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16.6: La Carta de la Tierra: Un Marco para la Gobernanza Global

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    La Carta de la Tierra (2000) representa una expresión popular de estos elementos normativos a nivel global. Como marco ético la Carta de la Tierra consagra el código de conducta necesario para observar el principio de sustentabilidad (Bosselmann & Engel, 2010). Como declaración transnacional, transcultural e interdenominacional, la Carta de la Tierra proyecta una visión verdaderamente global a pesar de los diferentes sistemas de valores culturales y posiciones en la economía política (Bosselmann & Taylor, 2005; Okereke, 2008). La Carta tiene cuatro temas principales que forman la base de una sociedad global sustentable: respeto y cuidado de la comunidad de vida (principios 1-4); integridad ecológica (principios 5-8); justicia social y económica (principios 9-12); democracia, no violencia y paz (principios 13-16). La Carta de la Tierra sigue asumiendo la legitimidad de los regímenes internacionales centrados en el estado y el derecho internacional, pero afirma que solo la cooperación multinivel entre gobierno, sociedad civil y empresa puede lograr una gobernanza efectiva (Bosselmann, 2008).

    La definición de seguridad humana que se utiliza en este capítulo se basa en áreas ambientales, sociales y económicas. La Carta de la Tierra logra lo que no logra la definición del PNUD (1994). La seguridad humana, afectada por desafíos interdependientes e indivisibles, se basa en un imperativo categórico de que “nosotros, los pueblos de la Tierra, declaremos nuestra responsabilidad unos con otros, ante la mayor comunidad de vida, y con las generaciones futuras” (Earth Charter Initiative, 2000, Preámbulo). La Carta de la Tierra refleja un desarrollo sustentable 'fuerte' con los tres elementos fundamentales (medio ambiente, bienestar social y bienestar económico) pero los organiza para reflejar el paradigma del 'templo de la vida' (ver Sección 16.3) y el entendimiento fundamental de que la integridad ecológica no es uno de tres metas igualmente importantes, pero la base de toda la vida (Bosselmann, 2008; Bosselmann, 2010b). Central para la equidad ambiental y social es el concepto de responsabilidad común pero diferenciada. La Carta de la Tierra no desarrolla plenamente este concepto, pero será crucial para los regímenes de seguridad humana y la gobernanza global que la ética de la responsabilidad se manifieste de manera que reconozca las realidades de la economía política internacional.

    Un medio importante para difundir la norma ecológica es declarar públicamente la intención (Bosselmann, 2008). La Carta de la Tierra es un pacto universal de responsabilidades globales (Engel, 2007; Bosselmann, 2008). Un cambio genuino de comportamiento sólo se puede lograr cuando las personas se comprometen con su papel de ciudadano ecológico y las responsabilidades que se derivan. Los convenios representan una promesa y un compromiso profundamente sentido (Bosselmann, 2008). “Una declaración puede ser una manifestación muy poderosa de conciencia y moralidad cambiadas” y al igual que otras leyes blandas pueden “ser muy efectivas para 'levantar el juego' y aumentar la presión sobre los gobiernos” (Bosselmann, 2008, p. 322; Bosselmann & Engel, 2010, p. 23). En términos de nuestro ciclo de vida normal esto podría ser un desarrollo importante en la primera etapa de emergencia de la norma. A medida que más individuos, organizaciones y estados avalan la Carta de la Tierra, la norma se vuelve más fuerte e influyente. El objetivo es que el principio de sustentabilidad supere el desarrollo sustentable de tres pilares e informe todas las áreas políticas, incluida la seguridad. Podríamos interpretar la Carta de la Tierra y sus visionarios como 'emprendedores normales', y al menos como cumplir una función educativa que es fundamental para la socialización y difusión de normas (Finnemore & Sikkink, 1998; Ingebritsen, 2002; Bosselmann & Engel, 2010).

    En última instancia, todavía vemos el predominio de la 'racionalidad' económica en las reglas centrales de los regímenes ambientales a pesar de las aspiraciones éticas y normativas de la sociedad civil global (Okereke, 2008). Sin embargo, en nuestro proyecto de cambiar el 'deber' por el 'es', un pacto universal como la Carta de la Tierra que “representa el vínculo social más profundo y poderoso que conocemos” representa una plataforma prometedora para la acción futura (Bosselmann, 2008, p. 322).

    La Carta de la Tierra guarda silencio en cuanto a las técnicas y metodologías que debemos utilizar para implementar la gobernanza ecológica pero es un punto de partida útil para una 'constitución global' (Bosselmann, 2010b). La Carta de la Tierra ya establece el punto de referencia para el comportamiento humano —que es justo, participativo, sustentable y pacífico (Carta de la Tierra, 2000, principio 3). Una constitución es un nivel superior de derecho que establece las reglas fundamentales de una comunidad política (Bodansky, 2009). Una constitución global establecería las dimensiones de la ciudadanía ecológica con la certeza jurídica de las normas sustantivas. Otra discusión sobre la mejor manera de implementar la buena gobernanza generalmente fluctúa entre la evolución y la reforma de la gobernanza existente, y el desarrollo de estructuras de gobernanza completamente nuevas (Bosselmann, 2016, p. 192). Roch y Perrez (2005) ofrecen el “enfoque doble c/doble e” como clave para el éxito de la gobernanza ambiental (Roch & Perrez, 2005, p. 18). Esto se refiere a la coherencia (coordinación entre políticas y actores), la exhaustividad (de la política ambiental) y la eficiencia y efectividad (Roch & Perrez, 2005). Las percepciones de que el PNUMA es ineficaz han llevado a convocar un órgano ambiental más centralizado como una Organización Mundial del Medio Ambiente, o un Consejo de Seguridad para el Medio Ambiente (Roch & Perez, 2005). En última instancia, parece dudoso que necesitemos una estructura global de gobernanza global, pero lo crucial es que la sustentabilidad sea global y el elemento común entre una red de niveles de gobernanza (Bosselmann et al. 2008). Necesitamos ser realistas sin sacrificar la ambición y la visión (Roch & Perrez, 2005). Necesitamos urgentemente que los Estados implementen las medidas identificadas en el Foro Ambiental Mundial a Nivel Ministerial en Cartagena 2002 (Roch & Perrez, 2005). Sin embargo, a largo plazo, el fortalecimiento de la gobernanza es un proceso dual de empoderamiento local, compromiso y socialización hacia la ciudadanía ecológica, además de trabajar para establecer el principio de sustentabilidad como principio del derecho nacional e internacional (Bosselmann et al., 2008). Subyacente a este proceso está infundiendo el principio de sustentabilidad con la autoridad tangible para afectar el cambio real en la forma en que los humanos interactúan con la naturaleza. El poder, en este sentido, vendrá de su reconocimiento e implementación social y jurídica.


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