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1.6: Viracocha y La Venida de los Incas

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    de “Historia de los Incas” de Pedro Sarmiento De Gamboa, traducida por Clements Markham, Cambridge: The Hakluyt Society 1907, pp. 28-58.

    LOS NATIVOS DE ESTA TIERRA afirman que al principio, y antes de que se creara este mundo, había un ser llamado Viracocha. Creó un mundo oscuro sin sol, luna ni estrellas. Debido a esta creación se le llamó Viracocha Pachayachachi, que significa “Creador de todas las cosas”. Y cuando había creado el mundo formó una raza de gigantes de grandeza desproporcionada pintados y esculpidos, para ver si sería bueno hacer verdaderos hombres de esa talla. Entonces creó a los hombres a su semejanza como son ahora; y vivieron en tinieblas.

    Viracocha ordenó a estas personas que vivan sin riñas, y que lo conozcan y le sirvan. Él les dio cierto precepto el cual debían observar por dolor de ser confundidos si debían romperlo. Mantuvieron este precepto por algún tiempo, pero no se menciona lo que era. Pero como surgieron entre ellos los vicios del orgullo y la codicia, transgredieron el precepto de Viracocha Pachayachachi y cayendo, a través de este pecado, bajo su indignación, los confundió y maldijo. Entonces algunos se convirtieron en piedras, otros en otras cosas, algunos fueron tragados por la tierra, otros por el mar, y sobre todo vino un diluvio general al que llaman uñu pachacuti, que significa “agua que vuelca la tierra”. Dicen que llovió 60 días y noches, que ahogó todas las cosas creadas, y que solo allí quedaron algunos vestigios de quienes fueron convertidos en piedras, como memorial del acontecimiento, y como ejemplo a la posteridad, en los inmuebles de Pucara, que están a 60 leguas del Cuzco.

    Algunas de las naciones, además de los cuzcos, también dicen que algunas se salvaron de esta inundación para dejar descendientes para una edad futura. Cada nación tiene su fábula especial que es contada por su gente, de cómo sus primeros antepasados se salvaron de las aguas del diluvio. Que se entiendan las ideas que tenían en su ceguera, voy a insertar solo una, contada por la nación de los Cañaris, tierra de Quito y Tumibamba, a 400 leguas de Cuzco y más.

    Dicen que en la época del diluvio llamado uñu pachacuti había una montaña llamada Guasano en la provincia de Quito y cerca de un pueblo llamado Tumipampa. Los nativos aún lo señalan. Por esta montaña fueron dos de los Cañaris llamados Ataorupagui y Cusicayo. A medida que aumentaban las aguas la montaña seguía elevándose y manteniéndose por encima de ellas de tal manera que nunca fue cubierta por las aguas del diluvio. De esta manera se escaparon los dos Cañaris. Estos dos, que eran hermanos, cuando las aguas disminuyeron después del diluvio, comenzaron a sembrar. Un día cuando habían estado en el trabajo, al regresar a su pero, encontraron en él algunas pequeñas barras de pan, y una jarra de chicha, que es la bebida que se usa en este país en lugar de vino, hecha de maíz hervido. No sabían quién lo había traído, pero dieron gracias al Creador, comiendo y bebiendo de esa provisión. Al día siguiente sucedió lo mismo. Al maravillarse de este misterio, estaban ansiosos por saber quién traía las comidas. Entonces un día se escondieron, para espiar a los traídores de su comida. Mientras miraban vieron a dos mujeres cañari preparando las avitualladas y poniéndolas en el lugar acostumbrado. Al punto de partir los hombres intentaron apoderarse de ellos, pero evadieron a sus aspirantes a captores y escaparon. El Cañaris, al ver el error que habían cometido al abusar de los que tanto bien les habían hecho, se entristeció y oró a Viracocha pidiendo perdón por sus pecados, rogándole que dejara regresar a las mujeres y darles las comidas acostumbradas. El Creador concedió su petición. Regresaron las mujeres y le dijeron a los Cañaris— “El Creador ha pensado bien que volvamos a ti, para que no mueras de hambre”. Ellos les trajeron comida. Después hubo amistad entre las mujeres y los hermanos Cañari, y uno de los hermanos Cañari tuvo conexión con una de las mujeres. Entonces, cuando el hermano mayor se ahogaba en un lago que estaba cerca, el sobreviviente se casó con una de las mujeres, y tuvo a la otra como concubina. Por ellos tuvo diez hijos que formaron dos linajes de cinco cada uno, y aumentando en número llamaron a uno Hanansaya que es lo mismo que decir el partido superior, y el otro Hurinsaya, o el partido inferior. De estos descienden todos los Cañaris que ahora existen.

    De la misma manera las otras naciones tienen fábulas de cómo se salvaron algunos de sus pueblos, de quienes trazan su origen y descendencia. Pero los incas y la mayoría de los de Cuzco, aquellos entre ellos que se cree que más conocen, no dicen que nadie se escapó de la inundación, sino que Viracocha comenzó a crear hombres de nuevo, como se relacionará más adelante. Una cosa se cree entre todas las naciones de estas partes, pues todas hablan en general y como es bien sabido del diluvio general al que llaman uñu pachacuti. De esto podemos entender claramente que si, en estas partes tienen una tradición de la gran inundación, esta gran masa de las islas flotantes que después llamaron las atlánticas, y ahora las Indias de Castilla, o América, debió haber comenzado a recibir una población inmediatamente después de la inundación, aunque, por su relato, los detalles son distintos de los que nos enseñan las verdaderas Escrituras. Esto debió ser hecho por la divina Providencia, a través de las primeras personas que llegaron sobre la tierra de la Isla Atlántica, a la que se sumó a esto, como ya se ha dicho. Porque como los nativos, aunque bárbaros, dan razones para su asentamiento muy antiguo, al registrar el diluvio, no hay necesidad de apartar las Escrituras citando a las autoridades para establecer este origen. Llegamos ahora a quienes relatan los acontecimientos de la segunda edad después del diluvio, que es el tema del siguiente capítulo.

