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7.2: Símbolos y Situaciones

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    A medida que se encuentran nuevos problemas en una disciplina científica, un enfoque para abordarlos es explorar paradigmas alternativos (Kuhn, 1970). Una consecuencia de adoptar este enfoque es producir un choque de culturas, ya que los nuevos paradigmas compiten contra los viejos.

    La estructura social de la ciencia es tal que los científicos individuales justificarán las pretensiones de un nuevo enfoque enfatizando los defectos de lo viejo, así como las virtudes y bondad de lo nuevo. De igual manera, otros científicos justificarán la continuación del método tradicional minimizando sus dificultades actuales y descontando los poderes o incluso la novedad de lo nuevo. (Norman, 1993, p. 3)

    En la ciencia cognitiva, un ejemplo de este choque de culturas se ilustra en el auge del conexionismo. Antes del descubrimiento de reglas de aprendizaje para redes multicapa, hubo una creciente insatisfacción con el avance del enfoque clásico (Dreyfus, 1972). Cuando aparecieron en la literatura redes multicapa entrenadas, hubo una explosión de interés en el conexionismo, y sus méritos, y el potencial para resolver los problemas de la ciencia cognitiva clásica, fueron descritos en publicaciones ampliamente citadas (McClelland & Rumelhart, 1986, 1988; Rumelhart & McClelland, 1986c; Schneider, 1987; Smolensky, 1988). En respuesta, los defensores de la ciencia cognitiva clásica argumentaron en contra de la novedad y el poder computacional de los nuevos modelos coneccionistas (Fodor & McLaughlin, 1990; Fodor & Pylyshyn, 1988; Minsky & Papert, 1988; Pinker & Prince, 1988).

    Un choque similar de culturas, sobre el debate que surgió como parte de la reacción de la ciencia cognitiva encarnada a la tradición clásica, se explora con más detalle en esta sección. Un contexto para este choque lo proporciona la investigación del eminente investigador de IA Terry Winograd. La tesis doctoral de Winograd implicó programar una computadora para entender el lenguaje natural, el sistema SHRDLU que operaba en un mundo de bloques restringidos (Winograd, 1972a, 1972b). SHRDLU comenzaría con una representación de bloques de diferentes formas y colores dispuestos en una escena. Un usuario escribiría un comando en lenguaje natural al que respondería el programa, ya sea respondiendo a una consulta sobre la escena o realizando una acción que cambiara la escena. Por ejemplo, si se le indica “Recoge un gran bloque rojo”, SHRDLU comprendería esta instrucción, la ejecutaría y respondería con “OK”. Si entonces le dijera “Encuentra un bloque que sea más alto que el que estás sosteniendo y ponlo en la caja”, entonces SHRDLU tuvo que comprender las palabras uno y él; respondería “Por ello supongo que te refieres al bloque que es más alto que el que tengo”.

    El programa de Winograd (1972a) fue un sistema clásico prototípico (Harnish, 2002). Analizó cadenas de entrada en representaciones gramaticales, y luego aprovechó las limitaciones del mundo de bloques especializados para mapear estas estructuras gramaticales en una interpretación semántica de la escena. SHRDLU mostró “que si la base de datos era lo suficientemente estrecha, el programa podría hacerse lo suficientemente profundo como para mostrar interacciones similares a las humanas” (p. 121).

    La investigación posterior de Winograd sobre el lenguaje continuó dentro de la tradición clásica. Escribió lo que sirvió de biblia a los interesados en programar computadoras para entender el lenguaje, El lenguaje como proceso cognitivo, Volumen 1: Sintaxis (Winograd, 1983). Este libro introdujo y revisó las teorías del lenguaje y la sintaxis, y describió cómo esas teorías se habían incorporado a los programas informáticos en funcionamiento. Como sugiere el título, Winograd planeó un segundo volumen sobre semántica. Sin embargo, este segundo volumen nunca apareció.

