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1.3: El futuro de la seguridad humana

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    A la luz de los enormes desafíos que plantea el Antropoceno, algunos analistas cuestionan abiertamente las posibilidades de la humanidad de sobrevivir al siglo XXI (McKibben, 2010). Algunos permiten que es probable que la humanidad sobreviva de alguna forma pero solo después de pasar algunos rigurosos desafíos y pruebas a mediados de siglo, incluida una reducción del tamaño de su población. Esos retos requerirán reformas rigurosas hacia la mitigación y adaptación (Pelling, 2010; Bendell, 2011). Otros prefieren ignorar todo el problema y pretender que es probable que los negocios como de costumbre continúen, con nuestros mayores desafíos que no equivalen a lo que hemos encontrado hasta ahora. Sugerimos que la información presentada en la introducción anterior en su conjunto sustenta los puntos de vista anteriores.

    Empecemos por la perspectiva de supervivencia. El espectro de posibles combinaciones de diferentes tamaños de población, niveles de consumo e impactos tecnológicos ilustra la multiplicidad de opciones por las cuales una sociedad determina su modo de supervivencia. El espectro de opciones fue descrito acertadamente por Potter (1988) como cinco modos distintos de supervivencia humana:

    1. Mera supervivencia: Como ocurre en una cultura recolector-cazador; este modo ha demostrado sustentabilidad para bajas densidades de población.
    2. Supervivencia miserable: menor en calidad que la mera supervivencia; epidemias, escasez, gran susceptibilidad a las consecuencias agravadas de los desastres 'naturales';
    3. Supervivencia idealista: Sobrevivir sin el más desagradable de los mecanismos de control biológico; esto requiere un control deliberado y universal de la fertilidad o un suministro constante de recursos extraterrestres.
    4. Supervivencia irresponsable: Lo contrario de idealista, sin respeto colectivo por las exigencias ecológicas; solo los más poderosos sobreviven aceptablemente, la gran mayoría miserablemente o nada en absoluto.
    5. Supervivencia aceptable: Todas las personas que sobreviven con un mínimo de comodidad aceptable, según los modelos sugeridos por Lester Brown (2003) y otros; esto requiere equidad forzada y tamaño poblacional moderado.

    Potter pretendía que esos modos describieran la supervivencia de la humanidad a nivel global, pero los modos también se aplican a las poblaciones regionales. En el Antropoceno esos modos se convierten en una función del tamaño de la población, con una supervivencia miserable convirtiéndose en el modo más probable para una población demasiado grande y la supervivencia aceptable siendo una opción solo para poblaciones relativamente pequeñas, como en los países de la OCDE (Royal Society, 2012). Cada modo se caracteriza por un estado de salud pública correspondiente (Butler, 2016; McMichael, 2001). Dada la importancia central del bienestar humano y de los principios de justicia en las formulaciones populares de la seguridad humana, la seguridad humana sustentable a escala global se manifestaría como la supervivencia aceptable de la humanidad.

    Para construir sobre esas proyecciones bastante amplias, los analistas han ideado modelos que permiten caracterizar y pronosticar escenarios más específicos. Permiten identificar amenazas específicas o fuentes de inseguridad que proporcionan objetivos de mitigación proactiva. Como todos los pronósticos comienzan con el status quo y las tendencias actuales, la cuantificación de la seguridad y el bienestar humanos proporciona la base esencial. Hasta la década de 1990 la medición cuantitativa del bienestar humano se basaba casi en su totalidad en modelos económicos obsoletos, particularmente en la dinámica del PIB. A partir de 1990 una serie de Informes de Desarrollo Humano, encargados por el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) surgieron del sentimiento de que la economía por sí sola da imágenes inadecuadas de la seguridad y el bienestar humanos, ni puede sugerir una gama adecuada de metas para el desarrollo. Para dar cuenta del elemento humano y del dictum central del PNUD “las personas son la verdadera riqueza de una nación” (PNUD, 2011), el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del PNUD combina estadísticas sobre esperanza de vida, alfabetización, educación y niveles de vida a nivel nacional e inferior (PNUD, 2019). Se utiliza comúnmente para clasificar a un país como 'desarrollado' o 'en desarrollo'. Un IDH alto sigue sesgado hacia un alto consumo nacional y por lo tanto solo es sustentable si la huella del país no supera su biocapacidad (WWF, 2012).

