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13.5: Análisis junguiano

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    Jung estaba profundamente conmovido por su capacidad para ayudar a los pacientes, y se tomó muy en serio el proceso de análisis. Esto no quiere decir, sin embargo, que consideró necesario un proceso específico. Desconfiaba de las suposiciones teóricas, se enfocaba en cada individuo en terapia, y tenía la misma probabilidad de adaptar las técnicas adlerianas como de adaptar las técnicas freudianas. De hecho, consideró que la experiencia profesional general es un aspecto importante de la capacidad de uno para ser un buen analista. Sí consideró que la capacitación era muy importante, y que debería incluir la formación médica. No se oponía a los analistas laicos (aquellos con un doctorado, más que un M.D.), sino que sentía que debían ser supervisados por un psiquiatra (Jung, 1961).

    Construyó su sistema general de psicoterapia sobre cuatro principios: la psique es un sistema autorregulador, el inconsciente tiene componentes creativos y compensatorios, la relación médico-paciente es crucial y el crecimiento de la personalidad se produce a lo largo de la vida. Además, el proceso de psicoterapia implica cuatro etapas: confesión, aclaración, educación y transformación (ver Douglas, 1995). Las etapas de confesión y elucidación implican que el paciente relata elementos de su historia personal, sueños y fantasías, seguido por el analista que llama la atención sobre los síntomas, las transferencias y el intento de ayudar al paciente a obtener una visión tanto intelectual como emocional. La etapa de educación implica entonces trasladar al paciente al reino de un individuo, ojalá como un ser social adaptado. La educación se centra principalmente en la persona y el ego, mientras que la confesión y la elucidación sirven para explorar el inconsciente personal. La etapa educativa también implica tratar de brindar al paciente opciones realistas para cambiar su comportamiento. La etapa final, la transformación, fue descrita por Jung como similar a la autorrealización. También como la autorrealización, no todos los pacientes (o personas) llegan a esta etapa. Abordar la imagen arquetípica del yo, la imagen de la totalidad, requiere trabajar con toda la gama de las psiques conscientes, inconscientes personales e inconscientes colectivas. El objetivo final es inspirar al paciente a convertirse en un yo único individual sin perder un sentido de integridad responsable (la colectividad inherente al inconsciente colectivo; ver Douglas, 1995).

    Como Jung no quería estar atado a ninguna técnica específica, incorporó una variedad de técnicas según corresponda para cada paciente. Al igual que Freud, Jung experimentó con la hipnosis al principio de su carrera, pero descartó la técnica por ineficaz. Utilizó el análisis de sueños con regularidad, pero no consideró que cada sueño fuera necesariamente importante. En cambio, buscó patrones en los sueños a lo largo del tiempo, particularmente los sueños recurrentes. Jung enseñó a sus pacientes a ponerse en contacto con su propia psique inconsciente a través de una técnica de imaginación activa. Este procedimiento de imaginería meditativa es algo similar al de las técnicas budistas de mindfulness enseñadas por el Buda de Gotama hace unos 2.600 años, pero implica una cognición mucho más activa. La técnica de imágenes activas de Jung también se extendió a la actividad física real. A Jung le resultó útil, especialmente con pacientes particularmente retraídos, que representaran sus pensamientos y sentimientos. Jung incluso imitaría sus movimientos para ayudarse a entender mejor lo que sus pacientes intentaban comunicar (Douglas, 1995). La importancia de los estados físicos, como reflejo de los estados psicológicos, se desarrolló con más detalle en las teorías de la psicología somática de Wilhelm Reich. Además, Jung extendió su enfoque terapéutico a la terapia de grupo, la terapia familiar y conyugal, la terapia artística, la terapia infantil y las pesadillas recurrentes de pacientes que sufren de estrés postraumático. A través de todo, Jung prestó especial atención a los complejos, como representante de los procesos psíquicos del paciente. Una vez que un analista entiende tanto los síntomas como los complejos del paciente, creyó Jung, el analista ha encontrado la clave del tratamiento (Douglas, 1995).

    Al igual que Freud, Jung sintió que la psicología analítica podría servir a un propósito mayor más allá de solo ayudar a los individuos, por lo que dirigió su atención a la sociedad en varios de sus libros. En El hombre moderno en busca de un alma (Jung, 1933), Jung abordó los problemas espirituales de nuestros tiempos. Una persona moderna, según Jung, es aquella que está entera, consciente de su psique consciente y de su psique inconsciente (tanto personal como colectiva). Aunque esas personas son pocas y distantes entre sí, Jung creía que vio evidencia de la necesidad de comprender la psique inconsciente. Una evidencia obvia fue el surgimiento de la psicología como disciplina a principios del siglo XX. Sin embargo, en contraste con la preferencia personal de Jung, la psicología ha alejado en gran medida las actividades espirituales, con su preferencia por una evaluación científica de la mente humana. La religión, en opinión de Jung, también se ha alejado de la espiritualidad, a favor del dogma de las reglas y regulaciones humanas. Jung creía que podemos aprender mucho del Yoga y el Budismo en términos de mezclar psicología y espiritualidad para comprender toda la naturaleza de los seres humanos. En The Undiscovered Self (Jung, 1957), Jung continúa este argumento de una manera más personal. Sugiere que los enfoques psicológicos modernos del “autoconocimiento” son en el mejor de los casos superficiales, y no abordan los verdaderos procesos psíquicos que conducen a la individualidad. Como condena general a nuestra obsesión por la ciencia, cuestiona cualquier teoría basada en promedios estadísticos, ya que esos promedios dicen muy poco sobre las unidades únicas que se están estudiando, ya sean personas o algún otro objeto. En Civilization in Transition (Jung, 1964), el décimo volumen de las obras recopiladas de Jung, aborda los problemas de la psicología estadounidense, y lo que todos los occidentales pueden aprender de la antigua sabiduría de la India sobre el estudio de nuestra propia psique inconsciente. La importancia de comprender la verdadera y completa naturaleza de nuestra psique es que hasta que no lo hagamos no podremos vivir nuestras vidas al máximo:

    Nuestras almas así como nuestros cuerpos están compuestos por elementos individuales que ya estaban presentes en las filas de nuestros antepasados. La “novedad” en la psique individual es una recombinación infinitamente variada de componentes milenarios... Una vez que se ha violado el pasado, suele ser aniquilado, y no hay que detener el movimiento hacia adelante. Pero es precisamente la pérdida de conexión con el pasado, nuestro desarraigo, lo que ha dado lugar a los “descontentos” de la civilización y a tal ráfaga y prisa que vivimos más en el futuro y sus quiméricas promesas de una edad de oro que en el presente, con lo que todo nuestro trasfondo evolutivo no ha aún así se puso al día. (págs. 235-236; Jung, 1961)


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