    FÁBULA DE LA SEGUNDA EDAD, Y CREACIÓN DE LOS INDIOS BÁRBAROS SEGÚN SU RELATO

    SE RELACIONA que todo fue destruido en la inundación llamada uñu pachacuti. Ahora hay que saber que Viracocha Pachayachachi, cuando destruyó esa tierra como ya se ha contado, conservó a tres hombres, uno de ellos llamado Taguapaca, para que pudieran servirle y le ayudaran en la creación de nuevas personas que tuvieron que hacerse en la segunda edad después del diluvio, lo que se hizo de esta manera. Al pasar la inundación y secar la tierra, Viracocha la determinó por segunda vez a la gente, y, para hacerla más perfecta, decidió crear luminarias para darle luz. Con este objeto se fue, con sus sirvientes, a un gran lago del Collao, en el que hay una isla llamada Titicaca, cuyo significado es “la roca de plomo”, de la cual trataremos en la primera parte. Viracocha fue a esta isla, y actualmente ordenó que el sol, la luna y las estrellas salieran, y se pusieran en los cielos para dar luz al mundo, y así fue. Dicen que la luna fue creada más brillante que el sol, lo que puso celoso al sol en el momento en que se elevaron hacia el cielo. Entonces el sol arrojó sobre el rostro de la luna un puñado de cenizas, lo que le dio el color sombreado que ahora presenta. Este lago fronterizo de Chucuito, en el territorio del Collao, se encuentra a 57 leguas al sur del Cuzco. Viracocha dio diversas órdenes a sus sirvientes, pero Taguapaca desobedeció las órdenes de Viracocha. Por lo que Viracocha se enfureció contra Taguapaca, y ordenó a los otros dos sirvientes que lo llevaran, lo ataran de manos y pies, y lo lanzaran en una balsa sobre el lago. Esto se hizo. Taguapaca estaba blasfemando contra Viracocha por la forma en que le atendieron, y amenazando con que regresaría y tomaría venganza, cuando fue llevado por el agua por el desagüe del mismo lago, y no se le volvió a ver desde hace mucho tiempo. Esto hecho, Viracocha hizo un ídolo sagrado en ese lugar, como lugar de culto y como señal de lo que allí había creado.

    Saliendo de la isla, pasó junto al lago a la tierra principal, llevándose consigo a los dos sirvientes que sobrevivieron. Se dirigió a un lugar ahora llamado Tiahuanacu en la provincia de Collasuyu, y en este lugar esculpió y diseñó sobre una gran pieza de piedra, todas las naciones que pretendía crear. Esto hecho, ordenó a sus dos siervos que cargaran sus recuerdos con los nombres de todas las tribus que él había representado, y de los valles y provincias donde iban a salir, que eran los de toda la tierra. Ordenó que cada uno fuera por un camino diferente, nombrando a las tribus, y ordenándoles a todas salir y a la gente el país. Sus sirvientes, obedeciendo las órdenes de Viracocha, emprendieron su viaje y trabajo. Uno pasaba por la cordillera o cadena a la que llaman las alturas sobre las llanuras del Mar del Sur. El otro pasó por las alturas que dan a las maravillosas cadenas montañosas que llamamos los Andes, situadas al este de dicho mar. Por estos caminos iban, diciendo a gran voz “Oh, tribus y naciones, escuchad y obedecéis la orden de Ticci Viracocha Pachayachachi, que os manda salir, multiplicar y asentar la tierra”. El propio Viracocha hizo lo mismo por el camino entre los tomados por sus dos sirvientes, nombrando a todas las tribus y lugares por los que pasaba. Al sonido de su voz cada lugar obedeció, y salía gente, algunas de lagos, otras de fuentes, valles, cuevas, árboles, rocas y cerros, extendiéndose por la tierra y multiplicándose para formar las naciones que hoy están en el Perú.

    Otros afirman que esta creación de Viracocha se realizó a partir del sitio Titicaca donde, habiendo formado originalmente algunas formas de hombres grandes y fuertes que le parecieron desproporcionadamente, los volvió a hacer de su estatura que era, como dicen, la estatura promedio de los hombres, y al estar hecho les dio vida. De ahí le propusieron a la gente la tierra. Al hablar un idioma previo a comenzar, construyeron esos edificios, cuyas ruinas aún se pueden ver, antes de partir. Esto fue para la residencia de Viracocha, su hacedor. Después de partir variaron sus idiomas, señalando los gritos de las bestias salvajes, de tal manera que, al encontrarse después, esos no podían entender quiénes habían sido antes parientes y vecinos.

    Ya sea de una manera u otra, todos coinciden en que Viracocha fue el creador de estas personas. Tienen la tradición de que era un hombre de estatura media, blanco y vestido con una túnica blanca como un alb asegurado alrededor de la cintura, y que llevaba un bastón y un libro en sus manos.

    Además de esto hablan de un extraño suceso; cómo ese Viracocha, después de haber creado a todas las personas, se fue a su camino y llegó a un lugar donde se habían congregado muchos hombres de su creación. Este lugar ahora se llama Cacha. Cuando Viracocha llegó allí, los habitantes quedaron distanciados por su vestimenta y porte. Lo murmuraron y propusieron matarlo desde un cerro que estaba cerca. Allí se llevaron sus armas, y se reunieron con malas intenciones contra Viracocha. Él, cayendo de rodillas sobre un terreno llano, con las manos agarradas, fuego de arriba descendió sobre los del cerro, y cubrió todo el lugar, quemando la tierra y piedras como paja. Esos hombres malos estaban aterrorizados ante el fuego temeroso. Bajaron del cerro, y buscaron perdón a Viracocha por su pecado. Viracocha se conmovió por la compasión. Se fue a las llamas y las apagó con su bastón. Pero el cerro quedó bastante reseco, siendo las piedras tan ligeras por la quema que una piedra muy grande que no pudo haber sido llevada en un carro, podría ser levantada fácilmente por un hombre. Esto se puede ver en este día, y es un espectáculo maravilloso contemplar este cerro, que es un cuarto de liga en extensión, todo quemado. Está en el Collao.

    Después de esto Viracocha continuó su viaje y llegó a un lugar llamado Urcos, a 6 leguas al sur del Cuzco. Permaneciendo ahí algunos días estuvo bien atendido por los nativos de ese barrio. Al momento de su partida, les hizo una célebre huaca o estatua, para que ofrecieran regalos y adoraran; a la cual estatua los incas, en tiempos pasados, ofrecían muchos ricos regalos de oro y otros metales, y sobre todo un banco dorado. Cuando los españoles ingresaron a Cuzco lo encontraron, y se lo apropiaron a sí mismos. Valía 17,000 dólares. El marqués don Francisco Pizarro se lo tomó él mismo, como parte del General.

