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1.5: Definición de la Psicología Social- Historia y Principios

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    Objetivos de aprendizaje
    1. Definir la psicología social.
    2. Revisar la historia del campo de la psicología social y los temas que estudian los psicólogos sociales.
    3. Resumir los principios de la psicología evolutiva.
    4. Describir y proporcionar ejemplos de la interacción persona-situación.
    5. Revisar los conceptos de (a) normas sociales y (b) culturas.

    El campo de la psicología social está creciendo rápidamente y está teniendo una influencia cada vez más importante en cómo pensamos sobre el comportamiento humano. Periódicos, sitios web y otros medios reportan frecuentemente los hallazgos de psicólogos sociales, y los resultados de la investigación psicológica social están influyendo en decisiones en una amplia variedad de áreas. Comencemos con una breve historia del campo de la psicología social para luego pasar a una revisión de los principios básicos de la ciencia de la psicología social.

    La Historia de la Psicología Social

    La ciencia de la psicología social comenzó cuando los científicos comenzaron a medir sistemática y formalmente los pensamientos, sentimientos y comportamientos de los seres humanos (Kruglanski y Stroebe, 2011). Los primeros experimentos de psicología social sobre el comportamiento grupal se realizaron antes de 1900 (Triplett, 1898), y los primeros libros de texto de psicología social se publicaron en 1908 (McDougall, 1908/2003; Ross, 1908/1974). Durante las décadas de 1940 y 1950, los psicólogos sociales Kurt Lewin y Leon Festinger refinaron el enfoque experimental para estudiar el comportamiento, creando la psicología social como una disciplina científica rigurosa. Lewin es a veces conocido como “el padre de la psicología social” porque inicialmente desarrolló muchas de las ideas importantes de la disciplina, incluyendo un enfoque en las interacciones dinámicas entre las personas. En 1954, Festinger editó un influyente libro llamado Métodos de Investigación en las Ciencias del Comportamiento, en el que él y otros psicólogos sociales enfatizaron la necesidad de medir variables y utilizar experimentos de laboratorio para probar sistemáticamente hipótesis de investigación sobre el comportamiento social. También señaló que podría ser necesario en estos experimentos engañar a los participantes sobre la verdadera naturaleza de la investigación.

    La psicología social fue energizada por investigadores que intentaron entender cómo el dictador alemán Adolf Hitler podría haber producido una obediencia tan extrema y comportamientos horrendos en sus seguidores durante la Segunda Guerra Mundial. Los estudios sobre la conformidad realizados por Muzafir Sherif (1936) y Solomon Asch (1952), así como los de obediencia de Stanley Milgram (1974), mostraron la importancia de las presiones de conformidad en los grupos sociales y cómo las personas en autoridad podrían crear obediencia, incluso en la medida de llevar a las personas a causar severos daño a los demás. Philip Zimbardo, en su conocido “experimento carcelario” (Haney, Banks, & Zimbardo, 1973), encontró que los estudiantes universitarios varones ordinarios que fueron reclutados para desempeñar el papel de guardias y presos en una prisión simulada se involucraron tanto en sus asignaciones, y su interacción se volvió tan violenta, que el estudio tuvieron que ser rescindidos anticipadamente (Nota 1.4 “Videoclip 1”). Esta investigación demostró nuevamente el poder del entorno social.

    Videoclip 1

    (haga clic para ver el video)

    El experimento penitenciario de Stanford realizado por Philip Zimbardo en la década de 1960 demostró el poderoso papel de la situación social en el comportamiento humano.

    La psicología social se expandió rápidamente para estudiar otros temas. John Darley y Bibb Latané (1968) desarrollaron un modelo que ayudó a explicar cuándo las personas ayudan y no ayudan a otros necesitados, y Leonard Berkowitz (1974) fue pionero en el estudio de la agresión humana. En tanto, otros psicólogos sociales, entre ellos Irving Janis (1972), se centraron en el comportamiento grupal, estudiando por qué las personas inteligentes a veces tomaban decisiones que llevaban a resultados desastrosos cuando trabajaban juntas. Otros psicólogos sociales, entre ellos Gordon Allport y Muzafir Sherif, se enfocaron en las relaciones intergrupales, con el objetivo de comprender y potencialmente reducir la ocurrencia de estereotipos, prejuicios y discriminación. Los psicólogos sociales dieron sus opiniones en el caso Brown v. Board of Education Supreme Court de 1954 que ayudó a poner fin a la segregación racial en las escuelas públicas de Estados Unidos, y los psicólogos sociales siguen siendo frecuentemente testigos expertos sobre estos y otros temas (Fiske, Bersoff, Borgida, Deaux y Heilman, 1991).

