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9.3: Principales culpables y víctimas del cambio climático

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    Sabemos que las emisiones de gases de efecto invernadero causan el cambio climático, y el principal impulsor del dióxido de carbono es la quema de combustibles fósiles. Otras actividades importantes que causan emisiones incluyen el cambio de uso del suelo, la agricultura, la construcción y la acumulación y producción de desechos, que también emiten los gases de efecto invernadero menos conocidos metano y óxido nitroso. La extracción y transporte de gas natural licuado provoca importantes emisiones de metano, lo que causa preocupación porque el metano es veinte veces más potente que\(\ce{CO2}\) como GEI. Las emisiones no se generan en partes iguales de países de todo el mundo. A escala global, existe una correlación entre riqueza y mayores emisiones (Ritchie, 2018). Esta correlación, mostrada en la Figura 9.2, se observa a nivel estatal y ciudad, así como sobre una base per cápita.

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    Figura 9.2:\(\ce{CO2}\) Emisiones per cápita vs. PIB per cápita, 2016. Las emisiones de dióxido de carbono per cápita se miden en toneladas por persona por año, y el PIB se mide en dólares internacionales en precios de 2011 para ajustar por diferencias de precios entre países. [Descripción larga]

    Además, los más ricos y mayores compageneran una cantidad desproporcionada de emisiones. El Atlas Decolonial (Engel & Gross, 2019) publicó los nombres y ubicaciones de las 100 personas Top “matando al planeta” con las mayores emisiones de gases de efecto invernadero del mundo. Para citar la fuente, “solo 100 empresas son responsables de más del 70% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero desde 1nies también 988. Los tipos que dirigen esas empresas —y en su mayoría son [hombres ]— se han hecho ricos a espaldas de literalmente toda la vida en la tierra”. En la Figura 9.3 se muestra una representación gráfica.

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    Figura 9.3: Las 100 principales empresas 'matan al planeta'. [Descripción larga]

    El Proyecto de Divulgación de Carbono informa sobre esta desproporcionalidad con gran detalle. En su informe de 2017 The Carbon Majors Database, sus autores muestran que “más de la mitad de las emisiones industriales globales desde que se reconoció oficialmente el cambio climático inducido por el hombre se pueden rastrear hasta solo 25 entidades productoras corporativas y estatales” (Griffin, 2017, p. 8). Esta hegemonía corporativa global se muestra en la Figura 9.4. Algunas de las empresas con mayor emisión incluyen ExxonMobil, Shell, BP, Chevron y Peabody Energy. En conjunto, estas empresas obtuvieron una ganancia de más de 69 mil millones de dólares tan solo en 2018. Por otro lado, el 50% de las personas más pobres del mundo son responsables del 10% de las emisiones globales. (Oxfam, 2015).

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    Figura 9.4: La distribución mundial de las emisiones de GEI refleja la hegemonía corporativa global. Los 100 principales productores corporativos de combustibles fósiles del mundo son responsables del 52% de todos los GEI emitidos desde el inicio de la revolución industrial. El cuadro estrecho en la parte inferior derecha representa las emisiones de GEI producidas por la mitad más pobre de la humanidad (Fuentes de datos: Griffin, 2017, p. 5; Ge & Friedrich, 2020; Oxfam, 2015). [Descripción larga]

    En cuanto a impactos sentidos, las personas y los lugares que soportan la mayor carga son los que son vulnerables, poblaciones que ya están en riesgo. Está bien documentado que el cambio climático afecta a todas las poblaciones y comunidades del mundo, pero también que afecta a algunos grupos más que a otros. Las poblaciones más pobres no están tan bien equipadas para responder a los impactos y, a menudo, no pueden acceder a los beneficios de las medidas de mitigación y adaptación. Otras poblaciones vulnerables incluyen ancianos, inmigrantes, personas con discapacidad, niños y personas de color. Además de estar marginadas socioeconómicamente, estas comunidades tienden a vivir y trabajar en áreas y hogares que están más expuestos a los peligros climáticos. Esta falta de resiliencia los hace más expuestos a los peligros. [9] Las poblaciones en riesgo también son más sensibles a los peligros y tienen menos capacidad para adaptarse a los peligros climáticos o resistirlos. Los estudios demuestran que estas comunidades de primera línea a menudo se encuentran en desventaja cuando enfrentan impactos del cambio climático por falta de recursos, menor acceso a beneficios o información, así como desigualdades estructurales, como el racismo que está escrito en la legislación o leyes. Por ejemplo, cuando el huracán Katrina azotó Nueva Orleans, las comunidades de color se encontraban en desventaja porque las zonas en las que vivían estaban más expuestas a la tormenta y tenían menos recursos para adaptarse y responder a la tormenta. Una razón fue porque estas áreas tenían infraestructura obsoleta a partir de una historia de desinversión pública sistemática, remontándose a la práctica de “redlining”, la negativa de préstamos hipotecarios a comunidades de color (Méndez et al., 2013). Con el tiempo, esto contribuyó a la segregación racial donde las comunidades ricas de estadounidenses blancos viven en vecindarios bien cuidados separados de las comunidades negras, que viven en áreas menos ricas que están más degradadas y tienen menos acceso a los servicios sociales [10]

    Los principales resultados de esta sección son: (a) Las emisiones de gases de efecto invernadero que causan el cambio climático son creadas principalmente por países ricos e individuos y (b) los impactos no deseados del cambio climático son en su mayoría sentidos por los pobres y vulnerables. Hay una injusticia inherente en el cambio climático, y no ha pasado desapercibido tanto para los defensores de la acción climática como para los defensores de la justicia social. El resultado es un movimiento global de personas que exigen acciones reales sobre el cambio climático que eleven a las comunidades más vulnerables al cambio climático. La siguiente sección profundiza en lo que esto significa y cómo la gente está tratando de cambiarlo.