    Volviendo al tema de la fábula, Viracocha continuó su viaje, haciendo sus milagros e instruyendo a sus seres creados. De esta manera llegó al territorio en la línea equinoccial, donde se encuentran ahora Puerto Viejo y Manta. Aquí se le unieron sus sirvientes. Con la intención de abandonar la tierra del Perú, pronunció un discurso ante los que había creado, informándoles de las cosas que pasarían. Él les dijo que vendría gente, que diría que eran Viracocha su creador, y que no iban a creerles; pero que en los tiempos venideros enviaría a sus mensajeros que los protegerían y enseñarían. Dicho esto, se fue al mar con sus dos sirvientes, y se fue viajando sobre el agua como si fuera tierra, sin hundirse. Porque aparecieron como espuma sobre el agua, y la gente, por lo tanto, les dio el nombre de Viracocha que es lo mismo que decir la grasa o espuma del mar. Al término de algunos años después de que Viracocha partiera, dicen que Taguapaca, a quien Viracocha ordenó ser arrojado al lago del Titicaca en el Collao, como ya se ha relacionado, regresó y comenzó, con otros, a predicar que era Viracocha. Si bien al principio la gente estaba dudosa, finalmente vieron que era falsa, y los ridiculizaron.

    Esta absurda fábula de su creación la sostienen estos bárbaros y lo afirman y creen como si realmente la hubieran visto pasar y pasar.

    LAS ANTIGUAS LIBERTADES DE ESTOS REINOS DEL PERÚ Y SUS PROVINCIAS

    Es importante señalar que estos bárbaros no podían decir nada más respetando lo ocurrido desde la segunda creación de Viracocha hasta la época de los incas. Pero se puede suponer que, aunque la tierra estaba poblada y llena de habitantes antes que los incas, no tenía gobierno regular, ni tenía señores naturales elegidos de común acuerdo para gobernar y gobernar, y que eran respetados por el pueblo, para que fueran obedecidos y recibieran tributo. Por el contrario, toda la gente estaba dispersa y desorganizada, viviendo en total libertad, y siendo cada hombre el único señor de su casa y patrimonio. En cada tribu había dos divisiones. Uno se llamaba Hanansaya, que significa la división superior, y el otro Hurinsaya, que es la división inferior, costumbre que continúa hasta nuestros días. Estas divisiones no significan nada más que una manera de contarse entre sí, para su satisfacción; aunque después cumplió un propósito más útil, como se verá en su lugar.

    Al haber disensiones entre ellos, se organizó cierto tipo de milicias para la defensa, de la siguiente manera. Cuando se dio a conocer a la gente de un distrito que algunos de otras partes venían a hacer la guerra, eligieron a uno que era nativo, o podría ser un extraño, que se sabía que era un guerrero valeroso. A menudo un hombre así se ofrecía a auxilio y a luchar por ellos contra sus enemigos. Tal hombre fue seguido y

    sus órdenes fueron obedecidas durante la guerra. Cuando terminó la guerra se convirtió en un hombre privado como lo había sido antes, como el resto de la gente, ni le rindieron tributo ni antes ni después, ni ningún tipo de tributación alguna. A tal hombre le dieron y aún le dan el nombre de Sinchi que significa valeroso. Llaman a esos hombres “Sinchi-cuna” que significa “ahora valeroso” como quien debería decir— “ahora durante el tiempo que dure la guerra serás nuestro hombre valeroso, y después no”: u otro significado sería simplemente “hombres valientes”, porque “cuna” es un adverbio del tiempo, y denota también el plural. En cualquier sentido, es muy aplicable a estos capitanes temporales en los días de libertad general. De tal manera que desde la inundación general de la que tienen tradición hasta la época en que los incas comenzaron a reinar, que era 3519 años, todos los nativos de estos reinos vivieron de sus propiedades sin reconocer ni a un señor natural ni a un señor electo. Lograron preservar, como se dice, un simple estado de libertad, viviendo en chozas o cuevas o humildes casitas. Este nombre de Sinchi para los que dominaban sólo durante la guerra, duró por toda la tierra hasta la época de Tupac Inca Yupanqui, el décimo Inca, quien instituyó Curacas y otros funcionarios en el orden que se describirá a fondo en la vida de ese Inca. Incluso en la actualidad continúan este uso y costumbre en las provincias de Chile y en otras partes de los bosques del Perú al oriente de Quito y Chachapoyas, donde sólo obedecen a un jefe durante tiempos de guerra, no a ningún otro especial, sino al que se sabe que es más valeroso, emprendedor y atrevido en las guerras. El lector debe señalar que toda la tierra era propiedad privada con referencia a cualquier dominio de jefes, sin embargo tenían jefes naturales con derechos especiales en cada provincia, como por ejemplo entre los nativos del valle del Cuzco y en otras partes, como nos relacionaremos de cada parte en su lugar.

    LOS PRIMEROS POBLADORES EN EL VALLE DEL CUZCO

    He explicado cómo la gente de estas tierras conservaba sus herencias y vivía de ellas en la antigüedad, y que se conocían sus propios y naturales países. Eran muchos de estos los cuales voy a notar en sus lugares, tratando especialmente en la actualidad de los colonos originales del valle donde se alza la actual ciudad de Cuzco. Porque a partir de ahí tenemos que trazar el origen de la tiranía de los incas, quienes siempre tuvieron su cabecera cabecera en el valle del Cuzco.

    Ante todas las cosas hay que entender que el valle del Cuzco se encuentra en 13° 15′ del ecuador en el costado del polo sur. En este valle, por ser fértil para el cultivo, había tres tribus asentadas desde la mayoría de los tiempos antiguos, la primera llamada Sauaseras, la segunda Antasayas, la tercera Huallas. Se asentaron cerca uno del otro, aunque sus tierras para sembrar eran distintas, que es la propiedad que más valoraban en esos días e incluso ahora. Estos nativos del valle vivieron allí en paz durante muchos años, cultivando sus fincas.

