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2.2: ¿Qué tipo de sujetos vale la pena investigar?

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    Selecciones de Reglas para la Dirección de la Mente

    René Descartes

    En este texto, Descartes esboza varias de sus reglas para el pensamiento riguroso. Las dos preguntas principales que busca responder son 1) ¿qué tipo de cosas merecen la atención del pensamiento riguroso y extendido y 2) sobre qué temas podemos obtener certeza? Las afirmaciones de Descartes sobre qué objetos son dignos de atención y por qué son dignos de atención contrastan bastante con la mentalidad subyacente detrás de los planes de estudio basados en la exploración del siglo XXI.

    Regla I

    El objetivo de nuestros estudios debe ser dirigir la mente con miras a formar juicios verdaderos y sólidos sobre lo que le preceda.
    Siempre que los hombres notan alguna similitud entre dos cosas, no se suele atribuir a cada una, incluso en aquellos aspectos en los que las dos difieren, lo que han encontrado que es verdad de la otra. Así, erróneamente comparan las ciencias, que consiste enteramente en el ejercicio cognitivo de la mente, con las artes, que dependen de un ejercicio y disposición del cuerpo. Ven que no todas las artes pueden ser adquiridas por un mismo hombre, sino que el que se restringe a uno, se convierte más fácilmente en el mejor ejecutante, ya que no es tan fácil que una misma mano se adapte tanto a las operaciones agrícolas como a la arpa, o al desempeño de varias tareas de este tipo como a una solo.

    Pregunta de Reflexión

    ¿Se sostiene esta distinción en base a su comprensión de las ciencias y las artes?

    Regla II

    Debemos atender únicamente aquellos objetos de los que nuestras mentes parecen capaces de tener cierta e indudable cognición.

    Pregunta de Reflexión

    Descartes aún tiene que definir sus dos términos centrales “cierto” e “indubitable”, ¿qué cree que podría querer decir con ambos términos?

    La ciencia en su totalidad es la cognición verdadera y evidente. No es más erudito que tiene dudas sobre muchos asuntos que el hombre que nunca ha pensado en ellos; más bien parece ser menos erudito si ha formado opiniones equivocadas sobre algún dato. De ahí que fuera mejor no estudiar en absoluto que ocuparnos de objetos de tanta dificultad, que por nuestra incapacidad para distinguir lo verdadero de lo falso, nos vemos obligados a considerar lo dudoso como cierto; pues en esos asuntos, toda esperanza de aumentar nuestro conocimiento es superada por el riesgo de disminuirlo. Así, de acuerdo con la máxima anterior rechazamos todos esos conocimientos meramente probables y hacemos que sea una regla confiar sólo en lo que es completamente conocido e incapaz de ser dudado. Sin duda, los hombres de educación pueden persuadirse a sí mismos de que no hay más que poco conocimiento tan cierto, porque, por cierto, una falla común de la naturaleza humana los ha hecho que lo consideren demasiado fácil y abierto a todos, y así los llevó a descuidar a pensar en tales verdades; pero sin embargo anuncio que hay más de estas de lo que piensan, verdades que bastan para dar una demostración rigurosa de innumerables proposiciones, cuya discusión hasta ahora no han podido liberarse del elemento de probabilidad. Además, debido a que han creído que era impropio que un hombre de educación confesara la ignorancia en cualquier punto, se han acostumbrado tanto a engañar a sus explicaciones fabricadas, que han terminado imponiéndose gradualmente sobre sí mismos y así las han emitido al público como genuinas.

    Pero si nos adherimos de cerca a esta regla encontraremos a la izquierda pero pocos objetos de estudio legítimo. Porque no hay duda alguna que ocurra en las ciencias sobre la cual los hombres talentosos no hayan estado en desacuerdo. Pero cada vez que dos hombres llegan a decisiones opuestas sobre el mismo asunto uno de ellos al menos sin duda debe estar en el mal, y al parecer ni siquiera hay uno de ellos que sepa; pues si el razonamiento del segundo fuera sólido y claro podría así ponerlo ante el otro para lograr convencer a su comprensión también. De ahí que al parecer no podamos alcanzar un conocimiento perfecto en ningún caso de opinión probable, pues sería temeridad esperar más de lo que otros han logrado. En consecuencia, si consideramos correctamente, de las ciencias ya descubiertas, quedan solo la Aritmética y la Geometría, a lo que nos reduce la observancia de esta regla.

