20.3: Tratamiento de los trastornos de la personalidad

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Generalmente se acepta que los trastornos de personalidad son altamente resistentes al tratamiento. La personalidad está bien establecida en la infancia, o al menos en la adolescencia. Dado que muchos teóricos consideran difícil cambiar significativamente la personalidad una vez que se establece, incluso en un individuo normal, para cuando a un adulto se le diagnostica un trastorno de personalidad se ha convertido en un aspecto profundamente arraigado de su personalidad. Por lo tanto, los individuos que sufren de trastornos de la personalidad, individuos que normalmente carecen de conocimiento de sus problemas, simplemente es poco probable que se den cuenta de una necesidad de cambio o que se esfuercen por hacer cambios. Y dado que el cambio solo puede provenir del individuo, no puede ser forzado por el terapeuta, si el individuo que padece un trastorno de personalidad no coopera ni pone ningún esfuerzo en terapia, no puede haber posibilidad de cambio. La perspectiva evolutiva sobre los trastornos de personalidad ofrece otra posible razón por la que serían resistentes al cambio. Los trastornos de la personalidad pueden ser adaptaciones a condiciones anormales, muy probablemente abusivas, presentes durante el desarrollo de la personalidad. Por lo tanto, a pesar de que son vistos como anormales, han servido a un propósito adaptativo para el individuo que padece el trastorno.

No obstante, se está avanzando. Existe evidencia para apoyar la eficacia de algunos enfoques terapéuticos en el tratamiento de los trastornos de la personalidad, incluyendo los tratamientos cognitivos, conductuales, interpersonales/psicosociales y psicoanalíticos (Benjamin, 2005; Fonagy, 2006; Kernberg & Caligor, 2005; Leichsenring, 2006; Pretzer & Beck, 2005). Quizás el enfoque más estudiado y efectivo para el tratamiento de los trastornos de la personalidad es la terapia conductual dialéctica (DBT), desarrollada por Marsha Linehan específicamente para el tratamiento del trastorno límite de la personalidad y su elemento comúnmente asociado de comportamiento suicida (Linehan, 1987, 1993; Robins et al., 2004). DBT enfatiza el proceso completo de cambio, incorporando tanto la aceptación del sufrimiento real del paciente como el deseo de cambio. Dado que surge un conflicto natural entre la aceptación y el deseo/necesidad de cambio, un conflicto que puede despertar una intensa emoción negativa, el DBT implica enseñar a los pacientes las habilidades de atención plena necesarias para “permitir” experiencias sin la necesidad de suprimirlas o evitarlas. Estas habilidades de atención plena se extrajeron principalmente de los principios Zen, pero son similares y compatibles con las prácticas contemplativas occidentales (Robins et al., 2004).

Pregunta de Discusión: ¿Te sorprende saber que el tratamiento más prometedor para los trastornos de la personalidad se basa en gran medida en la práctica del Zen? ¿Qué podría decir esto sobre la importancia de que los terapeutas estén versados en una variedad de técnicas y sean bien educados en perspectivas transculturales?