    Tiempo antes de la llegada de los incas, tres sinchis, extraños a este valle, el primero llamado Alcabisa, el segundo Copalimayta, y el tercero Culunchima, recolectaron ciertas empresas y llegaron al valle del Cuzco, donde, por consentimiento de los nativos, se asentaron y se convirtieron en hermanos y compañeros de los habitantes originarios. Así que vivieron mucho tiempo. Había concordia entre estas seis tribus, tres nativas y tres inmigrantes. Relatan que los inmigrantes salieron a donde entonces residían los incas, como nos relacionaremos en la actualidad, y los llamaron relaciones. Este es un punto importante con referencia a lo que sucedió después.

    Antes de entrar en la historia de los incas deseo dar a conocer o, hablando con mayor precisión, responder a una dificultad que se le pueda ocurrir a quienes no han estado en estas partes. Algunos pueden decir que esta historia no puede aceptarse como auténtica siendo tomada de las narrativas de estos bárbaros, porque, al no tener letras, no pudieron conservar esos detalles como dan desde tan remota antigüedad. La respuesta es que, para suplir la falta de cartas, estos bárbaros tenían un curioso invento que era muy bueno y preciso. Esto fue que de uno a otro, de padres a hijos, transmitieron hechos pasados, repitiendo la historia de ellos muchas veces, así como las lecciones se repiten desde la silla de un profesor, haciendo que los oyentes digan estas lecciones históricas una y otra vez hasta que se fijaron en la memoria. Así cada uno de los descendientes continuó comunicando los anales en el orden descrito con miras a preservar sus historias y hechos, sus tradiciones antiguas, el número de sus tribus, pueblos, provincias, sus días, meses y años, sus batallas, muertes, destrucciones, fortalezas y Sinchis. Finalmente registraron, y siguen registrando, las cosas más notables que pueden expresarse en números (o estadísticas), en ciertos cordones llamados quipu, que es lo mismo que decir razonador o contador. En estos cordones hacen ciertos nudos por los cuales, y por diferencias de color, distinguen y registran cada cosa como por letras. Es algo que hay que admirar ver qué detalles se pueden registrar en estos cordones, para lo cual hay maestros como nuestros maestros de escritura.

    Además de esto tenían, y todavía tienen, historiadores especiales en estas naciones, un oficio hereditario que desciende de padre a hijo. El acervo de estos anales se debe a la gran diligencia de Pachacuti Inca Yupanqui, el noveno Inca, quien envió una citación general a un los antiguos historiadores en todas las provincias que había subyugado, e incluso a muchos otros a lo largo de esos reinos. Los tuvo en Cuzco desde hace mucho tiempo, examinándolos en cuanto a sus antigüedades, origen, y los hechos más notables de su historia. Éstas fueron pintadas sobre grandes tablas, y depositadas en el templo del Sol, en un gran salón. Allí tales tableros, adornados con oro, se guardaban como en nuestras bibliotecas, y se designaban personas eruditas, que estaban bien versadas en el arte de entender y declarar su contenido. A nadie se le permitió entrar donde se guardaban estas tablas, excepto el Inca y los historiadores, sin una orden especial del Inca.

    De esta manera se encargaron de que se investigara toda su historia pasada, y de tener registros que respeten a todo tipo de personas, para que en este día los indios generalmente conozcan y coincidan respetando los detalles y eventos importantes, aunque, en algunas cosas, tienen diferentes opiniones sobre puntos especiales. Al examinar a los más antiguos y prudentes de entre ellos, en todas las filas de la vida, que tenían más crédito, recogí y compilé la historia actual, refiriendo los dichos y declaraciones de una parte a sus antagonistas de otro partido, pues se dividen en partidos, y buscando de cada uno un memorial de su linaje y del del partido contrario. Estos memoriales, que están todos en mi poder, fueron comparados y corregidos, y finalmente verificados en público, en presencia de representantes de todos los partidos y linajes, bajo juramentos en presencia de un juez, y con intérpretes expertos y muy fieles también bajo juramento, y así terminé lo que ahora está escrito. Tal gran diligencia se ha observado, porque los hechos que serán evidentes en la verdadera culminación de una obra tan grande -el establecimiento de la tiranía de los crueles Incas de esta tierra harán que todas las naciones del mundo comprendan el derecho judicial y más que legítimo que tiene el Rey de Castilla a estas Indias y a otras tierras aledañas, especialmente a estos reinos del Perú. Como todas las historias de hechos pasados han sido verificadas por pruebas, lo que en este caso se ha hecho tan cuidadosa y fielmente por orden y debido a la industria del más excelente virrey Don Francisco de Toledo, nadie puede dudar que todo en este volumen está lo más suficientemente establecido y verificado sin que se deje ningún espacio para respuesta o contradicción. He estado deseosa de hacer esta digresión porque, al escribir la historia, he escuchado que muchos entretienen las dudas a las que me he referido anteriormente, y me pareció bien satisfacerlas de una vez por todas.

    CÓMO LOS INCAS COMENZARON A TIRANIZARSE SOBRE LAS TIERRAS Y HERENCIAS

    Habiendo explicado que, en la antigüedad, toda esta tierra era propiedad del pueblo, es necesario exponer cómo los incas comenzaron su tiranía. A pesar de que todas las tribus vivían en simple libertad sin reconocer a ningún señor, siempre hubo algunos hombres ambiciosos entre ellos, aspirando a la maestría. Cometieron violencia entre sus paisanos y entre extraños para someterlos y llevarlos a la obediencia bajo su mando, para que los sirvieran y rindieran tributos. Así bandas de hombres pertenecientes a una región acudieron a otras para hacer la guerra y robar y matar, usurpando las tierras de otras.

