La conceptualización es el proceso mental mediante el cual se definen constructos (conceptos) difusos e imprecisos y sus componentes constituyentes en términos concretos y precisos. Por ejemplo, a menudo usamos la palabra “prejuicio” y la palabra evoca cierta imagen en nuestra mente; sin embargo, podemos tener dificultades si nos pidieran que definiéramos exactamente lo que significaba el término. Si alguien dice cosas malas de otros grupos raciales, ¿es ese prejuicio racial? Si las mujeres ganan menos que los hombres por el mismo trabajo, ¿es ese prejuicio de género? Si los feligreses creen que los no creyentes arderán en el infierno, ¿es eso prejuicio religioso? ¿Existen diferentes tipos de prejuicio y, de ser así, cuáles son? ¿Existen diferentes niveles de prejuicio, como alto o bajo? Responder a todas estas preguntas es la clave para medir correctamente el constructo prejuicio. El proceso de entender lo que se incluye y lo que se excluye en el concepto de prejuicio es el proceso de conceptualización.
El proceso de conceptualización es aún más importante debido a la imprecisión, vaguedad y ambigüedad de muchos constructos de ciencias sociales. Por ejemplo, ¿es “compasión” lo mismo que “empatía” o “sentimentalismo”? Si tienes una proposición que afirma que “la compasión está relacionada positivamente con la empatía”, no puedes probar esa proposición a menos que puedas separar conceptualmente la empatía de la compasión y luego medir empíricamente estas dos construcciones muy similares correctamente. Si las personas profundamente religiosas creen que algunos miembros de su sociedad, como los no creyentes, los gays y los médicos abortistas, arderán en el infierno por sus pecados, e intentarán con fuerza cambiar los comportamientos de los “pecadores” para evitar que vayan al infierno, ¿están actuando de manera nociva o compasiva? Nuestra definición de tales constructos no se basa en ningún criterio objetivo, sino en un acuerdo compartido (“intersubjetivo”) entre nuestras imágenes mentales (concepciones) de estos constructos.
Si bien definimos constructos como el prejuicio o la compasión, debemos entender que a veces, estos constructos no son reales o pueden existir independientemente, sino que son simplemente creaciones imaginarias en nuestra mente. Por ejemplo, puede haber ciertas tribus en el mundo que carecen de prejuicios y que ni siquiera pueden imaginar lo que implica este concepto. Pero en la vida real, tendemos a tratar este concepto como real. El proceso de considerar los constructos mentales como reales se llama reificación, que es central para definir constructos e identificar variables medibles para medirlos.
Una decisión importante en la conceptualización de los constructos es especificar si son unidimensionales y multidimensionales. Los constructos unidimensionales son aquellos que se espera que tengan una sola dimensión subyacente. Estos constructos se pueden medir usando una sola medida o prueba. Los ejemplos incluyen constructos simples como el peso de una persona, la velocidad del viento y probablemente incluso construcciones complejas como la autoestima (si conceptualizamos la autoestima como consistente en una sola dimensión, que por supuesto, puede ser una suposición poco realista). Los constructos multidimensionales constan de dos o más dimensiones subyacentes. Por ejemplo, si conceptualizamos la aptitud académica de una persona como consistente en dos dimensiones —la matemática y la verbal—, entonces la aptitud académica es una construcción multidimensional. Cada una de las dimensiones subyacentes en este caso debe medirse por separado, digamos, utilizando diferentes pruebas de habilidad matemática y verbal, y las dos puntuaciones se pueden combinar, posiblemente de manera ponderada, para crear un valor global para el constructo de aptitud académica.
