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17.2: Bases biológicas de los trastornos del estado de ánimo- trastornos depresivos mayores y biopolares

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    Objetivos de aprendizaje
    • Describir lo que se entiende por el término “trastorno del estado de ánimo”.
    • Describir las diferencias entre trastornos depresivos y bipolares.
    • Identificar el pensamiento biológico que subyace a la etiología del Trastorno Depresivo Mayor.
    • Identificar el pensamiento biológico que sustenta la etiología del Trastorno Bipolar (I y II).

    Descripción general del capítulo

    Los trastornos del estado de ánimo son una amplia categoría de trastornos psicológicos caracterizados por alteraciones graves en el estado de ánimo y la emoción Si bien estos trastornos comparten características comunes de alteración extrema del estado de ánimo, la mayoría de las investigaciones sugieren que tienen diferentes orígenes biológicos (Cuéllar et al., 2005).

    Una introducción a los trastornos del estado de ánimo

    La clasificación, trastornos del estado de ánimo, es utilizada por profesionales de la salud mental para describir un amplio grupo de trastornos psicológicos caracterizados por alteraciones graves en el estado de ánimo y la emoción. También conocidos como trastornos afectivos, los trastornos en esta categoría se clasifican típicamente en dos grupos distintos: trastornos depresivos y trastornos bipolares (Figura 17.2.1.).

    Los trastornos depresivos suelen incluir el trastorno depresivo mayor, también conocido como depresión clínica, el cual se caracteriza por episodios de profunda tristeza y pérdida de interés o placer en las actividades habituales, entre otras características, y trastorno depresivo persistente (anteriormente distimia), un pero a largo plazo, forma crónica de depresión. Los trastornos bipolares se caracterizan por estados de ánimo que oscilan entre la tristeza y la euforia e incluyen el trastorno bipolar tipo I y II, así como el trastorno ciclotímico (APA, 2013).

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    Figura\(\PageIndex{1}\): Los trastornos del estado de ánimo suelen agruparse en dos categorías: (1) Trastornos depresivos, que incluyen Trastorno Depresivo Mayor y Trastorno Depresivo Persistente (Distimia) y (2) Trastornos Bipolares que incluyen Bipolares I y II y Ciclotimia. (CC BY-NC-SA 4.0; por Amy E. Coren, Ph.D.)

    Trastornos Depresivos

    Los trastornos depresivos son un grupo de trastornos cuyas características principales incluyen un estado de ánimo deprimido durante la mayor parte del día y/o sentimientos de anhedonia (la incapacidad de sentir placer de las actividades habituales que se encuentran agradables) (Post & Warden, 2018).

    El DSM-5, describe las principales características de los trastornos depresivos como “la presencia de estado de ánimo triste, vacío o irritable, acompañado de cambios somáticos y cognitivos que afectan significativamente la capacidad de funcionamiento del individuo”. (APA, 2013) Las personas deprimidas a menudo reportan sentirse tristes, desalentadas y desesperadas (Figura 17.2.2) Estas personas pierden interés en actividades que alguna vez disfrutaron, y a menudo experimentan una disminución en las impulsiones como el hambre y el sexo, y frecuentemente dudan de su valía personal. Cuando estas características son desencadenadas por una experiencia traumática o negativa (por ejemplo, la muerte de un ser querido cercano), se llama depresión reactiva. Cuando no hay razón o causa aparente, se le conoce como depresión endógena.

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    Figura\(\PageIndex{2}\): Las personas que padecen un trastorno depresivo a menudo se sienten tristes, desalentadas y solas. (Dominio público; Jack Lucas Smith vía Unsplash)

    Los trastornos depresivos suelen ser altamente comórbidos (es decir, más de una condición de salud está presente en la misma persona al mismo tiempo) con otros trastornos psicológicos. Los trastornos depresivos a menudo observados ocurren junto con trastornos de ansiedad, trastornos bipolares y TOC y trastornos relacionados (Groen, et al., 2020).