    En cambio, el próximo libro innovador de Winograd, Understanding Computers and Cognition, fue uno de los trabajos pioneros en la ciencia cognitiva encarnada y lanzó una reacción contra el enfoque clásico (Winograd & Flores, 1987b). Este libro explicaba por qué Winograd no continuaba con un texto sobre el enfoque clásico de la semántica, porque había llegado a la opinión de que los relatos clásicos de la comprensión del lenguaje nunca se lograrían. “Nuestra posición, de acuerdo con los capítulos precedentes, es que las computadoras no pueden entender el lenguaje” (p. 107).

    La razón por la que Winograd y Flores (1987b) adoptaron esta posición fue su opinión de que las computadoras se restringen a una noción racionalista de significado que, de acuerdo con el solipsismo metodológico (Fodor, 1980), deben interpretar términos independientemente de situaciones o contextos externos. Winograd y Flores argumentaron en cambio a favor de un relato encarnado, radicalmente no racional del significado: “El significado siempre deriva de una interpretación arraigada en una situación” (Winograd & Flores, 1987b, p. 111). Tomaron su inspiración filosófica de Heidegger en lugar de de Descartes.

    El libro de Winograd y Flores (1987b) fue impactante y divisivo. Por ejemplo, la revista Inteligencia Artificial publicó un conjunto de cuatro críticas ampliamente divergentes del libro (Clancey, 1987; Stefik & Bobrow, 1987; Suchman, 1987; Vellino, 1987), precedido de una introducción señalando que “cuando los nuevos libros parecen ser polémicos, tratamos de presentar múltiples perspectivas sobre ellos”. Winograd y Flores (1987a) también publicaron una respuesta a las cuatro reseñas. A pesar de su contenciosa recepción, el libro allanó el camino para la investigación en la cognición situada (Clancey, 1997), y es uno de los primeros ejemplos de lo que hoy es una ciencia cognitiva encarnada bien establecida.

    El surgimiento de la reacción encarnada es la primera parte del choque de culturas en la sociología normanda de la ciencia cognitiva (1993). Una segunda parte es la respuesta de la ciencia cognitiva clásica al movimiento encarnado, una respuesta que suele implicar cuestionar la adecuación y la novedad del nuevo paradigma. Un excelente ejemplo de este aspecto del choque cultural se brinda en una serie de artículos publicados en la revista Cognitive Science en 1993.

    Esta serie comenzó con un artículo titulado “Acción situada: Una interpretación simbólica” (Vera & Simon, 1993), que proporcionó una respuesta clásica detallada a las teorías de la acción situada (SA) o cognición situada, enfoques que pertenecen a la ciencia cognitiva encarnada. Esta respuesta fue motivada por la observación de Vera y Simon (1993) de que las teorías de SA rechazan los supuestos centrales de la ciencia cognitiva clásica: la investigación de acción situada “niega que los sistemas inteligentes se caractericen correctamente como sistemas de símbolos físicos, y especialmente niega que el procesamiento simbólico se encuentre en el corazón de la inteligencia” (pp. 7—8). Vera y Simón argumentaron a favor de una conclusión muy diferente: que la investigación de acción situada es esencialmente de naturaleza clásica. “Encontramos que no existe tal antítesis: los sistemas SA son sistemas simbólicos, y algunos sistemas simbólicos pasados y presentes son sistemas SA” (p. 8).

    Vera y Simón (1993) iniciaron su argumentación caracterizando las importantes características de las dos posiciones que pretendían integrar. Su visión de la ciencia cognitiva clásica se ejemplifica mejor por las propiedades generales de los sistemas de símbolos físicos (Newell, 1980) que se discutieron en el Capítulo 3, siendo ejemplos prototípicos variedades tempranas de sistemas de producción (Anderson, 1983; Newell, 1973, 1990; Newell y Simon, 1972).