    El Índice de Seguridad Humana (HSI) combina indicadores de economía, educación, bienestar social y algunas consideraciones ambientales, reflejando el enfoque aún popular de 'triple final'. Intenta cuantificar la seguridad de una persona de una manera más neutra en la cultura que el IDH, manteniendo un equilibrio a lo largo de las dimensiones de la sociedad global-local, individual-sociedad, sesgos regionales, diversas métricas y definiciones de seguridad humana, y la diversidad de comunidades humanas (Hastings 2011). Se puede utilizar como criterio para evaluar el desempeño del gobierno local. [11] La mayor debilidad tanto del IDH como del HSI es su desprecio por el sobreimpulso regional y las huellas ecológicas. Además, el IDH refleja supuestos convencionales sobre 'progreso' y 'desarrollo' y prioridades de valor subyacentes que permanecen en gran parte incuestionables en la literatura asociada.

    La primera evaluación global del status quo de la seguridad ambiental global fue la Evaluación de Ecosistemas del Milenio (UNEP-MAB, 2005), seguida de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES). [12] La evaluación tuvo en cuenta los cambios en la biodiversidad, las tendencias de la desertificación, las presiones demográficas, el deterioro de las cuencas hidrográficas y los determinantes ambientales de la salud pública (a veces engañosamente referidos como 'salud ambiental'). A diferencia de otras evaluaciones, esta reconoció el exceso —se tituló Vivir más allá de nuestros medios— a pesar de que no llegó a discutir las duras implicaciones. Por el contrario, los Informes de Evaluación de los ODS regulares (por ejemplo, ONU, 2019) han evitado en gran medida el tema de la seguridad ambiental.

    Las preguntas sobre el futuro ahora han pasado a la vanguardia de la agenda de seguridad humana. Las razones son que el cambio global y local se está acelerando, el número cada vez mayor de personas afectadas tiende a amplificar incluso las crisis que solían clasificarse como menores, y los puntos de inflexión en los cambios ambientales globales pueden estar cerca o incluso detrás de nosotros. A partir de esas preocupaciones, se han desarrollado diversas metodologías para proceder de una imagen del status quo hacia la proyección de escenarios futuros probables. A partir de la década de 1970, el trabajo pionero en esa dirección fue realizado por Dennis Meadows y compañeros de trabajo del Club de Roma (actualizado en Meadows et al. , 2004). Proyectos más recientes incluyen el sistema cuantitativo de pronósticos de futuros internacionales, que incorpora estadísticas sobre demografía, economía, energía, agricultura, capital humano (educación y salud), la situación sociopolítica (nacional e internacional), así como el capital físico (incluyendo infraestructura, medio ambiente y tecnología) (Hughes et al. , 2012). Otros sistemas incluyen variables significativas adicionales como las tendencias ambientales y el impacto humano, y equilibran de diversas maneras los enfoques cuantitativos con los cualitativos. Lo que estas metodologías de pronóstico tienen en común es una evaluación del status quo como base de partida; el análisis y modelización de tendencias; y reconocen como cuatro factores principales para el cambio organizaciones intergubernamentales, corporaciones transnacionales, sociedad civil (actuando a través de ONG y espirituales) comunidades), y la conciencia pública sobre la necesidad de cambio y la difusión de nuevos valores. Confundir esos esfuerzos de pronóstico son tres factores: ignorancia, sorpresa y volición (Raskin et al., 2002). Esto se refiere al hecho inevitable de que la información es siempre incompleta, el comportamiento turbulento e impredecible de sistemas complejos y fenómenos emergentes (discutidos más adelante en el Capítulo 10), y las consecuencias de la elección humana (discutidas en el Capítulo 11).

    Un estudio de escenarios que sobresale en su amplio alcance de posibles futuros y su perspicaz encuesta de variables relevantes acuñó el concepto de la Gran Transición (Raskin, 2016). Reconoce como fuerzas impulsoras la demografía, la economía, las cuestiones sociales, la cultura, la tecnología, el medio ambiente y la gobernanza. El Cuadro 1.1, adaptado de esa fuente, resume sus seis escenarios y sus principales características. Los seis escenarios se clasifican en tres grupos que difieren en sus premisas y valores subyacentes. El par de escenarios 'Mundos Convencionales' se basa en el supuesto de continuidad en el actual enfoque global de 'negocio como habitual'. El par de escenarios de 'barbarización' representa una antítesis: asumen que los actuales problemas sociales, económicos y ambientales son indicativos de rebasamiento y que hacen inevitable el declive social. El par 'Grandes Transiciones' redondea el abanico de posibilidades al reconocer nuevamente el sobreimpulso pero asumiendo que se logrará a tiempo una resolución a través de la transformación social fundamental para evitar la barbarie.