    Quizás el ejemplo más conocido de un trastorno depresivo es el Trastorno Depresivo Mayor (MDD), también conocido como depresión clínica. Se cree que el trastorno depresivo mayor afecta aproximadamente al 2-5% de la población global cada año (Han, et al., 2019). Según el DSM-5, los síntomas definitorios del trastorno depresivo mayor incluyen “estado de ánimo deprimido la mayor parte del día, casi todos los días” (sentirse triste, vacío, desesperado o aparecer lloroso para los demás) y pérdida de interés y placer en las actividades habituales (APA, 2013). Cuando estos síntomas duran más de 2 semanas y perjudican significativamente la capacidad de un individuo para funcionar, se dice que ese individuo padece TDM.

    Tanto investigadores como profesionales de la salud mental coinciden en que no existe una sola causa responsable de ninguno de los trastornos depresivos. Más bien se piensa que los trastornos depresivos surgen de la interacción entre múltiples factores biológicos y ambientales. Sin embargo, se piensa que esta interacción es extremadamente compleja y aún no se comprende bien. Como tal, la biología subyacente a los trastornos depresivos continúa siendo un tema importante de investigación en curso y se explora con más detalle a continuación.

    Genética y Epigenética de los Trastornos Depresivos

    Históricamente, la evidencia de estudios familiares, gemelos y de adopción ha parecido apoyar la idea de que los factores genéticos juegan un papel importante en el desarrollo de trastornos depresivos, aunque qué genes estuvieron involucrados y la forma en que estos genes interactúan para contribuir al desarrollo de trastornos depresivos es aún no entendido (Lohoff, 2010).

    En 2015, varios estudios de asociación de todo el genoma (GWASs), que implican escanear los genomas de grandes grupos de personas para encontrar variaciones genéticas asociadas a un trastorno, identificaron más de 100 genes posibles que pueden desempeñar un papel en el aumento del riesgo de un individuo de desarrollar un trastorno depresivo (Ormel, et al., 2019, Shadrina, et al., 2018).

    Como resultado de estos estudios, y otros, ahora se creía que la predisposición genética de un individuo a un trastorno depresivo está determinada por (1) la acción coordinada de muchos genes, (2) las interacciones de los genes entre sí, (3) y sus interacciones con factores ambientales a través de mecanismos epigenéticos (Shardina, et al., 2018).

    La investigación actual se centra ahora en el papel de la epigenética: cómo los comportamientos y el ambiente pueden provocar cambios que afecten la forma en que funcionan nuestros genes, en el desarrollo de trastornos depresivos como el MDD (Barbu, et al., 2020).

    Cavar más profundo

    Para conocer más sobre la interacción de la biología y el medio ambiente en el desarrollo de los trastornos depresivos, echa un vistazo a esta videoconferencia impartida por el profesor de Stanford Univeristy, Dr. Robert Sapolsky:

    El papel de los neurotransmisores en los trastornos depresivos

    Hasta hace relativamente poco tiempo, se creía que los bajos niveles de neurotransmisores en el cerebro eran los principales culpables de los trastornos depresivos. Sin embargo, la investigación actual sugiere ahora que, si bien los neurotransmisores sí juegan un papel importante, la realidad es mucho más complicada de lo que se pensaba anteriormente.

    Teoría monoamínica de la depresión

    Históricamente se ha creído que los bajos niveles de actividad de los neurotransmisores monoamínicos (norepinefrina, serotonina y dopamina) contribuyen a los síntomas asociados a los trastornos depresivos (Nutt, 2008). El descubrimiento de que ciertos fármacos que incrementaron los niveles de serotonina y norepinefrina en el cerebro, aliviaron los síntomas depresivos, condujeron a la formulación de la teoría monoamínica de la depresión por Joseph Schildkraut en la década de 1960. Según la teoría de las monoaminas, los bajos niveles de serotonina, norepinefrina y/o dopamina en el sistema nervioso central son principalmente la base para el desarrollo de trastornos depresivos (Hirschfeld, 2000). Esta teoría prevaleció durante más de 50 años antes de ser desafiada por un número creciente de estudios de investigación y observaciones clínicas.

