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2.37: De La discorvía del Imperio Grande, Rico y Hermoso de Guayana

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    (1599)

    A la mañana siguiente también salimos del puerto, y navegamos hacia el oeste hasta el río, para ver el famoso río llamado Caroli, así porque era maravilloso de por sí mismo, ya que también por eso entendí condujo a las naciones más fuertes de todas las fronteras, que eran enemigos de los Epuremei, que son sujetos a Inga, emperador de Guayana y Manoa. Y esa noche anclamos en otra isla llamada Caiama, de unas cinco o seis millas de longitud; y al día siguiente llegamos a la desembocadura de Caroli. Cuando estábamos cortos de él tan bajo o más abajo como el puerto de Morequito, escuchamos el gran rugido y caída del río. Pero cuando llegamos a entrar con nuestra barcaza y doncellas, pensando haber subido unas cuarenta millas a las naciones de los Casipagotos, no pudimos con una barcaza de ocho remos remar el molde de una piedra en una hora; y sin embargo el río es tan ancho como el Támesis en Woolwich, e intentamos ambos lados, y el medio, y cada parte del río. Así como acampamos en las orillas colindantes, y enviamos nuestro orenoquepone que vino con nosotros de Morequito para dar conocimiento a las naciones sobre el río de nuestro estar allí, y que deseábamos ver a los señores de Canuria, que habitaban dentro de la provincia sobre ese río, haciéndoles saber que éramos enemigos de los españoles; pues fue a este lado del río donde Morequito mató al fraile, y a esos nueve españoles que vinieron de Manoa, ciudad de Inga, y les quitaron 14 mil pesos de oro. Entonces como al día siguiente bajó un señor o cacique, llamado Wanuretona, con mucha gente con él, y trajo todo almacén de provisiones para entretenernos, como lo había hecho el resto. Y como antes había dado a conocer mi venida a Topiawari, así lo hice conocer a este cacique con ello, y cómo fui enviada por Su Majestad para el propósito antes mencionado, y reuní también lo que pude de él tocando la finca de Guayana. Y descubrí que los también de Caroli no sólo eran enemigos de los españoles, sino sobre todo de los epuremei, que abundan en oro. Y por esta Wanuretona sabía que a la cabecera de este río había tres naciones poderosas, que estaban sentadas en un gran lago, de donde descendió este río, y se llamaban Cassipagotos, Eparegotos, y Arawagotos; y que todos aquellos contra los españoles o los Epuremei se unirían con nosotros, y que si entramos a la tierra sobre las montañas de Curaa debemos satisfacernos con oro y todas las demás cosas buenas. Nos habló más lejos de una nación llamada Iwarawaqueri, de la que antes se hablaba, que mantenía guerra diaria con los epuremei que habitaban Macureguarai, y primer pueblo civil de Guayana, de los súbditos de Inga, el emperador.

