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8.4: Freud

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    Si bien no era artista en sí mismo, el gran pensador del modernismo fue, en muchos sentidos, Sigmund Freud (1856 - 1939). Freud fue uno de los fundadores de la disciplina médica y científica de la psicología. Fue el antepasado del concepto de la terapia moderna en sí y sus teorías, aunque ahora en gran parte rechazadas por los psicólogos en cuanto a su precisión empírica, sin embargo siguen ejerciendo una tremenda influencia. En retrospectiva histórica, la importancia de Freud deriva de su trabajo como filósofo de la mente más que como “científico” per se, aunque fue precisamente su impulso para que su obra fuera respetada como una verdadera ciencia la que inspiró su investigación y escritura.

    Freud nació en Moravia (hoy República Checa) en 1856, y su familia finalmente se mudó a Viena, la capital del Imperio austriaco del que Moravia formó parte. Freud era judío, y su familia sufrió una transformación generacional que fue muy común entre los judíos centroeuropeos en la última parte del siglo XIX, tras la emancipación legal de las leyes antisemitas: sus abuelos no eran similares y pobres, sus padres pudieron crear un éxito negocios en una ciudad importante, y el propio Freud se convirtió en un profesional altamente educado (recibió su título de médico en 1881). Muchas de las teorías de Freud fueron influenciadas por su propia experiencia como un erudito brillante que resultó ser judío, viviendo en una sociedad plagada de antisemitismo -buscó comprender los impulsores psicológicos internos que llevaron a la gente a involucrarse en comportamientos irracionales.

    Sigmund Freud en traje, sosteniendo un cigarro.
    Figura 8.4.1: El retrato más conocido de Freud, que data de 1921.

    El mayor logro de Freud fue diagnosticar la irracionalidad esencial de la mente humana. Influenciado por filósofos modernistas, por grandes escritores como Shakespeare, y por la obra de Darwin sobre la evolución, Freud llegó a creer que la mente misma “evolucionó” desde la infancia hasta la edad adulta en un ambiente psíquico fundamentalmente hostil. La mente se vio obligada a conformarse a la presión social desde el exterior mientras estaba esclavizada a sus propios deseos inconscientes (los “impulsores”) que buscaban poder y placer ilimitados. Freud quería ser el “Darwin de la mente”, el inventor de una verdadera ciencia de la psicología que pudiera explicar y, esperaba, curar los trastornos psicológicos.

    Freud se hizo conocido por su trabajo con pacientes “histéricos”. La palabra histeria se relaciona con la histera griega, que significa útero. Esencialmente, la “histeria” consistió en síntomas físicos de pánico, dolor y parálisis en mujeres que no tenían problemas físicos detectables. “Histeria” fue un término inventado para culpar a la anatomía femenina por los síntomas físicos, en ausencia de otras causas discernibles. Freud, sin embargo, creía que la histeria era el resultado no de algún problema físico desconocido entre las mujeres, sino un resultado físico de un trauma psicológico -en casi todos los casos, el de lo que ahora describiríamos como abuso sexual.

    Freud se basó en el trabajo de un psicólogo anterior y empleó la “cura parlante” con sus pacientes histéricos; Freud nombró “psicoanálisis” a su versión de la cura parlante. La cura parlante fue el proceso por el cual el terapeuta y el paciente relataron recuerdos, sueños y eventos, buscando una idea enterrada y suprimida que está causando síntomas físicos. A medida que se desarrollaron las teorías de Freud, identificó una serie de causas comunes ligadas a traumas infantiles que parecían notablemente consistentes. Los extrapoló en verdades “científicas”, la mayoría de las cuales tenían que ver con el desarrollo de la identidad sexual. Esto culminó en sus Tres Ensayos de 1905 en la Teoría de la Sexualidad.

    La “cura hablante” freudiana fue verbal, inferencial, y en cierto modo especulativa, ya que se trataba de la conversación entre el terapeuta y el paciente, trabajando hacia causas de trastorno mental. El analista desempeñó un papel activo, más allá del diagnóstico médico del trastorno. Freud creía que la mente humana casi siempre estaba detenida en su avance hacia la salud mental desde la infancia hasta la edad adulta. Era posible estar “sano”, estar en su mayoría desgravado por trastornos mentales, pero también era muy difícil llegar a esa posición. A su vez, esperaba que sus teorías crearan “la posibilidad de la felicidad”.

    En última instancia, las teorías más importantes de Freud tenían que ver con la naturaleza de la mente inconsciente. Según Freud, los pensamientos y sentimientos que experimentamos y podemos controlar son solo la punta del proverbial iceberg. La mayoría de los pensamientos y sentimientos están enterrados en el inconsciente. Dentro del inconsciente se almacenan recuerdos reprimidos que desencadenan respuestas, resbalones verbales, y sueños, síntomas de su existencia. Siempre es terriblemente difícil conciliar los deseos de uno y los requisitos de socialización (de vivir en una sociedad con sus propias reglas y leyes) y eso conduce inevitablemente al conflicto interior. Así, las personas forman sistemas de defensa que pueden proteger sus emociones en el corto plazo, pero regresan más tarde en la vida para causar infelicidad y alienación.

    Según Freud, hay tres áreas básicas o estados que existen simultáneamente en la mente humana. Primero, parte del inconsciente es el “Id”: el asiento de los impulsores por el placer (lujuria sexual, poder, seguridad, comida, alcohol y otras drogas, etc.) y por lo que podría considerarse “obsesión” -los deseos aparentemente irracionales que no tienen nada que ver con el placer per se (piromanía, cleptomanía, o aparentemente actividad política autodestructiva). Freud llamó al impulso por el placer "eros”, el Principio del Placer, y el impulso obsesivo y autodestructivo "thanatos”, el Impulso de la Muerte.

    A continuación, Freud identificó otra área del inconsciente como el “Superego”: la presión social para conformarse, la confrontación con la autoridad externa, y la abrumadora sensación de vergüenza e insuficiencia que puede, y generalmente lo hace, resultar de enfrentar todas las presiones de vivir en la sociedad humana. En el contexto de su propia sociedad burguesa, profundamente victoriana, Freud identificó que las demandas del Superego tenían que ver principalmente con la supresión de los deseos surgidos del Id.

    Por último, el único aspecto de la psique humana del que la mente es directamente consciente es el “Ego”: la mente consciente asediada, obligada a conciliar las impulsiones del Id y del Superego con el “principio de la realidad”, el conocimiento de que ceder completamente a los propios instos sería arriesgarse a lesionarse o morir. En la teoría de Freud, la razón por la que la mayoría de la gente tiene tantos problemas psicológicos es que el Ego está perpetuamente acosado por estas poderosas fuerzas de las que no es consciente conscientemente. El Id bombardea al Ego con un hambre interminable de indulgencia, mientras que el Superego exige la conformidad social.

    En definitiva, Freud calificó a la mente misma como desafiando el control: a pesar de la ilusión de libre albedrío y autonomía, nadie es capaz de autocontrol completo. La teoría freudiana sugería que la vida de la mente era complicada y opaca, no racional y directa. El gran sueño de los teóricos optimistas de los siglos XVIII y XIX había sido que una educación adecuada y una política racional pudieran crear una sociedad perfecta. Freud, sin embargo, advirtió que nadie es completamente racional, y que la política podría seguir fácilmente el camino de la Unidad de Muerte y sumergir naciones enteras, incluso civilizaciones enteras, en la autodestrucción. Vivió para ver al menos parte de sus peores miedos pasar al final de la vida al huir de la toma nazi de Austria en 1938.


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