    Hoy en día, la mayoría de las investigaciones actuales reconocen que si bien los neurotransmisores monoamínicos son importantes, son, con mucho, los únicos neurotransmisores involucrados en los trastornos depresivos. El siguiente video de Yale Medicine explica por qué la teoría monoamínica de la depresión ya no se cree que sea correcta y qué teorías alternativas los investigadores están explorando actualmente. Por ejemplo, otros neurotransmisores, como el glutamato y el GABA, están siendo investigados cada vez más por su papel en el desarrollo de la depresión.

    Además, la investigación se centra cada vez más no solo en los neurotransmisores individuales, sino también en las interacciones entre los propios neurotransmisores así como en cómo interactúan con otros sistemas biológicos como el sistema endocrino (Ding et al., 2014). Por ejemplo, la producción y actividad de serotonina se ven afectadas por las hormonas secretadas por el sistema endocrino, como el cortisol, en respuesta a amenazas o estrés.

    El papel de las estructuras neuronales en la MDD

    La investigación sobre las bases neuronales de MDD se ha centrado en examinar la arquitectura neural de individuos con TDM mediante el uso de una variedad de técnicas de neuroimagen tanto estructurales como funcionales. Las técnicas estructurales, como las tomografías computarizadas y las imágenes por resonancia magnética (MRI), toman imágenes estáticas del cerebro para determinar si alguna estructura neuronal específica es diferente en sujetos con MDD que en sujetos control.

    Mediante el uso de estas técnicas de neuroimagen estática, los investigadores han descubierto varias áreas del cerebro donde el volumen de materia gris disminuye significativamente en aquellos individuos con MDD (Filatova, et al., 2021). Estas áreas incluyen la corteza prefrontal (PFC), el hipocampo, la amígdala y la corteza cingulada (Ancelin, et al. 2019).

    Es importante destacar que estas áreas comprenden la mayoría de las principales estructuras del sistema corticolímbico del cerebro, un sistema responsable de regular múltiples funciones conductuales y cognitivas, incluyendo la toma de decisiones, la motivación, el procesamiento emocional y nuestra respuesta al estrés y al dolor (Vachon-Presseau, 2018 ) (Figura 16.2.3.).

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    Figura\(\PageIndex{3}\): El sistema corticolímbico en el cerebro regula varias funciones conductuales y cognitivas importantes, incluyendo nuestras reacciones al estrés y al dolor. (CC BY-SA 4.0; Benes 2010 vía Wikimedia Commons)

    Además de observar la estructura general del cerebro, los investigadores también utilizan técnicas de neuroimagen funcionales, como las exploraciones por tomografía por emisión de positrones (PET) y la resonancia magnética funcional (fMRI), para examinar el cerebro en acción, buscando cualquier área de activación atípica.

    Por ejemplo, un metaanálisis de estudios de neuroimagen mostró que al ver estímulos negativos (por ejemplo, imagen de una cara enojada, imagen de un accidente automovilístico), los participantes con MDD tienen mayor activación en regiones cerebrales involucradas en la respuesta al estrés, como la amígdala y la corteza cingulada anterior, y redujo la activación en regiones cerebrales involucradas en comportamientos motivados positivamente, como la corteza prefrontal, en comparación con los participantes de control sanos. (Hamilton, et al., 2012).

    Otros estudios de imagen funcional han examinado alteraciones en la conectividad funcional: la fuerza de las conexiones entre regiones del cerebro. Estas conexiones permiten que múltiples regiones cerebrales se “hablen” correctamente entre sí; es decir, percibir, generar y codificar información en concierto. Al examinar estas conexiones neuronales, los investigadores pueden ver si hay problemas en la forma en que el cerebro procesa tipos específicos de información en individuos con MDD, y dónde pueden ocurrir estas conexiones “defectuosas” (Goldstein-Peikarski, et al. 2018).

