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16.4: Gobernanza para la Sustentabilidad

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    Entonces la pregunta vital es, ¿cómo pasamos del modelo de status quo del ambientalismo antropocéntrico, que se subsume dentro de la agenda económica neoliberal, a un entendimiento que se basa en el principio de sustentabilidad? Una respuesta radica en crear sistemas de buen gobierno a nivel local, nacional y global en los que la preocupación subyacente es proteger la integridad de los sistemas ecológicos de la Tierra como esenciales para todas las demás preocupaciones humanas (Bosselmann, 2008). Necesitamos gobernanza para la sustentabilidad (Bosselmann, 2016, p. 191; Bosselmann et al., 2008).

    ¿Qué es la Gobernanza?

    Young (1997:4) define la gobernanza como “el establecimiento y funcionamiento de las instituciones sociales, es decir, conjuntos de reglas, procedimientos de toma de decisiones y actividades programáticas que sirven para definir prácticas sociales y orientar estas interacciones”. La gobernanza no requiere de organizaciones ni gobierno per se, aunque estos ciertamente ayudan a facilitar a los actores la toma de decisiones coordinadas y cooperativas (Young, 1997). La necesidad de gobernabilidad surge de la interdependencia y del entendimiento de que las acciones de uno afectan el bienestar de los demás (Bosselmann et al., 2008; Young, 1997). Por lo tanto, el buen gobierno tiene como objetivo garantizar que las personas puedan organizar sus asuntos de la manera más efectiva (Young, 1997; Bosselmann, 2008). A nivel internacional, los regímenes son sistemas de gobernanza en áreas temáticas específicas, generalmente con estados como miembros, y fundados en documentos constitutivos, vinculantes o no vinculantes (Young, 1997).

    Modelos Actuales de Gobernanza

    Los dos problemas centrales de las formas actuales de gobernanza se refieren a su base ética y sus arreglos institucionales. Los modelos actuales han sido tomados de valores occidentales y de prioridades como la 'racionalidad' económica neoliberal y el consumo (Bosselmann et al., 2008). La 'racionalidad' económica es considerada como la base de la ética de la gobernanza y ésta impregna todos sus niveles (Bosselmann, 2016, p. 205). Incluso los modelos de desarrollo sustentable 'débiles' son una inclusión relativamente nueva en el diseño del régimen, donde en última instancia la concepción neoliberal de la justicia como derechos de propiedad y ventaja mutua prevalece sobre otros objetivos a largo plazo de igualdad social, seguridad humana y sustentabilidad ecológica (Okereke, 2008; Bosselmann, 2010a; Bosselmann, 2016, pp. 9, 102). Okereke (2008) explica cómo las formas actuales de gobernanza ambiental están dominadas por la agenda neoliberal y que la 'modernización ecológica' ya que el status quo es la solución a los problemas ambientales. Se trata esencialmente de una gobernanza 'defensiva, reactiva, basada en expertos, solución de problemas' que intenta amortiguar los llamados al cambio normativo dentro del marco neoliberal para el desarrollo sustentable; esencialmente, se espera que las soluciones tecnológicas, los instrumentos económicos y el voluntarismo gubernamental facilitar el crecimiento ininterrumpido (Bosselmann, 2016, p. 205; Okereke, 2008). Para el futuro de los ecosistemas, esto dice que “nuestra forma actual de gobernanza encuentra demasiado costoso el cuidado de la integridad ecológica” (Bosselmann, 2008, p. 329). Las formas actuales de gobernanza ambiental internacional “tienen como objetivo... preocupar y pacificar a los sectores agraviados de la comunidad internacional, dejando sin cambios las causas estructurales fundamentales de la injusticia ambiental” (Okereke, 2008, p. 182).

    Al igual que en el modelo dominante de desarrollo sustentable, el diseño de nuestras instituciones de gobierno reduce 'el ambiente' a una preocupación junto a otras preocupaciones 'competidoras', una agenda distinta y generalmente subordinada al crecimiento, la productividad y el beneficio (Bosselmann et al., 2008; Bosselmann, 2016, pp. 88, 125, 172). Sin embargo, el cambio notable en el enfoque de los acuerdos ambientales multilaterales (AMMA) de soluciones ad hoc a tratados más integrales debe considerarse como un intento de fortalecer las formas de cooperación internacional (Roch & Perrez, 2005). El régimen ambiental internacional aún se ve obstaculizado por la fragmentación y por la falta de sinergia entre acuerdos y áreas temáticas. Es institucionalmente débil porque el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) carece de la autoridad, membresía y recursos para brindar una orientación integral de políticas (Roch & Perrez, 2005). Dentro de este contexto podemos entender la vaguedad terminológica y la falta de acuerdos internacionales vinculantes (y la falta de ratificación e implementación de aquellos que son vinculantes) como una táctica deliberada para mantener la gobernanza ambiental periférica a preocupaciones más inmediatas. Roch y Perrez (2005) describen un 'desequilibrio institucional' entre el régimen ambiental y otros regímenes (comercio, finanzas), causado por la falta de mecanismos procesales, recursos y lo más importante, peso político. Estas realidades a nivel internacional reflejan patrones similares a nivel interno. Los modelos actuales de gobernanza están diseñados para “maximizar la libertad humana para usar la Tierra, interviniendo únicamente cuando ese uso amenaza o socava los derechos de otros humanos” (Bosselmann, 2008, p. 324). E incluso entonces, algunos estudiosos de la seguridad humana podrían argumentar, la brecha cada vez mayor entre ricos y pobres parece sugerir que esta podría ser la excepción más que la regla.