    En esta última parte del siglo XX se produjo una expansión de la psicología social en el campo de las actitudes, con especial énfasis en los procesos cognitivos. Durante este tiempo, los psicólogos sociales desarrollaron los primeros modelos formales de persuasión, con el objetivo de entender cómo los anunciantes y otras personas podían presentar sus mensajes para hacerlos más efectivos (Eagly & Chaiken, 1993; Hovland, Janis, & Kelley, 1963). Estas aproximaciones a las actitudes se centraron en los procesos cognitivos que las personas utilizan al evaluar los mensajes y en la relación entre actitudes y comportamientos. La importante teoría de la disonancia cognitiva de Leon Festinger (1957) se desarrolló durante este tiempo y se convirtió en un modelo para investigaciones posteriores.

    En las décadas de 1970 y 1980, la psicología social se volvió aún más cognitiva en la orientación ya que los psicólogos sociales utilizaron los avances de la psicología cognitiva, que a su vez se basaban en gran medida en los avances de la tecnología informática, para informar al campo (Fiske & Taylor, 2008) El enfoque de estos investigadores, entre ellos Alice Eagly, Susan Fiske, E. Tory Higgins, Richard Nisbett, Lee Ross, Shelley Taylor y muchos otros, estuvo en la cognición social, una comprensión de cómo nuestro conocimiento sobre nuestros mundos sociales se desarrolla a través de la experiencia y la influencia de estos conocimientos estructuras sobre la memoria, el procesamiento de la información, las actitudes y el juicio. Además, se documentó hasta qué punto la toma de decisiones de los humanos podría ser defectuosa tanto por procesos cognitivos como motivacionales (Kahneman, Slovic, & Tversky, 1982).

    En el siglo XXI, el campo de la psicología social se ha ido expandiendo a otras áreas más. Los ejemplos que consideraremos en este libro incluyen el interés en cómo las situaciones sociales influyen en nuestra salud y felicidad, los importantes roles de las experiencias y culturas evolutivas en nuestro comportamiento, y el campo de la neurociencia social, el estudio de cómo nuestro comportamiento social influye y es influenciado por las actividades de nuestro cerebro (Lieberman, 2010). Los psicólogos sociales continúan buscando nuevas formas de medir y comprender el comportamiento social, y el campo continúa evolucionando. No puedo predecir a dónde se dirigirá la psicología social en el futuro, pero no tengo ninguna duda de que seguirá viva y vibrante.

    La persona y la situación social

    La psicología social es el estudio de la relación dinámica entre los individuos y las personas que los rodean (ver Figura 1). Cada uno de nosotros es diferente, y nuestras características individuales, incluyendo nuestros rasgos de personalidad, deseos, motivaciones y emociones, tienen un impacto importante en nuestro comportamiento social. Pero nuestro comportamiento también está profundamente influenciado por la situación social, las personas con las que interactuamos todos los días. Estas personas incluyen a nuestros amigos y familiares, nuestros hermanos de fraternidad o hermandades de mujeres, nuestros grupos religiosos, las personas que vemos en la televisión o sobre las que leemos o con las que interactuamos en la web, así como personas en las que pensamos, recordamos o incluso imaginamos.

    Figura 1: La interacción persona-situación

    Los psicólogos sociales creen que el comportamiento humano está determinado tanto por las características de una persona como por la situación social. También creen que la situación social suele ser una influencia más fuerte en el comportamiento que las características de una persona.

    La psicología social es en gran parte el estudio de la situación social. Nuestras situaciones sociales crean influencia social, el proceso a través del cual otras personas cambian nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos y a través del cual cambiamos los suyos. A lo mejor ya se puede ver cómo la influencia social proporcionada por los miembros del culto Heaven's Gate estuvo trabajando en el suicidio de Hale-Bopp.

    Kurt Lewin formalizó la influencia conjunta de variables persona y variables situacionales, lo que se conoce como la interacción persona-situación, en una ecuación importante:

    Comportamiento = f (persona, situación social).

    La ecuación de Lewin indica que el comportamiento de una persona determinada en un momento dado es una función de (depende) tanto de las características de la persona como de la influencia de la situación social.

    Adaptación Evolutiva y Características Humanas

    En la ecuación de Lewin, la persona se refiere a las características del ser humano individual. Las personas nacen con habilidades que les permiten interactuar exitosamente con otros en su mundo social. Los recién nacidos son capaces de reconocer rostros y responder a las voces humanas, los niños pequeños aprenden el lenguaje y desarrollan amistades con otros niños, los adolescentes se interesan por el sexo y están destinados a enamorarse, la mayoría de los adultos se casan y tienen hijos, y la mayoría de la gente suele llevarse bien con los demás.

