La tecnología es poderosa, pero sólo al servicio de una concepción poderosa. (Fullan, 2003, p. 86)
Bracewell et al. (1998) realizaron una extensa revisión de la literatura sobre tecnologías educativas y encontraron que los exitosos programas de e-learning combinaban tecnología con pedagogía e instrucción efectivas. Se encontró que esta integración aumenta el interés y la motivación del alumno en el aprendizaje, creando entornos centrados en el alumno y aumentando el número de oportunidades de aprendizaje. Un metaanálisis de la investigación sobre tecnologías educativas realizada por Ungerleider y Burns (2003) encontró que la efectividad del uso de la tecnología se correlacionó con el nivel de interactividad proporcionado por la tecnología. Ambos conjuntos de investigación refuerzan la noción de que el aprendizaje exitoso se mide por el compromiso del alumno. La creación de aprendizajes interactivos mediante el uso de tecnologías educativas como mínimo requiere una inversión en la revisión de la instrucción y el aprendizaje. La investigación sugiere que las tecnologías educativas pueden tener un impacto positivo en la enseñanza y el aprendizaje, pero solo si el liderazgo y la visión enfocan el uso de la tecnología para apoyar los objetivos centrales de aprendizaje (Bennett et al, 2000). Si bien la tecnología a menudo se ve como pedagógicamente neutra, puede habilitar o inhibir el aprendizaje (Moll, 2001). La organización del aprendizaje y el compromiso de los alumnos a través de las tecnologías educativas es esencial para la pedagogía (Bednar, Cunningham, Duffy & Perry, 1992; Gayol & Schied, 1997), y esta organización del aprendizaje para un programa de e-learning es una parte esencial del papel que influyen los líderes.
Si bien la introducción de las tecnologías educativas tiene el potencial de transformar el aprendizaje (Crichton & Kinsel, 2000; Dexter, Anderson & Becker, 1999; Bennett et al., 2000), dicha transformación implica cambiar la pedagogía y cómo se organiza el aprendizaje. Zhao (2002) encontró que las tecnologías educativas se utilizaron efectivamente en la instrucción cuando los educadores desarrollaron planes detallados para su integración y uso. Creando las condiciones para una implementación exitosa, t, incluyendo el hardware requerido, y la disponibilidad de Internet y conexiones de red, son el dominio de los tomadores de decisiones y líderes. El manejo de las nuevas tecnologías educativas requiere la capacidad de tomar decisiones y cambios, particularmente porque la introducción de nuevas tecnologías educativas incide en la pedagogía, lo que a su vez puede influir en la organización y estructura del aprendizaje. Implementar programas de e-learning es un nuevo terreno para la mayoría de los líderes. El diseño y la entrega de instrucción son diferentes en un entorno en línea, y las nociones tradicionales sobre cómo se organiza el aprendizaje no necesariamente se aplican.
Implementar un programa de e-learning, por lo tanto, requiere una revisión de la pedagogía, el diseño instruccional y la impartición. Creighton (2003) cree que la integración efectiva de las tecnologías educativas tiene más que ver con la pedagogía que con la tecnología. Sus puntos de vista capturan la esencia del tema del cambio, ya sea a través de la adopción de tecnologías educativas o no; cualquier cambio implica pedagogía, y un examen fundamental de las creencias del instructor sobre la instrucción. Este tipo de cambio requiere tiempo y esfuerzo, y desgraciadamente, con demasiada frecuencia la innovación simplemente recrea o intenta mejorar lo que ya está ocurriendo, con poco cambio en la pedagogía. El cambio exige un liderazgo significativo y reflexivo. Si bien se ha escrito poco sobre cómo se aplican las teorías de liderazgo convencionales en nuevos entornos de e-learning, la teoría emergente del liderazgo transformacional se puede utilizar para proporcionar información sobre cómo se pueden entender y administrar los procesos de cambio al implementar un programa de e-learning.