    Vera y Simón (1993) señalaron tres características clave de los sistemas físicos de símbolos: los procesos perceptuales se utilizan para establecer la presencia de varios símbolos o estructuras simbólicas en la memoria; los procesos de razonamiento se utilizan para manipular cadenas de símbolos internas; y finalmente, las estructuras de símbolos resultantes controlan acciones motoras en el mundo externo. En otras palabras, el procesamiento sentido-pensar-actuar se articuló explícitamente. “Las secuencias de acciones se pueden ejecutar con intercambio constante entre (a) la recepción de información sobre el estado actual del ambiente (percepción), (b) el procesamiento interno de la información (pensamiento), y (c) la respuesta al ambiente (actividad motora)” (p. 10).

    Crítico para el intento de Vera y Simón (1993) de proyectar la acción situada en un contexto clásico fue su noción de “símbolo”. Primero, los símbolos se tomaron como una especie de patrón, de modo que los procesos de reconocimiento de patrones podrían afirmar que algún patrón es una ficha de un tipo simbólico particular (es decir, reconocimiento de símbolos). En segundo lugar, esos patrones se definían como símbolos verdaderos cuando,

    pueden designar o denotar. Un sistema de información puede tomar un token de símbolo como entrada y usarlo para obtener acceso a un objeto referenciado con el fin de afectarlo o ser afectado por él de alguna manera. Los símbolos pueden designar otros símbolos, pero también pueden designar patrones de estímulos sensoriales, y pueden designar acciones motoras. (Vera y Simón, 1993, p. 9)

    Vera y Simón (1993) señalaron que la acción situada o las teorías encarnadas son altamente variables y por lo tanto difíciles de caracterizar. Como resultado, proporcionaron un relato muy general de las propiedades centrales de tales teorías al enfocarse en un número pequeño, entre ellos Winograd y Flores (1987b). Vera y Simón observaron que las teorías de acción situada requieren relatos de comportamiento para considerar situaciones o contextos, particularmente aquellos que involucran el entorno de un agente. Los agentes deben ser capaces de adaptarse a situaciones mal planteadas (es decir, difíciles de formalizar), y hacerlo a través de interacciones directas y continuamente cambiantes con el entorno.

    Vera y Simón (1993) hicieron hincapié en seis afirmaciones principales que a su juicio caracterizaron a la mayor parte de la literatura de acción situada:

    1. la acción situada no requiere representaciones internas
    2. opera directamente con el entorno (sentido-acto en lugar de sentido-pensar-actuar)
    3. implica el acceso directo a las prestaciones
    4. no utiliza producciones
    5. explota un entorno socialmente definido, no físicamente definido
    6. no hace uso de símbolos.

    Con esta posición, Vera y Simón se situaron para criticar la afirmación de que el enfoque encarnado es cualitativamente diferente de la ciencia cognitiva clásica. Lo hicieron ya sea argumentando en contra de la importancia de algunos argumentos encarnados, o argumentando en esencia a favor de la equivalencia formal de las teorías clásicas y SA. Ambos enfoques están de acuerdo con la interpretación de Norman (1993) de un choque cultural.

    Como ejemplo de la primera estrategia, consideremos el tratamiento de Vera y Simón (1993) de la noción de preparación a mano. Esta idea está relacionada con el concepto de Heidegger (1962) de Dasein, o ser en el mundo, que es el sentido de un agente de estar comprometido con su mundo. Parte de este compromiso implica el uso de “entidades”, a las que Heidegger llamó equipos, y que tienen experiencia en términos de lo que los científicos cognitivos describirían como posibilidades o acciones potenciales (Gibson, 1979). “El equipo es esencialmente 'algo en orden a'” (Heidegger, 1962, p. 97).

