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6.2: Personalidad

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    El temperamento no cambia drásticamente a medida que crecemos, pero podemos aprender a trabajar y manejar nuestras cualidades temperamentales. El temperamento puede ser una de las cosas de nosotros que permanece igual durante todo el desarrollo. En contraste, la personalidad, definida como el patrón consistente de sentir, pensar y comportarse de un individuo, es el resultado de la interacción continua entre la disposición biológica y la experiencia.

    La personalidad también se desarrolla a partir del temperamento de otras maneras (Thompson, Winer, & Goodvin, 2010). A medida que los niños maduran biológicamente, las características temperamentales surgen y cambian con el tiempo. Un recién nacido no es capaz de mucho autocontrol, pero a medida que avanzan las capacidades de autocontrol basadas en el cerebro, los cambios temperamentales en la autorregulación se hacen más evidentes. Por ejemplo, un recién nacido que llora frecuentemente no necesariamente tiene una personalidad gruñona; con el tiempo, con el suficiente apoyo de los padres y una mayor sensación de seguridad, el niño podría tener menos probabilidades de llorar.

    Además, la personalidad está conformada por muchas otras características además del temperamento. El autoconcepto de desarrollo de los niños, sus motivaciones para lograr o socializar, sus valores y metas, sus estilos de afrontamiento, su sentido de responsabilidad y conciencia, así como muchas otras cualidades se engloban en la personalidad. Estas cualidades están influenciadas por disposiciones biológicas, pero aún más por las experiencias del niño con otros, particularmente en relaciones cercanas, que guían el crecimiento de las características individuales. De hecho, el desarrollo de la personalidad comienza con los fundamentos biológicos del temperamento pero se vuelve cada vez más elaborado, extendido y refinado con el tiempo. El recién nacido que los padres miraban se convierte así en un adulto con una personalidad de profundidad y matiz. 3

    Cultura y Personalidad

    El término cultura se refiere a todas las creencias, costumbres, ideas, comportamientos y tradiciones de una sociedad en particular que se transmiten de generación en generación. La cultura se transmite a las personas a través del lenguaje, así como a través del modelado del comportamiento, y define qué rasgos y comportamientos se consideran importantes, deseables o indeseables.

    Dentro de una cultura hay normas y expectativas conductuales. Estas normas culturales pueden dictar qué rasgos de personalidad se consideran importantes. El investigador Gordon Allport consideró que la cultura es una influencia importante en los rasgos y definió rasgos comunes como aquellos que son reconocidos dentro de una cultura. Estos rasgos pueden variar de una cultura a otra en función de diferentes valores, necesidades y creencias. Los rasgos positivos y negativos pueden ser determinados por las expectativas culturales: lo que se considera un rasgo positivo en una cultura puede considerarse negativo en otra, resultando así en diferentes expresiones de personalidad entre culturas.

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    Figura\(\PageIndex{1}\): Una familia de una cultura no occidental. (Imagen de Theodor Goutas en Unsplash)

    Considerar las influencias culturales sobre la personalidad es importante porque las ideas y teorías occidentales no son necesariamente aplicables a otras culturas (Benet-Martinez & Oishi, 2008). Hay mucha evidencia de que la fuerza de los rasgos de personalidad varía entre culturas, y esto es especialmente cierto cuando se comparan culturas individualistas (como las culturas europea, norteamericana y australiana) y culturas colectivistas (como las culturas asiáticas, africanas y sudamericanas). Las personas que viven en culturas individualistas tienden a creer que la independencia, la competencia y el logro personal son importantes. En contraste, las personas que viven en culturas colectivistas tienden a valorar la armonía social, el respeto y las necesidades grupales sobre las necesidades individuales. Estos valores influyen en la personalidad de maneras diferentes pero sustanciales; por ejemplo, Yang (2006) encontró que las personas en culturas individualistas mostraban rasgos de personalidad más orientados a la persona, mientras que las personas en culturas colectivistas mostraban rasgos de personalidad más orientados socialmente 5.

    Género y Personalidad

    De la misma manera que las normas culturales pueden influir en la personalidad y el comportamiento, las normas de género (los comportamientos a los que se espera que se ajusten hombres y mujeres en una sociedad determinada) también pueden influir en la personalidad al enfatizar diferentes rasgos entre diferentes géneros.

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    Figura\(\PageIndex{2}\): Una infante femenina vistiendo ropa y accesorios estereotípicamente femeninos. (Imagen de Abdullah Shakoor en Pixabay)
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    Figura\(\PageIndex{3}\): Un infante masculino con ropa estereotípicamente masculina. (La imagen está licenciada bajo CC0 1.0)

    Las ideas de comportamiento apropiado para cada género (masculino y femenino) varían entre culturas y tienden a cambiar con el tiempo. Por ejemplo, la agresión y la asertividad se han enfatizado históricamente como rasgos positivos de personalidad masculina en Estados Unidos. En tanto, la sumisión y el cuidado se han sostenido históricamente como rasgos femeninos ideales. Si bien muchos roles de género siguen siendo los mismos, otros cambian con el tiempo. En 1938, por ejemplo, solo 1 de cada 5 estadounidenses estuvo de acuerdo en que una mujer casada debía ganar dinero en la industria y los negocios. Para 1996, sin embargo, 4 de cada 5 estadounidenses aprobaron que las mujeres trabajaran en estos campos. Este tipo de cambio de actitud ha ido acompañado de cambios de comportamiento que coinciden con cambios en las expectativas de rasgos y cambios en la identidad personal de hombres y mujeres. 8


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