    Como estos movimientos se dieron en muchas partes por muchas tribus, cada una tratando de subyugar a su vecino, sucedió que a 6 leguas del valle del Cuzco, en un lugar llamado Paccari-tampu, había cuatro hombres con sus cuatro hermanas, de feroz valentía y malas intenciones, aunque con fines elevados. Éstos, siendo más capaces que los demás, entendieron la pusilanimidad de los nativos de esos distritos y la facilidad con que se les podía hacer creer cualquier cosa que se propusiera con autoridad o con alguna fuerza. Entonces concibieron entre ellos la idea de poder subyugar muchas tierras por la fuerza y el engaño. Así, los ocho hermanos, cuatro hombres y cuatro mujeres, consultaron juntos cómo podían tiranizarse sobre otras tribus más allá del lugar donde vivían, y propusieron hacerlo por la violencia. Considerando que la mayoría de los nativos eran ignorantes y fácilmente se les podía hacer creer lo que se les decía, particularmente si se les abordaba con cierta aspereza, rigor y autoridad, contra lo cual no podían hacer ni responder ni resistencia por ser tímidos por naturaleza, enviaron al extranjero ciertas fábulas respetando su origen, para que puedan ser respetados y temidos. Decían que eran hijos de Viracocha Pachayachachi, el Creador, y que habían salido por ciertas ventanas para gobernar al resto del pueblo. Al ser feroces, hicieron creer a la gente y temerle, y los sostenían más que hombres, incluso adorándolos como dioses. Así introdujeron la religión que les convenía. El orden de la fábula que contaron de su origen fue el siguiente.

    LA FÁBULA DEL ORIGEN DE LOS INCAS DE CUZCO

    Todos los indios originarios de esta tierra se relacionan y afirman que el Ccapac Incas se originó de esta manera. Seis ligas S.S.W. de Cuzco por la carretera que hicieron los incas, hay un lugar llamado Paccari-tampu, en el que hay un cerro llamado Tampu-tocco, que significa “la casa de las ventanas”. Es cierto que en este cerro hay tres ventanas, una llamada “Maras-tocco”, la otra “sutic-tocco”, mientras que la que está en el medio, entre estas dos, era conocida como “Ccapac-tocco”, que significa “la rica ventana”, porque dicen que estaba ornamentada con oro y otros tesoros. De la ventana llamada “Maras-tocco” salió, sin parentesco, una tribu de indios llamada Maras. Todavía hay algunos de ellos en Cuzco. Del “sutic-tocco” salieron indios llamados Tampus, quienes se asentaron alrededor del mismo cerro, y también hay hombres de este linaje todavía en Cuzco. De la ventana principal de “CCAPAC-Tocco”, salieron cuatro hombres y cuatro mujeres, llamados hermanos. Estos no conocían padre ni madre, más allá de la historia que contaban que fueron creados y salieron por dicha ventana por orden de Ticci Viracocha, y declararon que Viracocha los creó para ser señores. Por ello tomaron el nombre de Inca, que es lo mismo que señor. Tomaron “Ccapac” como nombre adicional porque salieron de la ventana “CCAPAC-TOCCO”, que significa “rico”, aunque después usaron este término para denotar al señor principal sobre muchos.

    Los nombres de los ocho hermanos fueron los siguientes: El mayor de los hombres, y el que más autoridad tenía el nombre de Manco Ccapac, el segundo Ayar Auca, el tercero Ayar Cachi, el cuarto Ayar Uchu. De las mujeres la mayor se llamaba Mama Occlo, la segunda Mama Huaco, la tercera Mama Ipacura, o como dicen otros, Mama Cura, la cuarta Mama Raua.

    Los ocho hermanos, llamados Incas, decían— “Nacemos fuertes y sabios, y con la gente que aquí se unirá a nosotros, seremos poderosos. Saldremos de este lugar a buscar tierras fértiles y cuando las encontremos subyugaremos al pueblo y tomaremos las tierras, haciendo guerra a todos aquellos que no nos reciben como sus señores”. Esto, según relatan, lo dijo Mama Huaco, una de las mujeres, que era feroz y cruel. Manco Ccapac, su hermano, también fue cruel y atroz. Esto pactado entre los ocho, comenzaron a mover a las personas que vivían cerca del cerro, poniéndoles que su recompensa sería hacerse rico y recibir las tierras y haciendas de quienes fueron conquistados y subyugados. Para estos objetos movieron diez tribus o ayllus, lo que significa entre estos bárbaros “linajes” o “partidos”; cuyos nombres son los siguientes:

    I. Chauin Cuzco Ayllu del linaje de Ayar Cachi, del cual todavía hay algunos en Cuzco, siendo los jefes Martín Chucumbi, y don Diego Huaman Paucar.

    II. Arayraca Ayllu Cuzco-Callan. En la actualidad hay de este ayllu Juan Pizarro Yupanqui, don Francisco Quispo, Alonso Tarma Yupanqui del linaje de Ayar Uchu.

    III. Tarpuntay Ayllu. De esto ahora hay algunos en Cuzco.

    IV. Huacaytaqui Ayllu. Algunos aún viven en Cuzco.

    V. Sañoc Ayllu. Algunos aún en Cuzco. Los cinco linajes anteriores son Hanan-Cuzco, lo que significa el partido del Alto Cuzco.

    VI. Suti-Tocco Ayllu es el linaje que salió de una de las ventanas llamada “Suti-Tocco”, como se ha explicado antes. De estos todavía hay algunos en Cuzco, siendo los jefes don Francisco Avca Micho Avri Sutic, y don Alonso Hualpa.

    VII. Maras Ayllu. Estos son de los hombres que salieron de la ventana “Maras-Tocco”. Hay algunos de estos ahora en Cuzco, siendo los jefes don Alonso Llama Oca, y don Gonzalo Ampura Llama Oca.

    VIII. Cuycusa Ayllu. De estos todavía hay algunos en Cuzco, siendo el jefe Cristoval Aclari.

    IX. Masca Ayllu. De esto hay en Cuzco, Juan Quispo.

    X. Oro Ayllu. De este linaje se encuentra Don Pedro Yucay.

    Digo que todos estos ayllus han conservado sus registros de tal manera que no se ha perdido la memoria de ellos. Hay más de ellos de los que se han dado anteriormente, pues sólo inserto a los jefes que son los protectores y cabezas de los linajes, bajo cuya guía se conservan. Cada jefe tiene el deber y la obligación de proteger al resto, y de conocer la historia de sus antepasados. Si bien digo que estos viven en Cuzco, lo cierto es que están en un suburbio de la ciudad al que los indios llaman Cayocache y que nos conocemos como Belem, de la iglesia de esa parroquia que es la de nuestra Señora de Belém.

