12: Revolución Científica

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Durante el siglo XVII, los cambios en la forma en que los europeos educados entendieron el mundo natural marcaron el surgimiento de una perspectiva científica reconociblemente moderna. El impacto práctico de ese cambio fue relativamente menor en su momento, pero las consecuencias a largo plazo fueron enormes. Por primera vez surgió en Europa una cultura en la que las observaciones empíricas sirvieron de base para conjeturas lógicas sobre cómo operaban las leyes naturales, dando lugar a la posibilidad de una amplia gama de descubrimientos científicos.

Durante más de mil años, los europeos habían mirado hacia atrás en busca de ideas sobre el mundo natural. Se apoyaron en Aristóteles y relatos de otros autores antiguos para explicar cómo funcionaba el universo, cómo operaba la física y cómo el cuerpo humano se regulaba a sí mismo. Estas enseñanzas se complementaron con la erudición cristiana que buscaba encontrar la mano de Dios en el mundo natural. Se observó una marcada ausencia de investigación empírica: observar, desde un punto de vista neutral y objetivo, fenómenos naturales y utilizar esas observaciones como base de experimentación informada en cuanto a sus causas y funcionamiento.

Los europeos medievales y tempranos modernos nunca habían desarrollado una cultura científica empírica porque el objetivo de la ciencia nunca había sido descubrir la verdad, sino describirla. En otras palabras, prácticamente toda persona premoderna ya sabía cómo funcionaba el mundo: lo conocían del mito, de las enseñanzas de las autoridades antiguas, y de la religión. En cierto sentido, todas las respuestas ya estaban ahí, y así la observación empírica fue vista como redundante. El término utilizado en su momento para “ciencia” era “filosofía natural”, rama de la filosofía dedicada a observar y catalogar fenómenos naturales, en su mayor parte sin intentar explicar esas observaciones fuera de referencias a autoridades antiguas y a la Biblia.

Miniatura: Nicolás Copérnico formuló un modelo del universo que colocó al Sol más que a la Tierra en el centro del universo.