    Varios estudios han observado diferencias en las redes neuronales de individuos con TDM, en comparación con aquellos que no lo tienen. Por ejemplo, la actividad anormalmente baja en regiones cerebrales relacionada con detener los pensamientos y cambiar a otros nuevos, referidos en la investigación como “control cognitivo”, e hiperactividad en otras regiones cerebrales que “procesan pensamientos y sentimientos emocionales” se ha encontrado consistentemente en individuos con MDD (Janiri, et al., 2019)

    Trastornos Bipolares

    Algunas personas que sufren de depresión clínica también pueden experimentar lo que se conoce como episodios maníacos o hipomaníacos. Cuando esto ocurre, el individuo suele ser diagnosticado con trastorno bipolar.

    Los episodios hipománicos son bastante cortos, alrededor de 4 días de duración, y se caracterizan por un estado de ánimo positivo, menor necesidad de sueño y alta energía. Los individuos que experimentan un episodio hipomaníaco suelen ser habladores, impulsivos, enérgicos y muy seguros. Es importante señalar que los episodios hipomanínicos no pueden causar deterioro, angustia o necesidad de hospitalización. Si alguna de estas tres características está presente el episodio se considera maníaco, más que hipománico.

    Los episodios maníacos son más largos, al menos 1 semana de duración, y tienen características similares a la hipomanía pero llevados al extremo. Además, los episodios maníacos a menudo se caracterizan por delirios de grandeza, psicosis y distracción. Adicionalmente, para que un episodio sea considerado maníaco, debe causar deterioro en el funcionamiento, angustia significativa, o requerir que el individuo sea hospitalizado.

    El trastorno bipolar I, anteriormente conocido como trastorno maníaco-depresivo, se diagnostica cuando hay al menos un episodio maníaco. Este episodio maníaco puede ir precedido o seguido de un episodio depresivo mayor pero eso no es necesario para el diagnóstico Bipolar I. En contraste, se realiza un diagnóstico de trastorno bipolar II cuando el individuo ha experimentado tanto un episodio hipomaníaco como un episodio depresivo, pero no episodios maníacos. Alternativamente, un individuo puede padecer trastorno ciclotímico, el cual se caracteriza por múltiples períodos alternos de hipomanía y depresión, que duran al menos dos años. Para calificar para el trastorno ciclotímico, la persona debe experimentar síntomas al menos la mitad del tiempo con no más de dos meses consecutivos sin síntomas; y los síntomas deben causar angustia o deterioro significativo (APA, 2013).

    Genética y Epigenética de los Trastornos Bipolares

    Numerosos estudios de gemelos y familiares han demostrado que existe un fuerte componente genético en los trastornos bipolares, especialmente Bipolar I (Edvardsen et al., 2008, Escamilla & Zavala, 2008). Sin embargo, la naturaleza exacta de este componente genético sigue siendo esquiva: numerosos estudios, incluyen un estudio de asociación de todo el genoma (GWAS) de más de 40,000 casos de trastorno bipolar, han identificado de cientos a miles de genes asociados con el trastorno bipolar (Gandal, et al. 2018).

    Dado el complicado componente genético, investigaciones recientes se han centrado en la identificación de mecanismos epigenéticos que pueden desempeñar un papel en el riesgo y desarrollo de trastornos bipolares (Duffy, et al. 2019).

    Cavar más profundo

    Los estudios de asociación de todo el genoma, o GWAS, se han convertido en una herramienta cada vez más popular para explorar los factores genéticos y epigenéticos involucrados en los trastornos psicológicos, como los Trastornos Biopolares. Para conocer más sobre GWAS y su uso en la investigación del trastorno bipolar, consulte el siguiente video:

    El papel de los neurotransmisores y las estructuras neuronales en los trastornos bipolares

    Como la depresión era a menudo una característica de los trastornos bipolares, los investigadores inicialmente creyeron que la norepinefrina, la serotonina y la dopamina estaban implicadas en el desarrollo del trastorno bipolar. Se pensó que los episodios maníacos fueron el resultado de aumentos drásticos en la serotonina. Desafortunadamente, la investigación no apoyó esta hipótesis. Ahora se cree que los episodios maníacos pueden, de hecho, explicarse por los bajos niveles de serotonina y los altos niveles de norepinefrina (Soreff & McInnes, 2014).

