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12.3: Reglamento de Comando y Control

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    Objetivos de aprendizaje

    Al final de esta sección, podrás:

    • Explicar la regulación de mando y control
    • Evaluar la efectividad de la regulación de mando y control

    Cuando Estados Unidos comenzó a aprobar leyes ambientales integrales a fines de la década de 1960 y principios de 1970, una ley típica especificaba cuánta contaminación se podía emitir de una chimenea o una tubería de drenaje e imponía sanciones si se rebasaba ese límite. Otras leyes requerían la instalación de ciertos equipos —por ejemplo, en tubos de escape de automóviles o en chimeneas— para reducir la contaminación. Este tipo de leyes, que especifican las cantidades permisibles de contaminación y que también pueden detallar qué tecnologías de control de contaminación deben utilizarse, caen dentro de la categoría de regulación de mando y control. En efecto, la regulación de mando y control requiere que las empresas aumenten sus costos instalando equipos anticontaminación; por lo tanto, se les exige que tomen en cuenta los costos sociales de la contaminación.

    La regulación de mando y control ha tenido mucho éxito en la protección y limpieza del medio ambiente de Estados Unidos. En 1970, se creó la Agencia de Protección Ambiental (EPA) para supervisar todas las leyes ambientales. Ese mismo año se promulgó la Ley de Aire Limpio para atender la contaminación del aire. Apenas dos años después, en 1972, el Congreso aprobó y el mandatario firmó la Ley de Agua Limpia de gran alcance. Estas leyes ambientales de mando y control, y sus enmiendas y actualizaciones, han sido en gran parte responsables del aire y el agua más limpios de Estados Unidos en las últimas décadas. Sin embargo, los economistas han señalado tres dificultades con la regulación ambiental de mando y control.

    En primer lugar, la regulación de mando y control no ofrece ningún incentivo para mejorar la calidad del medio ambiente más allá del estándar establecido por una ley en particular. Una vez satisfecha la regulación de mando y control, los contaminadores no tienen ningún incentivo para hacerlo mejor.

    Segundo, la regulación de mando y control es inflexible. Por lo general, requiere el mismo estándar para todos los contaminadores y, a menudo, también la misma tecnología de control de contaminación. Esto significa que la regulación de mando y control no establece distinciones entre las empresas a las que les resultaría fácil y económico cumplir con el estándar de contaminación, o reducir aún más la contaminación, y las empresas a las que les resultaría difícil y costoso cumplir con el estándar. Las empresas no tienen razón para repensar sus métodos de producción de manera fundamental que podrían reducir aún más la contaminación y a menor costo.

    Tercero, los reglamentos de mando y control son escritos por legisladores y la EPA, por lo que están sujetos a compromisos en el proceso político. Las firmas existentes suelen argumentar (y cabildear) que no deben aplicarse a ellas normas ambientales más estrictas, solo a las nuevas empresas que deseen iniciar la producción. En consecuencia, las leyes ambientales del mundo real están llenas de letra pequeña, lagunas y excepciones.

    Aunque los críticos aceptan el objetivo de reducir la contaminación, cuestionan si la regulación de mando y control es la mejor manera de diseñar herramientas de política para lograr ese objetivo. Un enfoque diferente es el uso de herramientas orientadas al mercado, las cuales se discuten en la siguiente sección.


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