    Sobre este río un capitán George, que llevé con Berreo, me dijo que había una gran mina de plata, y que estaba cerca de las orillas de dicho río. Pero para esta época también Orenoque, Caroli, como todo el resto de los ríos se levantaban cuatro o cinco pies de altura, así como no era posible por la fuerza de ningún hombre, ni con ninguna embarcación alguna, remar en el río contra el arroyo. Por lo tanto, envié al capitán Thyn, al capitán Greenvile, a mi sobrino John Gilbert, a mi primo Butshead Gorges, al capitán Clarke, y a unos treinta disparos más para costear el río por tierra, e ir a un pueblo a unas veinte millas sobre el valle llamado Amnatapoi; y allí encontraron guías para ir más lejos hacia el pie de la montaña hasta otro gran pueblo llamado Capurepana, perteneciente a un cacique llamado Haharacoa, que era sobrino del viejo Topiawari, rey de Aromaia, nuestro amigo más cacique, porque este pueblo y provincia de Capurepana colindaba con Macureguarai, que era un pueblo fronterizo del imperio. Y mientras tanto yo con el capitán Gifford, el capitán Caulfield, Edward Hancock, y unos media docena de balazos marcharon por tierra para ver los extraños desprendimientos del río de Caroli, que rugió tan lejos; y también para ver las llanuras colindantes, y el resto de la provincia de Canuri. Envié también al capitán Whipdon, William Connock, y unos ocho dispararon con ellos, para ver si podían encontrar alguna piedra mineral a lo largo del costado del río. Cuando llegamos a las cimas de los primeros cerros de las llanuras colindantes con el río, vimos esa maravillosa brecha de aguas que corría por Caroli; y que desde esa montaña pudiéramos ver el río cómo corría en tres partes, a más de veinte millas de distancia, y aparecieron unos diez o doce desniveles a la vista, cada uno tan alto sobre el otro como una torre de iglesia, que cayó con esa furia, que el rebote del agua hacía que pareciera que había sido toda cubierta de una gran lluvia; y en algunos lugares la tomamos al principio por un humo que se había levantado sobre algún gran pueblo. Por mi parte estaba bien persuadida desde allí de haber regresado, siendo un lacayo muy enfermo; pero el resto estaban todos tan deseosos de acercarme al dicho extraño trueno de aguas, ya que me atraían poco y poco, hasta que entramos en el siguiente valle, donde mejor podríamos discernir lo mismo. Nunca vi un país más hermoso, ni perspectivas más animadas; colinas tan levantadas aquí y allá sobre el valle; el río serpenteando en ramas de buzos; las llanuras colindantes sin arbustos ni rastrojo, todo pasto verde claro; el suelo de arena dura, fácil de caminar, ya sea a caballo o a pie; el venado cruzando en cada camino; los pájaros hacia la tarde cantando en cada árbol con mil melodías varias; grullas y garzas de blanco, carmesí y clavel, posadas a la orilla del río; el aire fresco con un suave viento oriental; y cada piedra que nos encorvamos para tomar prometía oro o plata por su tez. Vuestra Señoría verá de muchas clases, y espero que algunos de ellos no puedan ser mejorados bajo el sol; y sin embargo, no teníamos más medios que con nuestras dagas y dedos para arrancarlas aquí y allá, siendo las rocas más duras de ese larguero mineral antes mencionado, que es como un pedernal, y es del todo tan dura o más dura, y además de las venas se encuentran una o dos brazas de profundidad en las rocas. Pero queríamos que todas las cosas fueran necesarias salvo sólo nuestros deseos y buena voluntad de haber cumplido más si hubiera complacido a Dios. Para ser cortos, cuando ambas empresas regresaron, cada una de ellas trajo también varios tipos de piedras que parecían muy justas, pero eran tales como las encontraron sueltas en el suelo, y en su mayor parte eran pero coloreadas, y no tenían ningún oro fijo en ellas. Sin embargo, tales como no tenían juicio o experiencia mantuvieron todo lo que brillaba, y no sería persuadido pero era rico por el lustre; y traído de aquellos, y de marcasita withal, de Trinidad, y han entregado de esas piedras para ser probadas en muchos lugares, y con ello han generado una opinión de que todo lo demás es de lo mismo. Sin embargo, algunas de estas piedras las mostré después a un español de los caraqueños, quien me dijo que era El Madre del Oro, es decir, la madre del oro, y que la mina estaba más lejos en el suelo.

    Por lo demás, que yo mismo he visto, voy a prometer estas cosas que siguen, que sé que son ciertas. Aquellos que están deseosos de descubrir y de ver muchas naciones pueden quedar satisfechos dentro de este río, que trae tantas armas y ramas que conducen a varios países y provincias, por encima de las 2,000 millas al este y al oeste y 800 millas al sur y al norte, y de estos los más ricos en oro o en otros Merchandises. El soldado común luchará aquí por el oro, y se pagará a sí mismo, en lugar de peniques, con planchas de medio pie de ancho, mientras que se rompe los huesos en otras guerras por provant y penuria. Aquellos comandantes y caciques que disparen al honor y a la abundancia encontrarán allí ciudades más ricas y bellas, más templos adornados con imágenes doradas, más sepulcros llenos de tesoros, que o Cortés encontrados en México o Pizarro en Perú. Y la gloria resplandeciente de esta conquista eclipsará a todos esos rayos tan extendidos de la nación española. No hay país que rinda más placer a los habitantes, ni por esas delicias comunes de caza, halcón, pesca, aves de corral, y el resto, que la Guayana; tiene tantas llanuras, ríos claros, y abundancia de faisanes, perdices, codornices, rieles, grúas, garzas, y todas las demás aves; venados de todos tipos, porcos, liebres, leones, tigres, leopardos y buzos otro tipo de bestias, ya sea para persecución o comida. Tiene una especie de bestia llamada cama o anta, tan grande como una carne inglesa, y en gran abundancia. Hablar de los diversos tipos de todo tipo me temo que sería problemático para el lector, y por lo tanto los omitiré, y concluiré que tanto por la salud, el buen aire, el placer, y las riquezas, estoy resuelto que no puede ser igualado por ninguna región ni en oriente ni occidente. Por otra parte el país es tan saludable, a partir de cien personas y más, que yacían sin turno de la manera más zorra, y todos los días estaban casi derretidos con calor en remo y marchando, y de repente mojados de nuevo con grandes chubascos, y comieron de todo tipo de frutas corruptas, e hicieron comidas de pescado fresco sin condimentos , de tortugas, de lagartos o cocodrilos, y de todo tipo buenos y malos, sin orden ni medida, y además nos alojamos al aire libre todas las noches, no perdimos a nadie, ni teníamos uno mal dispuesto que yo sepa; ni encontramos ninguna calentura u otra de esas enfermedades pestilentes que habitan en todas las regiones calurosas, y tan cerca de la línea equinoccial...