    Además, se han reportado disminuciones consistentes en el volumen de materia gris tanto en la corteza prefrontal como en áreas del sistema límbico, como el hipocampo, como tienen agrandamiento de los ventrículos (Jiang, et al. 2020).

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    Figura\(\PageIndex{4}\): Regiones del cerebro implicadas en trastornos bipolares. (CC BY 4.0; Maletic V, Raison C vía Wikimedia Commons)

    Los estudios de la actividad cerebral han llevado a la opinión de que el trastorno bipolar puede ser un conjunto de problemas neurológicos relacionados con anomalías funcionales interconectadas que a menudo aparecen temprano en la vida y empeoran con el tiempo. En apoyo de esta hipótesis, las técnicas de fMRI han observado la activación atípica de la corteza frontal y los ganglios de albahaca, así como la interrupción en la conectividad entre estas estructuras (Maletic & Rasion, 2014). Los problemas en la conectividad parecen agruparse alrededor de aquellas redes en el cerebro asociadas con el procesamiento emocional.

    Referencias

    Ancelin, M. L., Carrière, I., Artero, S., Maller, J., Meslin, C., Ritchie, K., Ryan, J., & Chaudieu, I. (2019). Depresión mayor de por vida y volumen de materia gris. Revista de psiquiatría y neurociencia, JPN, 44 (1), 45—53. https://doi.org/10.1503/jpn.180026

    Cuéllar, A. K., Johnson, S. L., & Winters, R. (2005). Distinciones entre depresión bipolar y unipolar. Revisión de psicología clínica, 25 (3), 307—339. https://doi.org/10.1016/j.cpr.2004.12.002

    Duffy, A., Goodday, S.M., Keown-Stoneman, C. et al. (2019). Marcadores epigenéticos en genes relacionados con la inflamación asociados a trastorno del estado de ánimo: un estudio transversal y longitudinal en descendientes de alto riesgo de padres bipolares. Int J Disord Bipolar 7 (17). https://doi.org/10.1186/s40345-019-0152-1

    Escamilla, M. A., & Zavala, J. M. (2008). Genética del trastorno bipolar. Diálogos en neurociencia clínica, 10 (2), 141—152. https://doi.org/10.31887/DCNS.2008.10.2/maescamilla

    Filatova, E. V., Shadrina, M. I., & Slominsky, P. A. (2021). Depresión Mayor: Un Cerebro, Una Enfermedad, Un Conjunto de Procesos Entrelazados. Celdas, 10 (6), 1283. https://doi.org/10.3390/cells10061283

    Goldstein-Piekarski, A.N., Staveland, B.R., Ball, T.M. et al. La conectividad funcional intrínseca predice la remisión de antidepresivos: un ensayo controlado aleatorizado para identificar biomarcadores de imagen clínicamente aplicables. Transl. Psiquiatría 8, 57 (2018). https://doi.org/10.1038/s41398-018-0100-3

    Groen, RN, Ryan, O., Wigman, JTW., Harriëtte R., Brenda, WJH, Penninx, EJ, Giltay, MW, & Hartman, CA (2020). Comorbilidad entre depresión y ansiedad: evaluar el papel de los estados mentales puente en redes psicológicas dinámicas. BMC Med, 18 (308). https://doi.org/10.1186/s12916-020-01738-z

    Hamilton JP, Etkin A, Furman DJ, Lemus MG, Johnson RF, Gotlib IH. (2012). Neuroimagen funcional del trastorno depresivo mayor: metaanálisis y nueva integración de datos de activación de línea base y respuesta neuronal. Am J Psiquiatría, 169 (7), 693-703. doi: 10.1176/appi.ajp.2012.11071105. PMID: 22535198.

