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16.5: Negritud y nigrescencia

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    Leopold Senghor (1965) ha definido a Negritude como “la conciencia, defensa y desarrollo de los valores culturales africanos... la suma total de los valores de la civilización del mundo africano”. Para Senghor no se trata de un fenómeno racial, sino cultural, basado principalmente en la cooperación. Distinguió esta cooperación de la idea colectivista que normalmente asociamos con las culturas asiáticas al enfocarnos más en una perspectiva comunitaria. En otras palabras, las culturas colectivistas pueden verse como un agregado de individuos, pero en la sociedad verdaderamente comunal, ya sea en la familia, en el pueblo o en la tribu, existe una conexión desde el centro de cada persona en su corazón (ver también Grills, 2002; Senghor, 1971). Esto es lo que Senghor cree que siempre se ha celebrado en honor en África, y en última instancia fomenta el diálogo con otros en África (los africanos blancos, los árabe-bereberes en el norte de África) y más allá, para que podamos asegurar la paz y construir la “Civilización de lo Universal”.

    La negritud, entonces, es parte de la africanidad. Está hecho de calidez humana. Es democracia vivificada por el sentido de comunión y hermandad entre los hombres. Más profundamente, en las obras de arte, que son la expresión más auténtica de sí misma de un pueblo, es sentido de imagen y ritmo, sentido de símbolo y belleza. (pg. 97; Senghor, 1965)

    Abiola Irele ha discutido la historia de Negritude como movimiento literario e ideológico entre los intelectuales negros de habla francesa en África. Inicialmente fue una reacción a, y en oposición a, la opresión colonial del pueblo africano. Como tal, ha sido criticada por algunos como su propia forma de racismo (ver, por ejemplo, Irele, 1981, 2001; Tembo, 1980), o como algo único para los intelectuales, a diferencia de la gente más común en África. No obstante, como se señaló anteriormente, Negritude se trata de cultura, no de raza per se. Además, un estudio pequeño pero interesante de Tembo (1980) aportó evidencia de que los puntajes en una Escala de Personalidad Africana no diferían por sexo, estado civil, haber sido educados en escuelas rurales o urbanas, o si deseaban cursar estudios superiores en África o Inglaterra. Irele comparó la visión de Negritud de Senghor con la del filósofo existencial Jean-Paul Sartre. Sartre veía a la Negritud como una etapa en el desarrollo de la conciencia negra, una etapa que sería trascendida por la realización última de una sociedad humana sin racismo. En contraste, según Irele, la Negritud de Senghor es un estado interior del pueblo negro. Se trata de un modo de ser distintivo, que se puede ver en su forma de vida, y que constituye su propia identidad (Irele, 1981). Irele encuentra valor en el concepto de Negritud “en la medida en que refleja un profundo compromiso de las mentes africanas sobre la cuestión fundamental del ser africano en la historia...”

    En un momento en que los africanos están tratando de experimentar con nuevas ideas e instituciones, adaptarlas a sus necesidades a la luz de sus sistemas de valores tradicionales, existe la necesidad de una creencia sostenida en uno mismo, y esta creencia puede ser generada y mantenida viva por una ideología. Esta ha sido, y sigue siendo, la función de Negritude. (pg. 86; erudito ghanés P. A. V. Ansah, citado en Irele, 1981)

    Si bien el concepto de Negritud no está exento de críticos, si se acepta su premisa hay implicaciones importantes para la gente de la diáspora negra (Irele, 2001). La nigrescencia se ha descrito como el proceso de conversión de negro a negro, es decir, rechazar la desacinación impuesta por los blancos y abrazar los valores tradicionales africanos y una identidad negra (Parham, 2002; Parham et al., 1999; Tembo, 1980). Este proceso de búsqueda de la propia identidad puede ser muy poderoso, conduciendo quizás a una identidad propia positiva o, al menos, servir como amortiguador contra el racismo y la opresión (Parham & Parham, 2002). Para obtener información adicional sobre la importancia de identificar la formación y el desarrollo de la identidad negativa, los remito de nuevo a la discusión sobre el desarrollo negativo de la personalidad entre los afroamericanos en el capítulo sobre Erik Erikson. Pero, ¿qué desencadena esta búsqueda crítica de la propia identidad?

    Para las personas de ascendencia africana en lugares como Estados Unidos, el proceso de nigrescencia parece seguir cuatro etapas: pre-encuentro, encuentro, inmersión-emersión e internalización (Parham, 2002; Parham et al., 1999). En la etapa previa al encuentro, el indivdiual ve el mundo desde un marco de referencia Blanco. Piensan, actúan y se comportan de maneras que devalúan y/o niegan su herencia negra. Entonces, sin embargo, se encuentran con eventos personales y/o sociales que no encajan con su visión de la sociedad. Muhammad Ali (antes Cassius Clay) describió con vívido e impactante detalle cómo se le negó el servicio en un restaurante porque era negro, después de haber ganado la medalla de oro olímpica en el boxeo y que el alcalde de Louisville, Kentucky le hubiera dado la llave de la ciudad (¡Ali & Ali, 2004)! El individuo se sumerge entonces en la cultura negra. Este puede ser un momento psicológicamente tumultuoso. Para algunos, todo lo que tenga valor debe reflejar algún aspecto de la herencia negra y/o africana. Se retiran del contacto con otros grupos raciales/étnicos, y pueden surgir fuertes actitudes y sentimientos anti-blancos. Eventualmente, sin embargo, el individuo interioriza su identidad negra y se vuelve más seguro. La tensión, emocionalidad y defensividad de la etapa anterior se sustituye por un comportamiento tranquilo y seguro. El individuo se vuelve más abierto, más flexible ideológicamente, y aunque los valores negros se mueven y permanecen a la vanguardia, existe una tendencia general hacia ser más pluralista y no racista, y las actitudes y sentimientos anti-blancos disminuyen (Parham et al., 1999; véase también Mbalia, 1995).


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