    Pregunta de reflexión

    El razonamiento de Descartes lo ha guiado a dos objetos que vale la pena estudiar. ¿Su razonamiento parece sólido o no y por qué?

    Sin embargo, por lo tanto, no condenamos ese método de filosofar que otros ya han descubierto, y esas armas de los escolares, probables silogismos, que son tan adecuadas para las polémicas. De hecho, dan práctica al ingenio de la juventud y, produciendo emulación entre ellos, actúan como estímulo; y es mucho mejor que sus mentes estén moldeadas por opiniones de este tipo, inciertas por más que aparezcan, como objetos de controversia entre los eruditos, que dejarse enteramente a sus propios dispositivos. Porque así a través de la falta de orientación podrían desviarse hacia algún abismo, pero mientras sigan los pasos de sus amos, aunque puedan divergir a veces de la verdad, sin embargo, ciertamente encontrarán un camino que al menos a este respecto sea más seguro, que haya sido aprobado por personas más prudentes. Nosotros mismos nos regocijamos de que en años anteriores viviéramos esta formación escolástica; pero ahora, liberándonos de ese juramento de lealtad que nos ataba a nuestros viejos amos y puesto que, como nos convertimos en nuestros años de madurez, ya no estamos sujetos a la férula, si queremos en serio establecer por nosotros mismos esas reglas que nos ayudará a escalar las alturas del conocimiento humano, debemos admitir con seguridad entre los miembros primarios de nuestro catálogo esa máxima que nos prohíbe abusar de nuestro ocio como muchos lo hacen, que descuidan todas las búsquedas fáciles y toman su tiempo solo con asuntos difíciles; porque ellos, aunque ciertamente hacen todo tipo de sutiles conjeturas y elaborando con gran ingenio los argumentos más plausibles, a menudo encuentran demasiado tarde que después de todas sus labores sólo han aumentado la multitud de sus dudas, sin adquirir ningún conocimiento alguno.

    Pero ahora procedamos a explicar con más detenimiento nuestra razón de decir, como hicimos hace poco tiempo, que de todas las ciencias conocidas hasta ahora, la Aritmética y la Geometría por sí solas están libres de cualquier mancha de falsedad o incertidumbre. Debemos señalar entonces que hay dos formas por las que llegamos al conocimiento de los hechos, a saber, por experiencia y por deducción. Debemos observar además que si bien nuestras inferencias de la experiencia son frecuentemente falaces, la deducción, o la pura ilación de una cosa de otra, aunque pueda pasarse por alto, si no se ve a través de ella, no puede ser errónea cuando se realiza por un entendimiento que es en el menor grado racional. Y me parece que la operación se beneficia pero poco por esos vínculos restrictivos por medio de los cuales los dialécticos pretenden controlar la razón humana, aunque no niego que esa disciplina pueda ser servible para otros fines. Mi razón para decirlo es que ninguno de los errores que los hombres pueden cometer (los hombres, digo, no las bestias) se deben a una inferencia defectuosa; son causados simplemente por el hecho de que encontramos sobre una base de experiencias poco comprendidas, o que se plantean proposiciones apresuradas e infundadas.

    Pregunta de Reflexión

    ¿Es cierto que la razón no puede llevar al error?

    Esto nos proporciona una explicación evidente de la gran superioridad en la certidumbre de la aritmética y la Geometría a otras ciencias. Los primeros por sí solos tratan de un objeto tan puro y sin complicaciones, que no necesitan hacer suposiciones en absoluto que la experiencia hace incierta, sino que consisten enteramente en la deducción racional de las consecuencias. Ellos son por esa razón mucho los más fáciles y claros de todos, y poseen un objeto como el que requerimos, pues en ellos es escaso humanamente posible que alguien se equivoque salvo por inadvertencia. Y sin embargo, no debemos sorprendernos al descubrir que mucha gente por su propia cuenta prefiere aplicar su inteligencia a otros estudios, o a la Filosofía. La razón de ello es que cada persona se permite la libertad de hacer conjeturas en el asunto de un tema oscuro con más confianza que en uno que sea claro, y que es mucho más fácil tener alguna noción vaga sobre cualquier tema, pase lo que pase, que llegar a la verdad real sobre un solo pregunta por simple que sea.

