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3.2: La risa y la mentira

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    Ver 388e-389d. Las siguientes dos recomendaciones de Sócrates son desconcertantes. El primero sugiere que se evite la “risa violenta” para que no resulte “una reacción violenta”. El segundo sugiere que se niegue el permiso para decir mentiras a la mayoría de los ciudadanos, pero que se conceda “como forma de droga” a los gobernantes de la ciudad. Con respecto al punto sobre la risa, puede tener en mente lo que decía al final del Libro II acerca de que los dioses son perfectos y por lo tanto incapaces de cambiar de ningún tipo, incluidos los cambios de humor presumiblemente violentos. Sobre esta interpretación, Sócrates está pensando que los guardianes deberían, idealmente, ser elevados para que sean lo más diosos posible, firmes y decisivos en sus juicios y sentimientos. Pero también puede estar pretendiendo criticar y rechazar un tipo particular de risa —el tipo insensible que viene de ridiculizar injustamente a los demás. En el pasaje que cita de la Ilíada, el dios artesano Hefesto, quien tiene una cojera notable, es descrito como provocando que los otros dioses estallen en “risas insaciables”. Para ridiculizar a las personas por sus discapacidades físicas ya es bastante malo, pero lo que es tan particular y groseramente injusto en este caso es que Hefesto está haciendo todo lo posible para traer reconciliación y paz entre Zeus y Hera, habiendo amenazado Zeus con estrangularla. Además, la cojera de Hefesto, el detonante de toda esta risa, fue adquirida por haber sido arrojado a la tierra por Zeus la última vez que se levantó en defensa de su madre (ver Ilíada, I.586-594). Entonces, lo que Sócrates puede estar pensando es que reírse de esta manera de una persona así en tal situación es perder el rumbo ético —algo que ningún dios podría hacer jamás, y ningún guardián debería hacer jamás. Con respecto a la recomendación de dar permiso para mentir, esto es desconcertante porque la deshonestidad parece inconsistente con la justicia. Que se permita a los gobernantes mentir a los enemigos en situaciones de artimaña de guerre es una cosa (ver 382c), pero ¿cómo puede ser simplemente engañar a los conciudadanos? Tendremos ocasión de considerar lo que Sócrates tiene en mente cuando empiece a ofrecer ejemplos, el primero de los cuales llega al final del Libro III. Si bien no está del todo claro en la actualidad en qué medida aprueba el uso deliberado de falsedades, es claro que para que una falsedad sea aceptable tiene que ser debidamente autorizada, y tiene que prescribirse para el bien de la ciudad.

    • ¿Se puede hacer una distinción entre la buena risa y la mala risa?

    • ¿Las personas sabias se ríen de manera diferente, o de cosas diferentes, que las personas tontas?

    • ¿Te imaginas una situación en la que sería correcto que los gobernantes de una ciudad digan mentiras a sus conciudadanos?


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