    Justicia Climática

    Justicia climática es un término acuñado por activistas del movimiento ambiental y climático que pretenden que una verdadera solución climática es aquella que también entrega justicia social. La justicia climática como solución a la crisis climática reconoce la necesidad de entregar medidas equitativas que sean totalmente accesibles para las comunidades de primera línea y las poblaciones en riesgo, garantice que estas poblaciones vulnerables sean escuchadas y tengan un asiento en la mesa de negociaciones, en que sus intereses sean igualmente representados, y que estas comunidades puedan participar en los procesos de toma de decisiones. Por último, un principio de justicia climática incluye la restauración de los sistemas sociales y naturales en beneficio de todas las poblaciones y generaciones futuras. (Parks & Roberts, 2010).

    La diferencia entre equidad e igualdad es una distinción importante a hacer a la hora de definir la justicia climática. Ambos son principios de equidad, pero difieren en que la equidad se refiere a la igualdad de acceso a oportunidades y servicios, mientras que la igualdad es el proceso de tratar igual a cada persona. Si bien la igualdad pretende promover la equidad, el resultado final sólo es 'justo' si cada persona parte desde el mismo lugar de privilegio. Por ejemplo, un examen de ingreso a la universidad trata a todos los examinados de la misma manera y permite que cualquier estudiante de secundaria tome el examen. Sin embargo, si bien trata igual a todos los examinados, no tiene en cuenta el hecho de que algunos alumnos no tuvieron acceso a un tutor, o a un ambiente hogareño propicio para estudiar, o el dinero para pagar la educación secundaria de primera línea que predispone a ciertos estudiantes a una mejor puntuación, y por lo tanto mejores posibilidades de hacerlo bien en el examen de ingreso. Además, los estudiantes que están preparados para hacerlo bien son entonces capaces de ingresar a las universidades 'top', y pasar a tener trabajos bien remunerados y deseables. Algunas universidades están empezando a comprender esta inequidad en el sistema educativo, y están tratando de abordarla a través de una serie de estrategias que incluyen reservar un porcentaje de escaños para personas de comunidades marginadas (Bertrand et al., 2010) así como brindar servicios a estas comunidades a lo largo de sus programas educativos. Es decir, están tratando de desarrollarse desde el principio de igualdad hacia la equidad. Si las inequidades dentro de un sistema siguen sin atenderse, muchas veces la brecha seguirá ampliándose entre los favorecidos y los que no lo son, arraigando esas disparidades.

    Las desigualdades en nuestros sistemas educativos pueden acumularse con el tiempo a través del racismo estructural y los prejuicios. Similar a las inequidades en el sistema educativo, la forma en que respondemos al cambio climático puede afectar si las inequidades estructurales que enfrentan comunidades marginadas y en riesgo están aún más arraigadas y si los que tienen y los que no son son empujados más lejos. En el caso del cambio climático, la injusticia es doble: los ricos viven vidas privilegiadas donde el aumento del consumo y los viajes frecuentes producen la mayor parte de los gases de efecto invernadero a nivel mundial, y los pobres soportan la peor parte de los impactos del cambio climático. Para desempacar aún más esta injusticia, las empresas de combustibles fósiles continúan obteniendo inmensas ganancias que benefician a un pequeño porcentaje de personas en el mundo a expensas de muchos, y a costa particular de poblaciones vulnerables como las personas de color y otras comunidades marginadas. Además, en muchos países la producción y el consumo de combustibles fósiles siguen siendo subvencionados con fondos públicos.

    La teoría de la justicia climática postula que cualquier transición a una economía post-carbono debe ser consciente de las inequidades inherentes al cambio climático, apuntar a rectificar estas inequidades y abstenerse de exacerbarlas.

    Justicia climática en la práctica

    Si bien el concepto de justicia climática es relativamente nuevo, ya existen ejemplos concretos de políticas y programas diseñados con la justicia climática como marco u objetivo. A nivel de municipio, el plan de energía limpia del Distrito de Columbia esboza un capítulo completo sobre “Una transformación energética equitativa”, y plantea un marco que toma en cuenta tanto un proceso equitativo de desarrollo de políticas, como un análisis de cada política propuesta contra riesgos o barreras a la equidad para diseñar un resultado que eleva a las poblaciones en riesgo (DC Department of Energy & Environment, 2018). Otras ciudades de Estados Unidos como Filadelfia y Seattle también han tomado medidas para integrar la justicia climática en sus planes de acción climática. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y la Fundación Mary Robinson copatrocinaron en 2015 el evento de Diálogo por la Justicia Climática en Ginebra, que produjo el Compromiso de Ginebra por los Derechos Humanos en la Acción Climática, una iniciativa voluntaria apoyada por 18 países de todo el mundo para “facilitar la intercambio de conocimientos y mejores prácticas entre nuestros expertos en derechos humanos y clima para construir nuestra capacidad colectiva para dar respuestas al cambio climático que sean buenas para las personas y el planeta” (CIEL, 2015, p. 1). Actualmente, más de 30 países son signatarios de esta promesa.

    Además, el 13º Objetivo de Desarrollo Sustentable de las Naciones Unidas (ODS #13) incluye una meta de destinar $100 mil millones de dólares en fondos anuales de países desarrollados a países en desarrollo para apoyar los esfuerzos de mitigación del cambio climático (ONU, n.d.). Esta redirección de la riqueza es un paso en la dirección correcta para la justicia climática.


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