    Pero una conclusión surge ahora de estas consideraciones, a saber, no, en efecto, que la Aritmética y la Geometría son las únicas ciencias a estudiar, sino solo que en nuestra búsqueda del camino directo hacia la verdad debemos ocuparnos sin ningún objeto sobre el que no podamos alcanzar un certitud igual a la de las demostraciones de Aritmética y Geometría.

    Regla III

    En cuanto a los objetos propuestos para su estudio, debemos investigar lo que podemos intuir o deducir clara y evidentemente con certeza, y no lo que otras personas han pensado o lo que nosotros mismos conjeturamos. Porque el conocimiento no puede alcanzarse de ninguna otra manera.

    Debemos leer las obras de los antiguos; pues es una ventaja extraordinaria tener disponibles las labores de tantos hombres, tanto para reconocer lo que ya hace tiempo se han hecho verdaderos descubrimientos como -también para tomar conciencia de qué alcances aún quedan para la invención en las diversas disciplinas. Hay, sin embargo; a la vez un gran peligro de que tal vez algún contagio de error, contraído de una lectura demasiado atenta de ellos, pueda pegarse a nosotros en contra de nuestra voluntad, a pesar de todas las precauciones. Porque los autores suelen estar tan dispuestos que cada vez que su credulidad desatendida los ha llevado a una decisión sobre alguna opinión controvertida, siempre tratan de llevarnos al mismo lado, con los argumentos más sutiles; si por otro lado han tenido la suerte de descubrir algo cierto y evidente, nunca lo plantearon sin envolverlo en todo tipo de complicaciones. (Supongo que temen que un simple relato pueda disminuir la importancia que ganan con el descubrimiento; o quizás nos regañen la pura verdad. )\

    Pregunta de Reflexión

    Descartes y Montaigne plantean preguntas similares con respecto a las obras de los antiguos. ¿Qué clase de autoridad se debe dar sabiduría tradicional? ¿Tiene un valor epistémico propio?

    Pero de hecho, aunque todos los escritores fueran honestos y claros; aunque nunca nos hicieran pasar cuestiones de duda como si fueran verdades, sino que exponían todo de buena fe; sin embargo, ya que apenas hay nada que diga uno de ellos pero alguien más afirma lo contrario, debemos ser continuamente incierto de qué lado creer. No sería bueno contar cabezas, y luego seguir la opinión que tiene más autoridades para ello; pues si la pregunta que surge es difícil, es más creíble que la verdad del asunto haya sido descubierta por pocos hombres que por muchos. Pero aunque todos coincidieran juntos, no bastaría con tener sus enseñanzas. Porque nunca seremos matemáticos, digamos, aunque conservemos en la memoria todas las pruebas que otros han dado, a menos que nosotros mismos tengamos la aptitud mental de resolver algún problema dado; nunca seremos filósofos, si hemos leído todos los argumentos de Platón y Aristóteles pero no podemos formar un juicio sólido sobre las materias puesto ante nosotros; este tipo de aprendizaje parecería histórico más que científico. Además, esta Regla nos aboga en contra de mezclar siempre conjeturas con nuestros juicios en cuanto a la verdad de las cosas. No es de poca importancia observar esto; por la razón principal por la que en la filosofía común no hay nada que encontrar cuya certidumbre sea tan evidente como para estar más allá de la controversia es que quienes la practican no han comenzado por contentarse con el reconocimiento de lo que es claro y cierto, sino que tienen se aventuró en la afirmación ulterior de lo que era oscuro y desconocido y se llegó sólo a través de probables conjeturas. Estas aseveraciones que posteriormente se han ido aferrando paulatinamente con total confianza, y las han mezclado indiscriminadamente con verdades evidentes; y el resultado final fue su incapacidad para sacar cualquier conclusión que no pareciera depender de alguna proposición de este tipo, y en consecuencia sacar alguna que fuera no incierto.
    Para evitar que posteriormente cayéramos en el mismo error, la Regla enumera todas las actividades intelectuales por medio de las cuales podemos alcanzar el conocimiento de las cosas sin temor alguno al engaño; permite sólo dos tales intuición e inducción. Por intuición quiero decir, no la garantía vacilante de los sentidos, o el juicio engañoso de una imaginación mal construida, sino una concepción, formada por una atención mental sin nubes, tan fácil y distinta que no deja lugar a dudas respecto a lo que estamos entendiendo. Se trata de lo mismo si decimos: Es una concepción indudable formada por una mente mental despejada; una que se origina únicamente a partir de la luz de la razón, y es más segura incluso que la deducción, porque es más simple (aunque, como hemos señalado anteriormente, la deducción, también, no puede salir mal si se trata de un ser humano que lo realiza). Así, cualquiera puede ver por intuición mental que él mismo existe, que piensa, que un triángulo está delimitado por sólo tres líneas, y un globo por una sola superficie, y así sucesivamente; hay muchas más de esas verdades de las que la mayoría de la gente observa, porque desdeña volver su mente a temas tan fáciles.