    Cuadro 1.1 Tres pares de escenarios representan el alcance de posibles futuros para la seguridad humana. La variación entre pares muestra diferencias en las principales tendencias históricas. La variación dentro de pares describe la extensión de la intervención coordinada centralmente (Fuente de datos: Raskin, 2016).
    ESCENARIO CARACTERÍSTICAS FILOSOFÍAS SUBYACENTES
    Mundos Convencionales Fuerzas del Mercado Continuando el crecimiento económico y el desarrollo por breve tiempo Optimismo de mercado; manos ocultas e iluminadas; laissez-faire
    Reforma de Políticas Ajuste a través de una gobernanza ilustrada Economías controladas; intento de administración ambiental
    Barbarización Desglose Colapso ecológico y económico, anarquía; El rebasamiento provoca una catástrofe población/recursos;
    Mundo Fortress Dictaduras sustentables, interior anárquico, apartheid global; desigualdades graves Caos sociales; tragedia de los bienes comunes; rasgos atomísticos e inconcebibles dominan el comportamiento social.
    Grandes Transiciones Ecocomunalismo Autogobierno bioregional y administración Autosuficiencia pastoral; rechazo al industrialismo a gran escala; baja densidad poblacional;
    Nuevo paradigma de sustentabilidad Gobernanza global, vida sustentable por consenso Sostenibilidad a través de la evolución social global progresiva

    Dentro de cada par, los escenarios difieren por la medida en que la gobernanza logra imponer orden y coordinación sobre lo que de otro modo se deterioraría en una situación más desordenada, anárquica. En mundos convencionales que implica la regulación y gestión de las fuerzas del mercado por medio de estructuras de poder tradicionales. En la barbarie el orden se manifiesta como un estado o régimen policial global que perpetúa la extrema inequidad e impone sanciones violentas a cualquier transgresión local. En Grandes Transiciones el orden toma la forma de una civilización global transformada que coordina las actividades de lo que de otro modo seguiría siendo un conglomerado aleatorio de sociedades regionales sostenibles. Este último par de escenarios representa el intento de combinar metas liberadoras, humanistas y ecológicas en modelos posindustriales de vida sustentable. En términos de seguridad humana representa el futuro más deseable y plausible, dado que la negación del sobreimpulso en Mundos Convencionales hace que ese par sea poco realista. Según el World Scientists' Warning (Ripple et al., 2017) esto requeriría la transición oportuna a fuentes de energía renovables, eliminación de contaminantes, protección y restauración de ecosistemas, producción sustentable de alimentos a base de plantas, metas económicas de crecimiento cero y una reducción oportuna de la población. Se han publicado planes de seguridad alimentaria global sustentable (Willett et al., 2019) y seguridad sanitaria (Butler, 2016; Chen et al., 2004).

    El énfasis en la sustentabilidad a largo plazo en la Gran Transformación indica un punto importante. La mayoría de los esquemas actuales de desarrollo y evaluaciones políticas en la corriente principal se adhieren al paradigma de desarrollo convencional y así favorecen los escenarios de Mundos Convencionales, asumiendo tácitamente la continuidad y negando los imperativos del sobreimpulso. Esto incluye los ODS, así como la mayoría de las metodologías de evaluación y revisiones sobre seguridad humana (por ejemplo, McIntosh & Hunter, 2010). Los vuelve injustificadamente optimistas (tanto ambiental como socialmente), y utópicos. En contraste con esa abrumadora mayoría que defiende el 'paradigma de desarrollo convencional', la mayoría de los autores de este texto recomiendan soluciones tipo 'Grandes transiciones'.

    La razón por la que el paradigma de desarrollo convencional con sus proyecciones tipo Mundos Convencionales no puede informar de manera realista a las soluciones sostenibles radica en el exceso ecológico. Sus ramificaciones se extenderán más allá del sector energético y resultarán en escasez de alimentos (Schanbacher, 2010; Brown, 2003; Willett et al. , 2019) y muchos otros bienes y servicios de consumo. 'Pico todo' (Heinberg, 2007) bajará los niveles de vida, la actividad económica y, por lo tanto, el gasto público. El trabajo humano será barato, querido bienestar humano. Con la disminución del comercio mundial, el comercio regional repuntará. A falta de compensación a través del comercio global, el sobreimpulso regional finalmente mostrará sus efectos. Paralelo al caso de los combustibles fósiles, la demanda de agua dulce potable también aumenta mientras su disponibilidad disminuye. Las 'áreas problemáticas' quedarán selladas de sus países vecinos y los habitantes dejarán a sus propios medios. [13] Los países ricos en recursos y baja población (como Canadá) dominarán y se puede esperar que los países con infraestructuras bien desarrolladas se lleven razonablemente bien. El resto no será tan afortunado. Es probable que los países grandes se fragmenten. El cambio climático será el comodín impredecible; se ha identificado como un determinante importante y cada vez más poderoso para el conflicto armado (Mach et al. , 2019). Todo esto sugiere que los escenarios de Mundos Convencionales no son probables ni deseables, ya sean interpretados como soluciones de transición breves y arriesgadas o como una utopía cornucopiana. De manera realista, las elecciones restantes conducirán a escenarios del tipo de 'barbarización' y 'Grandes transiciones'.

