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1.2: Desafíos actuales — Nuevas preguntas

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    Las interpretaciones inclusivas de la seguridad humana y los modelos multidimensionales relacionados han atraído algunas críticas. [5] Ya abordamos el cargo de titulización anterior. Como todos los modelos teóricos complejos, su aplicación requiere más datos de los que suelen estar disponibles; a menudo esto dificulta la evaluación de situaciones problemáticas específicas y el diseño de contramedidas adecuadas. Además, las prioridades y los plazos de los diferentes pilares a veces difieren o incluso chocan. Vistos a través de la lente de la sustentabilidad, algunos de los ODS se contradicen entre sí (ver Capítulo 3) y la ceguera de la ONU al sobreimpulso ecológico hace que sus aspiraciones sean poco realistas. Si bien esas dificultades son obviamente reales, pueden interpretarse como indicaciones para un mayor refinamiento del concepto, en lugar de proporcionar motivos para su abandono. El estado actual del mundo muestra una gran variedad de amenazas a la seguridad de las personas, solo un pequeño subconjunto de las cuales podría ser, y fue, abordado a través del pensamiento tradicional de seguridad y políticas asociadas. Esta situación desordenada por sí sola justifica dar una oportunidad a las nuevas ideas, y el alcance del apoyo internacional que ha recibido el concepto de seguridad humana indica un consenso general emergente en esa línea.

    Es cierto que no todas las interpretaciones de la seguridad humana son igualmente útiles; algunas crean más problemas de los que pueden resolver. Las agencias de desarrollo que operan bajo paraguas nacionales, supernacionales o no gubernamentales a menudo interpretan la seguridad humana de manera sesgada que se adapta a sus misiones —económica, libertaria, humanista y ambiental— con diversos grados de éxito. La mayoría de los ODM no se alcanzaron para su año objetivo de 2015, y hasta el momento los ODS también han alcanzado resultados mixtos (Naciones Unidas, 2019). Parte de ese déficit probablemente sea el resultado de una interpretación estrecha de la seguridad humana que relega la sostenibilidad a una mera ocurrencia tardía (como, por ejemplo, en McIntosh & Hunter, 2010) e interpreta la degradación ambiental como una especie de desastre natural, un concepto erróneo peligroso como mostraremos a continuación.

    Otro problema surge directamente del encuadre de la ONU de la seguridad humana como la libertad del miedo y de la miseria (Annan, 2005). Con las opciones para satisfacer deseos menguando, la alternativa de seleccionar y priorizar entre ellos se vuelve más urgente. Así, los principios de seguridad se parafrasean en términos negativos como la libertad de una condición evidentemente indeseable. En otra parte (Lautensach, 2006; Lautensach & Lautensach, 2010) sugerimos que tales definiciones negativas son menos útiles de lo que suenan. Aparte de las dificultades lógicas con las definiciones negativas, 'libertad', 'miedo' y 'querer' no solo son conceptos altamente subjetivos y emotivos, tienden a variar mucho con el tiempo; la medida en que los individuos experimentarán esas sensaciones depende de estados metabólicos diferenciales, estados emocionales, contextos situacionales y asociativos, y especialmente los antecedentes culturales. Una ausencia de deseos o necesidades también puede ser causada por una ausencia de confianza en sí mismo, una autoimagen negativa o un autoconcepto derrotista. Tampoco es posible reducir esos deseos y necesidades a requisitos mínimos para la supervivencia. Los ODS han aclarado esos temas en cierta medida pero también plantearon nuevas preguntas, como se discutirá en el Capítulo 3.