    Las personas tienen estas características particulares porque todos hemos sido moldeados de manera similar a través de la evolución humana. El código genético que define al ser humano nos ha proporcionado habilidades sociales especializadas que son importantes para la supervivencia. Así como la visión aguda, la fuerza física y la resistencia a las enfermedades ayudaron a nuestros antepasados a sobrevivir, también lo hizo la tendencia a participar en comportamientos sociales. Rápidamente hacemos juicios sobre otras personas, ayudamos a otras personas que están necesitadas y disfrutamos trabajando juntos en grupos sociales porque estos comportamientos ayudaron a nuestros antepasados a adaptarse y fueron transmitidos en sus genes a la siguiente generación (Ackerman & Kenlck, 2008; Barrett & Kurzban, 2006; Pinker, 2002). Nuestras extraordinarias habilidades sociales se deben principalmente a nuestro gran cerebro y a la inteligencia social que nos proporcionan (Herrmann, Call, Hernández-Lloreda, Hare, & Tomasello, 2007).

    La suposición de que la naturaleza humana, incluyendo gran parte de nuestro comportamiento social, está determinada en gran medida por nuestro pasado evolutivo se conoce como adaptación evolutiva (Buss & Kadrick, 1998; Workman & Reader, 2008). En la teoría evolutiva, la aptitud se refiere a la medida en que tener una característica dada ayuda al organismo individual a sobrevivir y a reproducirse a un ritmo mayor que otros miembros de la especie que no tienen la característica. Los organismos más aptos transmiten sus genes con mayor éxito a generaciones posteriores, lo que hace que las características que producen la aptitud sean más propensas a formar parte de la naturaleza de los organismos que son características que no producen aptitud. Por ejemplo, se ha argumentado que la emoción de los celos ha sobrevivido con el tiempo en los hombres porque los hombres que experimentan celos están más en forma que los hombres que no. Según esta idea, la experiencia de los celos lleva a los hombres a proteger a sus parejas y protegerse contra rivales, lo que aumenta su éxito reproductivo (Buss, 2000).

    A pesar de que nuestra composición biológica nos prepara para ser seres humanos, es importante recordar que nuestros genes realmente no determinan quiénes somos. Más bien, los genes nos proporcionan nuestras características humanas, y estas características nos dan la tendencia a comportarnos de manera “humana”. Y sin embargo, cada ser humano es diferente de cualquier otro ser humano.

    La adaptación evolutiva nos ha proporcionado dos motivaciones fundamentales que nos guían y nos ayudan a llevar vidas productivas y efectivas. Una de estas motivaciones se relaciona con el yo, la motivación para proteger y potenciar al yo y a las personas que están psicológicamente cercanas a nosotros; la otra se relaciona con la situación social, la motivación para afiliarse, aceptar y ser aceptados por otros. Nos referiremos a estas dos motivaciones como preocupación propia y preocupación de otro, respectivamente.

    Preocupación

    La tendencia más básica de todos los organismos vivos, y el foco de la primera motivación humana, es el deseo de proteger y potenciar la propia vida y la vida de las personas cercanas a nosotros. Los humanos están motivados a encontrar comida y agua, a obtener un refugio adecuado y a protegerse del peligro. Hacerlo es necesario porque solo podemos sobrevivir si somos capaces de cumplir con estos objetivos fundamentales.

    El deseo de mantener y realzar el yo también nos lleva a hacer lo mismo por nuestros familiares, aquellas personas que están genéticamente relacionadas con nosotros. Los seres humanos, al igual que otros animales, exhiben una selección de parientes, estrategias que favorecen el éxito reproductivo de los familiares, a veces incluso a un costo para la propia supervivencia del individuo. De acuerdo con los principios evolutivos, la selección de parientes ocurre porque los comportamientos que potencian la aptitud de los familiares, aunque disminuyan la aptitud del propio individuo, pueden, sin embargo, aumentar la supervivencia del grupo en su conjunto.

    Figura 2: El principio evolutivo de la selección de parientes nos lleva a ser particularmente cariñosos y útiles para quienes comparten nuestros genes. Píxel Louish — Foto familiar enmarcada — CC BY-NC-ND 2.0; Chris — Foto familiar de los años 70 — CC BY-NC-ND 2.0; Loren Kerns — Autorretrato familiar Kerns — CC BY 2.0.

