interpretación. Los relatos evangénicos intentan dar tradición oral en forma escrita.

    La primera sección clave, el Gran Mandamiento, es una reelaboración de un pasaje del Deuteronomio en las escrituras hebreas, y establece claramente las raíces históricas judías para el cristianismo. La segunda sección aquí es un sermón, generalmente considerado una recopilación de enseñanzas y dichos de Jesús, llamado las Bienaventuranzas, que solo significa Bendiciones.

    Frontline tiene una serie muy bonita sobre la historia de la transición del judaísmo al cristianismo.

    De Jesús a Cristo

    Mateo 22:35-40 El Gran Mandamiento

    35 Entonces uno de ellos, que era abogado, le hizo una pregunta, tentándolo y diciendo:

    36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?

    37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.

    38 Este es el primer y gran mandamiento.

    39 Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

    40 De estos dos mandamientos cuelgan toda la ley y los profetas.

    Mateo 5 Las Bienaventuranzas

    5 Y viendo las multitudes, subió a un monte; y cuando estaba puesto, sus discípulos vinieron a él;

    2 Y abrió la boca, y les enseñó, diciendo:

    3 Bienaventurados los pobres de espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos.

    4 Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados.

    5 Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.

    6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

    7 Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos obtendrán misericordia.

    8 Bienaventurados los puros de corazón: porque ellos verán a Dios.

    9 Bienaventurados los pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios.

    10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia: porque de ellos es el reino de los cielos.

    11 Bienaventurados vosotros, cuando los hombres os insulten, y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros falsamente, por mi causa.

    12 Regocíjate, y alégrate en extremo; porque grande es tu recompensa en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que estaban antes de ti.

    13 Vois la sal de la tierra; pero si la sal ha perdido su sabor, ¿con qué se salará? de aquí en adelante no sirve para nada, sino para ser echado fuera, y ser pisado bajo los pies de los hombres.

    14 Vois la luz del mundo. Una ciudad que se encuentra sobre una colina no se puede esconder.

    15 Ni los hombres encienden una vela, y la ponen debajo de una bushel, sino sobre un candelabro; y da luz a todos los que están en la casa.

    16 Así resplandezca vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

    17 No penséis que he venido a destruir la ley, ni a los profetas; no he venido a destruir, sino a cumplir.

    18 Porque de cierto os digo: Hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni un título pasarán de la ley, hasta que todo se cumpla.

    19 Por tanto, cualquiera que quebrantara uno de estos mandamientos menores, y así enseñara a los hombres, será llamado el menor en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.

    20 Porque os digo que a menos que vuestra justicia sobrepase a la justicia de los escribas y de los fariseos, en ningún caso entrareis en el reino de los cielos.

    21 Habéis oído que de ellos de antaño se decía: No matarás; y cualquiera que matare, correrá peligro del juicio.

    22 Mas yo os digo que cualquiera que se enoje con su hermano sin causa, correrá peligro de juicio; y cualquiera que diga a su hermano, Raca, correrá peligro del concilio; pero cualquiera que diga: Tonto, correrá peligro de fuego infernal.

    23 Por tanto, si traes tu don al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano debe contra ti,

    24 Deja ahí tu don delante del altar, y vete por tu camino; primero reconciliate con tu hermano, y luego ven y ofrece tu don.

    25 De acuerdo rápidamente con tu adversario, mientras estás en el camino con él; no sea que en ningún momento el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al oficial, y seas arrojado a la cárcel.

    26 De cierto te digo, de ninguna manera saldrás de allí, hasta que hayas pagado lo más lejano.

    27 Habéis oído que fue dicho por ellos de antaño: No cometerás adulterio;

    28 Mas yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.

    29 Y si tu ojo derecho te ofende, sácalo y échalo de ti; porque para ti es provechoso que uno de tus miembros perezca, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.

    30 Y si tu diestra te ofende, córtala y échala de ti; porque te es provechoso que uno de tus miembros perezca, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.

    31 Se ha dicho: Cualquiera que entienda a su mujer, déle escrito de divorcio;

    32 Mas yo os digo que cualquiera que entienda a su mujer, salvo por causa de fornicación, la hace cometer adulterio; y cualquiera que se case con la divorciada comete adulterio.

    33 Otra vez, habéis oído que ellos de antaño han dicho: No te renunciarás a ti mismo, sino que harás al Señor tus juramentos.

    34 Mas yo os digo: No juréis en absoluto, ni por el cielo, porque es el trono de Dios.

    35 Ni por la tierra; porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén; porque es la ciudad del gran Rey.

    36 Ni jurarás por tu cabeza, porque no puedes hacer un pelo blanco o negro.

    37 Pero sea tu comunicación, sí, sí; no, no; porque lo que sea más que esto viene del mal.

    38 Habéis oído que se ha dicho: Ojo por ojo, y diente por diente;

    39 Mas yo os digo: Que no resistáis al mal; mas cualquiera que te hiere en tu mejilla derecha, vuelve también a él la otra.

    40 Y si alguno te demandara ante la ley, y te quitara tu abrigo, que tenga también tu manto.

    41 Y cualquiera que te obligue a recorrer una milla, ve con él dos.

    42 Dale al que te pide, y del que te pide prestado, no te apartes.

    43 Habéis oído que se ha dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.

    44 Mas yo os digo: Ama a tus enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian, y orad por los que despreciadamente os usan y os persiguen;

    45 Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque él hace que su sol salga sobre el mal y sobre el bien, y hace llover sobre los justos y sobre los injustos.

    46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ni siquiera los publicanos lo mismo?

    47 Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis más que los demás? ni siquiera los publicanos así?

    48 Sed, pues, perfectos, así como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

    Versión King James de la Biblia

    This page titled 3.1: Desde el cristianismo is shared under a CC BY-NC-SA license and was authored, remixed, and/or curated by Jody Ondich.