    La posición de Heidegger (1962) era que cuando los agentes experimentan las posibilidades de los equipos, desaparecen otras propiedades, como la naturaleza física del equipo. Esto es la preparación a la mano. “Eso con lo que nuestros tratos cotidianos habitan proximalmente no son las herramientas mismas. Por el contrario, aquello con lo que nos preocupamos primordialmente es el trabajo” (p. 99). Otro ejemplo de preparación para la mano es el bastón del ciego, que no se experimenta como tal cuando se está utilizando para navegar, sino que se experimenta como una extensión de la persona misma (Bateson, 1972, p. 465): “El palo es un camino por el que se están transmitiendo transformaciones de diferencia”.

    La filosofía de Heidegger jugó un papel dominante en la teoría encarnada propuesta por Winograd y Flores (1987b). Tomaron la preparación a mano como evidencia de un compromiso directo con el mundo; solo nos damos cuenta del equipo en sí mismo cuando el acoplamiento estructural entre el mundo, el equipo y el agente se descompone. Winograd y Flores tomaron el objetivo de diseñar equipos, como interfaces humano-computadora, para crear artefactos que nos son invisibles cuando se usan. “Un dispositivo de procesamiento de textos exitoso permite que una persona opere sobre las palabras y párrafos que se muestran en la pantalla, sin ser consciente de formular y dar órdenes” (Winograd & Flores, 1987b, p. 164). La invisibilidad de los artefactos, la preparación a mano de los equipos, se caracteriza frecuentemente por ser evidencia de buen diseño (Dourish, 2001; Norman, 1998, 2002, 2004).

    Es importante destacar que la preparación a mano también fue utilizada por Winograd y Flores (1987b) como evidencia para rechazar la necesidad de representaciones clásicas, y para contrarrestar la afirmación de que el uso de herramientas está mediado por el pensamiento o planeación simbólica (Miller, Galanter, & Pribram, 1960). Desde la perspectiva clásica, cabría esperar que un agente esté conscientemente consciente de sus planes; la ausencia de tal conciencia, o preparación a mano, debe indicar, por lo tanto, la ausencia de planeación. Así, la preparación a mano refleja vínculos directos y no simbólicos entre la detección y la actuación.

    Si nos enfocamos en la actividad preocupante en lugar de en la contemplación desapegada, se pone en tela de juicio el estatus de esta representación. Al clavar un clavo con un martillo (a diferencia de pensar en un martillo), no necesito hacer uso de ninguna representación explícita del martillo. (Winograd & Flores, 1987b, p. 33)

    Vera y Simón (1993, p. 19) señalaron correctamente, sin embargo, que nuestra conciencia consciente de las entidades es muda con respecto a la naturaleza o a la existencia de formatos representacionales: “La conciencia no tiene nada que ver con si algo se representa simbólicamente, o de alguna otra manera, o nada en absoluto”. Es decir, la conciencia de los contenidos no es una característica definitoria de los sistemas físicos de símbolos. Esta posición es un hábil despido de usar la preparación a mano para apoyar una posición antirepresentacional.

    Después de tratar las implicaciones de la preparación a mano, Vera y Simón (1993) consideraron formulaciones alternas de las críticas planteadas por investigadores de acción situados. Quizás la principal preocupación de la ciencia cognitiva encarnada es que el enfoque clásico enfatiza el procesamiento interno y simbólico hasta la casi total exclusión de la percepción y la actuación. Vimos en el Capítulo 3 que los pioneros del sistema de producción admitieron que sus esfuerzos anteriores ignoraban la detección y la actuación (Newell, 1990). (También vimos un intento de rectificar esto en arquitecturas de sistemas de producción más recientes [Meyer et al., 2001; Meyer & Kieras, 1997a, 1997b]).

