6.5: Trastornos de la alimentación
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Aunque los trastornos de la alimentación pueden presentarse en niños y adultos, frecuentemente aparecen durante la adolescencia o la adultez joven (Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH), 2016). Los trastornos alimentarios afectan a ambos géneros, aunque las tasas entre las mujeres son 2 1⁄2 veces mayores que entre los hombres. Al igual que las mujeres que tienen trastornos alimentarios, los hombres también tienen un sentido distorsionado de la imagen corporal, incluida la dismorfia muscular o una preocupación extrema por volverse más musculoso. La prevalencia de trastornos alimentarios en Estados Unidos es similar entre blancos no hispanos, hispanos, afroamericanos y asiáticos, con la excepción de que la anorexia nerviosa es más común entre los blancos no hispanos (Hudson, Hiripi, Pope, & Kessler, 2007; Wade, Keski-Rahkonen, & Hudson, 2011).
Factores de riesgo para los trastornos de la alimentación
Debido a la alta tasa de mortalidad, los investigadores están indagando en la etiología del trastorno y los factores de riesgo asociados. Los investigadores están encontrando que los trastornos alimentarios son causados por una compleja interacción de factores genéticos, biológicos, conductuales, psicológicos y sociales (NIMH, 2016). Los trastornos de la alimentación parecen ser familiares, y los investigadores están trabajando para identificar variaciones de ADN que están relacionadas con el mayor riesgo de desarrollar trastornos alimentarios. Los investigadores también han encontrado diferencias en los patrones de actividad cerebral en mujeres con trastornos alimentarios en comparación con mujeres sanas.
Los principales criterios para los trastornos alimentarios más comunes: anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y trastorno por atracón se describen en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales Quinta Edición (DSM-5) (Asociación Americana de Psiquiatría, 2013) y se enumeran en la Tabla 6.1.
Anorexia Nerviosa |
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Bulimia Nerviosa |
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Trastorno por atracón |
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Consecuencias para la salud de los trastornos alimentarios: Para quienes padecen anorexia, las consecuencias para la salud incluyen una frecuencia cardíaca anormalmente lenta y presión arterial baja, lo que aumenta el riesgo de insuficiencia cardíaca. Adicionalmente, hay una reducción en la densidad ósea (osteoporosis), pérdida y debilidad muscular, deshidratación severa, desmayos, fatiga y debilidad general. La anorexia nerviosa tiene la tasa de mortalidad más alta de cualquier trastorno psiquiátrico (Arcelus, Mitchell, Gales, & Nielsen, 2011). Los individuos con este trastorno pueden morir por complicaciones asociadas con la inanición, mientras que otros mueren de suicidio. En las mujeres, el suicidio es mucho más común en las personas con anorexia que en la mayoría de los demás trastornos mentales.
El ciclo de atracón y purga de la bulimia puede afectar el sistema digestivo y provocar desequilibrios electrolíticos y químicos que pueden afectar el corazón y otros órganos principales. Los vómitos frecuentes pueden causar inflamación y posible ruptura del esófago, así como caries y manchas de los ácidos estomacales. Por último, el trastorno por atracón genera riesgos de salud similares a los de la obesidad, incluyendo presión arterial alta, niveles altos de colesterol, enfermedades cardíacas, diabetes tipo II y enfermedad de la vesícula biliar (Asociación Nacional de Trastornos de la Alimentación, 2016).
Tratamiento de los Trastornos Alimentarios: Para tratar los trastornos alimentarios, una nutrición adecuada y detener conductas inapropiadas, como la purga, son las bases del tratamiento. Los planes de tratamiento se adaptan a las necesidades individuales e incluyen atención médica, asesoramiento nutricional, medicamentos (como antidepresivos) y psicoterapia individual, grupal y/o familiar (NIMH, 2016). Por ejemplo, el Enfoque Maudsley hace que los padres de adolescentes con anorexia nerviosa participen activamente en el tratamiento de su hijo, como asumir la responsabilidad de alimentar al niño. Para eliminar los atracones y los comportamientos de purga, la terapia cognitivo-conductual (TCC) ayuda a los pacientes identificando patrones de pensamiento distorsionados y cambiando creencias inexactas.