Muchos animales, entre ellos los seres humanos, tienen habilidades perceptuales muy sofisticadas que les permiten coordinar su propio movimiento con el movimiento de los objetos en movimiento para crear una colisión con ese objeto. Los murciélagos y aves utilizan este mecanismo para ponerse al día con sus presas, los perros lo usan para atrapar un Frisbee y los humanos lo usan para atrapar un balón de fútbol en movimiento. El cerebro detecta movimiento en parte por el tamaño cambiante de una imagen en la retina (los objetos que se ven más grandes suelen estar más cerca de nosotros) y en parte por el brillo relativo de los objetos.
También experimentamos movimiento cuando los objetos cercanos unos a otros cambian su apariencia. El efecto beta se refiere a la percepción de movimiento que se produce cuando diferentes imágenes se presentan una junto a la otra en sucesión (ver la nota Efecto Beta y Fenómeno Phi). La corteza visual llena la parte faltante del movimiento y vemos al objeto moviéndose. El efecto beta se utiliza en películas para crear la experiencia del movimiento. Un efecto relacionado es el fenómeno phi, en el que percibimos una sensación de movimiento causada por la aparición y desaparición de objetos que están cerca unos de otros. El fenómeno phi parece una zona móvil o una nube de color de fondo que rodea los objetos parpadeantes. El efecto beta y el fenómeno phi son otros ejemplos de la importancia de lo gestalt, nuestra tendencia a “ver más que la suma de las partes”.
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