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7.3: Motivación

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    La motivación describe los deseos o necesidades que dirigen el comportamiento hacia una meta. Las motivaciones pueden ser intrínsecas (derivadas de factores internos) o extrínsecas (derivadas de factores externos). Los comportamientos intrínsecamente motivados se realizan por el sentido de satisfacción personal que traen, mientras que los comportamientos motivados extrínsecamente se realizan para recibir algo de los demás.

    Piensa por qué estás actualmente en la universidad. ¿Estás aquí porque disfrutas aprender y quieres cursar una educación para convertirte en un individuo más completo? Si es así, entonces estás intrínsecamente motivado. No obstante, si estás aquí porque quieres obtener un título universitario para hacerte más comercializable para una carrera bien remunerada o para satisfacer las demandas de tus padres, entonces tu motivación es de naturaleza más extrínseca. En realidad, nuestras motivaciones suelen ser una mezcla de factores tanto intrínsecos como extrínsecos, pero la naturaleza de la mezcla de estos factores puede cambiar con el tiempo (a menudo de formas que parecen contrarias a la intuición). El refuerzo físico (como el dinero) y el refuerzo verbal (como la alabanza) pueden afectar a un individuo de maneras muy diferentes. Las recompensas tangibles (es decir, el dinero) tienden a tener más efectos negativos sobre la motivación intrínseca que las recompensas intangibles (es decir, elogios). La expectativa del motivador extrínseco por parte de un individuo es crucial: Si la persona espera recibir una recompensa extrínseca (dinero) entonces la motivación intrínseca para la tarea tiende a reducirse. Si no hay tal expectativa (no hay dinero), y entonces la motivación extrínseca se presenta como sorpresa, entonces la motivación intrínseca (deseo personal) para la tarea tiende a persistir (Deci et al., 1999).

    Nuestros pensamientos, comportamientos y motivaciones están fuertemente influenciados por experiencias afectivas conocidas como estados impulsores. Estos estados impulsores nos motivan a cumplir metas que son beneficiosas para nuestra supervivencia y reproducción. Los estados impulsores difieren de otros estados afectivos o emocionales en cuanto a las funciones biológicas que cumplen. Todos los estados afectivos son positivos o negativos y sirven para motivar comportamientos de abordaje o evitación (Zajonc, 1998) pero los estados impulsores son únicos. Los estados impulsores generan comportamientos que resultan en beneficios específicos para el cuerpo. Por ejemplo, el hambre dirige a las personas a comer alimentos que aumentan los niveles de azúcar en la sangre en el cuerpo, mientras que la sed hace que los individuos tomen líquidos que aumentan los niveles de agua en el cuerpo. El sueño y la excitación sexual también son estados impulsores que generalmente funcionan para promover nuestra supervivencia y reproducción.

    De acuerdo con la teoría de impulso de la motivación, las desviaciones de nuestro estado estable crean necesidades fisiológicas. Estas necesidades dan como resultado estados de impulso psicológico que dirigen el comportamiento para satisfacer la necesidad y, en última instancia, devolver al sistema a la homeostasis —de vuelta al equilibrio. Por ejemplo, si ha pasado un tiempo desde que comió, sus niveles de azúcar en la sangre bajarán por debajo de lo normal. Este bajo nivel de azúcar en la sangre inducirá una necesidad fisiológica y un estado de impulso correspondiente (es decir, hambre) que te dirigirá a buscar y consumir alimentos. Muchos mecanismos homeostáticos, como la circulación sanguínea y las respuestas inmunitarias, son automáticos e inconscientes. Algunos pueden requerir una acción de dirección.

    Los diferentes estados de accionamiento tienen diferentes disparadores. La mayoría de los estados de las unidades responden a señales internas y externas, pero las combinaciones de señales internas y externas, y los tipos específicos de señales, difieren entre las unidades. El hambre, por ejemplo, depende de las señales internas, viscerales así como de las señales sensoriales, como la vista u olor de comida sabrosa. Una vez que nos hemos involucrado en un comportamiento que reduce con éxito un impulso, es más probable que nos involucremos en ese comportamiento cada vez que nos enfrentemos a ese impulso en el futuro (Graham & Weiner, 1996). Los estados impulsores afectan muchos procesos psicológicos, como la percepción, la atención, la emoción y la motivación, e influye en los comportamientos que estos procesos generan.


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