Saltar al contenido principal
LibreTexts Español

2.24: “El discurso de oro”

  • Page ID
    94690
  • \( \newcommand{\vecs}[1]{\overset { \scriptstyle \rightharpoonup} {\mathbf{#1}} } \)

    \( \newcommand{\vecd}[1]{\overset{-\!-\!\rightharpoonup}{\vphantom{a}\smash {#1}}} \)

    \( \newcommand{\id}{\mathrm{id}}\) \( \newcommand{\Span}{\mathrm{span}}\)

    ( \newcommand{\kernel}{\mathrm{null}\,}\) \( \newcommand{\range}{\mathrm{range}\,}\)

    \( \newcommand{\RealPart}{\mathrm{Re}}\) \( \newcommand{\ImaginaryPart}{\mathrm{Im}}\)

    \( \newcommand{\Argument}{\mathrm{Arg}}\) \( \newcommand{\norm}[1]{\| #1 \|}\)

    \( \newcommand{\inner}[2]{\langle #1, #2 \rangle}\)

    \( \newcommand{\Span}{\mathrm{span}}\)

    \( \newcommand{\id}{\mathrm{id}}\)

    \( \newcommand{\Span}{\mathrm{span}}\)

    \( \newcommand{\kernel}{\mathrm{null}\,}\)

    \( \newcommand{\range}{\mathrm{range}\,}\)

    \( \newcommand{\RealPart}{\mathrm{Re}}\)

    \( \newcommand{\ImaginaryPart}{\mathrm{Im}}\)

    \( \newcommand{\Argument}{\mathrm{Arg}}\)

    \( \newcommand{\norm}[1]{\| #1 \|}\)

    \( \newcommand{\inner}[2]{\langle #1, #2 \rangle}\)

    \( \newcommand{\Span}{\mathrm{span}}\) \( \newcommand{\AA}{\unicode[.8,0]{x212B}}\)

    \( \newcommand{\vectorA}[1]{\vec{#1}}      % arrow\)

    \( \newcommand{\vectorAt}[1]{\vec{\text{#1}}}      % arrow\)

    \( \newcommand{\vectorB}[1]{\overset { \scriptstyle \rightharpoonup} {\mathbf{#1}} } \)

    \( \newcommand{\vectorC}[1]{\textbf{#1}} \)

    \( \newcommand{\vectorD}[1]{\overrightarrow{#1}} \)

    \( \newcommand{\vectorDt}[1]{\overrightarrow{\text{#1}}} \)

    \( \newcommand{\vectE}[1]{\overset{-\!-\!\rightharpoonup}{\vphantom{a}\smash{\mathbf {#1}}}} \)

    \( \newcommand{\vecs}[1]{\overset { \scriptstyle \rightharpoonup} {\mathbf{#1}} } \)

    \( \newcommand{\vecd}[1]{\overset{-\!-\!\rightharpoonup}{\vphantom{a}\smash {#1}}} \)

    (1601)

    Señor Ponente,

    Hemos escuchado su declaración y percibimos su cuidado de nuestro patrimonio. Te aseguro que no hay ningún príncipe que ame mejor a sus súbditos, o cuyo amor pueda contrarrestar nuestro amor. No hay joya, ya sea de un precio nunca tan rico, que puse antes de esta joya: me refiero a tu amor. Porque sí lo estimo más que cualquier tesoro o riquezas; para eso sabemos premiar, pero el amor y las gracias cuento inestimable. Y, aunque Dios me ha elevado, sin embargo esto cuento la gloria de mi Corona, que he reinado con tus amores. Esto me hace que no me regocije tanto de que Dios me haya hecho ser Reina, como para ser Reina sobre un pueblo tan agradecido. Por lo tanto tengo motivos para desear nada más que para contentar el tema y ese es un deber que debo. Tampoco deseo vivir días más largos de los que pueda ver tu prosperidad y ese es mi único deseo. Y como yo soy esa persona todavía, bajo Dios, te ha librado y así confío por el poder todopoderoso de Dios que seré su instrumento para preservarte de todo peligro, deshonor, vergüenza, tiranía y opresión, en parte por medio de tus pretendidas ayudas que tomamos muy aceptablemente porque manifiesta la grandeza de tus buenos amores y lealtades a tu soberano.