    Vera y Simón (1993) señalaron que la tradición clásica nunca ha estado en desacuerdo con la afirmación de que las teorías de la cognición no pueden tener éxito simplemente proporcionando cuentas de procesamiento interno. La acción y el medio ambiente son elementos clave de los relatos clásicos pioneros (Miller, Galanter y Pribram, 1960; Simon, 1969). Vera y Simón enfatizan esto citando las implicaciones de la propia parábola de la hormiga de Simon (1969):

    Se ha dicho que el estudio adecuado de la humanidad es el hombre. Pero... el hombre —o al menos el componente intelectivo del hombre— puede ser relativamente simple;.. la mayor parte de la complejidad de su comportamiento puede ser extraída de su entorno, de su búsqueda de buenos diseños. (Simon, 1969, p. 83)

    Los críticos modernos de la noción encarnada de la mente extendida (Adams & Aizawa, 2008) continúan haciéndose eco de esta respuesta: “La visión ortodoxa en la ciencia cognitiva sostiene que las mentes sí interactúan con sus cuerpos y sus entornos” (pp. 1—2).

    Vera y Simón (1993) enfatizaron la naturaleza interactiva de los modelos clásicos al discutir brevemente varios sistemas de producción diseñados para interactuar con el mundo. Estos incluyeron el proyecto Phoenix, un sistema que simula la lucha contra incendios forestales en el Parque Nacional Yellowstone (Cohen et al., 1989), así como el sistema Navlab para navegar por un vehículo robótico autónomo (Pomerleau, 1991; Thorpe, 1990). Vera y Simón también describieron un sistema de producción para resolver el problema de las Torres de Hanoi, pero estaba altamente andamiado. Es decir, su memoria para estados intermedios del problema estaba en las torres externas y los propios discos; el sistema de producción no tenía ni una representación interna del problema ni una pila de metas para planificar su solución. En cambio, resolvió el problema perceptualmente, con sus producciones impulsadas por la apariencia cambiante del problema a lo largo del tiempo.

    Los ejemplos anteriores se utilizaron para argumentar que al menos algunos sistemas de producción son modelos de acción situados. Vera y Simón (1993) completaron su argumento haciendo el argumento paralelo de que algunas teorías notables de acción situada son simbólicas porque son instancias de sistemas de producción. Una teoría encarnada que recibió este tratamiento fue la robótica basada en el comportamiento de Rodney Brooks (Brooks, 1991, 1989, 1999, 2002), la cual fue introducida en el Capítulo 5. En la medida en que coincidieron en que los robots de Brooks no emplean representaciones, Vera y Simón sugirieron que esto limita sus capacidades. “En consecuencia, no está claro si Brooks y sus criaturas están en el camino correcto hacia sistemas totalmente autónomos que puedan funcionar en una variedad más amplia de entornos” (Vera y Simon, 1993, p. 35).

    Sin embargo, Vera y Simon (1993) sugirieron que incluso sistemas como los robots de Brooks podrían ser moldeados en un molde simbólico. Si un sistema tiene un estado que de alguna manera está indexado a una propiedad o entidad en el mundo, entonces ese estado debería llamarse propiamente símbolo. En consecuencia, una relación básica sentido-acto que formara parte de la arquitectura de subsunción más simplista sería un ejemplo de producción para Vera y Simón.

    Además, Vera y Simón (1993) argumentaron que incluso si una relación básica sentido-acto está conectada, y por lo tanto no hay necesidad de verla como simbolizada, es simbólica sin embargo:

    Al final de la condición, el impulso neural despertado por los estímulos entrantes codificados denota las posibilidades que produjeron estos estímulos, mientras que las señales a los nervios eferentes denotan las funciones de las acciones. Hay muchas razones para considerar estos impulsos y señales como símbolos: Un símbolo puede consistir tan fácilmente en la activación de una neurona como puede de la creación de un pequeño campo magnético. (Vera y Simón, 1993, p. 42)

    Así, cualquier modelo de acción situado puede describirse en un lenguaje neutral y simbólico, como sistema de producción, incluyendo incluso las instancias más reflexivas y antirepresentacionales de tales modelos.

    La esencia del argumento de Vera y Simón (1993), entonces, fue que no hay diferencia de principios entre las teorías clásicas y encarnadas, porque los modelos encarnados que interactúan con el entorno son en esencia sistemas de producción. No en vano, esta posición atrajo una variedad de críticas.