    Además de nuestros parientes, deseamos proteger, mejorar y potenciar el bienestar de nuestro grupo interno: aquellos a quienes consideramos similares e importantes para nosotros y con quienes compartimos conexiones sociales cercanas, aunque esas personas en realidad no compartan nuestros genes. Quizás recuerdes una época en la que ayudaste a tus amigos a trasladar todos sus muebles a un nuevo departamento, incluso cuando hubieras preferido estar haciendo algo más beneficioso para ti, como estudiar o relajarte. No habrías ayudado a extraños de esta manera, pero lo hiciste por tus amigos porque te sentías cerca de ellos y te preocupabas por ellos. La tendencia a ayudar a las personas con las que nos sentimos cercanos, aunque no estén relacionadas con nosotros, probablemente se deba en parte a nuestro pasado evolutivo: Las personas a las que estábamos más cercanas eran generalmente aquellas con las que estábamos emparentadas.

    Otro-preocupación

    Si bien nos preocupa principalmente la supervivencia de nosotros mismos, nuestros parientes y aquellos que sentimos que son similares e importantes para nosotros, también deseamos conectarnos y ser aceptados por otras personas de manera más general, el objetivo de la preocupación de los demás. Vivimos juntos en comunidades, trabajamos juntos en grupos de trabajo, podemos adorar juntos en grupos religiosos y podemos jugar juntos en equipos deportivos y a través de clubes. Afiliarse con otras personas —incluso con extraños— nos ayuda a alcanzar una meta fundamental: la de encontrar una pareja romántica con la que podamos tener hijos. Nuestras conexiones con los demás también nos brindan otras oportunidades que no tendríamos por nuestra cuenta. Podemos ir a la tienda de comestibles a comprar leche o huevos, y podemos contratar a un carpintero para que nos construya una casa. Y nosotros mismos hacemos un trabajo que provee bienes y servicios para los demás. Esta cooperación mutua es beneficiosa tanto para nosotros como para las personas que nos rodean. También nos afiliamos porque disfrutamos estar con otros, formar parte de grupos sociales y contribuir al discurso social (Leary & Cox, 2008).

    Lo que significa el motivo de preocupación de otro es que no siempre nos ponemos primero. Ser humano también implica preocuparse, ayudar y cooperar con otras personas. Aunque nuestros genes son en sí mismos “egoístas” (Dawkins, 2006), esto no quiere decir que los individuos siempre lo sean. La supervivencia de nuestros propios genes puede mejorarse ayudando a otros, incluso a aquellos que no están relacionados con nosotros (Krebs, 2008; Park, Schaller, & Van Vugt, 2008). Así como las aves y otros animales pueden dar llamadas de alarma a otros animales para indicar que un depredador está cerca, los humanos se involucran en comportamientos altruistas en los que ayudan a otros, a veces a un costo potencial para ellos mismos.

    En resumen, los seres humanos se comportan moralmente con los demás, entienden que es incorrecto dañar a otras personas sin una razón fuerte para hacerlo, y muestran compasión e incluso altruismo hacia los demás (Goetz, Keltner, & Simon-Thomas, 2010; Turiel, 1983). Como resultado, los comportamientos negativos hacia los demás, como el acoso, el engaño, el robo y la agresión, son inusuales, inesperados y socialmente desaprobados. Por supuesto, esto no significa que las personas siempre sean amigables, serviciales y amables entre sí; las situaciones sociales poderosas pueden crear comportamientos negativos y de hecho crean. Pero la motivación humana fundamental de la preocupación ajena sí significa que la hostilidad y la violencia son la excepción más que la regla del comportamiento humano.

    A veces los objetivos de la preocupación por uno mismo y la preocupación por los demás van de la mano. Cuando nos enamoramos de otra persona, se trata en parte de una preocupación por conectarnos con otra persona pero también se trata de preocuparnos por nosotros mismos: enamorarnos nos hace sentir bien con nosotros mismos. Y cuando somos voluntarios para ayudar a otros que están en necesidad, es en parte para su beneficio pero también para nosotros. Nos sentimos bien cuando ayudamos a los demás. En otras ocasiones, sin embargo, los objetivos de la autopreocupación y la preocupación ajena entran en conflicto. Imagina que estás caminando por el campus y ves a un hombre con un cuchillo amenazando a otra persona. ¿Interviene, o se da la vuelta? En este caso, tu deseo de ayudar a la otra persona (otra-preocupación) está en conflicto directo con tu deseo de protegerte del peligro que representa la situación (preocupación por ti mismo), y debes decidir qué objetivo poner primero. A lo largo de este libro veremos muchos más ejemplos de los motivos de la autopreocupación y la preocupación de los demás, tanto trabajando juntos como trabajando uno contra el otro.