    A la luz del continuo declive económico, cualesquiera que sean los avances tecnológicos que se puedan lograr en las próximas décadas se diluirán, quizás ahogarán, en un océano abarrotado de humanidad, la mayor parte luchando por sobrevivir meramente con algún mínimo de dignidad. El imperativo, entonces, será no hacer la vida humana más cómoda o placentera sino seguir los principios de la justicia distributiva y combatir el sufrimiento facilitando la rápida deserción de la población humana mundial tanto como parezca éticamente justificable. [14] Cuando consideramos el daño acumulativo causado por la superpoblación, terminamos con una evaluación bastante diferente de nuestro probable futuro en comparación con la mayoría de los informes de desarrollo. Si incluso las estimaciones más conservadoras del crecimiento futuro de la población se hacen realidad, los desafíos a la seguridad humana serán desalentadores, ¡y eso sin considerar el cambio climático!

    ¿Cuáles son, entonces, las opciones restantes? Las estrategias más efectivas y moralmente deseables para enfrentar esos desafíos y maximizar la seguridad humana apuntarán a escenarios tipo Grandes Transiciones. Esto se deriva, por un lado, de la falta de viabilidad y de sustentabilidad en los escenarios de 'Mundos Convencionales' como se argumentó anteriormente. Por otro lado, los escenarios de barbarización parecen incluir cantidades desmesuradas de sufrimiento e injusticia que ameritan esfuerzos totales para evitarlos. Además, la injusticia arraigada hace que cualquier sistema de gobierno sea socialmente insostenible. Sin embargo, muchos futuros posibles implican una sucesión de varios de los seis escenarios.

    Para concluir, para lograr una probabilidad máxima de ser sustentable, la eventual etapa final de tales sucesiones debe ser, sin embargo, del tipo Grandes Transiciones. Es lograr los cuatro objetivos de paz, libertad, bienestar material y un ambiente saludable (Raskin et al. , 2002) a través de los medios de eficiencia, moderación, adaptación y reforma estructural (Lautensach, 2010). En varios capítulos se discuten direcciones y estrategias específicas mediante las cuales se podría lograr ese desarrollo. Lo que el Mundo Preocupado Los científicos también deberían haber dicho en sus advertencias es esto: Cuanto más esperemos, menos atención se puede prestar a los derechos humanos en la transición. En 2018, se realizó un análisis (O'Neill et al. , 2018) de 145 países indicaron que ni uno solo cumplió con los criterios de vivir dentro de los límites sustentables del Modelo Donut de Raworth (Raworth, 2017).

    El capítulo 3 aborda la urgencia imperiosa de promover la seguridad ambiental y ofrece algunas explicaciones basadas en la historia evolutiva de la especie humana. Los temas ambientales se continúan del Capítulo 9 al Capítulo 12. Los orígenes del comportamiento humano hacia la 'naturaleza' están cubiertos en el Capítulo 11, lo que lleva a una inquietante colección de 'cartas del frente' en la 'guerra contra la naturaleza' de la humanidad. El capítulo 5 aborda la amenaza de la guerra interhumana y otras formas de conflicto violento. La protección de las personas en situaciones de conflicto a través del derecho internacional humanitario se discute en el Capítulo 6. En los capítulos 7 y 13 esa línea de razonamiento se extiende a las amenazas a la seguridad individual en tiempos de paz a través de la delincuencia nacional y transnacional, el desplazamiento, el terrorismo y la trata de personas. Los retos especiales a la seguridad humana que emanan de estados fallidos se abordan en el Capítulo 7. La globalización en sus múltiples manifestaciones e interpretaciones puede promover y poner en peligro la seguridad humana; esas posibilidades se examinan en los capítulos 8 y 14. Los complejos desafíos asociados a las violaciones a los derechos humanos se discuten en el Capítulo 15.