    Quizás algunas personas se vean preocupadas por este nuevo uso de la palabra intuición, y de otras palabras que más adelante me obligaré a apartarme de su sentido común. Entonces doy en este punto la advertencia general de que no estoy en lo más mínimo pensando en el uso de palabras particulares que ha prevalecido en las Escuelas en los tiempos modernos, ya que sería más difícil usar los mismos términos manteniendo puntos de vista bastante diferentes; tomo en cuenta sólo lo que significa una palabra dada en latín, para que, siempre que no haya palabras adecuadas para lo que quiero decir, pueda trasladar a ese significado las palabras que me parecen más adecuadas. La evidencia y certeza de la intuición es, además, necesaria no sólo para formar proposiciones sino también para cualquier inferencia. Por ejemplo, tomemos la inferencia de que 2 y 2 llegan a lo mismo que 3 y 1; la intuición debe mostrarnos no sólo que 2 y 2 hacen 4, y que 3 y 1 también hacen 4, sino además que la tercera proposición anterior es una conclusión necesaria de estas dos.

    Esto puede suscitar dudas en cuanto a nuestra razón de haber añadido otra modalidad de conocimiento, además de la intuición, en esta Regla -es decir, el conocimiento por deducción. (Con este término me refiero a cualquier conclusión necesaria de otras cosas conocidas con certeza.) Tuvimos que hacer esto porque se conocen muchas cosas aunque no son evidentes, siempre y cuando se deducen de principios que se sabe que son ciertos por un movimiento continuo e ininterrumpido del pensamiento, con clara intuición de cada punto. Es de la misma manera que sabemos que el último eslabón de una cadena larga está conectado con el primero, aunque no veamos de una sola mirada (Intuitu) todos los eslabones intermedios de los que depende la conexión; sólo necesitamos haber pasado por los eslabones en sucesión y recordar que del primero al último cada uno se une al siguiente. Así distinguimos en este punto entre intuición y cierta deducción”; porque esta última, a diferencia de la primera, se concibe como implicando un movimiento o sucesión; y vuelve a ser diferente a la intuición en no requerir algo evidente en este momento, sino más bien, por así decirlo, tomar prestada su certeza de la memoria. De esto podemos deducir que cuando las proposiciones son conclusiones directas de los primeros principios, se puede decir que se conocen por intuición o por deducción, según diferentes formas de mirarlas; pero los primeros principios mismos pueden decirse que son conocidos solo por intuición; y conclusiones remotas, por el otro mano, sólo por deducción.

    Pregunta de Reflexión

    ¿El advenimiento de nuevos campos de estudio como la geometría no euclidiana socavan alguna de las afirmaciones de Descrates en esta pieza?

    Estas son las dos formas más ciertas del conocimiento; y por el lado de la mente no hay que admitir más; todas las demás deben ser rechazadas como sospechosas y susceptibles de inducir a error.

    Pregunta de Reflexión

    Al final, ¿Descartes aportó buena evidencia de sus afirmaciones sobre qué objetos son dignos de estudio? ¿Por qué o por qué no?

    Atribución

    • Una versión completa de este ensayo se puede encontrar en esta página de Wikisource.
    • Un agradecimiento especial a Michael Arts por su ayuda en la selección del texto para este resumen.

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