Más allá del pensamiento operativo formal: pensamiento posformal
En nuestra última lección, discutimos el pensamiento operativo formal. El sello distintivo de este tipo de pensamiento es la capacidad de pensar de manera abstracta o de considerar posibilidades e ideas sobre circunstancias nunca experimentadas directamente. Pensar abstractamente es solo una característica del pensamiento adulto, sin embargo. Si comparas a un joven de 15 años con alguien de unos 30 años, probablemente encontrarías que el último considera no solo lo que es posible, sino también lo que es probable. ¿Por qué el cambio? El adulto ha adquirido experiencia y entiende por qué las posibilidades no siempre se convierten en realidades. Esta diferencia en el pensamiento de adultos y adolescentes puede provocar discusiones entre las generaciones. Aquí hay un ejemplo. Una estudiante de unos 30 años transmitió tal discusión que estaba teniendo con su hijo de 14 años. El hijo había ahorrado una cantidad considerable de dinero y quería comprar un auto viejo y guardarlo en la cochera hasta que tuviera la edad suficiente para conducir. Podía sentarse en ella; fingir que conducía, limpiarla y mostrársela a sus amigos. Sonó como una oportunidad perfecta. La madre, sin embargo, tenía objeciones prácticas. El auto podría simplemente sentarse varios años sin deteriorarse. El hijo sin duda cambiaría de opinión sobre el tipo de auto que quería antes de que tuviera la edad suficiente para conducir y se quedarían atascados con un auto que no funcionaría. Tener un auto cerca sería demasiada tentación y el hijo podría decidir escabullirlo para una rápida vuelta a la cuadra, etc.
El pensamiento postformal es práctico, realista y más individualista. A medida que una persona se acerca a finales de los 30, lo más probable es que tome decisiones por necesidad o por experiencia previa y esté menos influenciada por lo que otros piensan. Por supuesto, esto es particularmente cierto en culturas individualistas como Estados Unidos.
Pensamiento dialéctico
Además de avanzar hacia consideraciones más prácticas, pensar en la edad adulta temprana también puede volverse más flexible y equilibrado. Las ideas abstractas en las que el adolescente cree firmemente pueden convertirse en estándares por los cuales el adulto evalúa la realidad. Los adolescentes tienden a pensar en dicotomías; las ideas son verdaderas o falsas; buenas o malas; bien o mal y no hay término medio. No obstante, con la experiencia, el adulto llega a reconocer que hay algo correcto y algo incorrecto en cada posición, algo bueno o algo malo en una política o enfoque, alguna verdad y alguna falsedad en una idea en particular. Esta capacidad de reunir aspectos sobresalientes de dos puntos de vista o posiciones opuestas se denomina pensamiento dialéctico y se considera uno de los aspectos más avanzados del pensamiento postformal (Basseches, 1984). Tal pensamiento es más realista porque muy pocas posiciones, ideas, situaciones o personas están completamente bien o mal. Entonces, por ejemplo, los padres que fueron considerados ángeles o demonios por el adolescente eventualmente se convierten en personas con fortalezas y debilidades, cualidades entrañables y faltas para el adulto.
Preocupaciones educativas
En 2005, 37 por ciento de las personas en Estados Unidos entre 18 y 24 años tenían algún título universitario o asociado; alrededor del 30 por ciento de las personas entre 25 y 34 habían completado una educación a nivel de licenciatura o superior (Oficina del Censo de los Estados Unidos, 2005). De actualidad es motivo de preocupación la relación entre la educación superior y el lugar de trabajo. Bok (2005), educador estadounidense y presidente de la Universidad de Harvard, pide una alineación más estrecha entre los objetivos de los educadores y las demandas de la economía. Las empresas subcontratan gran parte de su trabajo, no sólo para ahorrar costos, sino para encontrar trabajadores con las habilidades que necesitan. ¿Qué se requiere para que le vaya bien en la economía actual? Los colegios y universidades, sostiene, necesitan promover la conciencia global, las habilidades de pensamiento crítico, la capacidad de comunicarse, el razonamiento moral y la responsabilidad en sus estudiantes (Bok, 2006). Las agencias regionales de acreditación y las organizaciones estatales brindan pautas similares para los educadores. Los trabajadores necesitan habilidades para escuchar, leer, escribir, hablar, conciencia global, pensamiento crítico, civilidad y alfabetización informática, todas las habilidades que mejoran el éxito en el lugar de trabajo. La Secretaria de Educación de los Estados Unidos, Margaret Spellings, desafía a los colegios y universidades a demostrar su efectividad para proporcionar estas habilidades a los estudiantes y trabajar para aumentar la competitividad de Estados Unidos en la economía global (Departamento de Educación de los Estados Unidos, 2006).
Una educación de calidad es más que una credencial. Poder comunicarse y trabajar bien con los demás es crucial para el éxito. Hay algunas evidencias que sugieren que la mayoría de los trabajadores que pierden sus empleos lo hacen por incapacidad para trabajar con otros, no porque no sepan hacer sus trabajos (Cascio, en Berger 2005). Escribir, leer, poder trabajar con un equipo de trabajo diverso, y tener las habilidades sociales necesarias para tener éxito en una carrera y en la sociedad son cualidades que van más allá de la mera obtención de una credencial para competir por un trabajo. Los empleadores deben seleccionar a los empleados que no sólo estén titulados, sino que tendrán éxito en el ambiente laboral. Ojalá, los estudiantes obtengan estas habilidades a medida que cursan sus títulos. Escucha esta historia sobre la falta de rigor en la educación superior y los problemas que enfrentan los estudiantes como resultado: Una falta de rigor deja a los estudiantes 'a la deriva' en la universidad.