    Una objeción más práctica a esas interpretaciones populares de la seguridad humana afirma que el enfoque en las libertades ciega al observador ante el problema de los límites o de la escala. En cualquier sistema cuasi-cerrado dado (como una isla, un oasis desértico o un planeta) la medida en que las necesidades y deseos de los habitantes humanos pueden ser satisfechas depende del tamaño de la población (Royal Society, 2012). También se aplican otras variables, como la afluencia individual, el estilo de vida y la sofisticación tecnológica, pero solo temporalmente. Por ejemplo, la misma libertad de escasez de agua para una región del África subsahariana se puede lograr sin mucho esfuerzo para una población de unos pocos miles sin dejar de ser totalmente inalcanzable, o al menos insostenible, si esa población alguna vez se mide en millones, como lo hacen ahora.

    El advenimiento del Antropoceno ha cambiado profunda e irreversiblemente nuestra comprensión de la seguridad humana (Capítulo 3) (Burtynsky et al., 2018). El antropoceno es el nombre propuesto para una nueva era marcada por un profundo cambio ambiental causado por una sola especie: Homo sapiens. Esencialmente esos cambios equivalen a que la Tierra se haya convertido en un planeta diferente —Eaarth, como lo llamó Bill McKibben (2010). El cambio antropogénico global en relación con el clima (ver Capítulo 9), los recursos (Capítulo 10) y la biodiversidad (Capítulo 11 y Capítulo 12) presenta nuevas amenazas, sin precedentes en su extensión si no en su naturaleza. [6] La Unión de Científicos Mundiales Preocupados ha emitido advertencias regulares desde 1979, señalando los nuevos aumentos en las poblaciones humanas y rumiantes, en la producción de carne, en el PIB mundial, en la pérdida de cobertura arbórea, en el consumo de combustibles fósiles, en los pasajeros aéreos y en CO 2 emisiones; especialmente inquietantes son los signos actuales de impacto: cambio climático y calentamiento, acidificación de los océanos, clima extremo, aumento del nivel del mar, quema de bosques y derretimiento de casquetes de hielo (Ripple et al., 2017).

    En contextos específicos (como una pandemia), es necesario priorizar entre esas amenazas e identificar las principales fuentes de inseguridad en una comunidad, o región, o cada vez más incluso a nivel mundial. Combinando una atención a las amenazas con la necesidad de sustentabilidad, Alkire (2002, p. 2) definió el objetivo de la seguridad humana como “salvaguardar el núcleo vital de todas las vidas humanas de amenazas críticas generalizadas, y hacerlo sin impedir el florecimiento humano a largo plazo”. A la luz del Antropoceno, algunos consideran que 'florecer' ya no es una elección realista de palabras, considerando que nuestra supervivencia parece estar en juego. Lo que antes se consideraba una agenda proactiva para las políticas preventivas se está convirtiendo cada vez más en una batalla de retaguardia con fuerzas naturales empeñadas en rectificar nuestro rebasamiento ecológico global. Por ejemplo, volviendo al tema de la seguridad hídrica (tema que se discutirá más a fondo en el Capítulo 10), dicho análisis de fuentes se centraría en posibles causas de escasez de agua, en los requisitos sistémicos para la seguridad hídrica, los límites del sistema local, y las dinámicas y tendencias actuales en la región con el fin de llegar a políticas efectivas y sustentables a largo plazo. Casi siempre resulta que el tamaño de la población gobierna el problema; cada problema parece manejable mientras es bajo y ningún remedio parece muy útil una vez que es demasiado alto (Ryerson, 2010).

    El Antropoceno nos llama la atención sobre la importancia primordial de la seguridad ambiental, definida como la seguridad frente a “los efectos adversos críticos causados directa o indirectamente por el cambio ambiental” (Barnett, 2007, p. 5). Los economistas heterodoxos, los ecologistas humanos y la mayoría de las culturas indígenas del mundo han entendido desde hace mucho tiempo que toda la empresa humana tiene lugar y depende de estructuras de apoyo ecológico [7] con capacidades limitadas para suministrar recursos y reciclar desechos. En eso no somos diferentes de otros animales. Lo que distinguió a nuestra especie y a sus antepasados inmediatos durante el último millón de años más o menos fue una propensión a expandir nuestro hábitat, a colonizar diversos ambientes adaptándolos a ellos y modificándolos a nuestras necesidades (Rees, 2004; ver Capítulo 3 para una línea de tiempo).