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    Hirschfeld, R. (2000). Historia y evolución de la hipótesis monoamínica de la depresión. La Revista de Psiquiatría Clínica, 61 (6), 4-6.

    Janiri D, Moser DA, Doucet GE, et al. Fenotipos Neurales Compartidos para Trastornos del Estado de Ánimo y Ansiedad: Un Metaanálisis de 226 Estudios de Imagen Funcional Relacionados JAMA Psiquiatría. 2020; 77 (2) :172—179. doi:10.1001/jamapsychiatry.2019.3351

    Jiang, W., Andreassen, O. A., Agarz, I., Lagerberg, T. V., Westlye, L. T., Calhoun, V. D., & Turner, J. A. (2020). Distintos circuitos cerebrales estructurales indican perfiles de estado de ánimo y apatía en el trastorno bipolar. Neuroimagen. Clínica, 26, 101989. https://doi.org/10.1016/j.nicl.2019.101989

    Lohoff F. W. (2010). Panorama de la genética del trastorno depresivo mayor. Informes actuales de psiquiatría, 12 (6), 539—546. https://doi.org/10.1007/s11920-010-0150-6

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    Nutt DJ. (2008). Relación de los neurotransmisores con los síntomas del trastorno depresivo mayor. J Clin Psiquiatría, 69 (Supl E1), 4-7.

    Ormel J, Hartman CA, Snieder H. (2019). La genética de la depresión: estudios exitosos de asociación genómica introducen nuevos desafíos. Psiquiatría Transl. 9 (1), 114. doi: 10.1038/S41398-019-0450-5. PMID: 30877272; PMCID: PMC6420566.

    Post, RJ & Waren, MR (2018). Melancolía, Anhedonia, Apatía: La búsqueda de comportamientos separables y circuitos neuronales en la depresión. Opiniones Actuales en Neurobiología, 49, 192-200.

    Shadrina, M., Bondarenko, E. A., & Slominsky, P. A. (2018). Factores genéticos en la enfermedad de depresión mayor. Fronteras en psiquiatría, 9, 334. https://doi.org/10.3389/fpsyt.2018.00334

    Vachon-Presseau, E. (2018) Efectos del estrés en el sistema corticolímbico: implicaciones para el dolor crónico. Avances en Neuropsicofarmacología y Psiquiatría Biológica, 87 (Parte B), 216-223.

    Atribuciones

    Capítulo 17, Bases Biológicas de los Trastornos Psicológicos, 17.2. Bases Biológicas de los Trastornos del Estado de Ánimo material original escrito por Amy E. Coren, PhD, Pasadena City College, está licenciado bajo CC BY-NC-SA 4.0. Algunos textos de las secciones 17.2.3 y 17.2.4 adaptados y modificados por Amy E. Coren, Ph.D., Pasadena City College, de 6.1 Trastornos depresivos Etiología y 6.2 Trastornos bipolares Etiología en Esenciales de la Psicología Anormal por Alexis Bridley & Lee W. Daffin Jr., Universidad Estatal de Washington; licenciado bajo Licencia Internacional CC-BY-NC-SA 4.0. Recuperado de: https://opentext.wsu.edu/abnormalpsy...g-information/

    Fig. 17.2.1 Creación original por autora, Amy E. Coren, Ph.D.

    Fig. 17.2.2 Foto de Jack Lucas Smith en Unsplash

    Fig. 17.2.3. Benes 2010, CC BY-SA 4.0 < https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0 >, vía Wikimedia Commons CC BY 4.0

    Fig. 17.2.4 Maletic V, Raison C, CC BY 4.0 < https://creativecommons.org/licenses/by/4.0 >, vía Wikimedia Commons CC BY 4.0