9.5: Ludwig van Beethoven
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Los relatos contemporáneos del juego de Beethoven enfatizan especialmente la emoción convincente de su actuación y sus espectaculares improvisaciones. En palabras de un testigo:
Su improvisación fue de lo más brillante y llamativa. Sabía cómo lograr tal efecto en cada oyente que frecuentemente ni un ojo permaneciera seco, mientras que muchos estallaban en fuertes sollozos, pues había algo maravilloso en su expresión además de la belleza y originalidad de sus ideas y su enérgico estilo de renderizarlas.
El curso de la vida de Beethoven se vio profundamente afectado por la sordera, cuyos primeros signos aparecieron pocos años después de su llegada a Viena cuando tenía veintitantos años. Al principio trató de ocultar su condición porque, como confesó en un testamento redactó en 1802:
No me fue posible decir: hablar más fuerte, gritar, porque soy sordo. Por desgracia, ¿cómo sería posible para mí admitir una debilidad del único sentido que debería ser perfecto en un grado superior en mí que en los demás, el único sentido que alguna vez poseí en la más alta perfección, una perfección que pocos otros de mi profesión han poseído alguna vez... Para mí no hay recreación en la sociedad ajena, ni conversación inteligente, ni intercambio mutuo de ideas. Sólo en la medida en que lo requieran las necesidades más apremiantes puedo aventurarme en la sociedad. Estoy obligado a vivir como un paria.
La audición de Beethoven siguió deteriorándose y durante la última década de su vida estuvo casi totalmente impedido de experimentar la interpretación de la música. En el estreno de su gran Novena Sinfonía en 1824, se sentó entre los intérpretes, siguiendo el manuscrito de la partitura, pero sin escuchar nada. Según lo informado en un relato contemporáneo:
En la actuación, un hombre se le acercó al final de cada movimiento, le dio un golpecito en el hombro y señaló al público. El movimiento de las manos aplaudiendo y el ondeo de pañuelos provocaron que se inclinara, lo que dio lugar a un gran júbilo.
La sordera de Beethoven llevó su carrera como pianista a un final prematuro. En su frustración por no poder oír, golpeaba las llaves con tal fuerza que rompía martillos y cuerdas, mientras que en pasajes suaves, tocaría tan a la ligera que no salía ningún sonido. También se vio obligado a reducir sus actividades como director debido a incidentes como uno en el que “el compositor sordo causó la más completa confusión entre los cantantes y orquesta y sacó a todos bastante fuera de tiempo, para que ya nadie supiera a dónde iban”.
Las relaciones sociales de Beethoven también sufrieron. Hablaría Beethoven, pero la espontaneidad de la conversación sufrió porque aquellos con los que hablaba tuvieron que anotar sus palabras. Muchos de estos libros de conversación se han conservado y son una fuente importante de información sobre los pensamientos, las relaciones personales y la rutina diaria de Beethoven. Los observadores de la época frecuentemente describen a Beethoven como excéntrico y de modales gruesos, y estas cualidades parecen haber sido acentuadas por su sordera. Por ejemplo, hablaba demasiado alto y muchas veces tarareaba para sí mismo al salir a caminar.
A medida que Beethoven se retiraba cada vez más del mundo, dirigió sus energías cada vez más hacia la composición, pues aunque ya no podía escuchar con su oído físico, experimentó la música y elaboró sus ideas musicales en su mente auditiva. Según su relato:
Llevo mis ideas sobre conmigo durante mucho tiempo, muchas veces durante mucho tiempo, antes de escribirlas. Al hacerlo, mi memoria es tan confiable que estoy seguro de que no olvidaré, ni siquiera después de un periodo de años, un tema que alguna vez he comprometido con la memoria. Cambio mucho, elimino mucho, y empiezo de nuevo, hasta que estoy satisfecho con el resultado. El ejercicio, en extensión, en pelar, en altura y en profundidad comienza en mi cabeza y, como sé lo que quiero, la idea básica nunca me deja. Se monta y crece, escucho y veo la obra en mi mente en todas sus proporciones, como si ya se hubiera logrado, y lo único que queda es el trabajo de escribirla... Me preguntarás de dónde sacaré mis ideas. Eso no puedo decir con certeza. Vienen sin ser solicitados, de manera indirecta, directa. Podría agarrarlos con mis manos. En medio de la naturaleza, en el bosque, en los paseos, en el silencio de la noche, en la madrugada, inspirados en estados de ánimo que se traducen en palabras para el poeta y en tonos para mí, ese sonido, oleada, rugido, hasta que por fin se paran ante mí como notas.
Durante los últimos años de su vida, Beethoven estaba en mal estado de salud de vez en cuando. A principios del invierno de 1826 se debilitó progresivamente y murió en marzo de 1827. A su funeral, tres días después de su muerte, asistieron 20 mil personas.
Beethoven ha sido reconocido desde hace mucho tiempo como uno de los genios imponentes de la música y como una de las grandes figuras en la expresión artística en general. Probablemente más que cualquier otro compositor, su música sugiere la lucha de un alma valiente con significados y verdades universales. La originalidad y profundidad de muchas de sus obras, especialmente las de la última década de su vida, siguen asombrando y desafiando a intérpretes y oyentes hoy en día. Sus composiciones incluyen 9 sinfonías, 32 sonatas para piano, 16 cuartetos de cuerda y una ópera, así como muchas otras composiciones orquestales, de cámara, piano y vocales.