Desde hace tiempo se sabe que el carbono puro se presenta en diferentes formas (alótropos) incluyendo grafito y diamantes. Pero no fue hasta 1985 que se reconoció una nueva forma de carbono: buckminsterfullereno, comúnmente conocido como “buckyball”. Esta molécula recibió el nombre del arquitecto e inventor R. Buckminster Fuller (1895—1983), cuyo diseño arquitectónico característico fue la cúpula geodésica, caracterizada por una estructura de concha de celosía que sostiene una superficie esférica. La evidencia experimental reveló la fórmula, C 60, y luego los científicos determinaron cómo 60 átomos de carbono podrían formar una molécula simétrica y estable. Fueron guiados por la teoría de los vínculos —el tema de este capílito—que explica cómo los átomos individuales se conectan para formar estructuras más complejas.