    Figura 3: La preocupación por los demás es una parte fundamental del comportamiento de los humanos y de muchos animales. Fenix_21 — DSC01311 — CC BY-NC-ND 2.0; Tambako El Jaguar — Pareja relajante — CC BY-ND 2.0; mrhayata — Pareja — CC BY-SA 2.0; Vladimir Pustovit — Pareja — CC BY 2.0.

    La situación social crea una poderosa influencia social

    Cuando se le pide a las personas que indiquen las cosas que más valoran, suelen mencionar su situación social, es decir, sus relaciones con otras personas (Baumeister & Leary, 1995; Fiske & Haslam, 1996). Cuando trabajamos juntos en un proyecto de clase, somos voluntarios en un refugio para personas sin hogar o servimos en un jurado en un juicio judicial, contamos con otros para trabajar con nosotros para hacer el trabajo. Desarrollamos lazos sociales con esas personas, y esperamos que lleguen para ayudarnos a alcanzar nuestras metas. La importancia de los demás se manifiesta en todos los aspectos de nuestras vidas: otras personas nos enseñan lo que debemos y no debemos hacer, lo que debemos y no debemos pensar, e incluso lo que debemos y no nos gusta y lo que no nos gusta y lo que no nos gusta.

    Además de las personas con las que actualmente estamos interactuando, estamos influenciados por personas que no están físicamente presentes pero que sin embargo forman parte de nuestros pensamientos y sentimientos. Imagina que estás conduciendo a casa por una carretera rural desierta a altas horas de la noche. No hay autos visibles en ninguna dirección, y se puede ver por millas. Se llega a una señal de alto. ¿Qué haces? Lo más probable es que se detenga en el letrero, o al menos disminuya la velocidad. Lo haces porque el comportamiento ha sido interiorizado: A pesar de que no hay nadie ahí para verte, otros te siguen influenciando, has aprendido sobre las reglas y leyes de la sociedad, lo que está bien y lo que está mal, y tiendes a obedecerlas. Llevamos nuestras propias situaciones sociales personales, nuestras experiencias con nuestros padres, maestros, líderes, autoridades y amigos, a nuestro alrededor todos los días.

    Un principio importante de la psicología social, uno que nos acompañará a lo largo de este libro, es que aunque las características de los individuos sí importan, la situación social suele ser un determinante de comportamiento más fuerte que la personalidad. Cuando los psicólogos sociales analizan un evento como un suicidio de culto, es probable que se centren más en las características de la situación (por ejemplo, el líder fuerte y la presión grupal proporcionada por los otros miembros del grupo) que en las características de los propios miembros del culto. Como ejemplo, veremos que incluso la gente común que no es mala ni mala de ninguna manera puede, sin embargo, colocarse en situaciones en las que una figura de autoridad es capaz de llevarlos a incurrir en malos comportamientos, como aplicar niveles potencialmente letales de descarga eléctrica (Milgram, 1974).

    Además de descubrir la notable medida en que nuestro comportamiento está influenciado por nuestra situación social, los psicólogos sociales han descubierto que muchas veces no reconocemos cuán importante es la situación social para determinar el comportamiento. A menudo pensamos erróneamente que nosotros y los demás actuamos enteramente por nuestra propia cuenta, sin ninguna influencia externa. Es tentador suponer que las personas que cometen actos extremos, como terroristas o miembros de cultos suicidas, son personas inusuales o extremas. Y sin embargo, mucha investigación sugiere que estos comportamientos son causados más por la situación social que por las características de los individuos y que es incorrecto enfocarse tan fuertemente en las explicaciones de las características de los individuos (Gilbert & Malone, 1995).

    Quizás no haya un ejemplo más claro de la poderosa influencia de la situación social que el encontrado en investigaciones que muestran el enorme papel que otros juegan en nuestra salud física y mental. El apoyo social se refiere a la comodidad que recibimos de las personas que nos rodean, por ejemplo, nuestra familia, amigos, compañeros de clase y compañeros de trabajo (Diener, Suh, Lucas, & Smith, 1999; Diener, Tamir, & Scollon, 2006).

    Cómo influye la situación social en nuestra salud mental y física

    En comparación con aquellos que no sienten que tienen una red de otros en los que pueden confiar, las personas que sienten que cuentan con el apoyo social adecuado reportan ser más felices y también se ha encontrado que tienen menos problemas psicológicos, incluyendo trastornos alimentarios y enfermedades mentales (Diener, Suh, Lucas, & Smith, 1999; Diener, Tamir, & Scollon, 2006).