    Para concluir, Guayana es un país que aún tiene su doncella, nunca saqueada, girada, ni labrada; la faz de la tierra no ha sido desgarrada, ni la virtud y la sal de la tierra gastada por manurance. No se han abierto las tumbas para el oro, las minas no se han roto con trineos, ni sus imágenes bajadas de sus templos. Nunca ha sido ingresada por ningún ejército de fuerza, y nunca conquistada ni poseída por ningún príncipe cristiano. Además es tan defendible, que si se construyen dos fuertes en una de las provincias que he visto, el diluvio se asienta tan cerca de la orilla, donde también yace el canal, que ningún barco puede pasar hacia arriba sino dentro de la longitud de un lucio de la artillería, primero de uno, y después de otro. Que dos fuertes serán una guardia suficiente tanto para el imperio de Inga, como para otros cien reinos varios, que se encuentran dentro de dicho río, incluso a la ciudad de Quito en Perú.

    Por lo tanto, existe una gran diferencia entre la facilidad de la conquista de Guayana, y la defensa de que sea conquistada, y las Indias Occidentales o Orientales. Guayana no tiene más que una entrada por el mar, si la tiene, para cualquier embarcación de carga. De modo que cualquiera que la posea primero, será hallado inaccesible para cualquier enemigo, salvo que venga en adónde, barcazas o canoas, o bien en botes de fondo plano; y si se ofrece a entrar en él de esa manera, los bosques son tan gruesos 200 millas juntos sobre los ríos de tal entrada, ya que un ratón no puede sentarse en un barco sin impacto desde el banco. Por tierra es más imposible acercarse; pues tiene la situación más fuerte de cualquier región bajo el sol, y está tan entorpecida con montañas intransitables por todos lados, ya que es imposible victual a ninguna compañía en el paso. Lo cual ha sido bien probado por la nación española, que desde la conquista del Perú nunca ha dejado cinco años libres de intentar este imperio, o de descubrir alguna manera de entrar en él; y sin embargo, de tres y veinte caballeros, caballeros y nobles, nunca hubo ninguno que supiera cómo dirigir un ejército por tierra, o para conducir barcos por mar, cualquier cosa cerca de dicho país. Orellana, de quien el río de las Amazonas toma nombre, fue el primero, y don Antonio de Berreo, a quien nosotros desplantamos, el último: y dudo mucho si él mismo o alguno de los suyos aún conoce la mejor manera de entrar en dicho imperio. Por lo tanto, difícilmente se puede recuperar, si alguna fuerza se establece anteriormente, pero en uno o dos lugares, y sino dos o tres crumsters o galeras construidas y amuebladas sobre el río dentro. Las Indias Occidentales tienen muchos puertos, abrevaderos y aterrizajes; y más cerca de 300 millas de Guayana, ningún hombre puede albergar un barco, excepto que conoce un solo lugar, que no se aprende apresuradamente, y que yo emprenderé no hay ninguna de mis compañías que sepa, quien más oyó después de él.