    Como señalaron numerosos autores (por ejemplo, en Heinberg & Lerch, 2010, y en el capítulo 3), esa proclividad ya no está trabajando por primera vez a nuestro favor. Al modificar casi todos los ecosistemas del planeta, al extraer y procesar recursos de formas cada vez más complejas, y al aprovechar diversas fuentes de energía con gran efecto, logramos propagarnos mucho más allá del número de otros mamíferos omnívoros de tamaño mediano. Incluso en la década de 1980 nuestra especie se apropió de más del 40% de la biomasa total producida anualmente en la Tierra (Vitousek et al. , 1986); tres décadas después esa cantidad ha aumentado aún más (Bar-On et al., 2018). A medida que los humanos introducen especies competidoras, modifican ecosistemas, agotan hábitats y modifican paisajes y climas, nuestro impacto ambiental ha llevado a cientos de miles de especies a la extinción. Nuestras habilidades limitadas en el manejo de ecosistemas no pudieron evitar la 'degradación trófica' de muchos sistemas a estados estables menos complejos con menos especies (Estes et al. , 2011). Los biólogos se están refiriendo ahora a la 'sexta extinción', una pérdida masiva de especies que se asemeja a cataclismos pasados en la historia de la Tierra pero que avanza mucho más rápido, con cinco a 74 especies por día y que sigue acelerándose (Kolbert, 2014). La tragedia en este desarrollo radica no solo en la pérdida irreversible de formas de vida que tardaron millones de años en evolucionar; porque formamos parte de las comunidades de especies tipo web, sujetas a dependencias de las que ninguna especie puede estar exenta, la pérdida de biodiversidad [8] amenaza nuestra seguridad muy propia (ver Capítulo 12).

    Parafraseando las palabras de Úrsula Leguinn, la relación de la humanidad con la Tierra se asemeja a la de un infante con su madre, simultánea completamente dependiente y completamente explotadora. Esta noción parece tan evidente como sigue siendo polémica; no le sienta bien a las personas que prefieren creer que las poblaciones y las economías pueden crecer sin trabas por los límites físicos. Esa creencia, conocida como cornucopianismo (Ehrlich & Holdren, 1971), todavía domina la retórica de las campañas electorales, los modelos económicos neoclásicos e incluso los programas humanísticos de ayuda al desarrollo. Aparte de la retórica y las creencias no científicas, todos los organismos vivos dependen de los servicios de sus ecosistemas anfitriones y son susceptibles a sus limitaciones. Fue por esta sencilla razón que Norman Myers (1993) se refirió a la seguridad ambiental como la “seguridad máxima”.

    El rebasamiento amenaza directamente la seguridad humana a través de mecanismos de control biológico. En el caso de la especie humana los principales mecanismos de control son las epidemias, la desnutrición y los conflictos violentos. En diversos grados, esas amenazas serán desencadenadas por recursos esenciales que escasean y eventualmente desaparecen (Homer-Dixon, 1999; Meadows et al. , 2004), y por el deterioro de ecosistemas clave (McMichael et al. , 2003; Dobkowski & Walliman, 2002; Steffen et al., 2004). La pandemia de COVID-19 parece haber sido causada por este último más el comercio de vida silvestre. Si el suceso es lo suficientemente grave, la perspectiva de efectos secundarios, como la erosión del Estado de Derecho y de la sociedad civil (Myers, 1993), los fracasos económicos y un conflicto armado más generalizado por la disminución de recursos (Homer-Dixon, 1999; Mach et al., 2019), aporta mayor urgencia. Los precedentes históricos del colapso de las culturas regionales, y de la supervivencia de otras, ilustran la validez de ese modelo (Diamond, 2005). Esas consecuencias seguramente comprometerán la seguridad humana a través de una amplia gama de aspectos, extendiéndose sobre los cuatro pilares de la seguridad sociopolítica, relacionada con la salud, económica y ambiental.