    Las personas con apoyo social están menos deprimidas en general, se recuperan más rápido de eventos negativos y tienen menos probabilidades de suicidarse (Au, Lau, & Lee, 2009; Bertera, 2007; Compton, Thompson, & Kaslow, 2005; Skärsäter, Langius, Ågren, Häagström, & Dencker, 2005). Las personas casadas reportan ser más felices que las personas solteras (Pew, 2006), y en general, un matrimonio feliz es una excelente forma de apoyo social. Uno de los objetivos de la psicoterapia efectiva es ayudar a las personas a generar mejores redes de apoyo social porque tales relaciones tienen un efecto tan positivo en la salud mental.

    Además de tener una mejor salud mental, las personas que cuentan con el apoyo social adecuado son más saludables físicamente. Tienen menos enfermedades (como tuberculosis, ataques cardíacos y cáncer), viven más tiempo, tienen presión arterial más baja y tienen menos muertes a todas las edades (Cohen & Wills, 1985; Stroebe y Stroebe, 1996). Los psicólogos deportivos incluso han descubierto que las personas con mayores niveles de apoyo social tienen menos probabilidades de lesionarse practicando deportes y recuperarse más rápidamente de las lesiones que sí reciben (Hardy, Richman, & Rosenfeld, 1991). Estas diferencias parecen deberse a los efectos positivos del apoyo social sobre el funcionamiento fisiológico, incluido el sistema inmunológico.

    Lo opuesto al apoyo social es el sentimiento de ser excluido o condenado al ostracismo. Sentir que otros nos están excluyendo es doloroso, y el dolor del rechazo puede persistir incluso más que el dolor físico. Las personas a las que se les pidió que recordaran un evento que les causó dolor social (por ejemplo, traición por parte de una persona muy cercana a ellos) calificaron el dolor como más intenso de lo que calificaron sus recuerdos de dolor físico intenso (Chen, Williams, Fitness, & Newton, 2008). Cuando las personas se ven amenazadas con la exclusión social, posteriormente expresan un mayor interés en hacer nuevos amigos, aumentar su deseo de trabajar cooperativamente con los demás, formar primeras impresiones más positivas de nuevos socios potenciales de interacción, e incluso llegar a ser más capaces de discriminar entre sonrisas reales y sonrisas falsas (Bernstein, Young, Brown, Sacco, & Claypool, 2008; Maner, DeWall, Baumeister, & Schaller, 2007).

    Debido a que conectar con los demás es una parte tan importante de la experiencia humana, a veces podemos retener la afiliación o ostracizar a otras personas para intentar obligarlas a conformarse a nuestros deseos. Cuando individuos de la religión Amish violan las sentencias de un anciano, son colocados bajo un Meidung. Durante este tiempo, y hasta que paguen las paces, no son hablados por los miembros de la comunidad. Y la gente suele utilizar el “trato silencioso” para expresar su desaprobación por el comportamiento de un amigo o pareja. El dolor del ostracismo es particularmente fuerte en adolescentes (Sebastian, Viding, Williams, & Blakemore, 2010).

    El uso del ostracismo también se ha observado en padres e hijos, e incluso en juegos de Internet y salas de chat (Williams, Cheung, & Choi, 2000). El tratamiento silencioso y otras formas de ostracismo son populares porque funcionan. Retener la comunicación e interacción social es un arma poderosa para castigar a los individuos y obligarlos a cambiar sus comportamientos. Los individuos que son condenados al ostracismo reportan sentirse solos, frustrados, tristes e indignos y tener menor autoestima (Bastian & Haslam, 2010).

    Tomados en conjunto, entonces, los resultados de la investigación psicológica social sugieren que una de las cosas más importantes que puedes hacer por ti mismo es desarrollar una red de apoyo estable. Llegar a otras personas beneficia a quienes se convierten en tus amigos (porque estás en su red de apoyo) y tiene beneficios sustanciales para ti.