    De mi parte debo decir esto: Nunca fui un agarrador codicioso, raspador, ni un príncipe estrecho que aprieta, ni aun así un despilfarrador. Mi corazón nunca estuvo puesto en ningún bien mundano. Lo que me otorgas, no lo voy a acaparar, sino recibirlo para otorgarte otra vez. Por lo tanto, ríndeles le ruego señor Presidente, tales gracias como imagina que mi corazón cede, pero mi lengua no puede expresarse. Señor Presidente, me gustaría que usted y el resto se pusieran de pie, sin embargo, le molestaré con un discurso más largo. Señor Presidente, usted me da las gracias pero dudo de mí tengo mayor causa para darle gracias, que usted a mí, y le cobro que les agradezca de mi parte a ellos de la Cámara Baja. Porque de no haber recibido un conocimiento tuyo, podría haber caído en el lapso de un error, sólo por falta de información verdadera.

    Desde que era Reina, sin embargo, nunca puse mi pluma a ninguna concesión, sino que con pretexto y semblanza que me hicieron, era a la vez bueno y beneficioso para el tema en general aunque una ganancia privada para algunos de mis antiguos sirvientes, que se habían merecido bien a mis manos. Pero lo contrario encontrándose por la experiencia, estoy sumamente en deuda con temas tales como movería lo mismo al principio. Y no soy tan sencillo de suponer sino que hay algunos de la Cámara Baja a los que estos agravios nunca tocaron. Creo que hablaron por celo a sus países y no por bazo o afecto malévolo como siendo partes afligidas. Que mis subvenciones sean penosas para mi pueblo y que las opresiones sean privilegiadas bajo el color de nuestras patentes, nuestra dignidad real no la sufrirá. Sí, cuando lo escuché, no pude dar descanso a mis pensamientos hasta que lo hubiera reformado. ¿Ellos, te piensan, escapar impunes que te han oprimido, y han sido inrespetuosos de su deber e independientemente de nuestro honor? No, le aseguro, señor Presidente, si no fuera más por el bien de la conciencia que por cualquier gloria o aumento de amor que deseo, estos errores, aflicciones, aflicciones y opresiones que hacen estos varlets y lascivas personas no dignas del nombre de sujetos no deberían escapar sin castigos condignos. Pero percibo que me trataron como médicos que, ministrando una droga, la hacen más aceptable dándole un buen sabor aromatizado, o cuando dan pastillas las doran por todas partes.

    Alguna vez he utilizado para poner el Día del Juicio Último ante mis ojos y así gobernar como me juzgarán para responder ante un juez superior, y ahora si mis recompensas reales han sido abusadas y mis concesiones se volvieron al daño de mi pueblo contrario a mi voluntad y significado, y si alguna en autoridad bajo mí ha descuidado o pervertido lo que les he cometido, espero que Dios no ponga sus culps y ofensas a mi cargo. Sé que el título de Rey es un título glorioso, pero asegúrense que la gloria resplandeciente de la autoridad principesca no ha deslumbrado tanto los ojos de nuestro entendimiento, sino que conocemos bien y recordamos que también debemos rendir cuenta de nuestras acciones ante el gran juez. Ser rey y llevar una corona es algo más glorioso para los que la ven que agradable para los que la portan. Para mí nunca me atrajo tanto el glorioso nombre de un Rey o la autoridad real de una Reina tan encantada de que Dios me haya hecho su instrumento para mantener su verdad y gloria y para defender su reino como dije del peligro, la deshonra, la tiranía y la opresión. Nunca habrá Reina sentada en mi asiento con más celo por mi país, cuidado con mis súbditos y eso antes con disposición aventurará su vida por tu bien y seguridad que yo mismo. Porque es mi deseo vivir ni reinar no más que mi vida y reinar será para tu bien. Y aunque hayas tenido, y puedas tener, muchos príncipes más poderosos y sabios sentados en este asiento, sin embargo nunca tuviste ni tendrás, ninguno que sea más cuidadoso y amoroso.

    Porque yo, oh Señor, ¿qué soy yo, a quién prácticas y peligros pasados no debe temer? ¿O qué puedo hacer? Que hable por cualquier gloria, Dios no lo quiera. Y le ruego a usted señor Contralor, señor Secretario y a usted de mi Consejo, que antes de que estos señores vayan a sus países, los traigan a todos para besarme la mano.


    This page titled 2.24: “El discurso de oro” is shared under a not declared license and was authored, remixed, and/or curated by Bonnie J. Robinson & Laura Getty (University of North Georgia Press) .