    Para resumir numerosos informes y análisis, el Antropoceno está enseñando a los analistas de seguridad humana cuatro mensajes básicos:

    1. Los desafíos a la seguridad humana tienden cada vez más a cruzar fronteras y afectan a grupos regionales de países o incluso a la mayor parte del globo. Entre los temas principales, discutidos en diversos capítulos de este texto, destacan la migración masiva, los conflictos interculturales, la falta de gobernanza global, la contaminación y otros nuevos peligros para la salud, el agotamiento de los recursos, la inestabilidad económica y los crímenes de lesa humanidad. El éxito de los países pequeños en llamar la atención internacional sobre sus problemas depende de hacer suficiente ruido y de su suerte de ser escuchados (por ejemplo, Polonia).
    2. La mayoría de las fuentes de inseguridad se elevan a un estado crítico como resultado del alto número de población y sus impactos en el medio ambiente; las posibilidades de éxito con la mayoría de las soluciones estratégicas dependen de cómo aborden esos impactos y los problemas de población subyacentes.
    3. Entre los cuatro pilares es la seguridad ambiental la que suele apoyar a los otros tres; de igual manera, el medio ambiente en la seguridad tiende a poner en peligro la seguridad económica, sociopolítica y de salud. Más que en siglos pasados, en el Antropoceno suelen ser las causas ambientales las que en última instancia son las responsables del desplazamiento de poblaciones, de la falta de recursos para satisfacer sus necesidades básicas, de las muertes y sufrimientos causados por los desastres naturales y de la desestabilización del orden social. (Véase el Capítulo 9 para un ejemplo ilustrativo de caso.)
    4. Esas causas ambientales generales forman parte de un complejo grupo de procesos de cambio ambiental global que en sí mismo es causado en gran medida por actividades humanas (= antropogénicas) y que excedió la capacidad de la biosfera para la producción de recursos y reciclaje de desechos. Esas transgresiones se resumen como 'rebasamiento ecológico' (Catton, 1980; McMichael, 2001; Meadows et al., 2004). Como discutieron diversos autores de capítulos, el sobreimpulso puede modelarse como un impacto ambiental excesivo de acuerdo con la relación I=PAT [9] (Grossman, 2012), la transgresión de los límites ambientales globales (Rockström et al., 2009), y también de sociopolíticos límites (Raworth, 2017), o como nuestra huella ecológica colectiva superando la biocapacidad de la biosfera (Wackernagel & Rees, 1996; Chambers et al,. 2000). Este último ascendió al 170% en 2019. [10]

    Existen, por supuesto, numerosos retos a la seguridad humana y fuentes de inseguridad que sólo están indirectamente conectados con los cambios ambientales globales del Antropoceno, aunque los igualan en novedad. Esos desafíos incluyen las amenazas a la ciberseguridad y la IA, los armamentos y desechos nucleares, el fracaso de los gobiernos en muchos lugares, el fracaso de estados enteros, el auge de las hegemonías corporativas y el hipercapitalismo, las continuas violaciones a los derechos humanos en muchas jurisdicciones, y más. Se empieza a prestar especial atención a la mutilación ritual culturalmente sancionada de niños, a menudo bajo pretextos religiosos. La mayoría de esos retos también se abordan en este libro de texto.

    Considerando todos esos temas en el contexto del Antropoceno, uno no puede dejar de preguntarse qué depara el futuro para la seguridad humana, y en qué medida esos desafíos podrían resultar manejables. Animamos a los lectores a tener en cuenta las siguientes consideraciones generales al leer los capítulos, y aplicar lo que aprendas para construir tu propia opinión razonada sobre qué futuros resultan más probables. En el Capítulo 21 se ofrece una síntesis.


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