    Volviendo a nuestro tema, todos estos seguidores antes mencionados marcharon con Manco Ccapac y los demás hermanos para buscar tierras (y tiranizarse sobre quienes no les hicieron daño, ni les dieron excusa alguna para la guerra, y sin ningún derecho o título más allá de lo que se ha dicho). Para estar preparados para la guerra eligieron para sus líderes Manco Ccapac y Mama Huaco, y con este arreglo se pusieron las empresas del cerro de Tampu-tocco, para poner en ejecución su diseño.

    EL CAMINO QUE ESTAS EMPRESAS DE LOS INCAS LLEVARON AL VALLE DEL CUZCO, Y DE LAS FÁBULAS QUE SE MEZCLAN CON SU HISTORIA

    Los incas y el resto de las empresas o ayllus partieron desde sus casas en Tampu-tocco, llevándose consigo sus bienes y armas, en número suficiente para formar un buen escuadrón, teniendo para sus jefes los dichos Manco Ccapac y Mama Huaco.

    Manco Ccapac se llevó consigo un pájaro como un halcón, llamado indi, al que todos adoraban y temían como sagrado, o, como dicen algunos, una cosa encantada, pues pensaban que esta ave hacía de Manco Ccapac su señor y obligaba a la gente a seguirlo. Fue así que Manco Ccapac les dio a entender, y siempre se guardaba en un cesto cubierto de paja, como una caja, con mucho cuidado. La dejó como reliquia a su hijo, y los incas la tuvieron hasta la época del Inca Yupanqui. En su mano llevaba consigo un bastón de oro, para probar las tierras a las que llegarían.

    Marchando juntos llegaron a un lugar llamado Huanacancha, a cuatro leguas del valle del Cuzco, donde permanecieron por algún tiempo, sembrando y buscando tierras fértiles. Aquí Manco Ccapac tenía conexión con su hermana Mama Occlo, y ella quedó embarazada de él. Como este lugar no parecía capaz de sostenerlos, siendo estériles, avanzaron a otro lugar llamado Tampu-quiro, donde Mama Oclo engendró a un hijo llamado Sinchi Rocca. Habiendo celebrado las fiestas natales del infante, partieron en busca de tierras fértiles, y llegaron a otro lugar llamado Pallata, que es casi contiguo a Tampu-quiro, y ahí permanecieron algunos años.

    No contentos con esta tierra, llegaron a otra llamada Hays-quisro, un cuarto de liga más adelante. Aquí consultaron juntos sobre lo que se debía hacer respetando su viaje, y sobre la mejor manera de deshacerse de Ayar Cachi, uno de los cuatro hermanos. Ayar Cachi fue feroz y fuerte, y muy diestro con el cabestrillo. Cometía grandes crueldades y era opresivo tanto entre los nativos de los lugares por los que pasaban, como entre su propia gente. Los otros hermanos temían que la conducta de Ayar Cachi provocara que sus empresas se disolvieran y desertaran, y que se quedaran solas. Al ser prudente Manco Ccapac, coincidió con la opinión de los demás de que debían asegurar su objeto por engaño. Llamaron a Ayar Cachi y le dijeron: “¡Hermano! Sepan que en CCAPAC-Tocco hemos olvidado los jarrones dorados llamados tupac-cusi, y ciertas semillas, y la napa, que es nuestra principal ensignatura de soberanía”. El napa es una oveja del país, el color blanco, con una tela roja para el cuerpo, en la parte superior aretes de oro, y en el pecho una placa con insignias rojas como la que llevaban los ricos incas cuando iban al extranjero; llevado delante de todos en un poste con una cruz de plumas de plumas. A esto se le llamó suntur-paucar. Dijeron que sería por el bien de todos, si volvía a buscarlos. Cuando Ayar Cachi se negó a regresar, su hermana Mamá Huaco, levantando el pie, lo reprendió con palabras furiosas, diciendo: “¿Cómo es que debe haber tanta cobardía en una juventud tan fuerte como tú? Prepárate para el viaje, y no dejes de ir a Tampu-tocco, y hacer lo que se te ordene”. Ayar Cachi se avergonzó por estas palabras. Él obedeció y comenzó a cumplir sus órdenes. Le dieron, como compañero, a uno de los que habían venido con ellos, llamado Tampu-chacay, a quien le dieron órdenes secretas de matar a Ayar Cachi en Tampu-tocco, y no regresar con él. Con estas órdenes ambos llegaron a Tampu-tocco. Apenas habían llegado cuando Ayar Cachi entró por la ventana Ccapac-tocco, para obtener las cosas para las que había sido enviado. Apenas estuvo dentro de Tampu-chacay, con gran celeridad, puso una roca contra la apertura de la ventana y se sentó sobre ella, para que Ayar Cachi pudiera permanecer dentro y morir ahí. Cuando Ayar Cachi se volvió hacia la apertura y la encontró cerrada entendió la traición de la que había sido culpable el traidor Tampu-chacay, y determinó salir si era posible, para vengarse. Para forzar una abertura utilizó tal fuerza y gritó tan fuerte que hizo temblar la montaña. A gran voz le dijo estas palabras a Tampu-chacay: “¡Traidor! tú que tanto me has hecho daño, ¿piensas transmitir la noticia de mi mortal encarcelamiento? Eso nunca sucederá. Por tu traición te quedarás afuera, convertido en piedra.” Entonces se hizo, y hasta el día de hoy muestran la piedra en un lado de la ventana CCAPAC-TOCCO. Volvamos ahora a los siete hermanos que habían permanecido en Hays-quisro. Al conocerse la muerte de Ayar Cachi, lamentaban mucho lo que habían hecho, pues, como era valeroso, lamentaban mucho estar sin él cuando llegó el momento de hacer la guerra a cualquiera. Entonces lloraron por él. Este Ayar Cachi fue tan diestro con cabestrillo y tan fuerte que con cada disparo bajó una montaña y llenó un barranco. Dicen que los barrancos, que ahora vemos en su línea de marcha, fueron hechos por Ayar Cachi en arrojar piedras.