    Si bien la mayoría de esos capítulos analizan problemas y desafíos así como ofrecen posibles soluciones, la última sección de este texto se centra más directamente en las soluciones. En el capítulo 14 se aborda cómo pueden abordarse y prevenirse las violaciones de derechos humanos, con una visión particular sobre la situación en África. El complejo tema de la gobernanza para la sustentabilidad se aborda primero a nivel nacional en el Capítulo 16, y en el Capítulo 20 a nivel global. La seguridad de la salud y los retos particulares en cuanto a su logro equitativo es el foco del Capítulo 17. Las posibilidades para lograr la seguridad humana a nivel global son el foco de los últimos capítulos del libro; el capítulo 18 aborda la reducción del conflicto armado, y en el capítulo 19 se discuten estrategias para la construcción de la paz.

    Al igual que con todos los movimientos revolucionarios, los principales obstáculos hacia un mundo sostenible y seguro emergen no tanto de las élites tradicionales asediadas sino de la inercia de las multitudes de los “inconscientes, despreocupados y poco convencidos” (Raskin et al. , 2002, p. 19). Las comunidades toman decisiones políticas de acuerdo con los cuatro modos de solidaridad social de Thompson (1997) (individualista, jerárquico, igualitario y fatalista). La inercia dificulta el desarrollo de consensos en esas cuatro líneas. Otro obstáculo obvio lo presentan las ideologías: creencias contraproducentes, ideales, prioridades entre valores y actitudes. Por ejemplo, el paradigma dominante de desarrollo convencional (CDP), la “ideología tácita de instituciones internacionales influyentes, políticos y pensadores” (Raskin et al. , 2002, p. 29) está informado por delirios cornucopianos y una insistencia incesante en una interpretación modernista estrecha del progreso (Lautensach, 2010). Otras ideologías contraproducentes (por ejemplo, separación humano-naturaleza, antropocentrismo) se discuten en varios capítulos, particularmente en el Capítulo 11. La diversidad cultural aporta variación adicional (Lautensach, 2020). Todos esos factores determinan hasta qué punto individuos y grupos son capaces de aprender adaptativamente en aras de su supervivencia.

    ¿Cómo se pueden abordar esos obstáculos? Como anunciamos en el prefacio, reconocer y explicar el contenido ideológico en el discurso público es uno de los principales objetivos de este libro de texto. La literatura sobre seguridad humana no siempre está a la altura de ese requisito. Abunda en reseñas y análisis escritos por expertos sobre el tema, como lo ejemplifican los trabajos enumerados a continuación bajo “Lectura general”, obras que contrastan favorablemente con libros más popularizados sobre desarrollo y 'progreso' que a veces incluyen intentos de lavado verde o brownlashing. Sin embargo, incluso el lector casual notará que parte de esa literatura todavía aparece obstaculizada por un enfoque unidisciplinario y anteojeras ideológicas; un ejemplo ubicuo, ahora afortunadamente decreciente en frecuencia, son los análisis económicos que se centran exclusivamente en el PIB, externalizan costos ecológicos, desprecian costos futuros, y descansar sobre creencias implícitas en un crecimiento sin fin (ver capítulo 12 para una crítica). Parte de la literatura que discute el “desarrollo sustentable” todavía sufre de creencias infundadas similares y, por lo tanto, se enfoca en escenarios tipo “mundos convencionales”. Ejemplos bien conocidos incluyen la literatura sobre los ODS y la Década de Educación para el Desarrollo Sostenible de la UNESCO (2005-2014), continuada bajo el ODS #4. En contraste, contribuciones como la de Richard Heinberg y la de David Lerch Post-Carbon Reader (2010) evitan explícitamente esa falacia. También abordan imperativos educativos derivados de los diversos desafíos a la seguridad humana, imperativos que equivalen a empoderar a los alumnos para que se conviertan en sobrevivientes.

    También relativamente recientemente, la literatura sobre seguridad humana se expandió para incluir la ética como tema de discusión, principalmente en la forma de especificar implicaciones particulares derivadas de formas humanitarias de utilitarismo. El campo se beneficiaría de una mayor expansión para trascender los paradigmas éticos occidental-eurocéntricos y para contrarrestar la marginación histórica de puntos de vista culturales disidentes como la ética ambiental holística, basada en la tierra, así como la ética de los botes salvavidas como abogaba Garrett Hardin (1980). Una limitación ética de la seguridad humana es que en virtud de su propio enfoque conceptual no puede trascender el antropocentrismo. En el Capítulo 11, Ronnie Hawkins explica las raíces históricas de la ética convencional que subyace al discurso de seguridad humana, y explora los límites y beneficios asociados con un avance hacia una ética más holística que valora la naturaleza por sí misma


    1.3: El futuro de la seguridad humana is shared under a not declared license and was authored, remixed, and/or curated by LibreTexts.