    Además, al mantener un buen fuerte, o construir una ciudad de fortaleza, se resguarda todo el imperio; y cualesquiera compañías se plantarán después dentro de la tierra, aunque en veinte provincias varias, éstas podrán reunirse todas en cualquier ocasión ya sea por medio de un río, o bien podrán marchar por tierra sin madera, pantano o montaña. Mientras que en las Indias Occidentales hay pocos pueblos o provincias que puedan socorrer o relevar unos a otros por tierra o mar. Por tierra los países son enemigos desérticos, montañosos o fuertes. Por mar, si algún hombre invade hacia el este, los del oeste no pueden en muchos meses volverse contra la brisa y el viento oriental. Además, los españoles están ahí tan dispersos que no son fuertes en ningún lado, sino solo en Nueva España; las montañas afiladas, las espinas y espinas envenenadas, los caminos arenosos y profundos en los valles, el calor y el aire asfixiantes, y la falta de agua en otros lugares son su única y mejor defensa; que, porque esos las naciones que las invaden no son victualizadas ni provistas para quedarse, tampoco tienen lugar para amigos colindantes, sí les sirven en lugar de buenos brazos y grandes multitudes.

    A las Indias Occidentales se les ofreció primero al abuelo de su Majestad Colón, un extraño, en el que podría haber dudas de engaño; y además entonces se pensó increíble que hubiera tales y tantas tierras y regiones nunca antes escritas. Este Imperio es dado a conocer a Su Majestad por su propio vasallo, y por el que le debe más deber que un sujeto ordinario; de manera que mal ordenará con las muchas gracias y beneficios que he recibido abusar de su Alteza, ya sea con fábulas o imaginaciones. El país ya está descubierto, muchas naciones ganadas por el amor y la obediencia de Su Majestad, y aquellos españoles que más recientes y más largos han trabajado en la conquista, derrotados, desalentados y deshonrados, que entre estas naciones se consideraban invencibles. Su Majestad podrá en esta empresa emplear a todos esos soldados y señores que sean hermanos más jóvenes, y a todos los capitanes y caciques que quieran empleo, y el cargo será sólo el primero que se establezca en viturarlos y armarlos; pues después del primer o segundo año no dudo sino ver en Londres un Contracto-Casa de más recibo para Guayana de lo que hay ahora en Sevilla para las Indias Occidentales.

    Y estoy resuelto que si no hubiera más que un pequeño ejército en marcha en Guayana, marchando hacia Manoa, la ciudad principal de Inga, cedería a Su Majestad por composición tantos cientos de mil libras anuales como debería tanto defender a todos los enemigos en el extranjero, como sufragar todos los gastos en casa; y que además pagaría un guarnición de tres o cuatro mil soldados muy regiamente para defenderlo de otras naciones. Porque no puede sino saber cómo fueron sus antecesores, sí, cómo fueron sus propios grandes tíos, Guascar y Atabalipa, hijos de Guiana-Capac, emperador del Perú, mientras contendieron por el imperio, golpeados por los españoles, y que tanto de los últimos años como desde dicha conquista, los españoles han buscado los pasajes y entrada de su país; y de sus crueldades acostumbradas a los fronterizos no puede ser ignorante. En qué aspectos sin duda pero será llevado a tributo con gran alegría; si no, no ha disparado ni arma de hierro en todo su imperio, y por lo tanto puede ser conquistado fácilmente.

    Y además recuerdo que Berreo me confesó a mí y a otros, que protesto ante la Majestad de Dios para ser verdad, que se encontró entre las profecías en Perú, en tal momento en que el imperio se redujo a la obediencia española, en sus templos más caciques, entre buceadores otros que presagiaban la pérdida de el dicho imperio, que desde Inglatierra esos Ingas deberían volver a ser restaurados a tiempo por venir, y entregados de la servidumbre de dichos conquistadores. Y espero, como nosotros con estas pocas manos hemos desplantado la primera guarnición, y los expulsó de dicho país, así su Majestad dará orden para el resto, y o bien la defienda, y la sostenga como afluente, o la conquiste y la mantendrá como emperatriz de la misma. Porque todo lo que el príncipe lo posea, será mayor; y si el rey de España lo disfruta, se volverá irresistible. Su Majestad confirmará y fortalecerá las opiniones de todas las naciones como tocando sus grandes y principescas acciones. Y donde la frontera sur de Guayana llegue al dominio y al imperio de las amazonas, esas mujeres oirán por la presente el nombre de una virgen, que no sólo es capaz de defender sus propios territorios y sus vecinos, sino también de invadir y conquistar tan grandes imperios y hasta ahora alejados.

    Hablar más en este momento me temo que no sería más que problemático: confío en Dios, siendo esto cierto, bastará, y que el que es Rey de todos los Reyes, y Señor de Señores, lo pondrá en su corazón que es Señora de Damas poseerlo. Si no, juzgaré a esos hombres dignos de ser reyes del mismo, que por su gracia e irse lo emprenderán por sí mismos.