    Los siete incas y sus compañeros salieron de este lugar, y llegaron a otro llamado Quirirmanta al pie de un cerro que posteriormente se llamó Huanacauri. En este lugar consultaron juntos cómo debían dividir entre ellos los deberes de la empresa, para que hubiera distinciones entre ellos. Acordaron que como Manco Ccapac había tenido un hijo de su hermana, deberían estar casados y tener hijos para continuar con el linaje, y que él debería ser el líder. Ayar Uchu iba a permanecer como huaca por el bien de la religión. Ayar Auca, desde el puesto que debían seleccionar, era tomar posesión de los terrenos que se apartaban para él a la gente.

    Al salir de este lugar llegaron a un cerro a una distancia de dos leguas, un poco más o menos, de Cuzco. Al ascender al cerro vieron un arco iris, al que los nativos llaman huanacauri. Al sostenerlo como una señal afortunada, Manco Ccapac dijo: “Toma esto como señal de que el mundo no será destruido por el agua. Llegaremos y de ahí seleccionaremos dónde encontraremos nuestra ciudad”. Entonces, primero echando lotes, vieron que los letreros eran buenos para hacerlo, y para explorar la tierra desde ese punto y convertirse en señores de ella. Antes de llegar a la altura donde estaba el arco iris, vieron una huaca que era un lugar de culto en forma humana, cerca del arco iris. Determinaron entre ellos apoderarse de ella y quitársela de ahí. Ayar Uchu se ofreció a ir a él, pues dijeron que estaba muy parecido. Cuando Ayar Uchu llegó a la estatua o huaca, con gran valentía se sentó sobre ella, preguntándole qué hacía ahí. Ante estas palabras la huaca volvió la cabeza para ver quién hablaba, pero, debido al peso sobre ella, no podía ver. Actualmente, cuando Ayar Uchu quiso bajarse no pudo, pues encontró que las plantas de sus pies estaban sujetadas a los hombros de la huaca. Los seis hermanos, al ver que era prisionero, acudieron a socorrerlo. Pero Ayar Uchu, encontrándose así transformado, y que sus hermanos no pudieron liberarlo, les dijo— “Oh hermanos, una obra malvada que has hecho para mí. Fue por su bien que vine donde debo permanecer para siempre, aparte de su compañía. ¡Vamos! ¡vaya! hermanos felices. Os anuncio que seréis grandes señores. Yo, pues, ruego para que en reconocimiento al deseo que siempre he tenido de complacerte, me honres y veneres en todas tus fiestas y ceremonias, y que yo sea el primero a quien hagas ofrendas. Por el bien de ustedes me quedo aquí. Cuando celebres el huarachico (que es el armado de los hijos como caballeros) me adorarás como su padre, porque yo permaneceré aquí para siempre”. Manco Ccapac contestó que lo haría, para eso era su voluntad y que así debía ordenarse. Ayar Uchu prometió a los jóvenes que les otorgaría los dones de valor, nobleza y caballería, y con estas últimas palabras se quedó, convertido en piedra. Le constituyeron la huaca de los incas, dándole el nombre de Ayar Uchu Huanacauri. Y así siempre fue, hasta la llegada de los españoles, la huaca más venerada, y la que más ofrenda recibió de cualquiera en el reino. Aquí los incas fueron a armar a los jóvenes caballeros hasta hace unos veinte años, cuando los cristianos abolieron esta ceremonia. Se hizo religiosamente, porque hubo muchos abusos y prácticas idólatras, ofensivas y contrarias a las ordenanzas de Dios nuestro Señor.

    ENTRADA DE LOS INCAS EN EL VALLE DEL CUZCO, Y LAS FÁBULAS QUE RELATAN AL RESPECTO

    Los seis hermanos estaban tristes por la pérdida de Ayar Uchu, y por la pérdida de Ayar Cachi; y, debido a la muerte de Ayar Cachi, los del linaje de los incas, desde ese momento hasta nuestros días, siempre temen ir a Tampu-tocco, no sea que tengan que permanecer ahí como Ayar Cachi.

    Bajaron al pie del cerro, de donde iniciaron su entrada al valle del Cuzco, llegando a un lugar llamado Matahua, donde se detuvieron y construyeron chozas, con la intención de permanecer ahí algún tiempo. Aquí armaron como caballero al hijo de Manco Ccapac y de Mama Oclo, de nombre Sinchi Rocca, y le aburrieron los oídos, ceremonia que se llama huarachico, siendo la insignia de su caballería y nobleza, como la costumbre conocida entre nosotros. En esta ocasión se entregaron a grandes regocijos, bebiendo durante muchos días, y a intervalos de luto por la pérdida de su hermano Ayar Uchu. Fue aquí donde inventaron el sonido de luto por los muertos, como el arrullo de una paloma. Después realizaron el baile llamado Ccapac Raymi, ceremonia de los reyes o grandes señores. Se baila, con largas túnicas moradas, en las ceremonias que llaman quicochico, que es cuando las niñas llegan a la madurez, y el huarachico, cuando perforan las orejas de los incas, y el rutuchico, cuando se corta el pelo del Inca la primera vez, y el ayuscay, que es cuando un nace niño, y beben continuamente durante cuatro o cinco días.

    Después de esto estuvieron dos años en Matahua, esperando pasar al valle superior para buscar tierras buenas y fértiles. Mamá Huaco, quien era muy fuerte y diestra, tomó dos varitas de oro y las arrojó hacia el norte. Uno cayó, a dos disparos de un arcabuz, a un campo arado llamado Colcapampa y no entró bien, quedando el suelo suelto y no aterrazado. Por esto sabían que el suelo no era fértil. El otro fue más allá, a cerca de Cuzco, y se fijó bien en el territorio llamado Huanay-pata, donde sabían que la tierra era fértil. Otros dicen que esta prueba la hizo Manco Ccapac con el bastón de oro que él mismo portaba, y que así supieron de la fertilidad de la tierra, cuando el personal se hundió en el terreno llamado Huanay-pata, dos disparos de un arcabuz de Cuzco. Sabían que la corteza del suelo era rica y cercana, de modo que sólo se podía romper usando mucha fuerza.

    Que sea de una manera u otra, porque todos coinciden en que fueron probando el terreno con poste o bastón hasta llegar a este Huanay-pata, cuando quedaron satisfechos. Estaban seguros de su fertilidad, pues después de sembrar perpetuamente, siempre cedía abundantemente, dando más cuanto más se sembraba. Decidieron usurpar esa tierra por la fuerza, a pesar de los dueños naturales, y a hacer con ello como ellos eligieran. Por lo que regresaron a Matahua.