    La buena gobernanza ambiental exige un sistema de gestión adecuado para el medio ambiente. A la luz de lo que equivale a la gestión actual “hay poca disputa de que se requiera una mejor gobernanza”. Sin embargo es “una definición precisa de lo que esto significa o lo que requiere lo que es esquivo” (Elliot, 2004, p. 94).

    La gobernanza para la sustentabilidad, como medio para garantizar la seguridad humana, consiste en establecer los ideales ecológicos centrales como los bloques de construcción de cualquier solución a los problemas humanos. Un elemento central de este proyecto será establecer el modelo fuerte de sustentabilidad como metanarrativa en todas las áreas de interacción social, política, económica y ambiental. La sustentabilidad, esa es la perspectiva de toda la comunidad de la Tierra, debe ser el punto de referencia de la misma manera que las ideas éticas fundacionales como la justicia informan a un sistema legal (Bosselmann, 2016, p. 206). La idea de justicia ecológica y el principio de sustentabilidad son suficientemente claros para servir como principios rectores del derecho (Bosselmann, 2016, pp. 9, 126; Bischoff, 2010). La seguridad humana consiste en asegurar la vida diaria mitigando las amenazas a vidas y medios de subsistencia (Tadjbakhash y Chenoy, 2007). Esto solo se puede lograr a través de un cambio profundo en el pensamiento hacia una perspectiva ecológica, centrada en la vida, que aprecie la salud del planeta como primer paso para asegurar vidas humanas (Bosselmann et al., 2008; Bosselmann, 2008). La inmediatez y diversidad de la seguridad humana individual está ligada a lo común de la amenaza de descomposición ambiental. Un modelo creíble de gobernanza debe reflejar la naturaleza global de este problema (Bosselmann et al., 2008). En consecuencia, un sistema de buen gobierno no puede ser occidental, ni los sujetos pueden limitarse a la vida humana (Bosselmann, 2008). Una buena limpieza es la preservación de todas las comunidades de la vida. De ahí que la gobernanza para la sustentabilidad se base en valores y en torno a una conciencia holística de que la responsabilidad no antropocéntrica y el cuidado de la comunidad de vida es central y vital para que los humanos funcionen como 'seres' productivos (Bosselmann, 2016, pp. 96, 131, 204; Bosselmann, 2008). Podemos resumir los principios normativos de sustentabilidad de la siguiente manera: considerar la integridad ecológica en la toma de decisiones; la equidad intra e intergeneracional; el principio de precaución; la internalización de los costos ambientales; y las responsabilidades de tutela (Bosselmann et al., 2008).

    La buena gobernanza ambiental tendrá que ser multidimensional. Los bloques de construcción son principios, reglas, normas y prácticas, una sólida base ética. Esto comienza con la gente. De igual manera, las instituciones son una parte importante para garantizar los procedimientos para la formulación e implementación de políticas. Finalmente, los acuerdos y las políticas establecidas son importantes como guías y medidas de cumplimiento (Weale et al., 2000). De igual manera, avanzar en la sustentabilidad requerirá apertura, participación, rendición de cuentas, previsibilidad y transparencia de las instituciones. Para lograr la gobernanza para la sustentabilidad necesitamos integrar diferentes áreas de gobierno; necesitamos una gobernanza multinivel, incorporando actores en todos los niveles: corporativo, local, nacional, regional y global (Bosselmann, 2010a). Solo a través de un marco de gobernanza multidimensional y multinivel se abordarán adecuadamente los problemas contemporáneos de seguridad y supervivencia (Voigt, 2008; Bosselmann et al., 2008). Los problemas de degradación ambiental en todo el sistema y las consecuencias directas e indirectas para la vida humana deben ser confrontados por amplios principios de derecho, no emitir regímenes jurídicos y políticos específicos, como es el enfoque actual (Young, 1997). La gobernanza multinivel requiere un compromiso de los estados y de los ciudadanos; “sólo un esfuerzo común de quienes gobiernan y de quienes son gobernados podría traer consigo los cambios de comportamiento necesarios” (Bosselmann, 2010a, p. 93). La formulación efectiva de políticas es una combinación de esfuerzos de los gobernados (ciudadanos) y los gobernadores (estados) (Bosselmann et al., 2008).


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