    Por ejemplo, Cognitive Science publicó una serie de artículos en respuesta al artículo original de Vera y Simon (Norman, 1993). Un tema evidente en algunos de estos trabajos fue que la definición de símbolo de Vera y Simón era demasiado vaga para ser útil (Agre, 1993; Clancey, 1993). Agre, por ejemplo, acusó a Vera y Simón no de defender una teoría bien articulada, sino de explotar una cosmovisión indistinta. Argumentó que “reclaman rutinariamente la reivindicación a través de algún brillo 'simbólico' de cualquier fenómeno que se esté discutiendo. El problema es que casi cualquier cosa puede parecer 'simbólica' si lo miras bien” (Agre, 1993, p. 62).

    Un ejemplo de tal vaguedad fue la definición de Vera y Simón (1993) de un símbolo como “patrón designador”. ¿Qué quieren decir con designar? La designación ha ocurrido si “un sistema de información puede tomar un token de símbolo como entrada y utilizarlo para acceder a un objeto referenciado con el fin de afectarlo o ser afectado por él de alguna manera” (Vera & Simon, 1993, p. 9). En otras palabras, el mero establecimiento de una relación deíctica o indexadora (Pylyshyn, 1994, 2000, 2001) entre el mundo y algún estado de un agente es suficiente para que Vera y Simón consideren ese estado “simbólico”.

    Esta definición muy liberal de simbólico conduce a algunas caracterizaciones muy glib de ciertas posiciones encarnadas. Consideremos el tratamiento de Vera y Simón (1993) de las providencias tal como se define en la teoría ecológica de la percepción (Gibson, 1979). En la teoría de Gibson, las prestaciones —oportunidades de acción que ofrecen las entidades en el mundo— se perciben directamente; no se presumen símbolos o representaciones intervinientes. “Cuando afirmo que la percepción del entorno es directa, quiero decir que no está mediada por imágenes retinianas, imágenes neuronales o imágenes mentales” (p. 147). Vera y Simón (1993, p. 20) negaron la percepción directa: “lo que corresponde a una asequibilidad es un símbolo almacenado en la memoria central que denota la codificación en términos funcionales de un despliegue visual complejo, este último producido, a su vez, por la escena física real que se está viendo”.

    Vera y Simón (1993) adoptaron esta interpretación representacional de las prestaciones porque, por su definición, una asequibilidad designa algún estado de cosas mundano y, por lo tanto, debe ser simbólico. Como resultado, Vera y Simón redefinieron los vínculos sentido-acto de la percepción directa como procesamiento indirecto sentido-pensar-acto. Para ellos, las ofrendas eran símbolos informados por los sentidos, y las acciones fueron consecuencia de la presencia de representaciones motoras. Relatos similares de las prestaciones se han propuesto en la literatura más reciente (Sahin et al., 2007).

    Si bien el uso de la designación por Vera y Simón (1993) para proporcionar una definición liberal del símbolo permite un relato representativo de las teorías antirepresentacionales, lo hace a costa de descuidar los supuestos centrales de los modelos clásicos. En particular, otros destacados científicos cognitivos clásicos adoptan una definición mucho más estricta de símbolo que impide, por ejemplo, que la percepción directa sea vista como una teoría clásica. Pylyshyn ha argumentado que los científicos cognitivos deben adoptar un vocabulario cognitivo en sus teorías (Pylyshyn, 1984). Tal vocabulario captura regularidades apelando a los contenidos de los estados representacionales, como se ilustra en la adopción de la postura intencional (Dennett, 1987) o en el empleo de teoría-teoría (Gopnik & Meltzoff, 1997; Gopnik & Wellman, 1992).

