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LibreTexts Español

7.2: Indulgencias

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    El fenómeno específico que provocó la Reforma Protestante fue la venta de indulgencias por parte de la Iglesia. Una indulgencia era un certificado ofrecido por la Iglesia que ofrecía el mismo poder espiritual que el sacramento de la confesión y la penitencia: absolver los pecados propios. Cada indulgencia prometía una cierta cantidad de tiempo que el individuo no tendría que pasar en el purgatorio después de la muerte. La doctrina católica sostenía que incluso las almas de quienes evitaban el infierno no iban directo al cielo al morir. En cambio, pasarían años (siglos, generalmente) en un plano espiritual entre la tierra y el cielo llamado purgatorio; ahí, sus pecados serían purgados (nótese la superposición entre las palabras “purgar” y “purgatorio”) a través del fuego hasta que fueran purificados. Sólo entonces podrían ascender al cielo. Naturalmente, la mayoría de la gente preferiría ir directamente al cielo si fuera posible, y así la Iglesia encontró que la venta de indulgencias para evitar el tiempo en el purgatorio era enormemente popular.

    Al principio, las indulgencias fueron otorgadas por el Papa por buenos actos que fueron apoyados por la Iglesia; estaban fuertemente asociados con las cruzadas, tanto en términos de mitigar las consecuencias espirituales normales de las atrocidades cometidas por los cruzados como en recompensar a los cruzados por tratar de recapturar Tierra Santa para la Iglesia. Posteriormente, los papas llegaron a sucumbir a la tentación de venderlos para recaudar ingresos, sobre todo porque los papas de la era renacentista construyeron tanto su propio poder secular como patrocinaban el arte y la arquitectura asociados al Vaticano. A principios del siglo XVI la práctica estaba completamente fuera de control. Los vendedores itinerantes, contratados por la Iglesia, vendían indulgencias sin la menor preocupación por el estatus moral o espiritual del comprador, e incluso inventaron pequeños jingles como “cuando suena la moneda en la caja, el alma del purgatorio brota” —ese era el tintín de John Tetzel, la indulgencia específica vendedor que enfureció a la figura clave en la Reforma, Martín Lutero.

    El concepto de indulgencias se basó en la noción de un “tesoro del mérito” —una especie de banco espiritual— cuyos ahorros habían sido depositados por los sacrificios hechos por Cristo y los santos. Cuando alguien compró una indulgencia, ella recurrió contra esa tesorería para evitar el tiempo en el purgatorio. Otra forma de acceder al erario del mérito era poseer, o incluso entrar en contacto con, reliquias sagradas (típicamente los huesos de los santos). Así, muchos gobernantes hicieron todo lo que estaba en su poder para crear grandes colecciones. Un príncipe alemán hizo que su predicador de la corte calculara el número total de años que su (el gobernante) gran colección de reliquias eliminaría de su tiempo y el de sus sujetos en el Purgatorio; el total fue de 1,902,202 años y 270 días. Había otro príncipe cuyo total era de 39.245.120 años de tiempo libre de Get-out-of-Purgatory. De este contexto, de corrupción generalizada y del abuso bastante flagrante de la noción de salvación espiritual a través de la Iglesia, surgió Martín Lutero.


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