    La influencia social crea normas sociales

    En algunos casos, la influencia social ocurre de manera bastante pasiva, sin ninguna intención obvia de una persona de influir en la otra, como cuando aprendemos y adoptamos las creencias y comportamientos de las personas que nos rodean, muchas veces sin ser realmente conscientes de que lo estamos haciendo. La influencia social ocurre cuando un niño pequeño adopta las creencias y valores de sus padres o cuando nos empieza a gustar la música jazz, sin realmente ser conscientes de ello, porque nuestro compañero de cuarto toca mucho de ella. En otros casos, la influencia social es todo menos sutil; involucra a uno o más individuos que intentan activamente cambiar las creencias o comportamientos de otros, como es evidente en los intentos de los miembros de un jurado de lograr que un miembro disidente cambie su opinión, el uso de una figura deportiva popular para alentar a los niños a comprar productos, o los mensajes que los líderes de culto dan a sus seguidores para animarlos a participar en los comportamientos requeridos del grupo.

    Un resultado de la influencia social es el desarrollo de normas sociales, las formas de pensar, sentir o comportarse que son compartidas por los miembros del grupo y percibidas por ellos como apropiadas (Asch, 1955; Cialdini, 1993). Las normas incluyen costumbres, tradiciones, estándares y reglas, así como los valores generales del grupo. A través de normas, aprendemos lo que realmente hace la gente (“la gente en Estados Unidos tiene más probabilidades de comer huevos revueltos por la mañana y espaguetis por la noche, en lugar de viceversa”) y también lo que debemos hacer (“hazle a los demás como quisieras que te hicieran”) y no deberíamos hacer (“no hagas bromas racistas”). Hay normas sobre casi todos los comportamientos sociales posibles, y estas normas tienen una gran influencia en nuestras acciones.

    Diferentes culturas tienen diferentes normas

    Las normas sociales que guían nuestros comportamientos cotidianos y que crean influencia social derivan en gran parte de nuestra cultura. Una cultura representa a un grupo de personas, que normalmente viven dentro de una región geográfica determinada, que comparten un conjunto común de normas sociales, incluyendo valores religiosos y familiares y creencias morales (Fiske, Kitayama, Markus, & Nisbett, 1998; Matsumoto, 2001). La cultura en la que vivimos afecta nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos a través de la enseñanza, la imitación y otras formas de transmisión social (Mesoudi, 2009). No es inapropiado decir que nuestra cultura define nuestras vidas tanto como lo hace nuestra experiencia evolutiva.

    Las culturas difieren en cuanto a las normas particulares que encuentran importantes y que guían el comportamiento de los integrantes del grupo. Los psicólogos sociales han descubierto que existe una diferencia fundamental en las normas sociales entre las culturas occidentales (incluyendo Estados Unidos, Canadá, Europa Occidental, Australia y Nueva Zelanda) y las culturas de Asia Oriental (incluyendo China, Japón, Taiwán, Corea, India y el sudeste asiático). Las normas en las culturas occidentales se orientan principalmente hacia el individualismo, normas culturales, comunes en las sociedades occidentales, que se centran principalmente en la auto-mejora y la independencia. A los niños de las culturas occidentales se les enseña a desarrollar y valorar un sentido de su yo personal y a verse a sí mismos como en gran medida separados de las personas que los rodean. Los niños de las culturas occidentales se sienten especiales consigo mismos: disfrutan obtener estrellas doradas en sus proyectos y la mejor calificación de la clase (Markus, Mullally, & Kitayama, 1997). Los adultos en las culturas occidentales están orientados a promover su propio éxito individual, frecuentemente en comparación con (o incluso a expensas de) otros. Cuando se les pide que se describan a sí mismos, los individuos en las culturas occidentales generalmente tienden a indicar que les gusta “hacer lo suyo”, prefieren vivir sus vidas de manera independiente y basar su felicidad y autoestima en sus propios logros personales. En definitiva, en las culturas occidentales el énfasis está en la autopreocupación.

    Las normas en las culturas del este asiático, por otro lado, están más enfocadas a la preocupación ajena. Estas normas indican que las personas deben estar más fundamentalmente conectadas con los demás y así estar más orientadas hacia la interdependencia, o colectivismo. En las culturas de Asia Oriental, se enseña a los niños a enfocarse en desarrollar relaciones sociales armoniosas con los demás, y las normas predominantes se relacionan con la unión grupal, la conexión y el deber y la responsabilidad con la familia. Los miembros de las culturas del este asiático, cuando se les pide que se describan a sí mismos, indican que están particularmente preocupados por los intereses de los demás, incluidos sus amigos cercanos y sus colegas. Como ejemplo de estas diferencias culturales, la investigación realizada por Shinobu Kitayama y sus colegas (Uchida, Norasakkunkit, & Kitayama, 2004) encontró que los asiáticos orientales tenían más probabilidades que los occidentales de experimentar la felicidad como resultado de sus conexiones con otras personas, mientras que los occidentales eran más susceptibles de experimentar la felicidad como resultado de sus propios logros personales.

