5.4: Las familias y el dicho de “mío” y “no mío”
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Ver 461c-466c. Sócrates recomienda arreglar las cosas para que ningún tutor conozca a ningún niño como suyo, sino más bien como hijo de esta generación o esa generación, con el niño mirando a las generaciones mayores, colectivamente, como sus padres o abuelos según su edad. Sócrates cifra que, al descomponer de esta manera a las familias nucleares e integrar a los guardianes en una sola familia, será menos probable que tengan intereses en competencia entre sí. Ellos “sentirán más o menos la misma alegría o dolor ante las mismas ganancias o pérdidas”. El mayor bien para una ciudad, piensa, es unificarse. Para ello, los guardianes deben ser una familia única y unificada, y “aplicar 'la mía' y 'no la mía' a las mismas cosas sobre la base del mismo principio”.
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Supongamos que alguien tuviera que objetar, como hizo Aristóteles en la Política, que la propuesta de Sócrates de descomponer familias nucleares “da como resultado que cada ciudadano tenga mil hijos, y estos no les pertenecen como individuos sino que cualquier niño es igualmente hijo de cualquiera, de manera que todos iguales los considerarán con indiferencia” (II.3.1261B-1262a). ¿Cómo podría responder Sócrates?
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¿Qué importancia tiene para la felicidad de un niño crecer en una familia de dos padres?
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Es notable cuánto amor y atención dirigen los padres hacia sus propios hijos y lo poco que realmente parecen importarles los niños que viven a pocas puertas de la calle. La propuesta de Sócrates reconoce esto como un problema e intenta abordarlo. ¿Es un problema? Si es así, ¿se te ocurre una mejor manera de abordarlo? Considere la idea de enviar a su propio hijo a vivir durante un año con otro grupo de padres en la comunidad, mientras lleva a un niño de la otra familia al cuidado de uno. ¿Sería beneficioso este tipo de cosas?