    Desde ese lugar Manco Ccapac vio un montón de piedras cerca del sitio del actual monasterio de Santo Domingo en Cuzco. Señalándolo a su hermano Ayar Auca, dijo: “¡Hermano! recuerdas como se arregló entre nosotros, que debas ir a tomar posesión de los terrenos donde estamos a asentarnos. ¡Bien! mira esa piedra”. Señalando la piedra continuó: “Ve allá volando”, pues dicen que Ayar Auca había desarrollado algunas alas, “y sentándote ahí, toma posesión de tierras vistas desde ese montón de piedras. En la actualidad vendremos a asentarnos y residir”. Cuando Ayar Auca escuchó las palabras de su hermano, abrió las alas y voló a ese lugar que Manco Ccapac había señalado. Al sentarse allí, actualmente se convirtió en piedra, y se le hizo la piedra de posesión. En el lenguaje antiguo de este valle el montón se llamaba cozco, de donde ese sitio ha tenido el nombre de Cuzco hasta nuestros días. De esta circunstancia los incas tenían un proverbio que decía: “Ayar Auca cuzco huanca”, o, “Ayar Auca un montón de mármol”. Otros dicen que Manco Ccapac dio el nombre de Cuzco porque lloró en ese lugar donde enterró a su hermano Ayar Cachi. Debido a su dolor y a la fertilidad, dio ese nombre que en la lengua antigua de aquella época significaba triste a la vez que fértil. La primera versión debe ser la correcta porque Ayar Cachi no fue enterrado en Cuzco, habiendo muerto en CCAPAC-Tocco como se ha narrado antes. Y esto generalmente lo afirman los incas y los nativos.

    Quedan cinco hermanos, a saber, Manco Ccapac, y las cuatro hermanas, siendo Manco Ccapac el único hermano sobreviviente de cada cuatro, actualmente resolvieron avanzar a donde Ayar Auca había tomado posesión. Manco Ccapac primero le dio a su hijo Sinchi Rocca una esposa llamada Mama Cuca, del linaje de Sañu, hija de un sinchi llamado Sitic-huaman, por quien posteriormente tuvo un hijo llamado Sapaca. También instituyó el sacrificio llamado capa cocha, que es la inmolación de dos infantes machos y dos hembras ante el ídolo Huanacauri, en la época en que los incas estaban armados como caballeros. Estas cosas siendo arregladas, ordenó a las empresas que lo siguieran hasta el lugar donde se encontraba Ayar Auca.

    Al llegar a la tierra de Huanay-pata, que está cerca de donde ahora se encuentra el Arco de la plata que conduce a la carretera Charcas, encontró asentada ahí a una nación de indios llamada Huallas, ya mencionada. Manco Ccapac y Mama Occlo comenzaron a asentarse y a tomar posesión de la tierra y el agua, en contra de la voluntad de los Huallas. En este negocio hicieron muchas cosas violentas e injustas. Mientras los Huallas intentaban defender sus vidas y propiedades, muchas crueldades fueron cometidas por Manco Ccapac y Mama Occlo. Cuentan que Mama Occlo era tan feroz que, habiendo matado a uno de los indios hualla, lo cortó, sacó el interior, llevaba el corazón y los pulmones en la boca, y con un ayuinto, que es una piedra sujetada a una cuerda, en su mano, atacó a los Huallas con resolución diabólica. Cuando los huallas contemplaron este horrible e inhumano espectáculo, temían que se les hicieran las mismas cosas, siendo simples y tímidos, y huyeron y abandonaron sus derechos. Mama Oclo reflexionando sobre su crueldad, y temiendo que para ello fueran tildados de tiranos, resolvió no perdonar a ningún Huallas, creyendo que así se olvidaría el asunto. Entonces mataron a todo lo que podían poner sus manos, arrastrando bebés del vientre de sus madres, para que no quedara ningún recuerdo de estas miserables Huallas.

    Habiendo hecho esto Manco Ccapac avanzó, y llegó a una milla de Cuzco hasta el S. E., donde salió un Sinchi de nombre Copalimayta para oponerse a él. Ya hemos mencionado antes a este jefe y que, aunque llegó tarde, se instaló con el consentimiento de los nativos del valle, y había sido incorporado a la nación de Sauaseray Panaca, nativos del sitio de Santo Domingo en Cuzco. Habiendo visto a los extraños invadiendo sus tierras y tiranizando sobre ellos, y conociendo las crueldades infligidas a los Huallas, habían elegido Copalimayta como su Sinchi. Salió a resistir la invasión, diciendo que los extraños no debían entrar a sus tierras ni a las de los nativos. Su resistencia fue tal que Manco Ccapac y sus compañeros se vieron obligados a darle la espalda. Regresaron a Huanay-pata, la tierra que habían usurpado de las Huallas. De la siembra que habían hecho derivaban una fina cosecha de maíz, y por ello le dieron al lugar un nombre que significa algo precioso.

    Después de algunos meses volvieron al ataque a los nativos del valle, para tiranizar sobre ellos. Asaltaron el asentamiento de las Sauaseras, y fueron tan rápidos en su ataque que capturaron Copalimayta, masacrando con gran crueldad a muchos de los Sauaseras. Copalimayta, encontrándose prisionero y temiendo la muerte, huyó por desesperación, dejando sus propiedades, y nunca más se le volvió a ver después de escapar. Mama Huaco y Manco Ccapac usurparon sus casas, tierras y gente. De esta manera Manco Ccapac, Mama Huaco, Sinchi Rocca y Manco Sapaca se asentaron en el sitio entre los dos ríos, y erigieron la Casa del Sol, a la que llamaron Ynti-cancha. Dividieron toda esa posición, desde Santo Domingo hasta el cruce de los ríos en cuatro barrios o barrios a los que llaman cancha. Llamaron a una Quinti-cancha, la segunda Chumpi-cancha, la tercera Sayri-cancha, y la cuarta Yarampuy-cancha. Dividieron los sitios entre ellos, y así se pobló la ciudad, y, del montón de piedras de Ayar Auca se llamó Cuzco.



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