    Figura 4: Las personas de culturas occidentales son, en promedio, más individualistas que las de culturas orientales, que son, en promedio, más colectivistas. Nathan Rupert — Sencillo — CC BY-NC-ND 2.0; Lindadee2006 — CC BY-NC-ND 2.0.

    Otros investigadores han estudiado otras diferencias culturales, como las variaciones en las orientaciones hacia el tiempo. Algunas culturas están más preocupadas por llegar y partir según un horario fijo, mientras que otras consideran el tiempo de una manera más flexible (Levine & Norenzayan, 1999). Levine y sus colegas (1999) encontraron que “el ritmo de vida”, evaluado por la velocidad promedio de caminata en lugares del centro y la velocidad con la que los empleados postales completaron una simple solicitud, fue más rápido en los países occidentales (pero también incluido Japón) y más lento en países económicamente subdesarrollados. También se ha argumentado que existen diferencias en la medida en que las personas de diferentes culturas están ligadas por las normas y costumbres sociales, en lugar de ser libres de expresar su propia individualidad sin considerar las normas sociales (Gelfand et al., 1996). Y también hay diferencias culturales con respecto al espacio personal, como lo cerca que se encuentran los individuos entre sí al hablar, así como diferencias en los estilos de comunicación que emplean los individuos.

    Es importante estar conscientes de las culturas y las diferencias culturales, al menos en parte porque las personas de diferentes orígenes culturales están entrando cada vez más en contacto entre sí como resultado del aumento de los viajes e inmigración y el desarrollo de Internet y otras formas de comunicación. En Estados Unidos, por ejemplo, hay muchos grupos étnicos diferentes, y la proporción de la población que proviene de grupos minoritarios (no blancos) va en aumento de año en año. Las minorías representarán una proporción mucho mayor del total de nuevas entradas en la fuerza laboral estadounidense en las próximas décadas. De hecho, se espera que las minorías, que ahora son aproximadamente un tercio de la población estadounidense, se conviertan en la mayoría para 2042, y se espera que Estados Unidos sea 54% minoría para 2050. Para 2023, más de la mitad de todos los niños serán minorías (U.S. Census Bureau, n.d.). Estos cambios darán como resultado un crecimiento considerable de la diversidad cultural en Estados Unidos, y aunque esto creará el potencial de cooperación útil e interacción productiva, también puede producir conflictos sociales no deseados. Ser conscientes de las diferencias culturales y considerar su influencia en cómo nos comportamos con los demás es una parte importante de una comprensión básica de la psicología social y un tema al que volveremos frecuentemente en este libro.

    Claves para llevar

    • La historia de la psicología social incluye el estudio de actitudes, comportamiento grupal, altruismo y agresión, cultura, prejuicio y muchos otros temas.
    • Los psicólogos sociales estudian problemas del mundo real utilizando un enfoque científico.
    • Pensar en tus propias interacciones interpersonales desde el punto de vista de la psicología social puede ayudarte a entenderlas y responderlas mejor.
    • Los psicólogos sociales estudian la interacción persona-situación: cómo interactúan las características de la persona y las características de la situación social para determinar el comportamiento.
    • Muchos comportamientos sociales humanos han sido seleccionados por adaptación evolutiva.
    • La situación social crea normas sociales: formas compartidas de pensar, sentir y comportarse.
    • Las diferencias culturales —por ejemplo, en orientaciones individualistas versus colectivistas— guían nuestro comportamiento cotidiano.

    Ejercicios y Pensamiento Crítico

    1. Vaya al sitio web http://www.socialpsychology.org/social-figures.htm y elija una de las figuras importantes en psicología social que ahí figuran. Elaborar un breve reportaje sobre cómo esta persona contribuyó al campo de la psicología social.
    2. Considera una situación reciente desde tu experiencia personal en la que tomaste en consideración a la persona y la situación como causas de un comportamiento. ¿Crees que podrías haber subestimado el poder de la situación social?
    3. Considerar la persona potencial y las variables situacionales que podrían haber contribuido a enseñar los siguientes eventos. ¿Crees que el comportamiento fue determinado por la persona, por la situación social, o por ambas? Es posible que desee considerar el papel de la cultura en sus respuestas.

    Vaya a uno de los siguientes dos sitios web, y navegue por la información que presenta sobre psicología social. Prepara una breve presentación para tu clase sobre uno de los temas interesantes que encontraste.

    http://www.socialpsychology.org

    http://jonathan.mueller.faculty.noctrl.edu/crow/student.htm

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