    Es importante destacar que para Pylyshyn la mera designación no es suficiente para definir el contenido de los símbolos, y por lo tanto no es suficiente para sustentar una teoría clásica o cognitiva. Como se discute en detalle en el Capítulo 8, Pylyshyn ha desarrollado una teoría de la visión que requiere la indexación o designación como una operación primitiva (Pylyshyn, 2003c, 2007). Sin embargo, esta teoría reconoce que la designación ocurre sin representar las características de las entidades indexadas, y por lo tanto no establece contenido cognitivo. Como resultado, la indexación es un componente crítico de la teoría de Pylyshyn, pero también es un componente que explícitamente etiqueta como no representativo y no cognitivo.

    La vaguedad de Vera y Simón (1993) en la definición de lo simbólico ha sido una preocupación central en otras críticas a su posición. Se ha afirmado que Vera y Simón omiten una característica crucial en su definición de sistema de símbolos: la capacidad de ser un dispositivo informático universal (Wells, 1996). Wells (1996) señaló en un ejemplo que dispositivos como los robots basados en el comportamiento de Brooks no son capaces de computación universal, una de las propiedades definitorias de un sistema de símbolos físicos (Newell & Simon, 1976). Wells sostiene que si un modelo de acción situado no es universal, entonces no puede ser un sistema de símbolos físicos, y por lo tanto no puede ser una instancia de la clase de teorías clásicas o simbólicas.

    La trayectoria desde la investigación clásica temprana de Winograd (1972a) hasta su articulación pionera del enfoque encarnado (Winograd & Flores, 1987b) y la ruta del libro de Winograd y Flores al relato clásico de Vera y Simón (1993) de la acción situada a las diversas respuestas que este relato provocó plantear una serie de cuestiones.

    Primero, esta secuencia de publicaciones ilustra muy bien la descripción de Norman (1993) de los enfrentamientos culturales en la ciencia cognitiva. Insatisfechos con los límites percibidos del enfoque clásico, Winograd y Flores resaltaron sus fallas y detallaron los avances potenciales del enfoque encarnado. En respuesta, Vera y Simón (1993) descontaron las diferencias entre teorías clásicas y encarnadas, e incluso señalaron cómo las redes coneccionistas podrían ser proyectadas a la luz de los sistemas de producción.

    En segundo lugar, las diversas posiciones descritas anteriormente resaltan una variedad de perspectivas sobre las relaciones entre diferentes escuelas de pensamiento en la ciencia cognitiva. En un extremo, todas estas diferentes escuelas de pensamiento se consideran de naturaleza clásica, porque todas son simbólicas y todas caen bajo un paraguas de sistema de producción (Vera & Simon, 1993). En el extremo opuesto, existen diferencias incompatibles entre los tres enfoques, y los partidarios de un enfoque argumentan por su adopción y por el despido de los otros (Chemero, 2009; Fodor & Pylyshyn, 1988; Smolensky, 1988; Winograd & Flores, 1987b).

    Entre estos polos, se pueden encontrar posiciones de compromiso en las que se avalan modelos híbridos que recurren a múltiples escuelas de pensamiento. Estas incluyen propuestas en las que se invocan diferentes tipos de teorías para resolver diferentes tipos de problemas, posiblemente en diferentes etapas de procesamiento (Clark, 1997; Pylyshyn, 2003c). Estas también incluyen propuestas en las que se invocan simultáneamente diferentes tipos de teorías para lograr de manera cooperativa un relato completo de algún fenómeno (McNeill, 2005).

    Tercero, el debate entre los polos extremos parece depender de las definiciones centrales utilizadas para distinguir una posición de otra. ¿La cognición situada es clásica? Como vimos antes, esto depende de la definición de simbólico, que es una idea clásica clave, pero no ha sido tan claramente definida como cabría esperar (Searle, 1992). Es este tercer punto el que es el foco del resto de este capítulo. ¿Cuáles son los conceptos clave que se presume distinguen a la ciencia cognitiva clásica de sus supuestos competidores? Cuando uno examina estos conceptos en detalle, ¿se distinguen realmente entre posiciones? ¿O en cambio revelan posibles compatibilidades entre los diferentes enfoques de la ciencia cognitiva?


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